domingo, 10 de enero de 2016

LA ANGLOMANIA FRANCESA

Lady Worsley en un traje de montar adaptado del uniforme del regimiento de su marido.
Durante el año 1780 las costumbres inglesas se tomaron Europa, la corriente que se llamó “la anglomanía” marco la época de las cortes con reformas tanto en la vida cotidiana como en la moda. Incluso catalina de Rusia reacia a las monerías de moda también se conquistó de esta anglofilia, ella introdujo los jardines ingleses de moda. Como escribiría a Voltaire: “yo amo la locura de los jardines ingleses, líneas curvas, la forma de los estanques, odio las funestes que dan la tortura al agua para hacerle tomar un curso contrario a su naturaleza; en una palabra, la anglomanía domina mi plantomania”.

En cuanto a Francia, imitando al príncipe de Conti, el duque de Orleans se sintió obligado a alentado cualquier cosa que presento la menor apariencia de oposición al gobierno del rey. Hizo dos o tres viajes a Londres y a su regreso denigro de las costumbres francesas y promovió todo lo que se hace en Inglaterra. El rey anoto su disgusto de la manera más visible diciendo: “es difícil entender porque tantos de nuestros jóvenes señores tienen la manía de querer parecerse a los ingleses, probablemente porque han dejado de ser francés”.

Entre las innovaciones que marcaron la época fue la introducción del café como refresco de sobriedad para darle un toque distinguido a las reuniones aristócratas. Es curioso, mientras que los recursos del reino fueron tan severamente gravados para mantener la guerra contra Inglaterra, cada salón introducía la anglomanía, la cual se extendió a parís. La imitación de los vicios en inglés, el juego en las razas y las bebidas fuertes, sino también la copia de la moda de los hombres en el vestuario, la tendencia "garçon d'écurie" predomino en el traje de los grandes señores. La vida sana del campo, la alta aristocracia comenzó a pasar una parte considerable del año en sus fincas y ya no pensar en los intereses ni las preocupaciones de los más necesitados.

La anglomania también se extendió al vestuario masculino, el sombrero y en especial las botas y la pañoleta alrededor del cuello marcaron la tendencia de la época.
Inspirado por las modas inglesas, las mujeres van a vestir como los hombres; llevarán abrigo masculino, corbata y hasta dos relojes y sombrero de castor. El éxito de la obra de Beaumarchais, Las bodas de Fígaro, lanza dos nuevos aseos: el "vestido de Suzanne" y "justo en el Figaro". 1788, las faldas tienen una fila de vuelo y trajo un ancho cinturón adornado con un gran lazo en el frente. Al mismo tiempo, es el tafetán bufandas de la manera o cachemira que pasa por debajo de los brazos, que cruza la espalda y le trae delante atando ambos extremos. En los últimos años del reinado de Luis XVI, las mujeres adoptan camisola estrecho y vestido de estilo Inglés.

La moda se extendió a los jardines, el servicio doméstico, los caballos, los coches y las compras, toda la anglomanía se propago por toda Francia. El conde de Artois atraída por esta tendencia introdujo las carreras de caballos, el noble hijo de las cruzadas y de la civilización. María Antonieta es la primera en prestarle acatamiento, se ve a la reina en las tribunas, rodeada por docenas de fatuos jóvenes anglómanos, apostando, jugando y apasionadamente excitada por esta nueva manera de poner en tensión los nervios. Federico de Prusia se mofa de sus vecinos diciendo: “sus francés poseídos por la manía anglicana imitaron a los corruptos ingleses, que diría el refinadísimo de Luis XIV desde su tumba!”.

Marie Antoinette retratado usando un redingote por Antoine Vestier.
En 1782 María Antonieta adopta esta anglofilia y se hace retratar usando un redingote, abrigo de montar a caballo ingles con lo que ofende a los patriotas franceses. Que una reina promueva estas tendencias daba una penosa sombra a la autoridad del rey, pero Marie Antonieta inconsciente solo seguía las corrientes de la época: la loca moda de su mundo.

sábado, 12 de diciembre de 2015

UNA PEQUEÑA IMPRUDENCIA: LLAMAR AL REY DE FRANCIA "POBRE HOMBRE"

«Amor no siente ninguno hacia él», comunica clara y tiernamente a Viena José II durante su estancia en París, con una serena afirmación de la verdad objetiva de las cosas, y cuando ella, por su parte, le escribe a su madre que de los tres hermanos es, en todo caso, preferido aquel a quien Dios le ha concedido por esposo, este «en todo caso» , introducido traidoramente en la mitad de la frase, dice más de lo que conscientemente querría ella expresar; algo así como: ya que no puedo recibir mejor marido, «en todo caso», este hombre bueno y decente es la más aceptable de las sustituciones. Esta sola frase expresa toda la tibieza de sus relaciones. María Teresa, en resumidas cuentas -sabe cosas mucho peores de su hija de Parma-, se contentaría con esta clásica concepción del matrimonio sólo con que María Antonieta mostrara un arte de disimulo algo mayor y tacto espiritual en su conducta; supiera simplemente ocultar mejor ante el público que, desde el punto de vista viril, considera como un cero a su regio esposo. Pero María Antonieta -y esto no se lo dispensa María Teresa- se olvida de guardar las formas, y, con ello, el honor de su consorte; por fortuna, es la madre la que, bastante a tiempo, impide circular una de las aturdidas frases de la reina.


Uno de los confidentes de la emperatriz, el conde de Rosenberg, había ido a pasar una temporada a Versalles, y María Antonieta le había cobrado tanto afecto y depositado tanta confianza en el fino y galante anciano caballero, que le escribió a Viena una carta, ligera y jocosa, en la que le contaba cómo se había burlado ocultamente de su marido cuando el duque de Choiseul le pidió una audiencia. «Me creerá usted fácilmente si le digo que no lo he visto sin conocimiento del rey; pero no podrá usted sospechar qué astucia hube de emplear para no suscitar la idea de que pedía permiso para ello. Le dije a mi marido que me gustaría ver al señor Choiseul y que sólo me tenía perpleja la elección del día; y lo hice tan bien que el pobre hombre (" le pauvre homme ") dispuso la hora más cómoda para que yo le viera. En mi opinión, en este asunto no hice otra cosa sino aprovechar valientemente mis derechos de mujer.» Muy naturalmente fluye de la pluma de María Antonieta la frase «pauvre homme» ; sin preocupación alguna cierra la carta, pues no cree haber contado sino una divertida anécdota, y la expresión «pauvre homme» , en el lenguaje de su corazón, no significa, leal y bondadosamente, sino el «buen muchacho». Pero en Viena se interpreta de otro modo esta frase mezcla de simpatía, de compasión y de desprecio. María Teresa reconoce al instante qué peligrosa falta de tacto hay en que la reina de Francia llame abiertamente «pauvre homme» al rey de Francia, el soberano más grande de la cristiandad, no respetando ni honrando al monarca en el esposo. ¡En qué tono se expresará de viva voz aquella cabeza de viento en sus fiestas campestres y en sus mascaradas, con sus amigas, la Lamballe y la Polignac, y con sus jóvenes cortesanos, al burlarse del soberano de Francia! Al punto tiene lugar en Viena un severo consejo, y se escribe a María Antonieta una carta tan enérgica, que durante largos decenios, el archivo imperial no ha permitido su publicación.


«No puedo ocultarte -la vitupera la anciana emperatriz a la hija olvidadiza de sus deberes- que tu carta al conde de Rosenberg me ha consternado extremadamente. ¡Qué términos de expresión, qué ligereza! ¿Dónde está el corazón de la archiduquesa María Antonieta, tan bueno, tan delicado, tan lleno de abnegación? No veo en la carta más que intriga, odios menudos, mofa y malignidad, una intriga en la cual una Pompadour, una Du Barry, hubieran podido desempeñar un papel, pero no una princesa, y menos una gran princesa de la Casa de Habsburgo-Lorena, llena de bondad y tacto. Siempre me han hecho temblar tus rápidos éxitos y todo lo que te rodea aduladoramente desde aquel invierno en que te lanzaste a los placeres y a las modas y adornos más ridículos. Esta carrera de diversión en diversión sin el rey, aunque sabes no es agradable para él y que sólo por pura condescendencia te acompaña o consiente que vayas, todo eso me hizo manifestarte en mis cartas anteriores mi justa inquietud. Pero todo lo veo confirmado por esta carta. ¡Qué lenguaje! ( «Le pauvre homme!» ) ¿Dónde está el respeto y el agradecimiento por todas sus complacencias? Acerca de ello, te abandono a tus propias reflexiones y no te digo más, aunque aún habría mucho que decir... Pero si sigo observando tales inconveniencias, no podré callar, porque te quiero demasiado y preveo grandes daños, por desgracia, aún mayores que antes, ya sé que eres ligera, violenta a incapaz de reflexionar. Tu felicidad puede acabar demasiado pronto y trocarse en las mayores desgracias a causa de tu propia culpa, y todo por esa espantosa ansia de placeres que no permite ninguna ocupación seria. ¿Qué libros lees? Y sin eso, ¿osas mezclarte en todo, en los asuntos más importantes y en la elección de ministros...? Parece que el abate y Mercy han llegado a ser desagradables para ti, porque no imitan a esos bajos aduladores y porque te quieren para hacerte feliz, y no puramente para divertirse y aprovecharse de tus debilidades. Algún día lo reconocerás así, pero demasiado tarde. Espero no tener que presenciar tal momento, y suplico a Dios que ponga término a mis días lo antes posible, porque ya no puedo ser útil para ti y porque no podría soportar el perder y ver desgraciada a la querida hija a quien amaré tiernamente hasta mi último suspiro.»

¿No exagera la emperatriz, no saca demasiado pronto la caja de los truenos a causa sólo de ese pauvre homme , frase empleada en broma, aunque algo insolentemente? Es que María Teresa no se refiere sólo en este caso a la frase nacida del azar, sino que la considera como síntoma. Esta expresión le aclara de repente, como con un relámpago, el poco respeto de que goza Luis XVI en su propio matrimonio y en todo el círculo de la corte. Su alma se intranquiliza. Si en un Estado el desprecio hacia el monarca socava sus más firmes fundamentos, y lo mismo en la propia familia, ¿Cómo pueden quedar en pie los otros pilares y sostenes si llega una tormenta? ¿Cómo hará frente a los peligros que la amenazan una monarquía sin monarca, un trono ocupado por meros figurantes, que no tienen la realeza en el pensamiento ni en la sangre, ni en el corazón ni en el cerebro? Un hombre flaco y sin voluntad y una mundana; demasiado tímido de pensamiento el uno, demasiado irreflexiva la otra, ¿Cómo pueden estos seres tan superficiales afirmar su dinastía contra las amenazas de toda una época? La vieja emperatriz no está, en realidad, enojada con su hija. Sólo llena de temor por ella. 


Y, verdaderamente, ¿Cómo encolerizarse con estos dos seres, cómo condenarlos? Hasta a la misma Convención, su acusadora, se le hizo difícil representar como tirano y criminal a aquel «pobre hombre»; en el último fondo, no había ni un grano de maldad en ninguno de los dos, y, como en general sucede con la mayor parte de los caracteres de medianía, ni dureza, ni crueldad, ni siquiera ansia de honores o grosera vanidad. No obstante, por desgracia, tampoco sus buenas cualidades iban más allá del burgués término medio: honrada bondad natural, despreocupada tolerancia, tibia benevolencia.

domingo, 15 de noviembre de 2015

“vio a su esposa antes de que ella lo viera. A pesar de que era terriblemente miope, él sabía muy bien las formas borrosas que la componían, incluso antes de que ella entrara en su foco. Entrecerrando los ojos, como lo hizo cuando el objetivo era la presa, su imagen adquirió mayor claridad. En su vestido de muselina blanca, la enorme pañoleta descuidadamente envuelta aun ingeniosamente alrededor de su cuello y los hombros, el velo ondeando a un lado de su sombrero de ala ancha, era toda una visión de la belleza, Luis sabia que era la más hermosa de la tierra y que su deber era velar por ella, amarla y protegerla”

-trianon - Elena Maria Vidal (2010)

domingo, 8 de noviembre de 2015

Les Libelles sur Marie Antoinette
En los panfletos escritos contra la reina, la paternidad de sus hijos siempre estuvo atribuida al conde de Artois. “ahora estoy atrapada durante nueve meses, gracias a su garfio”, dice ella a él en un folleto, con su habitual desparpajo!. Otro texto tiene a la reina informar al lector acerca de la reacción de Artois a la paternidad: “me di cuenta del personaje artificial que era, cuando me dijeron que el príncipe adorable,” ¡ah! Estimado Artois, su pequeño delfín… me está pateando en el estómago”

“y yo en el culo, mi amor” respondió. “pero a la mierda! Ten paciencia, nos las arreglaremos para deshacerse de él como todos los demás que hemos tenido”.

-"La malvada reina: orígenes del mito sobre Maria Antonieta" de Chantal Thomas (1999)

domingo, 18 de octubre de 2015

"Sin embargo, hubo ocasiones en que el rey demostró ser un verdadero romántico – incluso en público -. Un día cuando viaja a través del Bois Boulogne vio a la reina en el césped con sus tías, disfrutando de una comida de fresas con crema, una imagen de los lienzos pastorales de Fragonard. Allí desde su silla de montar, tomo por detrás a la reina de su cintura y le beso la mejilla, María Antonieta se ruborizó toda ante este gesto espontaneo de Luis. Todos los que fueron testigos de este encantador despliegue de felicidad doméstica y armonía marital nunca antes visto entre los monarcas quedaron admirados".

-notorious royal marriages - leslie carroll (2010)

domingo, 11 de octubre de 2015

Cuando Madame Polignac renuncia a su cargo de institutriz, la reina confía su hijo a una nueva aya, madame de Tourzel, redacta, para que le sirva de guía, una descripción psicológica, en la que de pronto se nos muestra deslumbradoramente toda su capacidad, hasta entonces oculta, para juzgar a los hombres y sus instintos espirituales.


«Mi hijo tiene cuatro años y cuatro meses menos dos días -escribe-. No hablo aquí de su estatura ni de su exterior; basta verlo. Su salud ha sido siempre buena; pero ya en la cuna se advirtió que sus nervios eran muy delicados y que el menor ruido extraordinario producía efectos sobre él. Ha sido tardío para sus primeros dientes, pero le nacieron sin enfermedad ni accidente. Sólo en los últimos, y creo que fue en el sexto, tuvo una convulsión. Después ha tenido dos: una en el invierno del 87 al 88 y la otra cuando su vacunación, pero esta última ha sido muy pequeña. 

La delicadeza de sus nervios hace que un ruido al cual no esté acostumbrado le produzca siempre espanto. Tiene miedo, por ejemplo, de los perros porque los ha oído ladrar cerca de él. No le he obligado jamás a verlos, porque creo que a medida que aumente su razón pasarán esos temores. Como todos los niños fuertes y saludables, es muy aturdido, muy ligero y violento en sus cóleras; pero es un buen niño, tierno y hasta cariñoso, cuando su aturdimiento no puede más que él. Tiene un amor propio desmesurado que, guiándolo bien, puede, algún día, redundar en provecho suyo. Mientras no tiene bastante confianza con cualquier persona, sabe dominarse y hasta devorar sus impaciencias y sus cóleras para parecer dulce y amable. Es de una gran fidelidad cuando ha prometido alguna cosa, pero es muy indiscreto, repite fácilmente lo que ha oído decir, y a veces, sin intención de mentir, añade lo que le ha hecho ver su imaginación. Éste es su mayor defecto, del cual es preciso corregirle.

Por lo demás, lo repito, es un buen niño; y con dulzura, al mismo tiempo que con firmeza, sin ser demasiado severo, siempre se hará de él lo que se quiera. Pero la severidad le llena de enojo, porque tiene mucho carácter para su edad. Y para poner un ejemplo: desde su infancia más temprana, la palabra "perdón" le ha ofendido siempre; hará y dirá todo lo que se quiera cuando ha cometido una falta, pero la palabra "perdón" no la pronuncia sino con lágrimas a infinitas penas. Siempre he acostumbrado a mis hijos a tener gran confianza en mí, y, cuando han cometido una falta, a decírmela ellos mismos. Esto procede de que, al reñirlos, adopto un aire más apenado y afligido por lo que han hecho, que enojado. Los he acostumbrado a todos a que un "sí'' o un "no" pronunciado por mí es irrevocable; pero les doy siempre una razón al alcance de su edad para que no puedan creer que es capricho de mi parte. Mi hijo no sabe leer y aprende muy mal; es demasiado aturdido para aplicarse. No tiene en la cabeza ninguna idea de su categoría y deseo mucho que eso continúe; nuestros hijos siempre aprenderán demasiado pronto lo que son. Quiere mucho a su hermana y con todo su corazón. Todas las veces que algo le gusta, ya sea el ir a algún sitio o que le den alguna cosa, su primer movimiento es siempre el de pedir lo mismo para su hermana. Ha nacido alegre: tiene necesidad, para su salud, de estar mucho al aire libre...»

solo una madre desde lo mas profundo de su corazón conoce a un hijo. que hermosa descripción.

domingo, 27 de septiembre de 2015

DESTRUCCIÓN DE LA ESTATUA DE LUIS XVI EN EL MUSEO BURDEOS

Cuando los hombres están muertos, entran en la historia. Cuando las estatuas mueren, desaparecen para siempre de nuestra memoria y nuestro patrimonio. Los archivos del museo burdeos nos presenta la historia de la estatua de Luís XVI.


El 11 de agosto de 1821, el municipio de burdeos, voto para erigir un monumento a la memoria del mártir rey Luís XVI. En 1825, el rey Carlos X adopto el proyecto de una gran estatua de bronce por el reconocido escultor Nicolás Raggi.

Se trató de una gran estatua de 5,83m, que represento a Luís XVI en el día de su coronación, en el marco del gran escudo de ceremonia. La mano derecha sostenía el cetro, la mano izquierda el gran sombrero de terciopelo con plumas blancas y la espada, símbolo de los caballeros de la orden del espíritu santo.

La estatua se mantendría en un pedestal con cuatro caras que se repite en forma de un testamento, las instrucciones dadas por el rey al navegador La Perouse. El 25 de agosto de 1826, día de san Luís a las seis de la tarde, la primera piedra del pedestal fue puesta por la baronesa de Hausez, representante de la delfina Marie theresa. La estatua fue fundida en 1829 por fundiciones Crozatier.

La revolución de 1830 llevo a la caída del rey Carlos X y también para el proyecto. El nuevo rey Luis Felipe entrego la estatua a la fundición Roule en la isla de los cisnes, en el Sena. En 1833 se demolió el pedestal, en 1869 el emperador Napoleón III autorizo el envió de la estatua al museo burdeos.


La estatua llevada en tren llego a burdeos el 30 de julio de 1869. Se colocó provisionalmente en el jardín de la casa consistorial. El 4 de septiembre de 1870, el día de la ciada de Napoleón III, la estatua se ocultó de la vista del público en una cabaña de madera.

El vizconde Charles de Pelleport-Burete, alcalde de burdeos desea levantar la estatua, pero tiene que renunciar el 16 de marzo de 1876 debido al éxito electoral de los republicanos. El proyecto abandonado, la estatua quedara clausurada casi nueve años en los cuarteles del palacio municipal y no fue hasta el 26 de enero de 1877 con una decisión del alcalde Emilio Fourcand ordena la construcción de una sala para ser reservado. El arquitecto Auguste Dejean entonces recibe la misión de establecer los planes del ala sur del Museo de Bellas Artes de Burdeos reservado para el proyecto. En marzo de 1878 la estatua de Luís XVI, finalmente es instalada rápidamente en una habitación trasera del museo.


El 27 de octubre de 1941, el conservador del museo, el señor Lemoine recibe la notificación de que de acuerdo con la ley del 11 de octubre de 1941, la movilización de los metales no ferrosos, la estatua debe ser fundida. El 29 de diciembre de 1941, los trabajadores de dos empresas encargadas de desmantelar la estatua vienen al museo. El corte de la estatua se completó a finales de febrero de 1942 y reporto 12,587kg de bronce.

Es así como por segunda vez podemos decir el rey muere.