domingo, 13 de agosto de 2023

EL ABURRIDO VERSALLES: PRIMEROS MESES DE MARIE ANTOINETTE EN FRANCIA

LES PREMIERS MOIS DE MARIE ANTOINETTE EN FRANCE

Durante los primeros meses en Francia, el Delfín ocupó un pequeño lugar en su vida como María Antonieta. Con la excepción del lecho conyugal donde a todos les hubiera gustado verlos juntos más a menudo, obviamente todavía eran considerados niños. La boda no había cambiado casi nada en la agenda del Delfín. Este muchacho solitario poco se mezclaba con la vida de la corte. Por la mañana se levantó temprano para ir de caza; por la tarde vio un poco a su gobernador; luego se retiraba con mayor frecuencia a su taller, amaba el trabajo del hierro y la precisión de las piezas mecánicas. María Antonieta, cuando el rey no la sacaba a pasear, pasaba la mayor parte del tiempo con sus tías. Victoria, que temía aburrirse, la había animado a empezar a coser: una chaqueta, que sería un regalo para el rey.

¡Gran proyecto! María Antonieta, enemiga de la inmovilidad y la paciencia, siempre había logrado en catorce años y seis meses de existencia escapar a todas las lecciones de costura. Pero ella se lanzó a este trabajo con buena gracia. Y luego, hacer algo con Victoria, que siempre fue tan amable, fue agradable.

-“Hay que saber coser porque, ¿quién sabe lo que nos depara la vida?” declaró Victoria pomposamente, repitiendo lo que le habían dicho en el convento cuando era pequeña. Y se reía porque esta frase le evocaba más las risitas de las adolescentes que visiones de un futuro oscuro. A veces, la tía y la sobrina estallaban en carcajadas irrefrenables frente a ciertas producciones de María Antonieta: ojales por donde nada podía pasar o dobladillos del revés. A veces, temiendo que su sobrina se desanimara, Victoria la ayudaba y, en una hora, hacía tanto trabajo como María Antonieta en tres o cuatro.

MARIE ANTOINETTE'S FIRST MONTHS IN FRANCE

A veces, María Antonieta no se percataba de que, durante la noche, ciertas costuras sueltas se habían convertido en costuras muy rectas con pequeñas puntadas apretadas e iguales.

¿Qué hacía el delfín durante sus días? Sobre todo cazaba, era el gran negocio de su vida. Se levantó con el día y fue directo a los establos. Este chico tranquilo cazaba con ira. Galopaba hasta quedar exhausto, cruzaba los barrancos y se volvía loco persiguiendo la presa. Cuando terminaba la cacería, se calmaba y anotaba en un cuaderno el relato de lo que había matado. 6 de agosto: 1 liebre, 1 jabalí, 3 perdices. Luego volvió a Versalles y comió con tanta bulimia como había cazado.

Luis generalmente se retiraba a su fragua por la tarde, se ennegrecía como un quemador de carbón y golpeaba el hierro candente hasta quedar sordo por los golpes de martillo. En la cena, todavía comía mucho. Descubrió que comer mucho por la noche lo ayudaba a dormir bien. Se mostraba un poco en los salones donde se celebraba la corte, generalmente en casa de sus tías, pero en cuanto podía se iba a casa y se acostaba. Sólo. Tan pronto como sea posible para estar en buena forma al día siguiente en la caza. Lo único que vale la pena.

A la vez que el tiempo con su paso iba borrando presentimientos y tristezas, la Delfina iba ordenando su vida, su felicidad y su futuro. Se familiarizaba con su nueva patria, con su marido y con su papel. Trababa conocimiento con la nueva corte, aprendiendo el nombre de los nuevos personajes, olvidándose de Viena y de la lengua alemana. Se instaló en sus nuevas habitaciones y trabó conocimiento con Versalles y Choisy.

LES PREMIERS MOIS DE MARIE ANTOINETTE EN FRANCE

La descripción de un día de la vida de la Delfina, durante los primeros meses de su estancia en la corte francesa, la encontramos en una carta que María Antonieta dirigiera a su madre, María Teresa, fechada en 12 de julio, que contiene los siguientes pormenores:

«Ciertamente Vuestra Majestad es muy buena al interesarse por saber cómo paso mis días. He de decirle que me levanto de nueve y media a diez de la mañana, y que, después de haberme vestido, rezo las oraciones matutinas; desayuno en seguida, y voy a los aposentos de mis tías, en donde, corrientemente, encuentro al Rey. Allí en su compañía permanezco hasta las diez y media, y a las once voy a peinarme. A mediodía, concedo la audiencia y entran las personas de alguna significación. Me pongo el colorete y me lavo las manos delante de todos. Una vez han salido los caballeros, me quedo solo con las damas ante los cuales me visto. La misa es a las doce; si el Rey se encuentra en Versalles me acompaña él, mi esposo y las tías; si no está, voy con el Delfín, pero siempre a la misma hora. Terminada la misa, almorzamos los dos solos, ante la gente, pero terminamos a la una y media, porque comemos de prisa. Luego me dirijo a las habitaciones del Delfín, y si le veo trabajando, vuelvo a las mías, en donde leo, escribo o trabajo, porque estoy confeccionando una casaca para el Rey, que por Cierto no progresa mucho, pero espero que mediante la ayuda de Dios podrá estar terminada dentro de algunos años. A las tres vuelvo a las habitaciones de mis tías, que a esa hora suelen recibir la visita del Rey; a las cuatro recibo la visita del abate en mis aposentos; diariamente y a las cinco, viene el maestro de clavecín o de canto, hasta las seis. A las seis y media acostumbro ir con regularidad a las habitaciones de mis tías, excepto las veces que salgo de paseo; mi esposo me acompaña casi todos los días a ver a las tías. Jugamos desde las siete hasta las nueve, pero cuando el tiempo es propicio doy un paseo, y entonces jugamos en el aposento de mis tías. La cena es a las nueve y, cuando el Rey no está, nuestras tías vienen a cenar con nosotros; pero cuando el Rey está en Versalles, después de cenar con ellas, esperamos al Rey que acostumbra venir hacia las once menos cuarto; mientras le esperamos me echo en un canapé y descabezo un sueño hasta la llegada del Rey; cuando no está, nos acostamos a las once; esas son nuestras ocupaciones cotidianas».

En esta distribución de horas no queda mucho tiempo para las diversiones, que es justamente lo que apetece su inquieto corazón. Su sangre, hirviente y juvenil, querría hacer locuras: jugar, reír, alborotar; pero al punto alza su severo dedo «Madame Etiqueta», y advierte que esto y aquello, y en resumidas cuentas todo lo que quiere María Antonieta es inconciliable con su posición de princesa heredera. Sin cesar el indisciplinable temperamento de la muchacha de quince o dieciséis años se subleva contra la mesure, contra el empleo del tiempo acompasado y siempre unido a un párrafo de reglamento. Pero nada puede ser cambiado en esto. 

domingo, 30 de julio de 2023

LA AMADA CONDESA JUDITH DE BRANDEIS

La gouvernante, Judith de Brandeiss
probablemente la única representación de la condesa Brandeis junto a la pequeña Antonieta, de un detalle de una pintura hecha con motivo de la celebración de la boda del archiduque heredero Joseph e Isabel de Parma.
Es comúnmente aceptado que Madame de Brandeis muestra demasiada clemencia con su alumna, y que es despedida de sus funciones por haberle realizado sus tareas en numerosas ocasiones. Sin embargo, Madame Campan nos relata:

“las grandes maestras, sin tener inspección que temer de maría Teresa, buscaban hacerse amar por sus alumnos siguiendo el camino tan censurable y tan común de una indulgencia fatal para el progreso y la felicidad futura de la infancia. María Antonieta hizo despedir a su gran amante al confesarle a la emperatriz que todas sus páginas de escrituras y todas sus cartas generalmente estaban dibujadas a lápiz; la condesa de Brandeis fue nombrada para reemplazar a esta institutriz y cumplió con sus deberes con gran pasión y talento. La reina considero una desgracia para ella haber sido encomendada a su cuidado demasiado tarde y siempre mantuvo una relación de amistad con esta dama”.

Según este relato, la amante demasiado complaciente y la condesa de Brandeis no son la misma persona.

“la institutriz, la condesa de Brandeis, era una mujer de gran amabilidad y de inteligencia mediocre que colmaba a la pequeña Antonieta de muestras de afeo que tal vez no recibió de su madre. Ella la abrazo y la mimo y Antonieta la adoro a cambio” – nos dice Antonia Fraser.

La gouvernante, Judith de Brandeiss
Madame Antonieta en 1760, acuarela de Johann Christoph Von Reinsperger
La condesa de Brandeis fue reemplazada, debido a su excesiva complacencia hacia su alumna, por la ex institutriz de maría Carolina, la condesa Lerchenfeld, quien permaneció en su cargo hasta su muerte en 1770. Luego fue reemplazada por la condesa de Trautmaussdorfft

“el día 5 entregue a Madame la delfina una carta que me había enviado el príncipe Starhemberg y que era de la condesa Brandeis. Su alteza bromeo un poco sobre esta correspondencia, y no demostró que estuvieras muy apegada a ella; me tome la libertad de decirle que en este caso lo más fácil era no contestar” -escribe Mercy a la emperatriz.

“mi muy querida Brandeis, te doy un cumplido; cree bien mi querida Brandeis, que los deseos que te expreso para tu felicidad son dictados por el corazón mas agradecido…” carta de maría Antonieta (17 febrero 1773).

El conde Mercy cree prudente cortar con esta comunicación por el tipo de cuentos que puede relatarle a la delfina. La emperatriz, por su parte, le contesta: “tampoco me tranquiliza la correspondencia de mi hija con la condesa de Brandeis, que muy bien podría estar basada en anécdotas infundadas o no dignas de ser relatadas. Esto se lo hice sentir a esta señora, que alega como motivo de su correspondencia las comisiones que le paga mi hija”.

La gouvernante, Judith de Brandeiss
Estos son los términos en los que maría Antonieta habla de Madame Brandeis en una carta a su madre: “hace un mes que no recibo cartas de Brandeis. Me preocupa mucho, no solo porque temía que estuviera enferma, sino porque me resultaba muy agradable recibir noticias semanales de mi querida familia y de los acontecimientos públicos de Viena. Como las cartas de la oficina de correos me las da mi dama de honor, se noto que ya no recibí ninguna, y eso tuvo un efecto negativo. Le agradeceré mucho, mi querida madre, que la induzca a escribirme con mayor frecuencia”.

“el martes 6 de este mes, estando en Versalles, Madame la delfina me llamo a su estudio. La encontré muy afectada y triste, me dijo que, como estaba acostumbrada a recibir una carta de la condesa de Brandeis todas las semanas, las había perdido durante un mes; que no podía maginar otra causa sino que su majestad había prohibido la regularidad de esta correspondencia, que era sin embargo la única por la que tenia noticias de la salud de su majestad y la familia imperial, y que si vuestra majestad creyera que no podía prescindir de esta noticia, haría mucho daño a su amor, a su augusta madre y al tierno apego a su familia. Madame la archiduquesa derramaba lagrimas…" (el conde Mercy, 20 abril 1773).

María Teresa escribe al mismo tiempo a su hija: “pero para la correspondencia de Brandeis, querrás dejarlo en manos del mensajero”.

Y al conde Mercy: “como la correspondencia de la condesa Brandeis puede resultar en noticias capaces de infundir prejuicios en mi hija contra diferentes personas que puedan sentir el efecto de la misma, cuando lega a Francia, me parece mejor suprimir esta correspondencia, acusando a su vez a alguien de la familia para darle regularmente nuestras noticias”.

Weber cita dos veces a la condesa Brandeis como una persona de grandes cualidades. Esto confirma el testimonio de Madame Campan. María Teresa no estaba interesada en sus hijas, Vermond solo es bueno para conspira… solo existe esta Brandeis a quien la joven archiduquesa lamentara no haberle sido confiada antes y a quien conservara su afecto.

La gouvernante, Judith de Brandeiss

La historia nos ha guardado tres nombres, Brandeis, Lerchenfeld y Trautmannsdorff. La buena amante llena de cualidades a la que maría Antonieta conservara su gratitud es en efecto la condesa Brandeis, a quien escribe todavía en 1780.

El 16 de marzo de 1780 María Antonieta advierte a su madre de una decisión que ha tomado: “el barón me había hablado de un primo de Brandeis que estaba destinado a ser abad. Le escribí al respecto, sin que ella me lo mencionara nunca. Estoy encantada de poder hacer algo por ella. Si mi querida madre lo aprueba, lo traeré a Francia para que termine sus estudios”.

María Teresa se apresura a hacerlo a vuelta de correo:

“gracias por lo que quieres hacer por el primo de Brandeis. Esto hace honor a vuestro corazón, y yo apruebo que lo hagáis venir inmediatamente, para que se beneficie de los principios y ciencias necesarias a este estado”.

¡qué atención prestada a una mujer despedida de sus funciones! ¿y si Madame Campan tuviera razón? En cualquier caso, la correspondencia de María Antonieta corrobora plenamente su testimonio.

domingo, 16 de julio de 2023

LA DEFENSA DE LUIS XVI ANTE LA CONVENCION (26 DICIEMBRE 1792)

Procès de Louis XVI
El memorable discurso de Lewis XVI en la Convención Nacional. Gaetano Testolini, Londres: 1796
El encarcelamiento y un juicio revelaron  en Luis cualidades que apenas había manifestado en Versalles. Despojado de sus consejeros, sus ministros, sus cortesanos, forzado a tomar sus propias decisiones, desprovisto del poder de hacer el bien o el mal, emerge como un hombre de carácter y dignidad. Se comporta más como un rey durante sus meses de angustia más que nunca en el trono. En las últimas semanas de su vida Luis literalmente cobra vida. La extraña pasividad de El 10 de agosto se sustituye por la decisión.

 El rey había decidido su defensa en el momento de su interrogatorio, y era su decisión y solo suya. Se defendería no como un rey ungido, sino como un monarca constitucional que había cumplido su juramento de cargo. Estaba decidido a luchar por su vida probando su inocencia en un procedimiento contradictorio. Él no tuvo  ilusiones sobre el resultado del juicio, como le dijo a Malesherbes en su primera entrevista: “Estoy seguro de que me harán perecer; ellos tienen el poder y la voluntad de hacerlo. Eso no importa. Preocupémonos de mi prueba como si Pudiera  "ganar” y ganaré, en efecto, ya que el recuerdo que dejaré estaré sin mancha”. Luis se dedicó enérgicamente a preparar su defensa. Él dio la bienvenida a la oportunidad de escapar de la rutina embrutecedora de la vida en prisión. Los pocos días febriles de preparación fueron, irónicamente, los más felices de Luis en prisión.


Luis había hablado por primera vez con Malesherbes el 12 de diciembre, el día después de su interrogatorio. Tronchet llegó a París dos días después, y DeSeze se unió a sus colegas el 17 de diciembre. Todas las mañanas, Malesherbes venía solo al Temple; trayendo consigo las últimas opiniones publicadas de los diputados y a menudo una copia del Moniteur para que Luis pudiera leer los debates del día anterior. Los dos hombres, encerrados en los apartamentos del rey, sin un guardia presente, entonces planificaban la estrategia y decidieron en qué se trabajaría por la noche cuando Tronchet y DeSeze llegaran. A través de la puerta cerrada del apartamento del rey, los guardias podían oír, todas las noches, la animada conversación entre Luis y sus abogados, pero no podía distinguir lo que se decía.

défense du roi louis xvi
Detalle de un retrato del rey Luis XVI en la torre del Temple.
La tarea de redactar la defensa  fue confiada a DeSeze; El más joven y brillante de los tres abogados, pero los argumentos se elaboraron en común y de conformidad con el los deseos del rey. Luis insistió en que no había violado la ley una vez que aceptó la constitución, que no era responsable ante la nación de  cualquier acto anterior a su aceptación, que no fueron importantes violaciones procesales en el juicio, que la prueba documental en su contra había sido incautada ilegalmente, que nunca había querido derramar sangre, y que a pesar de que estaba inmune al enjuiciamiento, podría, y lo haría, defender cada una de sus acciones como moralmente correctas y fieles a la letra de la ley. Sus abogados sólo tenían que encontrar los argumentos legales necesarios para hacer su caso convincente.

Cuando DeSeze preparó el texto, se quedó sin dormir durante cuatro noches seguidas. Cuando estuvo terminado, se lo leyó a Luis, Malesherbes y Tranche. "Nunca he escuchado nada tan Conmovedor” -dijo Malesherbes. Luis también se conmovió, pero insistió en que se suprimiera algunas citas (ninguna copia de este El primer esfuerzo ha sobrevivido): "No quiero jugar con sus sentimientos". Luis estaba dispuesto a argumentar por su vida, pero no a rogar por ella.

En la mañana del 26 de diciembre el alcalde, Nicolas Chambon, Volvió al Temple para llevar a Luis a la Convención. Durante el viaje a través de París Luis mantuvo su acostumbrada dignidad y Tranquilidad. El secretario de la Comuna, que cabalgaba junto al carruaje, se sorprendió de que pudiera estar tan tranquilo, "con tantos sujetos a los que temer". Uno de sus acompañantes dijo que no le gustaba leer a Séneca porque el amor estoico por las riquezas contrastaba tanto bruscamente con sus convicciones y se había atrevido a mitigar los crímenes ante el senado romano. La observación preocupó a Luis, sobre para que le explicaran sus propias acciones a los representantes de la nación, pero guardó silencio.

Procès de Louis XVI
Juicio de Luis XVI: el rey en el tribunal de la Convención el 11 de diciembre de 1792, impresión de IS Helman
La Asamblea entonces hizo algunos asuntos diversos ante el presidente, Defermon, anunció: "Luis y sus defensores están listos para aparecer. Prohíbo a los miembros o espectadores hacer ruido o espectáculo”. La Convención estaba obviamente tan nerviosa como Luis y sus defensores, le preocupaba que su apariencia y su defensa, obra de uno de los abogados más respetados de la época, podría impresionar a los diputados y al pueblo. Acompañado por sus tres abogados, Chambon el alcalde y Santerre el comandante general, Luis caminó lentamente hacia la barra. "Luis - dijo el presidente- la Convención ha decretado que usted será escuchado definitivamente hoy”. “Mi consejo - dijo Louis haciendo un gesto hacia DeSeze- te leerá mi defensa".

DeSeze estaba al borde del agotamiento. Se había ido por días sin dormir para preparar el texto. Ahora tenía que llamar a todas sus reservas de energía, toda su resistencia, para el desempeño más significativo de su vida profesional. DeSeze presentó dos principios fundamentales para su defensa: la cuestión de los principios constitucionales de Luis, inviolabilidad, y la cuestión de la naturaleza del verdadero yo. La inviolabilidad, argumentó, era fundamental para cualquier gobierno monárquico. Ninguna monarquía que negara inmunidad legal a su rey podría sobrevivir y funcionar. Los redactores de la constitución de 1791 habían reconocido esta obviedad. El capítulo "Realeza" de la constitución decía: simplemente, "la persona del rey es inviolable y sagrada".

Sin embargo, especificó tres situaciones hipotéticas en las que el rey perdería su inviolabilidad al verse obligado a abdicar. El Artículo V dijo que si el rey se negaba a prestar juramento a la constitución, o habiendo renegado de un juramento, "se considerará que abdicó el trono”. El artículo VI decía que si el rey dirigía un ejército invasor contra su país, o no se oponía a una invasión, se considerará que ha abdicado del trono. El artículo VII decía que si el rey huye del reino y se niega a regresar "será consideraba haber abdicado al trono”. El artículo VIII decía que una vez expulsado del trono, el rey "estará en la clase de los ciudadanos, y sólo podrá ser acusado y juzgado como ellos por actos posteriores a su abdicación".


Ninguno de estos artículos se aplica a la situación de Luis. No hay ninguna ley positiva que pueda usarse contra Louis, ya que las únicas leyes que existían en el momento de sus supuestos delitos hizo una excepción clara y específica en el caso del rey. "ciudadanos -dijo DeSeze- les hablaré aquí con la franqueza de un hombre libre. Busco entre ustedes jueces, y sólo veo acusadores. Luis se ha convertido en el único francés para quien no existe ley y ni procedimientos! Él no tiene los derechos de un ciudadano ni las prerrogativas de un rey! Él tiene los beneficios de su estado anterior ni de su nuevo estado! “.

DeSeze concentra su atención en la situación pos constitucional dividiéndolas en dos clases: las legítimamente dirigidas contra el rey; y los más correctamente dirigidos contra sus ministros. Bajo la constitución, los poderes de Luis eran limitados por ley. Era incapaz de ser el tirano todopoderoso acusado. Sus acusadores han intentado responsabilizar a Luis de todos los trastornos que provocan las revoluciones. Pero el rey, después 1791, no tenía el poder de hacer ni un gran bien ni un gran mal. Luis de hecho vetó muchas leyes, pero se le dio su poder de veto por la constitución. Ahora no puede ser juzgado por su uso de su autoridad constitucional. por ejemplo, muchos de los decretos que tienen que ver con la Iglesia, lo hizo porque temía "que se traicionara a sí mismo al sancionarlos".

El Luis de DeSeze ciertamente cometió errores, ciertamente mostró mal juicio en ocasiones, pero se ajustó a la ley del país y actuó con las mejores intenciones. Mucha, si no toda la evidencia que apoya, DeSeze recordó a los diputados, fue recolectada ilegalmente. En el "tumulto de la invasión de las Tullerías" documentos importantes pueden haberse perdido o destruido. Luis tenía el derecho legal de no reconocer estos documentos y su repudio de la evidencia no lo hace culpable. Aquí, de nuevo, DeSeze tenía pocas posibilidades de éxito. La Convención había declarado la prueba válida y no se revertiría.

Procès de Louis XVI

El problema se vuelve agudo cuando llega a las acusaciones relativas al 10 de agosto. El abogado del rey tuvo que admitir la legitimidad del 10 de agosto y, sin embargo, defender a su amo contra la preparación de un asalto que pudiera interpretarse como causante de la insurrección. La Convención, por supuesto, No toleraría ninguna interpretación del 10 de agosto que incluso sugiriera que el rey era inocente y la revolución culpable. Los girondinos ya se habían lamentado por este mismo tema. Si Luis hubiera estado preparando un ataque en el verano de 1792,fue culpable de traición según los cargos. Pero si solo intentaba defender él mismo, su familia y la monarquía del ataque, luego el cargo caería al suelo.

La versión de DeSeze de lo que sucedió el 10 de agosto es la misma que del rey: aislado por las autoridades locales y nacionales, decidió defender el castillo contra otro ataque. ¿Dónde, preguntó DeSeze, ¿Hay alguna evidencia de traición? Antes de que Luis dejara las Tullerías no había habido derramamiento de sangre. Después de que se fue, no tuvo ninguna responsabilidad por lo que pasó; fue el prisionero de la Asamblea Legislativa. Sus motivos no están en duda, pero sus acciones sí. Luis no es legalmente responsable de los asesinatos en las Tullerías.

DeSeze había estado hablando durante más de una hora. El Manege se había vuelto fétido, como estaba lleno hasta el techo con cuerpos. DeSeze estaba empapado de sudor. Había entregado aproximadamente la mitad su defensa y sabía que sus oyentes querían una larga y dramática defensa, fiel a los modelos clásicos. Sabía que los diputados estaban saboreando sus frases, notando mentalmente los puntos fuertes y débiles del argumento, su dominio de la paradoja, su estilo célebre. El rey se mantuvo tranquilo y sereno.


"Ciudadanos –siguió Deseze refiriéndose al 10 de agosto- si en este mismo momento alguien fuera decirte que una multitud excitada y armada Marchaba hacia ti, que sin respeto a tu sagrado carácter como legisladores quería arrancaros de este santuario, ¿Qué harías? Probablemente algo similar a lo que Luis hizo, Luis, que aborrece el derramamiento de sangre: ¿Lo acusa de derramar sangre? ... ¡Ah! él se lamenta tanto como tú de la catástrofe fatal... es la herida más profunda infligida sobre él, es su desesperación más espantosa. Él sabe muy bien que no es el autor del derramamiento de sangre, sino que quizás él ha sido la infeliz causa de ello. Nunca se perdonará a sí mismo por esto. La Revolución ha endurecido a los hombres, debilitado el sentimiento de Humanidad”.

Pero Luis no tiene la culpa. Se merece compasión en lugar de una acusación de alta traición. Aquí está la famosa conclusión de la defensa de DeSeze, aparentemente menos apasionada y conmovedora que su primer borrador al que reemplaza: “Luis ascendió al trono a la edad de veinte años, y a la edad de veinte dio al trono el ejemplo de carácter. Subió trono sin debilidades perversas, sin pasiones corruptas. Era económico y justo. Se mostró siempre amigo constante de la gente. El pueblo quería la abolición de la servidumbre. Él comenzó por abolirlo en sus propias tierras. La gente pidió reformas en el derecho penal... él llevó a cabo estas reformas. La gente quería libertad: se la dio a ellos. El pueblo mismo se presentó ante él en sus sacrificios. Sin embargo, es en nombre de estas mismas personas que hoy se exige... Ciudadanos, no puedo terminar... Me detengo ante la Historia. Piensen en cómo juzgará su juicio, y que el juicio de él [El rey] será juzgado por los siglos”.

DeSeze había hablado durante más de dos horas, estaba agotado, Luis pidió una camisa limpia para su abogado y el presidente envió alguien para buscar una. Entonces el rey se dirigió a sus acusadores: “Has escuchado mi defensa. No lo reiteraré. Al hablar contigo quizás por última vez, declaro que mi conciencia no me reprocha a mí por nada, y que mis defensores sólo han dicho la verdad. Nunca creí que mi conducta pudiera ser examinada públicamente; pero mi corazón se desgarra al encontrar la acusación de haber querido derramar la sangre del pueblo, y sobre todo que Se me podría atribuir el 10 de agosto. Confieso que las múltiples pruebas que he dado en todo momento de mi amor por la gente, y la forma en que siempre he conducido yo mismo, apareció para demostrar que no tenía miedo de exponerme [al peligro] con el fin de salvar su sangre y eliminar para siempre tal imputación”.

Procès de Louis XVI
Luis XVI durante su juicio se le fueron privados los usos de objetos filosos como navajas, por lo que aquí se le representa con barba.
"¿Tienes algo más que agregar a tu defensa?" preguntó el presidente Defermon, Luis respondió "No" y fue invitado a abandonar. En el viaje de regreso al templo, Luis conversó con sus captores acerca de los hospitales, señalando que sería útil tener uno en cada sección de la ciudad, para cuidar de los pobres, Él puede haber notado, Cuando el carruaje llegó al Temple, una patrulla adicional fuera del torre, ochenta y siete nuevos hombres asignados a la prisión, junto con cuadrillas de albañilería reforzando las paredes, aun así, cualquier salida, incluso una que condujo a la barra de la Convención, fue una distracción bienvenida para el rey.

Su compostura y dignidad, el inevitable simbolismo de un gran hombre humillado, hizo más de un impresión en los contemporáneos que los áridos argumentos legales. Un visitante inglés escribió:
“La comparecencia del rey en la Convención, la digna renuncia de su manera, la admirable prontitud y franqueza de sus respuestas, causó una impresión tan evidente en algunos de los asistentes a las galerías, que un enemigo decidido de la realeza, declaró que tenía miedo de escuchar el grito ¡Vive le roi! En las tribunas”.

Procès de Louis XVI
Procès de Louis XVI - Year 1792 (French Revolution) Por Erica Guilane-Nachez
La mayoría aplaudió el intento de DeSeze de encontrar un equilibrio entre la realeza moribunda y la Convención revolucionaria, "Los mismos defensores de Luis XVI", Choudieu dice en sus Memorias, "no impugnó el derecho de la Convención para pronunciar el fin de la monarquía si la culpa del rey iban a ser probada", pero Luis y sus acusadores entendieron la prueba de manera diferente, para los revolucionarios Luis era culpable porque él mismo no era un revolucionario, para los realistas, la mayoría de los cuales se dirigió con prudencia a sus compatriotas desde el exilio, Luis era inocente porque era rey.

Cuando Luis fue sacado del escenario para regresar a prisión, los miembros de la convención se prepararon para una reanudación de la lucha jacobino-girondina. Ninguna de las facciones era lo suficientemente poderosa como para influir en la Convención a voluntad, pero ambos pudieron controlar y controlaron la dirección y la naturaleza de los debates. Por un breve momento Luis había intervenido en su propio nombre. Ahora su destino fue devuelto a la Convención, a las facciones, a París, a la Comuna, a los revolucionarios.

domingo, 2 de julio de 2023

EL FAMOSO "ARMARIO DE HIERRO" DE LUIS XVI

Francois Gamain et Louis XVI
L'armoire de fer "iron chest" Louis XVI, ilustración de Alexandre Dumas 
Durante los últimos días de junio y parte de julio madama Campan no se acostó. Una noche, a eso de las dos de la madrugada, estando sentada aquella junto al lecho de la reina y solas ambas, oyeron andar con cautela en el corredor inmediato al aposento y cuyas dos extremidades estaban cerradas con llave. Madama Campan salió para llamar al ayuda de cámara, que entró en seguida en el corredor, dejándose oír el ruido de dos hombres que reñían. La reina se arrojó en los brazos de madama Campan.

-"Oh! ¡qué existencia! -exclamó- ultrajes de día, asesinatos por la noche!"

-"¿Qué es esto? qué pasa?" preguntó madama Campan al ayuda de cámara, hombre de atléticas fuerzas.

-"Un malvado a quien conozco y del que me he apoderado, señora" contestó aquel.

-"Soltadle, gritó la reina, abridle la puerta. Venía a asesinarme, y mañana le llevarán en triunfo los jacobinos"

En vista de esta orden reiterada dos veces, el ayuda de cámara echó afuera a aquel hombre. Era un mozo al servicio del rey, que había tomado del bolsillo de su Majestad la llave del corredor, y que sin duda trataba de introducirse en el cuarto de la reina para asesinarla.

Al día siguiente el señor de Septeuil hizo mudar todas las cerraduras de la habitación del rey, y madama Campan verificó lo propio en la de la reina.

Por entonces fue cuando Madame Campan tuvo noticia de la existencia del armario de hierro. He aquí algunos pormenores sobre tan misterioso asunto.

Francois Gamain et Louis XVI

Ya se acordarán nuestros lectores de aquel cerrajero, compañero de fragua de Luis XVI, llamado Gamain. Desde la invasión del 6 de octubre, época en que el rey se marchó de Versalles, Gamain había permanecido en aquella última ciudad y no había ido a verle a las Tullerías, pues creyó que el rey no tenía mucho tiempo para pensar en la cerrajería. Gamain se engañaba, como va a verse.

El 21 de mayo de 1792, hallándose en su tienda, un hombre a caballo se detuvo delante de la puerta, y le llamó por su nombre. El disfraz del recién llegado, que iba vestido de carretero, no le impidió de reconocerle: era un tal Durey, a quien Luis XVI había tomado en clase de ayudante de fragua, y que se presentaba en nombre de aquel a suplicar a Gamain que fuese a las Tullerías, pasando por las cocinas, a fin de que nadie le viese.

Sin embargo, Gamain era un miserable, cuya menor falta era la ingratitud, y como el rey era desgraciado, temió comprometerse y se negó a ir a Paris.

Durey volvió aquel mismo día, renovando sus instancias y descendiendo hasta suplicarle, sin que con ello lograse persuadir a Gamain. Volvió al día siguiente con un billete escrito por el rey, en el cual este suplicaba a su antiguo compañero que fuese a ayudarle en un trabajo muy difícil. Esta vez el amor propio del maestro cerrajero se vio lisonjeado; vistiéndose a toda prisa, se despidió de su mujer y de sus hijos, sin decirles adonde iba, y marchó a Paris, prometiéndoles volver aquella misma noche.

Durey condujo a Gamain a las Tullerías, y aunque era difícil introducirle sin que fuese visto, pues el palacio estaba custodiado como si fuese una cárcel, llegaron por fin hasta el taller de Luis XVI, donde Durey dejó al cerrajero para ir a anunciar su llegada a su real aprendiz.

armoire de fer louis xvi
"Luis XVI iluminando al cerrajero Gamain en el proceso de elaboración del armario de hierro", ilustración extraída de la "Historia de los girondinos" (1866), de Lamartine.
Durante los cortos instantes que estuvo solo, Gamain reparó una puerta de hierro, recién construida, con una cerradura que abría a ambos lados, perfectamente trabajada al parecer, y una arquilla toda de hierro, con un resorte oculto, que, a pesar de ser tan hábil, el cerrajero no pudo descubrir a la primera ojeada.

En esto volvió a entrar Durey acompañado del rey.

- "Hola, mi buen Gamain -dijo Luis XVI tocando con familiaridad en la espalda al maestro- mucho tiempo hacía que no nos habíamos visto ¿verdad?"

- "Si, Señor -respondió Gamain- en realidad lo siento; pero por prudencia, tanto por vos como por mí, he debido suspender mis visitas que eran mal interpretadas. Ambos tenemos enemigos que desean perjudicarnos, y por eso en un principio vacilé ayer en obedeceros".

- "efectivamente -dijo el rey- los tiempos andan muy inciertos, y no sé cómo acabará todo esto"

Después, recobrando su alegría y mostrando al maestro cerrajero la puerta y la arquilla:

"¿Qué dices de mi talento? -añadió- yo solo he concluido ese trabajo en menos de diez días; verdad que soy discípulo tuyo". Gamain dio las gracias al rey, el cual, mirándole fijamente, le dijo:

- "Gamain, siempre he tenido confianza en ti, y la prueba de ello es que no vacilo hoy en poner en tus manos mi suerte y la de mi familia"

El cerrajero miró con asombro a Luis XVI.

- "Ven" -continuó el rey y pasando delante, le condujo primero a su alcoba y después a un oscuro pasillo que iba de esta al aposento del Delfín. Una vez allí, Durey encendió una bugía, y por orden del rey levantó un tablero de la ensambladura, detrás del cual Gamain descubrió un agujero de dos pies de diámetro.

Francois Gamain et Louis XVI
Originalmente instalado en el Palacio de las Tullerías, En 1808, fue trasladado a los Archivos Nacionales, en el barrio del Marais, primero en la antigua sala de guardia del Hôtel de Soubise y luego, en 1865, en el corazón de la majestuosa sala Grands Dépôts donde se celebró siempre. 
Luis XVI reparó en la admiración de Gamain.

- "He hecho este escondite -le dijo- para guardar en él algún dinero. Durey me ha ayudado a taladrar la pared, y va a arrojar al rio los escombros. Ahora es preciso cerrar la abertura con esta puerta de hierro, y como no sé qué medio emplear para concluir esta operación te he enviado a buscar para que me prestes este servicio que espero de ti"

Gamain puso manos a la obra, acto continuo: limó todas las partes de cerrajería que no tenían buen juego; modeló la llave en la fragua de modo que quedase enteramente distinta de las comunes, y clavó en la pared los goznes y la chapa de la cerradura tan sólidamente como lo permitieron las precauciones de que debió hacer uso para apagar el ruido del martillo. El rey le ayudó tan bien como supo, suplicándole a cada momento que hiciese menos ruido y sobre todo que se despachase, temeroso de que les sorprendiesen en aquel trabajo que duró todo el día. Terminado aquel, pusieron la llave en la arquilla de hierro, ocultando está bajo una baldosa al extremo del corredor.

Para cerrar el armario no se necesitaba llave, pues los pestillos se ponían en movimiento por sí mismos cuando se hacía mover la puerta de hierro sobre sus goznes.

Dejemos ahora que hable Gamain; más adelante continuaremos su odiosa declaración desde donde la abandonamos esta vez:

"Había trabajado sin interrupción durante ocho horas, y el sudor bañaba copiosamente mi frente; me hallaba deseoso de descansar, y me sentía desfallecer de hambre, pues no había comido nada absolutamente desde que me levanté. Me senté un minuto en el cuarto del rey, quien me ofreció por sí mismo una silla, excusándose de la molestia que me había causado; me rogo que le ayudase a contar dos millones de luises, que colocamos en cuatro sacos de cuero, y mientras que por complacencia me prestaba a ello, vi que Durey transportaba algunos legajos de papeles, que juzgué debían ser guardados en el armario secreto. En efecto, el dinero solo era un pretexto para distraer mi atención, y estoy seguro de que únicamente ocultaron los papeles"

"Cuando iba a retirarme, la reina entró de repente por la puerta secreta que había al pie de la cama del rey; traía en la mano un plato y un vaso de vino, se acercó hacia mí, que la saludé con asombro porque Luis XVI me había asegurado que la reina ignoraba la construcción del armario".

- "Querido Gamain -me dijo con cariñosa voz- tenéis calor, bebed esté vaso de vino, y comed un poco, pues esto os sostendrá al menos durante el camino"

Francois Gamain et Louis XVI
Louis XVI et Francois Gamain en el taller de cerrajería
Esto es lo que cuenta Gamain relativamente al famoso armario de hierro. Lo restante de su relato, que no queremos deshonre nuestra pluma, lo que Gamain calló durante un año, pero que fue a declarar a la Convención cuando el proceso del rey, es que aquel plato de comida estaba amasado con arsénico, y que por consiguiente la reina era una envenenadora.

¡Pobre mujer, infeliz reina, bien hacías en no temer la muerte, pues aún podían hacer más que asesinarte!

Este armario de hierro, descubierto después del 10 de agosto por denuncia del mismo Gamain, quien se olvidó entonces de hablar de su envenenamiento, es el mismo de que el rey dio conocimiento a madama Campan a principios de julio.

"Su Majestad tenía aun, sin contar el dinero de la mensualidad entonces corriente, ciento cuarenta mil francos en oro. Quería entregarme toda la cantidad; pero le aconsejé que guardase mil quinientos luises, pues de un momento a otro podía necesitar una suma algo crecida. El rey tenía un gran número de papeles, y por desgracia se le ocurrió la idea de hacer construir secretamente por un cerrajero, que había trabajado a su lado más de diez años, un escondite en un corredor interior de su aposento, el cual, a no ser por la denuncia de aquel hombre, hubiera permanecido ignorado largo tiempo; la pared, en el sitio donde aquel se hallaba, estaba pintada figurando grandes piedras, y la abertura se hallaba perfectamente disimulada por las muescas negras que formaba la parte sombreada de ellas; pero ya antes que el cerrajero hubiese denunciado a la Asamblea la existencia del que después tomó el nombre de armario de hierro, la reina supo que había hablado de él a algunos de sus amigos, y que aquel hombre en quien por lo común el rey tenía demasiada confianza, era un jacobino. Advirtió de ello a Luis XVI, le invitó a que colocase en una gran cartera todos los papeles que más le interesaba conservar, y que me los confiase; delante de mí le incitó a que nada dejase en aquel armario, y el rey, para tranquilizarla, le contestó que así lo había hecho. Quise tomar la cartera y llevarla a mi cuarto; pero pesaba tanto que no podía levantarla, por lo que el rey me dijo que él mismo la llevaría, y le precedí para abrirle las puertas. Cuando la hubo dejado en mi gabinete me dijo estas solas palabras: «La reina os dirá lo que contiene.» De vuelta en el cuarto se lo pregunté, creyendo por las palabras del rey, que era necesario que lo supiese.

Francois Gamain et Louis XVI
Caricatura en la cual se muestra la apertura del armario de hierro. A la derecha el cerrajero Gamain, quien fabricó el armario para Luis XVI, abriéndolo ante el ministro Roland, a la izquierda. El esqueleto de Mirabeau aparece saliendo del armario. Los documentos hallados revelan cartas secretas entre el político y la familia real, lo que provocará su exhumación del Panteón. En un medallón situado encima del armario, el rey Luis XVI aparece representado como una serpiente
"Son -me respondió- documentos que podrían dañar en gran manera a mi esposo, si se llegaba al extremo de encausarle; pero lo que seguramente quiere que os diga es que hay en esa misma cartera el acta de un consejo de Estado, en el cual él opinó en contra de la guerra, cuya acta hizo firmar por todos los ministros, y que creo le será muy útil si llega aquel caso"

Le Pregunté a la reina a quien creía que debía confiar aquella cartera.

"A quien queráis -me contestó- pues vos sois la única responsable; no os alejéis de palacio, ni siquiera en los meses de reposo, pues en ciertas circunstancias podría convenir hallarla al instante"

En efecto, aquella cartera era preciosa; contenía veinte cartas de Monsieur, diecinueve del conde d'Artois, diecisiete de madama Adelaida, dieciocho de madama Victoria, una correspondencia completa de Mirabeau junto con un plan de fuga, y finalmente el acta firmada por todos los ministros.

Es altamente triste ver a aquella desdichada familia real tomando durante la noche y en medio de sus amigos íntimos sus últimas disposiciones, previendo el motín, la acusación, el asesinato, pero menos siempre de lo que sucedió.

lunes, 19 de junio de 2023

LA REINA VISTA EN LAS TULLERIAS

LES FEMMES DES TUILERIES - Marie Antoinette at the Tuileries, 1789-1791

"Durante la misa todos los ojos estaban fascinados por la reina y no vieron nada más a su alrededor. Ciertamente no ganó corazones con su afabilidad y benevolencia; porque ese día, entre otros, se mostró altiva y despectiva; y su madre, la imperiosa María Teresa, no hubiera mirado con más malos ojos a su enemigo mortal, el rey de Prusia Federico, que María Antonieta a la audiencia de caballeros y burgueses pobres. Pero todos admiraban su belleza, su coraje en la desgracia y su majestuosidad que era la expresión de los últimos recuerdos de la monarquía. Buscaban sus pensamientos y esperanzas en sus facciones, como una vez el oráculo se interrogó a sí mismo para conocer el destino de un país. No creo que, desde los días de la Reina Blanca, el papel que ocupó haya sido sostenido con una dignidad tan imponente. Tenía el porte de una verdadera reina, y bastaba verla para convencerse de que era ella la que había de reinar. Su estatura parecía muy alta. Sin embargo, tuvo que ser reducida a toda la altura de su peinado, que estaba formado por un edificio de cabello, coronado con grandes plumas blancas. Ni el disgusto del rey por esta moda exagerada, ni la aventura de la pluma de garza que había aceptado temerariamente por parte del duque de Lauzun, habían podido inducirla a abandonar este altivo peinado que, lo reconozco, le sentaba perfectamente.

Aunque era muy hermosa, y mucho más de lo que aparece en sus retratos, los rasgos de su rostro producían este efecto sólo del conjunto, de la blancura y delicadeza de su tez, de la luminosidad de su piel y de una expresión llena de nobleza y majestad. Su labio estaba un poco pesado, un sello distintivo de la casa de Lorraine; su cabello, sin polvos, habría sido demasiado rubio, pero su frente era perfecta, tres años de revolución debieron dejar su huella pero nada se podía leer del dolor y las preocupaciones. El tiempo la hubiera respetado, difícilmente le hubieran dado más de veintiséis años, es decir, diez años menos. No creo haber visto a una mujer de su edad tan joven. Era increíble, y no sabía que podías resistir tan bien las pruebas de la mala suerte. Me inclino a pensar que si no sufrió fue porque se alimentó de ilusiones y expectativas. Era sobre todo su cuello, hombros, brazos y pecho los que eran de admirable belleza, por la pureza de sus formas y la magnífica tela que los cubría. 

Esto podría haberse juzgado científicamente, porque el traje cortesano dejaba al descubierto todo el busto de las damas, jóvenes o decrépitas. El vestido de la reina era, sin reproche, el más escotado; se abría por delante y mostraba una falda rosa cubierta de encaje, extendida sobre una cesta de tres metros de largo. Terminaba detrás en una cola larga y rastrera; y una capa azul real, con lirios dorados, colgada entre los hombros; ocultó a la vista su tamaño, que no era tan delgado como el que podemos alcanzar hoy. Este vestido de corte me pareció un invento muy feo de la etiqueta. Una vez vi a la reina con traje de ciudad, sin ese adorno real y espeluznante, vestida con un vestido blanco y con una baigneuse de gasa con cintas rosas, absolutamente simple burguesa; era encantador; lo fue aún más mientras sonreía. Si hubiera sido muy feliz, podría haber olvidado que era reina".

El pasaje que acabamos de relatar está tomado de "Aventuras bélicas en los tiempos de la República y el Consulado" de Alexandre Moreau de Jonné, aventurero, militar y alto funcionario francés, responsable de las estadísticas generales de Francia hasta 1851. Nacido en Rennes el 19 de marzo , 1778 y muerto en París el 28 de marzo de 1870, Alexandre, a la edad de trece años y medio, fue alistado por Jean-Lambert Tallien en la Guardia Nacional y en las Tullerías vio a menudo a la reina. Sus recuerdos pueden haber estado influenciados por otros recuerdos que surgieron durante la Restauración, teniendo en cuenta su corta edad en ese momento. Sin embargo, sigue siendo un precioso testimonio de las costumbres de la realeza durante el cautiverio en las Tullerías.

domingo, 4 de junio de 2023

HUYEN LOS AMIGOS: LOS POLIGNAC Y EL CONDE ARTOIS SON ENVIADOS AL EXILIO (16-17 JULIO 1789)

duchesse de polignac

La toma de la bastilla molesta a un gran numero de nobles que conocía la pobreza de la gente común Y temía la venganza si el poder real era insuficiente para controlar los impulsos de la multitud. Cundió el pánico y muchos de los cortesanos huyeron para salvar su vida. “ yo estaba asustada y el pensamiento a partir de entonces de la nada fue dejar francia” -escribió Madame Vigee Le-brun.

El 14 de julio, Luis XVI perdió la bastilla, el 17 se desprendió además de toda su dignidad, inclinándose tan profundamente delante de sus adversarios, que la corona rodó por el suelo desde su cabeza. Ya que el rey ha hecho su sacrificio, no puede Maria Antonieta negarse a realizar el suyo. también ella tiene que aportar un testimonio de buena voluntad apartándose de aquellos a quienes el nuevo señor, la nación, detesta de modo más justo: de sus compañeros de diversiones, los Polignac y el conde Artois. Para siempre deben ser proscritos de Francia.

Tan pronto como se anunció el motín parisino en Versalles, un terror de pánico, un pavor inimaginable se apodero de todos. Pocos retienen energía y firmeza. Gritos de muerte resuenan: “¡abajo la reina, abajo los Polignac!” a cada momento hay noticias espantosas; se traen listas de proscritos; todos los hombres de la compañía de la reina están registrados allí.

En el Palais Royal, el conde Artois y Madame Polignac son quemados en efigie; se promete una gran recompensa a quien traiga la cabeza al café Du Caveau. La literatura de panfletos transforma a María Antonieta y a la Polignac en monstruos. En “Les Intrigues Du Cabine de la Duchesse de Polignac”, Yolanda es el alma de la conspiración que pondrá a parís a fuego y sangre. Otro libelo “Les Imitateurs de Charles Neuf”, vemos a la reina y a Yolanda comentando sobre los acontecimientos, regocijándose ferozmente:

-“es a la gente a la que odio –dice María Antonieta- a quienes pretendo hacer sentir mi poder. Quiero aplastarlos bajo el peso de mi odio… ¡con gusto me bañaría en su sangre! Vería con mis ojos sus restos palpitantes…”

A lo que Madame Polignac responde: “¡con que intensidad siento tu ira! Ella me anima y me impulsa… no fracasemos en nuestra gloria; aplastar al vil pueblo. ¡Oye! ¿Qué nos importa, de hecho, la destrucción de unos pocos hombres?...”

duchesse de polignac
La duquesa de Polignac, el conde Artois y el Abad Vermond (folleto) son culpados por la retirada de Necker
En parís se exhibieron pancartas reclamando la cabeza del conde Artois. El odio popular, hábilmente dirigido por los secuaces del duque de Orleans, se cristalizo en él. Se le  imputa un delito contra el pueblo, el hecho de haber votado en contra de la duplicación del tercer estado. Danton fue el más inteligente de todos los agitadores; sabia como hacer que la gente se enojara mientras los hacia reír:

-“¿usaremos la escarapela vede como nuestros colores ciudadanos? ¡Nunca! Eso son los colores del conde Artois y él es uno de los malditos aristócratas que no arrebatan el pan dela boca, ciudadanos, para desfilar en su gloria. No, que nuestros colores sean los de nuestro amigo Monsieur de Orleans: el tricolor, azul, blanco y rojo. Aquí tengo una lista ciudadanos. Contiene los nombres de los traidores del país. Artois está en esta allí”.

Se publica “la confesión general de su serena alteza Monseñor el conde Artois”. Su lectura es edificante: “adulterio, casi homicida (se autodenomina), viole los derechos más respetables, los de la fraternidad y los cónyuges. Los hijos de Francia son frutos ilegítimos de mi romance con María Antonieta, ese monstruo que apoyo mis opiniones criminales, ayudándome a abrir un camino que podría llevarme al trono. La execrable Polignac, ese odiado monstruo, adorado por la reina, a la que hizo adoptar sus infames gustos, se dividía entre ella y yo, y habíamos formado, por este encuentro íntimo, el trió más espantoso. Nada le cuesta  a esta arpía, juntos agotamos Francia…”

La mafia estaba decidida a asestar muertes salvajes a aquellos a quienes odiaba. Versalles estaba alarmado. Recordaron a De Launay, el gobernador de la bastilla había perdida la cabeza. Llegan historias terribles de parís. Foulon, ex ministro de finanzas, había sufrido una muerte violenta. La gente lo odiaba porque lo culpaba por los impuestos y se había susurrado que una vez había hecho la declaración inhumana de que si la gente tenía hambre debería comer heno. Lo colgaron de una farola y le llenaron la boca de heno, antes de cortarle la cabeza y pasear con ella por las calles. La misma suerte le ocurrió al yerno de Foulon, Berthier de Sauvigny.

El odio fue a tal grado que incluso una mujer fue acribillada en su carruaje, la turba enfurecida la confundió con Madame Polignac. “es muy difícil para mí pintarte Versalles –escribe Diana de Polignac a Madame de Sabran- las angustia y la ansiedad reinaba en todas las almas, cada minuto aumentaba el miedo y el horror de la posición general y especialmente de la nuestra. Recibimos advertencias frecuentes de que estábamos en mayor riesgo; el dinero lo hace todo porque ha convencido de que una familia de gente decente, reconocida como tal durante quince años, merecía la muerte”.

El duque de Polignac y Diana estaban realmente asustados y quieren salvar a Yolanda del odio desatado y del cuchillo de un probable asesino. Es difícil devolverle la razón: cree que es su deber morir con María Antonieta. Su conciencia pura le impide tener el menor miedo, porque no sabe que el pueblo intoxicado ya no tiene frenos.

exile duchesse de polignac
Detalle de una miniatura de Ignazio Pio Vittoriano que representa a la duquesa de Polignac
Al duque le dieron cuenta de todo lo que se decía, le propusieron que se fuera. Ante el rey expreso su deseo de marcharse, la reina rompió a llorar, Luis XVI le dijo: “quieren irse –y apretando la mano del duque- ¿entonces toda la gente honesta quiere abandonarnos?”.“no señor -respondió-  si usted da órdenes nos quedaremos, si cree qué somos útiles para su  majestad. Conoce el fondo de nuestro corazón, nuestra gratitud y nuestra fidelidad, nada nos asustara. ¡Si supiera lo que nos cuesta dejarlos! El motivo que nos determina es el mejor interés de la reina, no el nuestro”.

En la noche del 15 al 16 de julio, Luis XVI celebro un concilio extraordinario. Se decidió destituir cuanto antes al conde Artois, al príncipe de Conde y a los Polignac, para salvarlos de la venganza revolucionaria, pero también de una ilusoria preocupación por el apaciguamiento. Por los tanto, el conde Artois recibió la orden formal de marcharse al extranjero. el marqués de Sérent, gobernador de los hijos del conde de Artois, se dirigió a petición de éste al dormitorio de la reina, donde encontró al rey, a la reina, Monsieur, a Madame Adelaida, Madame Victoria y Madame Élisabeth. viene a buscar un pasaporte para los dos niños de los que es responsable, los duques de Angoulême y Berry, a quienes debe llevar a Chantilly por una ruta separada de que tomó su padre. Sérent nota que el rey, al entregarle el pasaporte, parece ausente y tartamudea en lugar de hablar.

El duque y duquesa fueron informados de la decisión. María Antonieta estaba llorando. ¡Les ruega que se vayan sin demora, esa misma noche! Se niegan obstinadamente a hacerlo. La reina expone los peligros que amenaza a su amiga. La reina sin saber cómo convencerla y temblando de ver demorada su partida, dijo en un torrente de lágrimas: “el rey se va mañana a parís… temo todo, en nombre de nuestra amistad, vete, todavía hay tiempo para escapar de la furia de mis enemigos; al atacarte, me atacan a mí, no seas víctima de tu apego y mi amistad”.

El rey entra en ese momento: “ven, señor, ayúdame a persuadir a estas personas honestas, a estos amigos fieles, que deben dejarnos”. Luis XVI insta a los Polignac a seguir este consejo: “mi cruel destino me obliga a apartar de mi a todos aquellos a quienes aprecio y amo: acabo de ordenar al conde Artois que se vaya; te doy la misma orden, no pierdas ni un momento…”.

En el afecto general, Vaudreuil se benefició, según Leonce Pingaud, sino de un retorno al favor, al menos de una reparación “que de antemano hizo su exilio menos amargo”. El propio Vaudreuil relata: “cundo llegue a la reina, me arrodille en el suelo y balbuceé unas palabras de despedida. Su rostro se dignó inclinarse hacia el mío. Sentí sus lágrimas rodando por mi frente: “Vaudreuil”, me dijo con voz ahogada, con una voz cuyo acento siempre quedara en mi memoria, “tienes razón, Necker es un traidor, estamos perdidos”. Mire hacia arriba con pavor para mirarla. Ya había recuperado su aire de calma y serenidad. La mujer se había traicionado a si misma delante de mí solo; el resto de la corte solo vio al soberano”.

El rey no pudo contener sus lágrimas al despedirse de los Polignac. Para María Antonieta, la situación en la que fue en este momento es indescriptible. Vaudreuil debe llevarse a Madame Polignac, que se ha desmayado. Tras estas despedidas, la reina deberá resistir las ganas de volver a besar a Yolanda. Aquellos compañeros de sus años más bellos y despreocupados. Han participado locamente de todas las locuras de la reina, la Polignac ha compartido todos los regios secretos, ha educado a sus hijos y los ha visto crecer. Ahora tiene que partir. ¿Cómo no reconocer que esta despedida es al mismo tiempo, un adiós a la propia descuidada juventud? están terminadas las horas sin preocupación, están terminados los días de Trianon.

Necker a pesar del entusiasmo que su regreso produjo en el pueblo, se sintió mortificado por haber perdido la confianza del rey. “percibo –dijo- que los consejos del rey se regían mas por los consejos del favorito de la reina, el abad Vermond, que por los míos. Es recomendable, por la seguridad y la tranquilidad de su majestad y los asuntos nacionales, sugiero humildemente la prudencia de enviarlo lejos de la corte, al menos por un tiempo. Pero si sus majestades siguen siendo guiados por otros y no siguen mis consejos no puedo responder por las consecuencias”.

L'abbé de Vermond
Caricatura que muestra al L'abbé de Vermond, lecteur de Marie-Antoinette como el padre de todos los vicios y un espía al servicio de los austriacos
Al abad Vermond se le acusa de haber participado en el complot para derrocar a Necker, se habla como de un asesor peligroso para la nación al servicio del partido austriaco. María Antonieta estaba preparada y totalmente indiferente ante la privación de su tutor: “pienso -dijo- que Vermond se volvería odioso para el orden actual de las cosas, simplemente porque había sido un sirviente fiel y por mucho tiempo de apego a mi interés; pero puede decirle al señor Necker que el abad se va de Versalles, esta misma noche, por orden expresa amia, para Viena”. El hombre que había sido su tutor, y que, casi desde su niñez, nunca la abandono, la constante confianza durante dieciséis años, ahora fue expulsado sin un aparente pesar.

La partida del lector de la Reina, ganada a los intereses austríacos, irrita a Mercy. En su carta al emperador José II, el embajador evoca el odio del que es objeto la reina: "El despacho que se le imputa haber hecho a Vuestra Majestad de varios cientos de millones, la petición de un ejército imperial para oponerse a la nación y ideas tan absurdas han causado una profunda impresión [...] La reina sostiene su posición con gran paciencia y coraje. Ha hecho el sacrificio de su entorno favorito a la opinión pública. En esto no ha perdido nada, y ojalá lo hubiera decidido mucho antes, pero una verdadera pérdida para ella es la destitución del Abbé de Vermond [...]. Sigo siendo el único sirviente de la reina que todavía está en condiciones de demostrarle su celo, y me ocupo de ello tanto como me lo permiten mis débiles medios".

Madame Campan es la encargada de ayudar  a la partida de los Polignac, y le entrega una bolsa de quinientos luises, ordenándole la reina que inste a la duquesa a que acepte esta suma para cubrir los gastos del viaje. Vestida de camarera, Yolanda se sienta frente al sedan; todavía le pide a Madame Campan que hable a menudo de ella con la reina antes de dejar a esta amiga para siempre, este palacio “y como había sido su vida hasta entonces”.

El duque de Polignac recibe papeles falsos, un pasaporte firmado por el rey. Tomo el nombre de un comerciante de Basilea. A su lado, torturada por el dolor, Yolanda cuida de Guichette, quien dio a luz a un niño una semana antes. El padre de Baliviére acompaña a los proscritos. No tienen ni equipaje ni sirvienta; Yolanda y Diana tienen cada una dos camisas y algunos pañuelos. No hay otra ropa que la que tiene en el cuerpo. Combatiendo las lagrimas Maria Antonieta permanece en sus estancias. Pero por la noche, cuando abajo, en el patio, esperan ya los coches para el conde Artois y su familia, para la Polignac y su familia, los ministros y el abate de Vermond, para todos aquellos seres que han rodeado su juventud, la reina coge unos pliegos de papel y escribe a la Polignac estas palabras: "adiós, queridísima amiga, esta palabra es espantosa, pero tiene que ser así. no tengo ánimo para ir abrazarla".

Unas horas más tarde, el conde Artois, vestido con un abrigo de seda gris sin palca y sin bordados, salió de Versalles en compañía de Vaudreuil, el príncipe de Henin, su capitán de guardias y Grailly su escudero, se dirigieron a caballo hasta el bosque de Chantilly por caminos desviados. Allí encontró un sedán cuyo escudo de armas había sido borrado y partió hacia Valenciennes. Lafayette había firmado su pasaporte.

En Valenciennes, la guarnición reconoció al conde Artois. Casi estalo un incidente. El conde Esterhazy, que mandaba el lugar, saco apresuradamente al príncipe. Le dio una escolta de doscientos jinetes hasta la frontera de Bélgica. En consecuencia, esa noche del 16, los tres príncipes de la casa de Borbón: el príncipe de Conde, el duque de Enghien, el duque de Borbón y el príncipe de Conti, se despidieron de su majestad y abandonaron el reino. Ellos fueron seguidos por los caballeros y otras personas  de sus casas.

exile duchesse de polignac et comte artois

Esa misma noche, también se fue a viajar al extranjero los ministros más nuevos, cuya reunión fue para solicitar la renuncia: el barón de Breteuil, el mariscal de Broglie, Barentin y Laurent Villedeuil. El mariscal de Castrie fue también el número de los que fueron obligados a salir de la capital en ese momento. Así, Francia se vio privada, el mismo día y, al mismo tiempo, de casi todos los  príncipes de la sangre, políticos ilustres y generales que, a través de acciones brillantes y victorias habían defendido el honor de las armas francesas en la guerra de los siete años. Todas estas salidas no se llevaran a cabo sin riesgo para los prófugos ilustres. Se tomaron todas las precauciones, fue al amanecer, cuando los habitantes de Versalles, no menos agitada que las de parís, seguían profundamente dormidos.

Se le pidió al Conde de Angiviller que abandonara el reino: "El rey, educado como yo, aunque ajeno a los asuntos públicos, observó todas las listas del Palais-Royal entre aquellos cuya cabeza se pedía [ . ..], me sugirió y aconsejó que me fuera por un tiempo. Le rogué que me hiciera bien que no me alejara de su persona en medio de tanta agitación. Él consintió en esto, pero, informado unos días después de que iban a venir a sorprenderme y arrestarme durante la noche, me escribió y me dio la orden de irme y tuvo la amabilidad de hacerme escoltar a Pontchartrain a las 4. leguas de Versalles. Yo fui a España"

“este acto fue la señal para la primera deserción significativa. Esa misma noche vieron su reinado terminado, olvidándose de todo, libre de impuestos, dejaron el interés por la corona, a pensar solo en sí mismos, el conde Artois, los príncipes de Conde y Conti, los duque de Borbón y Enghien, Vauguyon, Calonne, Lambesc, Luxemburgo, Coigny, los Marsan, los Rohan, Vaudreuil, Castries, los arquitectos del golpe de estado fallido, como Breteuil, Barentin, los mas íntimos, Madame Polignac y el abad Vermond, salieron de Francia. Todos estos favoritos del trono, que abusaron de su generosidad hasta el punto donde la monarquía se está muriendo, cuando el primer rayo cayó del cielo, huyeron de la tormenta, haciendo caso omiso de lo que pasara con sus soberanos y benefactores. Se van con un corazón lleno de  odio contra la nación, lleno de resintiendo contra el rey, sueñan con la venganza y las represalias y no en la clandestinidad. Esta derrota vergonzosa que el miedo no es una excusa, es una puñalada por la espalda a la monarquía. Se desmoraliza a la voluntad soberana y para los compromisos futuros, casi los condena a los ojos del país” – despacho del conde Salmour.

El barón de Besenval también estaba preocupado: “Mis amigos temblaban por mí. Siempre era un rumor nuevo. Iba a ser arrestado, dijeron, el mismo día, en la Galería. Corría el riesgo de ser asesinado, por la tarde, al regresar [...]. El rey, que fue informado de las amenazas que resonaban contra mí, me instó a retirarme de ellas. Así que decidí volver a Suiza". Besenval, por lo tanto, salió de Versalles disfrazado con el uniforme de la compañía de policía de caza.

Los otros amigos de María Antonieta tienen suerte huyen del país; mientras unos pocos hacen todo lo posible por salvarla de la guillotina. Marcados por su actuar con la reina muchos no son admitidos en algunas cortes mientras otros no pueden regresar a Francia, porque se procesa a todo aquel que tuvo algún vínculo con la reina.

exile duchesse de polignac
Los primeros fugitivos de la revolución: Mme de Polignac et Comte d''Artois. París, Biblioteca Nacional
Todo es silencio ahora en torno de la reina que con tanto gusto, con demasiado gusto, había vivido en medio de la agitación. Ha comenzado la gran desbandada. ¿Dónde están los amigos de otro tiempo? Todos desaparecidos como las nieves de antaño. Los que alborotaban como niños voraces en torno a la mesa de los regalos, Lauzun, Esterhazy, coigny, ¿dónde están los compañeros de los juegos de naipes, de bailes y excursiones? Han salido de Versalles disfrazados, a caballo y en coche, pero no con careta para ir a un baile, sino enmascarados para no ser linchados por el pueblo. Cada noche sale un nuevo coche por las doradas puertas de la verja para no volver más; cada vez es mayor el silencio en las salas del palacio, que parecen ahora demasiado grandes; ya no hay teatro, ni bailes, ni cortejos, ni recepciones.

María Antonieta arruga con sus manos el listado donde su cabeza tiene precio y lo arroja al fuego. Un estallido de ira responde a esta ofensa. Su contenida amargura desborda entre lágrimas y duras palabras: “es imposible que esa ciudad quiera imponer su voluntad al rey... acaso ahora somos nosotros sus súbditos y no ellos los nuestros?”. Llenos de temores sus consejeros la instan para que se traslade a un lugar seguro, el ministro Saint-Priest comenta como ciertos nobles han salido del país disfrazados, a lo que María Antonieta le responde con brusquedad - “pues yo me iré disfrazada de reina de Francia, sé que no se conforman con quemar nuestras imágenes, no quieren en carne y hueso, pero he aprendido de mi madre a no temer a la muerte, y voy a esperarla con firmeza”.

exile duchesse de polignac
folleto revolucionario que muestra la expulsión de los favoritos de la reina entre los que están el conde Artois, madame Polignac y el abad Vermond, acusados como los principales instigadores que obligo a la renuncia de Necker.
Con sus enemigos echando espuma de rabia porque el amigo del austriaco se le había escapado, las imprentas de la capital derraman un festival de publicaciones como “les adieux a Madame Polignac”:

“Huirá de nosotros, huye, el monstruo odioso, vomitado del infierno, que huye a esconderse, serpiente venenosa, cuyo aliento infecta a todos los países donde se sabe arrastrar. Lleva las exhalaciones de su cuerpo impuro… mucho tiempo para degradar, envilecer, tu haz sembrado en su seno los crímenes y vicios, y se mantuvo virtuoso…

Huyes, angustiosa plaga, y arrastras tras de ti los focos de tu infección… pero esos monstruos, tú especie, se quedaron entre nosotros, que cobardes contagiados de tu aliento envenenado, no podrán escapar del hierro que va a cortar los miembros gangrenados por la corrupción! Que también, príncipes y bandidos, la nación sabrá arrancarlos de sus palacios custodiados o de  sus oscuras guaridas. En ellos atacara los males que la angustian. Es por fuego que ella se purificara de tu infección…”