“las grandes maestras,
sin tener inspección que temer de maría Teresa, buscaban hacerse amar por sus
alumnos siguiendo el camino tan censurable y tan común de una indulgencia fatal
para el progreso y la felicidad futura de la infancia. María Antonieta hizo
despedir a su gran amante al confesarle a la emperatriz que todas sus páginas
de escrituras y todas sus cartas generalmente estaban dibujadas a lápiz; la
condesa de Brandeis fue nombrada para reemplazar a esta institutriz y cumplió
con sus deberes con gran pasión y talento. La reina considero una desgracia
para ella haber sido encomendada a su cuidado demasiado tarde y siempre mantuvo
una relación de amistad con esta dama”.
Según este relato,
la amante demasiado complaciente y la condesa de Brandeis no son la misma
persona.
“la institutriz, la condesa de Brandeis, era una mujer de gran amabilidad y de inteligencia mediocre que colmaba a la pequeña Antonieta de muestras de afeo que tal vez no recibió de su madre. Ella la abrazo y la mimo y Antonieta la adoro a cambio” – nos dice Antonia Fraser.
Madame Antonieta en 1760, acuarela de Johann Christoph Von Reinsperger |
“el día 5 entregue a Madame la delfina una carta que me había enviado el príncipe Starhemberg y que era de la condesa Brandeis. Su alteza bromeo un poco sobre esta correspondencia, y no demostró que estuvieras muy apegada a ella; me tome la libertad de decirle que en este caso lo más fácil era no contestar” -escribe Mercy a la emperatriz.
“mi muy querida
Brandeis, te doy un cumplido; cree bien mi querida Brandeis, que los deseos que
te expreso para tu felicidad son dictados por el corazón mas agradecido…” carta
de maría Antonieta (17 febrero 1773).
El conde Mercy
cree prudente cortar con esta comunicación por el tipo de cuentos que puede relatarle
a la delfina. La emperatriz, por su parte, le contesta: “tampoco me tranquiliza
la correspondencia de mi hija con la condesa de Brandeis, que muy bien podría estar
basada en anécdotas infundadas o no dignas de ser relatadas. Esto se lo hice
sentir a esta señora, que alega como motivo de su correspondencia las comisiones
que le paga mi hija”.
“el martes 6 de este mes, estando en Versalles, Madame la delfina me llamo a su estudio. La encontré muy afectada y triste, me dijo que, como estaba acostumbrada a recibir una carta de la condesa de Brandeis todas las semanas, las había perdido durante un mes; que no podía maginar otra causa sino que su majestad había prohibido la regularidad de esta correspondencia, que era sin embargo la única por la que tenia noticias de la salud de su majestad y la familia imperial, y que si vuestra majestad creyera que no podía prescindir de esta noticia, haría mucho daño a su amor, a su augusta madre y al tierno apego a su familia. Madame la archiduquesa derramaba lagrimas…" (el conde Mercy, 20 abril 1773).
María Teresa escribe
al mismo tiempo a su hija: “pero para la correspondencia de Brandeis, querrás
dejarlo en manos del mensajero”.
Y al conde Mercy:
“como la correspondencia de la condesa Brandeis puede resultar en noticias
capaces de infundir prejuicios en mi hija contra diferentes personas que puedan
sentir el efecto de la misma, cuando lega a Francia, me parece mejor suprimir
esta correspondencia, acusando a su vez a alguien de la familia para darle
regularmente nuestras noticias”.
Weber cita dos
veces a la condesa Brandeis como una persona de grandes cualidades. Esto confirma
el testimonio de Madame Campan. María Teresa no estaba interesada en sus hijas,
Vermond solo es bueno para conspira… solo existe esta Brandeis a quien la joven
archiduquesa lamentara no haberle sido confiada antes y a quien conservara su
afecto.
La historia nos ha guardado tres nombres, Brandeis, Lerchenfeld y Trautmannsdorff. La buena amante llena de cualidades a la que maría Antonieta conservara su gratitud es en efecto la condesa Brandeis, a quien escribe todavía en 1780.
El 16 de marzo de
1780 María Antonieta advierte a su madre de una decisión que ha tomado: “el barón
me había hablado de un primo de Brandeis que estaba destinado a ser abad. Le escribí
al respecto, sin que ella me lo mencionara nunca. Estoy encantada de poder
hacer algo por ella. Si mi querida madre lo aprueba, lo traeré a Francia para que
termine sus estudios”.
María Teresa se
apresura a hacerlo a vuelta de correo:
“gracias por lo que
quieres hacer por el primo de Brandeis. Esto hace honor a vuestro corazón, y yo
apruebo que lo hagáis venir inmediatamente, para que se beneficie de los
principios y ciencias necesarias a este estado”.
¡qué atención prestada a una mujer despedida de sus funciones! ¿y si Madame Campan tuviera razón? En cualquier caso, la correspondencia de María Antonieta corrobora plenamente su testimonio.
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