sábado, 16 de febrero de 2019

INTERROGATORIO DE LUIS XVI ANTE LA CONVENCIÓN (11 DICIEMBRE 1792)


El mismo Luis no había hecho preparativos especiales para su apariencia. Antes de la convención, obviamente estaba nervioso, incluso era incapaz de darle a su hijo su lección de geografía tradicional, él estaba jugando a las damas chinas con el niño cuando uno de los guardias anuncio que el alcalde de parís, Nicolás Chambon, acompañado por los representantes de la comuna, había venido a buscarlo para la convención.

Luis abrazo apresuradamente a su hijo y lo envió fuera de la habitación. Acompañado por un secretario, Chambon entro en el apartamento de Luis. Los representantes de la comuna encontraron al rey demacrado por los meses de encarcelamiento y había perdido algo de peso durante su enfermedad de noviembre, por lo demás Luis apareció en buen estado de salud.

Coulombeau, el secretario, le leyó el decreto del 6 de diciembre ordenando al rey comparecer ante la convención. Chambon luego invito al rey, a quien llamo “Louis Capet”, a descender. Luis no dudo por un momento y luego se volvió bruscamente a su escolta: “no me llamo Louis Capet. Los ancestros tenían ese nombre, pero nunca me han llamado así. Como para el resto, es consecuencia del tratamiento que he experimentado por fuerza durante cuatro meses”.


El rey comenzó a bajar las escaleras. No vio caras conocidas en los puestos de guardia, en el patio del Temple, Luis miro hacia atrás la torres que acababa de abandonare, y según informes, arrojo algunas lágrimas. Luego subió al carruaje. El rey estaba sentado al lado del alcalde y las ventanas estaban abiertas para que los parisinos pudieran, como lo indican el informe, “contemplar a Louis Capet a gusto”. El mismo Luis sentía curiosidad por todo y no dio indicios “de tristeza o maldad”.

Al llegar fue entregado a un guardia al mando de Santerre. El comandante general puso su mano en el brazo de Luis y lo guió hacia la convención. El rey estaba vestido con un simple abrigo de seda color oliva, parecía bastante compuesto, y se veía muy bien a pesar de su palidez carcelaria. Una silla de madera había sido provista para el rey.

“lo anuncio a la asamblea –dijo el presidente, Bertrand Barere- que Luis está en la puerta. Representantes de la gente están a punto de ejercer el derecho de justicia nacional. Está a punto de dar, a través de ti, una gran lección para los reyes, y un ejemplo útil para la emancipación de las naciones”. Entonces Barere dio una señal y Luis fue conducido al recinto. Por un momento se quedó incomodo, rodeado por los generales Santerre y Wittinghof, el alcalde y dos oficiales municipales. Luis, que había pasado la mayor parte de su vida sentado, como le plazca, mientras el resto del mundo se conformó a su voluntad en estos asuntos, tuvo que esperar a Barere para darle permiso de sentarse.


La convención había decidió que el presidente leyera la acusación, clausula por clausula, para que Luis pudiera responder a cada cargo con un “si” o “no”. El señor Valaze, durante esta segunda lectura mostraría a Luis la evidencia que apoya cada cargo. Al rey no se le permitió tener un abogado, escucho atentamente la primera lectura. Entonces Barere comenzó con el interrogatorio.

-Barere: Luis, los franceses te acusan de haber cometido una multitud de crímenes para restablecer tu tiranía destruyendo la libertad, usted suspendió las reuniones de los estados generales, dicto leyes a la nación en la sesión real y reunión guardias armados: ¿Qué tienes que decir?.

-Luis: no existían leyes con respecto a estas cosas.

-Barere: ordenaste a las tropas marchas en parís y en los días anteriores a la caída de la bastilla hablabas como un tirano.

-Luis: no marcharon porque nunca he tenido la intención de derramar sangre.

-Barere: persististe en proyectos contra la libertad nacional retrasando los decretos que abolían la servidumbre personal y retrasando el reconocimiento de la declaración de los derechos del hombre y el ciudadano, al mismo tiempo duplicar los guardaespaldas y convocar al regimiento de Flandes a Versalles. Animaste a estas tropas a insultar la escarapela tricolor y la nación.

-Luis: hice las observaciones sobre los dos primeros proyectos que mencionaste que yo creía que era justo. En cuanto a la escarapela, eso es falso; esa escena no fue promulgada por mí.


-Barere: usted gasto dinero público con el propósito de corrupción.

-Luis: no tuve mayor placer que dar dinero a quienes lo necesitaban.

-Barere: primero intentaste huir del reino yendo a Saint-Cloud.

-Luis: “esa acusación es absurda”. El vuelo a Varennes Luis se despidió como un “viaje” y dijo que ya había explicado sus motivos a la asamblea nacional. Las masacres del campo de marte, dijo que “de ninguna manera pueden ser atribuidas a mí”.

Negó que trabajara para derrocar la constitución que “es responsabilidad de mis ministros”, en todo el interrogatorio Luis se declaró inocente y culpo a sus ministros: “ejecute todas las ordenes que me propusieron los ministros”. Tan pronto como supo, dijo, que enviar dinero al extranjero a sus guardaespaldas en el exilio era ilegal, él “les prohibió tocar cualquier pago”.

A todos los cargos que animo a sus hermanos a levantar dinero y tropas en su nombre, el rey respondió: “he desmentido todas las acciones de mis hermanos desde la constitución, las proscribí, tan pronto como las conocí”. Lo relacionado con asuntos exteriores, su responsabilidad por la guerra, su aliento al enemigo, su abandono de los militares franceses. Los preparativos fueron responsabilidad de sus ministros: “toda la correspondencia paso a través de los ministros” y “di todas las ordenes al ministerio”.


-Barere: el 29 de enero de 1792, la asamblea legislativa emitió un decreto contra los sacerdotes falsos, que suspendiste.

-Luis: la constitución me dejo el derecho de sancionar decretos.

-Barere: ¿usaste dinero de las listas civiles para alentar la actitud contrarrevolucionaria?

-Luis: no tenía conocimiento de los proyectos en los que estaban involucrados. Nunca la idea de la contrarrevolución entro en mi cabeza.

-Barere: ¿quiénes son aquellos a quienes prometieron dinero? ¿las asambleas nacionales o legislativas?

-Luis: ninguno.


-Barere: revisaste las tropas en la mañana del 10 de agosto y obtuviste de ellos un juramento personal de obediencia. Esto fue un preludio a tu respuesta de ataque a parís.

-Luis: revise todas las tropas que se reunieron en las tullerias ese día. Las autoridades constituidas me acompañaron, el departamento, el alcalde, y el municipio. Incluso pedí una delegación de la asamblea nacional, y finalmente fui, con mi familia, en busca de protección de ella.

-Barere: ¿Por qué reuniste tropas en las tullerias?

-Luis: todas las autoridades los vieron, el castillo fue amenazado, y como yo era una autoridad constituida, tuve que defenderme a mí mismo.


-Barere: eres el responsable de derramar sangre francesa.

-Luis: no, señor, no fui yo.

Cuando termino el interrogatorio, después de tres horas, Barere pregunto si tenía algo que añadir. Luis pidió ver las acusaciones y las pruebas que la acompañan, y el derecho a elegir un abogado que lo defendiera. Valaze, quien se negó a estar en presencias del rey, acerco una silla y paso con desdén los documentos, uno por uno, por encima de su hombro. “el rey –dice Moelle- respondió a todos ellos con precisión… y sin la mayor vacilación”. Y sus respuestas fueron siempre lo mismo: “no lo reconozco” o “no se saberlo”, o “no lo reconozco más que los demás”.

Valaze: ¿reconoce esto como tu propia letra? “no” respondió Luis. “¿construiste una caja fuerte en las tullerias?” preguntó Barere. “no tengo conocimiento de ello”- dijo Luis. El rey igualmente rechazo reconocer su firma en muchos de los documentos y explico a Barere que la presencia del sello de Francia en un documento no significaba que el rey estuviera de acuerdo con su contenido.


Luis volvió a pedir un abogado, pero fue ignorado. Santerre escolto al rey fuera de la sala principal. Eran las 5pm. Luis se sentó en la sala de conferencias a la espera de ser devuelto al Temple. Chaumette, el procurador, estaba comiendo un pedazo de pan y bebiendo una botella de brandy de uno de los guardias. Luis no había comido nada desde el desayuno: “ay querido Monsieur Chaumette, no he probado bocado, dame un poco de pan como un favor”.

Cuando la orden de regresar al Temple llego, Luis todavía estaba agarrando su pedazo de pan. Había comido solo la corteza. La escolta lo llevo hasta el carruaje del alcalde. Después de haber subido, Coulombeau tomo el bocado del rey y lo tiro por la ventana. “ah –suspiro Luis- no es bueno tirar el pan, especialmente cuando es tan escaso”.

Las calles seguían bordeadas por parisinos armados y el carruaje rodo lentamente entre la silenciosa multitud. Luis llego al Temple a las 6:30. Y cuando el alcalde estaba a punto de partir, Luis le recordó que le dijera a la convención que quería un abogado.


La aparición del rey en la convención, la humillación de soportar un interrogatorio, no era solo la singularidad del evento, el comportamiento del rey fue minuciosamente observado por todos los que podrían encontrar un lugar en el Manage. Luis había mostrado emoción solo cuando estaba acusado de derramar sangre y los testigos informaron que vieron “aparecer unas pocas lagrimas caer”. De lo contrario, la voz del rey era firme, su actitud asegurada, su comportamiento digno.

“me conmovió casi hasta las lágrimas por sus palabras conmovedoras” –dice Durand de Maillanne, quien admiro la calidad y precisión de sus respuestas, pronunciadas en una firme y sonora voz. El coronel Monro, el espía de Lord Grenville, el canciller británico, envió a su maestro algunos recortes de periódico, para el 11 de diciembre, junto con una nota de presentación: “les aseguro que esta conducta del rey ha hecho una revolución considerable en la mente de la gente aquí, y en aquellos que tal vez fueron indiferentes. A lo que había pasado antes comienza ahora a lamentar la perdida más probable de un soberano, cuya vida consideraron como sagrada: se publican mensajes publicitarios sobre elogiar lo que le habría costado la cabeza a un hombre, si se hubiera atrevido a pronunciar tanto hace semanas”.

viernes, 8 de febrero de 2019

EL CARDENAL DE ROHAN ES RETIRADO COMO EMBAJADOR EN VIENA (1774)

Mientras el duque de Aiguillon se retiró de la corte, melancólico y alimentando su resentimiento violento contra la joven reina. Pronto se enajeno la poderosa “tribu” de Rohan, con sus numerosos aliados. Hostiles a la alianza de Austria, el príncipe Louis-Rene de Rohan-Guemenee, fue quien había recibido, como se recordará, a la joven archiduquesa a su llegada a Francia.

Después de la caída en desgracia de Choiseul, a petición del duque de Aiguillon, fue nombrado embajador en Viena para reemplazar al marqués de Durfort, mientras que el barón de Breteuil iba a ser ascendido a ese cargo. Como este último estaba protegido por Choiseul, su nombramiento había sido cancelado. Alto, elegante, de tamaño bien tomado, nadie le dio un talento especial para la política o la diplomacia. Hasta entonces, se había dado a conocer “en las calles y en sus aventuras amorosas”.
  
Louis-René de Rohan

El Abad de Soulavie revelo: “el príncipe Louis, cardenal de Rohan, cuando se le pregunto acerca del carácter de María Antonieta durante su embajada en Viena, envió un retrato muy poco favorecedor. La carta original fue leída delante de la princesa. Ella nunca se lo perdono” estas líneas están más cerca de una carta posterior de María Teresa cuando dijo: “el emperador ha tomado una aversión hacia la reina. Eso es lo que Rohan lo ha convertido con sus malos comentarios... este es un hombre malo y peligroso”

Para alivio de la emperatriz, Rohan fue llamado a Francia poco después de la adhesión de Luis XVI. El príncipe acaricio probablemente la esperanza de convertirse en un ministro. A su llegada a Versalles, María Antonieta lo recibió “muy fríamente y no le dirigió la palabra”, dice Mercy. Por su parte, María Antonieta observo con cierta repugnancia a su madre: “si se porta como lo ha hecho en el pasado, el resultado será un monto de intrigas aquí”.

La reina no estaba equivocada, fue la intención de Rohan para reclamar la posición de gran limosnero, a la que descendencia familiar le daba derecho, cuando el actual titular había muerto. El nombramiento implicaba la constante presencia del rey y la reina en las funciones eclesiásticas de la familia. María Antonieta, furiosa por los cuentos que Rohan había dicho en Viena, incluyendo la distribución de los contenidos del folleto de “le lever d´Aurore”, no vio ninguna razón por lo que debía ser recompensado.

Louis-René de Rohan
Cuadro de Jean-Raymond Lazeergues que representa a el cardenal de Rohan postrado ante el pareja real en los pasillos del parque de Versalles.
Por otra parte, la condesa de Marsan, como la tía del príncipe afirmo que el rey había dado su palabra acerca del nombramiento. Luis protesto débilmente a su antigua institutriz que también había dado su palabra a la reina que no se llevaría a cabo. “su majestad no puede tener dos palabras” –murmuro la condesa. Al final, como tantas otras veces, fue la reina quien fue derrotada.

Sin embargo, ella aseguro a su madre que los “malos principios” e “intrigas peligrosas” de Rohan se aseguraría de que ella personalmente se mantendría alejada. Rohan solo podía ver al rey en el gran salón, a la que tenía los derechos de entrada, y en la misa, donde Rohan tuvo un rol profesional. La postura de la reina sobre Rohan era una de esas decisiones aparentemente menores, nacido de orgullo herido, que iba a tener consecuencias trascendentales.

sábado, 2 de febrero de 2019

JOSEPH MARTIN DAUCH: EL DIPUTADO QUE SE OPUSO AL JURAMENTO DEL JEU DE PAUME (20 JUNIO 1789)

El juramento del Jeu de paume por David (1791)
578 diputados del tercer estado, el clero y la nobleza se reunieron el 20 de junio de 1789 en la sala del Jeu De Paume en Versalles y juraron no irse antes de la elaboración de una constitución. Sin fundamentos legales bajo el antiguo régimen, este evento político, fuerte de este símbolo, prefigura el nacimiento de la revolución francesa. Anuncio la asamblea nacional constituyente que pondría fin a varios siglos de régimen monárquico absoluto. 

Al momento de firmar en la parte inferior del texto, solo un miembro se opondrá. Es el representante del tercer estado para el senescal de Castelnaudary, el diputado Joseph Martin Dauch. Inmediatamente después del juramento, se hizo el llamado de la administración, senescal, provincias y ciudades de acuerdo con el orden alfabético, y cada uno de los miembros presentes, respondiendo al llamado, se acercó al cargo del presidente y firmo.

© Archivos Nacionales
En la parte inferior izquierda, a la firma del MP le sigue la palabra "Opposant".
De repente se produce un altercado, inicialmente desapercibido entre el clamor y el pisoteo. En el momento en que se le pasa la pluma, Martin Dauch, diputado de Castelnaudary, dijo: “mis electores no me enviaron para insultar y desgarrar a la monarquía. ¡Protesto contra el juramento prestado!”. Tan pronto como se acurruca con los que se agolpan alrededor de la oficina, se levanta audazmente y declara que “no puede jurar ejecutar deliberaciones no aprobadas por el rey”.

Bailly lo exhorta a no marchar la unanimidad de sus colegas con una sola disparidad; Dauch persiste; el presidente insiste: “tenemos el derecho de abstenernos, no de oponernos al deseo de toda la asamblea”. Pero ya Dauch ha puesto su nombre, seguido de la palabra “opposant”. Una voz severa impone una apariencia de silencio:

“le anuncio a la asamblea que el señor Martin Dauch ha firmado: ¡oponente!”.

Un huracán de indignación saluda el nombre de este traidor. ¿Quién lo denuncia? Es Camus, diputado de parís, miembro de la academia de las inscripciones y hermosas letras. Esta deserción unánime de una decisión tan solmene causa un sentimiento doloroso. El renegado, el desertor, es lanzado al aire, sus manos extendidas lo indican a la furia de la población, quien, desde la parte superior de las ventanas, mezcla sus abucheos con los de los oficiales. 
 
La habitación del Jeu de Paume en Versalles con en el fondo la pintura de David, en la que figura Martin-Dauch.
Bailly se precipita en medio de la multitud amenazadora, se sube a la mesa para ser mejor entendido; y después de haber logrado, no sin dificultad, restablecer la calma, pide que se escuche las razones del oponente. Martin Dauch responde de la imperturbabilidad más perfecta, pero su voz es interrumpida por un nuevo grito de descontento general.

Bailly esta vez se desespera por traer de vuelta a los espíritus; sin embargo se las arregla para ser escuchado: “la asamblea –dice- m

Temiendo por su vida, el alguacil Guillot, lo escolto hacia una puerta oculta por la que podía salir y escapar a las calles sinuosas del viejo Versalles. El presidente logro cerrar el incidente afirmando que la firma de este único oponente se mantendría en el registro como prueba de la libertad de opinión y que se pondría a la cabeza del decreto que se había tomado por unanimidad, menos una. 
 
David representó al miembro de Castelnaudary en la esquina derecha de su pintura. Su postura está acurrucada con los brazos cruzados en señal de penitencia. Pero nunca se negó Martin Dauch de haber sido el oponente del juramento del Jeu de Paume. Esta pintura fue hecha dos años después... David muestra una imagen distorsionada de la verdad histórica con fines de propaganda.
Al día siguiente, Bailly intento obtener esta retratación obstinada. Habiendo fracasado, le aconsejo que se abstuviera, por un tiempo, de aparecer en la asamblea; pero Dauch no tuvo miedo, y volvió a ocupar su lugar entre sus colegas. Se sentó allí hasta la asamblea constituyente, mezclándose poco en los debates, porque las tablas del “moniteur” no citan de él una sola intervención.

Solo se sabe que en el año 1791, El día que Luis XVI fue a la reunión para aprobar la constitución, los demás representantes permanecieron sentados, pero Martin-Dauch, fiel a su resolución e independencia, se levantó y reconoció al rey.  La audacia de levantarse y descubrirse a sí mismo: era Martin Dauch, fiel a su resolución de independencia intransigente.

Al regresar a su provincia, parecía perder interés en la política, pero el terror no perdió interés en él. Los Sans Culotte intentaron matarlo. Dauch se retiró a Tolouse, fue arrestado allí, encarcelado y, sin duda, habría sido guillotinado si los comités locales hubieran sospechado que tenía al judas del Jeu De Paume.
 
El juramento del Jeu de paume. Alto relieve en bronce por Leopold Morice.

sábado, 26 de enero de 2019

LA HIJA SECRETA DEL EMPERADOR FRANCISCO ESTEBAN

El cálido afecto conyugal que María Teresa le mostró a su esposo no fue suficiente para evitar que este se entregara a galantes aventuras. Ya en 1747, Podewils menciona en su despacho: “le gustan las mujeres y anteriormente mostró un apego particular por la condesa Colloredo, la esposa del vicerrector, la condesa Palffy, doncella de honor de la emperatriz. Incluso secretamente organizo cenas y otras pequeñas fiestas con ellas; pero los celos de la emperatriz lo obligaron a contenerse. Tan pronto como ella comenta que él esta particularmente atento a cualquier dama, se burla de él y le permite sentir su disgusto de mil maneras. Consiente de su propensión a la gallardía, ella lo ha visto en todas partes”. Las casas en las que el emperador visito Viena fueron las de la princesa de Dietrichstein y las condesas Daun, Losy y Tarouca. En un periodo posterior francisco tendría su favorita declarada.

Maria Wilhelmina von Auersperg
Presentada por su padre en la corte imperial a la edad de 16 años, la princesa Wilhelmina Von Auersperg, sus contemporáneos tomaron buena nota de su belleza y sobre todo de la hermosura de sus manos, su carácter natural y desenvuelto, se caracterizaba por su “frescura” y por no tener pelos en la lengua. Caída en gracia a ojos de la emperatriz María Teresa, fue casi de inmediato incluida entre el séquito de las damas de compañía de la soberana y admitida en el círculo de la familia imperial.

De hecho, había impactado a Francisco, quien, bastante harto de las desbordantes muestras de afecto de María Teresa, se prendo de Wilhelmina, cuya belleza “ningún pintor era capaz de hacer justicia porque, cuando hablo, irradiando la gracia y la belleza puede dar tal encanto que no puede ser reproducido adecuadamente por el arte”. Poco tiempo pasaría para que esta, ante los avances del emperador, 30 años mayor que ella pero aun atractivo y seductor, se aviniera sin problemas a convertirse en su amante secreta.

Francis, siempre susceptible a breves coqueteos, ahora se involucró más profundamente con la princesa Wilhelmina Auersperg . Este enlace, iniciado en 1755, duró hasta la muerte de Francisco. Cualesquiera que sean los detalles precisos de la relación. 
Francisco y Wilhelmina solían encontrarse de noche en el pabellón de té, a medio camino entre el castillo y la glorieta que domina los jardines de Schonbrunn, para dar rienda a sus pasiones amatorias. Se supo, y pronto hubo quien informo puntualmente a la emperatriz que su joven dama de compañía entretenía nocturnamente a su marido. La reacción de María Teresa no se hizo esperar. Indignada, sermoneo severamente a la descarada y le busco marido para alejarla de la corte y del emperador, creyendo así que Francisco desistiría.

En cuestión de días, María Teresa encontró en el príncipe Johann Adam Joseph Von Auersperg al esposo idóneo: pertenecía a una gran y acaudalada familia checa, era sobrino de los príncipes de Liechtenstein, tenía 34 años y está disponible desde hacía dos años tras enterrar a su joven esposa, Katharina Von Schonfeld. No tenía residencia fija en la capital, por lo que la emperatriz confiaba en que se llevaría a sus lejanas posesiones de Bohemia a la flamante esposa.

Sin muchas objeciones, más que nada porque Wilhelmina solía gustar muchísimo a los hombres, Johann acepto tomarla como su segunda esposa y pasar la luna de miel en sus tierras checas, tal y como recomendaba la emperatriz. No se sabe muy bien cuando tuvo lugar la ceremonia en Viena, pero se barajan las fechas de 1755 y 1756 según diversas fuentes.

Retrato del Príncipe Johann Adam von Auersperg (1721-1795).
El caso es que el plan de María Teresa no tardo en descalabrarse al intervenir su marido. Francisco lejos de renunciar a su exquisita amante de apenas 18 años que sabía cómo hacer temblar su cama, envió un correo especial al flamante novio para invitarle a que se instalase con su esposa en la corte, con el pretexto de darle algún cargo. Auersperg no podía negarse, así que la pareja principesca regreso a Viena y los amoríos del emperador con Wilhelmina se reanudaron para mayor disgusto de la emperatriz.

Pese a las escenas privadas que libraron entre María Teresa y Francisco, en las que esta intento por todos los medios disuadirle de seguir manteniendo su relación con la princesa, el emperador siguió visitando los aposentos de su amante. Para tener a su lado el objeto de si inclinación, le dio una villa cerca del castillo de Laxemburg. Pero la princesa se negó a tener una posesión exclusiva de su corazón.

La influencia ejercida sobre él por la princesa fue notable. Isabel de Parma, nuera de Francisco, escribió a su padre: “el emperador es un gran padre, siempre podemos contar con su afecto y por lo tanto hay que protegerlo contra sí mismo, con respecto a su relación con la princesa Auersperg… usted no sabe en qué medida está sujeto a la influencia de esa mujer. Ella tiene la máxima confianza con él, y no oculta nada. La emperatriz es muy celosa de esta unión”.


Sin embargo Francisco volvió a los brazos de María Teresa, no solo porque era su esposa, sino porque a pesar de todo, ella lo amo con calidez y dedicación. La emperatriz, a pesar de sufrir una gran cantidad de aventuras de su marido, trato de demostrar comprensión y paciencia, incluso permitiendo a la bella princesa sentarse a su mesa de juego. Una doncella de la emperatriz señalo: “la soberana sufría por la presencia de ella, y, sin embargo, continuo amando a su esposo, hasta la muerte, y la misma pasión”.

Con la súbita muerte de Francisco en el palacio de Innsbrück, días después de asistir toda la Familia Imperial y la corte a la boda del archiduque Leopoldo con la Infanta de España María Luisa de Borbón (1765), cesó el escándalo. Durante los funerales organizados para el entierro del tan querido esposo, María Teresa prohibió terminantemente a todas sus damas que llevasen maquillaje con sus vestidos de riguroso luto; orden que por cierto se extendió a todos los miembros de la corte imperial. Sin embargo, desafiante, la princesa von Auersperg hizo acto de presencia, haciendo ostentación de su pena y vestida de negro aunque perfectamente maquillada. Empezaron los murmullos de las otras damas escandalizadas y la emperatriz se giró hacia ella para reprender a la descarada que había osado embadurnar su rostro con colorete y sus labios con vermellón. Sin ruborizarse y con altanería, la rebelde Wilhelmina le espetó brutalmente: -"No sabía yo que mi cara perteneciera al Estado!".
 
Wilhelmina Auersperg , a pesar del instinto de conservación y las órdenes de la emperatriz, siguió utilizando su lápiz de labios en el funeral del emperador . Explicó hipócritamente: "Recibí el rostro de Dios, no del estado y puedo tenerlo yo mismo".
Poco años después de Burdeos, llego a la emperatriz una carta de una chica que decía ser la hija de Francisco y la princesa. La emperatriz encargo Filippo Coblenza para llevar a cabo una investigación de la que se supo que la adolescente desconocida era relámete el fruto natural de esa relación. La emperatriz escribió a Coblenza: “si esa chica es, pues, la hija del hombre que mas quería en el mundo, procurarle todo lo que necesita…”

Por desgracia, María Teresa no pudo tener una entrevista con la princesa, que murió de viruela algunos años después. “mi corazón está roto”, escribió a un amigo. Esta chica misteriosa se hundió en el olvido, inspirando el personaje de ficción de Simón, en la película “el tulipán negro”.

sábado, 19 de enero de 2019

PRIMEROS AÑOS DE VIDA DE LA PEQUEÑA MADAME ROYALE

Madame Royale en una miniatura, museo de Versalles 
Como el año 1779 llegaba a su fin con el primer cumpleaños de María Teresa, Madame Fille Du Roi, las principales preocupaciones de María Antonieta no eran políticas. Su alegría era ver el desarrollo precoz de su hija. María Teresa tenía los ojos azules agrandes y la tez saludable que fueron muy admirados. Ella también era alta y fuerte, caminando en su coche de mimbre para el momento en que tenía ocho meses y balbuceaba, “papá, papá”.

Estos gritos preferenciales no ofendieron a su madre; por el contrario, ella estaba encantada de que padre e hija eran de esta manera vinculados con más fuerza. María Teresa tenía cuatro dietes cuando ella tenía once meses de edad y en quince meses, momento en el cual ella estaba caminando con facilidad, podría haber sido tomada por una niña de dos años. En una carta a su madre del 16 de marzo de 1780, María Antonieta se disculpó por parlotear sobre su hija:


“es alta y fuerte, y se ve como una niña de dos años. Ella camina sola, se agacha y se levanta de nuevo sin ayuda, sin embargo, todavía no habla. Me atrevo a confiar a mi querida madre un delicioso episodio que ocurrió hace cuatro días. Varias personas estaban en la habitación, cuando en un omento hice que alguien le preguntara donde estaba su madre. La pobre, y sin que nadie le diga nada, me sonrió y vino hacia mí con los brazos extendidos. Es la primera vez que da una señal de reconocimiento; confieso que para mí fue una gran alegría, y desde entonces creo que incluso me doy cuenta que no hago más que hablare de ella, estoy segura, sin embargo, que mi querida madre, que siempre es tan buena y perdona, sabrá disculparme” 
  

El 11 de octubre de 1780, la reina vuelve a escribir a su madre: “…estas tres semanas he estado muy ocupada y también preocupada por la salud de mi hija. Sus dientes han decidido brotar todos juntos causándole dolor intenso, así como una ligera fiebre que más tarde se transformó en fiebres intermitentes. Lassone escribirá a mi querida madre en detalle, sin embargo, me aseguro que no hay ningún peligro”.

viernes, 18 de enero de 2019

DIBUJOS ATRIBUIDOS A MARIE ANTOINETTE

Ángel cabeza atribuye a María Antonieta -
Akademie de Artes Plásticas, Kupferstichkabinett, Viena.
En el inventario de la Kupferstichkabinett, la atribución de la cabeza de este ángel a maris Antonieta es seguido por un signo de interrogación. Si este fue hecho realmente por ella, podía ser fechado entre 1769 y 1770, siendo aun archiduquesa austriaca, aun de quince años, cuando fue enviada a Francia.

Paisaje con mesón, acuarela en el pergamino. Regalo de María Antonieta a su antiguo palacio de la señora Teresa condesa von Schönborn
Sabemos de varias fuentes que la reina no tenía cualidades pictóricas especiales. Madame campan escribe en sus memorias:

“Un día, a la reina se le habló de un dibujo hecho por ella y presentado por la emperatriz al señor Gerard, el primer comisionado de asuntos exteriores, cuando había llegado a Viena para elaborar los artículos de su contrato matrimonial. –“Me sonrojaría”, me contestó, si me presentaran esta prueba de las características de mi educación; No creo que una vez haya puesto el lápiz sobre este dibujo”.

Madame Campan no describe el diseño mencionado, pero la respuesta de la reina nos da una idea acerca de sus cualidades pictóricas que no debieron ser sobresalientes. El marqués de Paroy relata en sus memorias un paisaje diseñado por la reina, manteniendo un silencio elocuente sobre el valor dela obra que él había tocado.

retrato a lápiz del emperador Francisco I, realizado por la
hija de María Antonieta cuando era una niña, probablemente
tomando como modelo un retrato de su padre ya existente.
En Viena, María Antonieta había recibido con su hermana María Carolina, clases de dibujo de Gabrielle Bertrand, un joven pintor de Lorena, que fue llamado a Viena para impartir lecciones de dibujo a las archiduquesas, aunque los registros imperiales lo mencionan en el servicio dela corte ya en 1764. Antes de esta fecha era la condesa Judith Von Brandis quien eras la encargada de dedicarse a impartir clases artísticas a las dos princesas.

El artista ejecuto varios retratos de la familia imperial, pero su mal habito de no firmar a si mismo, muchas de sus obras fueron atribuidas a otros artistas. Incluso hoy en día, algunos retratos, en particular una serie de seis retratos de las archiduquesas, van al fondo de la palabra “maître des des portrait archiduchesses” (maestro, retrato de las archiduquesas). 

Acuarela donada por María Antonieta en su primera femme de chambre, señora Durieux
El vivió en la sombra del pintor oficial de María Teresa, Martin Van Maytens, Bertrand es ahora casi desconocido. Puede, por lo tanto, fácilmente suponer que la cabeza del ángel no es más que la mano de Bertrand y no la de María Antonieta.

Curiosamente, en julio de 1770, María Antonieta, entonces delfina de Francia fue elegida miembro en la academia de diseño de Florencia, al igual que su hermana mayor, la archiduquesa Ana. Obviamente era un título puramente honorifico por su valor, mientras en Florencia reinaba el gran duque de Toscana, Leopoldo, hermano de María Antonieta. Sin embargo, esto muestra que, para recibir esta carga, algunos de los diseños de María Antonieta tuvieron que ser enviados a Florencia.
Acuarela realizada por María Antonieta 15 de de marzo de, 1770 y dado a una de sus damas de Austria, la condesa de Wallis.

sábado, 12 de enero de 2019

LA CARIDAD DE LA REINA MARIE ANTOINETTE EN ÉPOCA NAVIDEÑA

Durante el tiempo de navidad es útil ver el ejemplo de la reina María Antonieta, hizo de las necesidades de los pobres una prioridad, sobre todo en el frió del invierno. Para María Antonieta, esto no era nada extraordinario, era el deber básico de un cristiano. Mientras se navega por internet, es muy común ver a la reina caracterizada como alguien que ignora la situación de los pobres. Nada más lejos de la verdad. Sus obras de caridad eran bastante extensas y eran un asunto de interés público.


Ella también tomo gran cuidado para inculcar el amor por los necesitados en sus hijos. En navidad, durante un invierno particularmente brutal, la reina tuvo que renunciar a sus regalos de navidad con el fin de comprar comida y mantas para los indigentes. Como Maxime de la Rocheterie nos relata: “durante año nuevo, tenía los más bellos juguetes traídos de parís a Versalles, ella se los enseño a sus hijos, después de ser mirados y admirados por ellos, les dijo que sin duda era muy bonitos, pero que era todavía más bonito distribuirlos en limosnas; el precio de estos regalos se envió a los pobres”.

Otro biógrafo, Charles Duke Yonge, analiza como la generosidad de la reina era muy conocida por sus contemporáneos, a pesar de sus esfuerzos para ser discreta, y los esfuerzos de sus enemigos para retratarla a ella como un derrochador decadente:


“A principios de diciembre, el Sena estaba congelado, y todo el país adyacente fue enterrado en la nieve profunda. Los lobos de los bosques vecinos, desesperados por el hambre, se dice que han hecho su camino en los suburbios y se temía un ataque a la gente en las calles. Alimentos de todo tipo llego a ser escaso y de las clases más pobres se creía que muchos habían muerto de inanición…

Tanto Luis como María Antonieta por su bondad sin límite dedicaron sus propios fondos al suministro de las necesidades de los solitarios, pero la reina, en muchos casos de sufrimiento o inusual presión que se informó a ella en Versalles y los pueblos vecinos, envió personas de confianza para investigarlos, y en numerosos casos ella misma fue a las casas de campo, haciendo preguntas personales de las condiciones de los ocupantes y que muestra no solamente un buen corazón sino una bondad considerada y activa, que duplico el valor de sus obras de caridad por la manera amable, reflexivo en el que fueron concedidos.

Ella en buen grado habría hecho el bien en secreto, en parte, de su constate sensación de que la caridad no era para jactarse, además del temor de los que están dispuestos a malinterpretar todos sus actos con pretextos para el mal y la calumnia incluso en su generosidad. Una de sus buenas acciones impresiono a Necker de manera notable, él la presiono para que se permitiera dar a conocer su caridad. “asegúrese de que, por el contrario –respondió ella- que nunca sean mencionadas ¿Qué bien podría hacer sino las creerían?”. Pero en este caso se había equivocado. Sus obras de caridad fueron también ampliamente difundidas.

Aunque la mayoría de sus actos de bondad personal se realizaron en Versalles y sus alrededores, los parisinos eran vehementes en su reconocimiento como en Versalles. La construcción de las pirámides y los obeliscos de nieve en diferentes barrios de la ciudad, todas las inscripciones que llevan testifican el sentido de la bondad de su soberana. Uno, que superó con creces todos sus compañeros en tamaño –el jefe de la belleza de las obras de ese tipo- ya que tenía quince pies de altura y cada una de las cuatro caras tenía doce pies de ancho en la base, estaba decorado con un medallón de la pareja real, y dio a luz una inscripción poética conmemorativa de la causa de su construcción: “tu reina, que supera la belleza. Cerca de un rey benéfico ocupan el lugar aquí. Si este monumento esta hecho de escarcha, nieve y hielo, sus corazones son la verdadera alma de este monumento, oh augusta pareja, apariencia, muy dulce para tu corazón, sin duda agradarás más que un palacio, un templo que elevarías la adulación de un pueblo".


Los teatros resonaron con el elogio de los soberanos benéficos. Dieron el partido de la caza de Henri IV, pieza popular  a favor de los pobres. La receta fue muy considerable, y la asamblea repitió con carruaje el siguiente pareado: el rey, digno de su corona, se compadeció de los desafortunados; La reina y el entorno se preocupan por hacer felices: "Debajo del rastrojo que lo cubre El hombre desafortunado no tiene más miedo;Él canta en los campos, como en el Louvre, La beneficencia de su rey"