domingo, 22 de mayo de 2016

TRIANON : STEFAN ZWEIG


En sí mismo, no es ningún gran regalo el que María Antonieta recibe de su esposo al darle Trianón, pero es juguete que debe ocupar y encantar su ociosidad durante más de diez años.

Su constructor no había pensado jamás este palacete como residencia permanente para la familia real, sino sólo como «buen retiro», como apeadero, y en el sentido de secreto nido de amor, había sido abundantemente utilizado por Luis XV con su Du Barry y otras damas de ocasión. Cálido aún de estas lascivas escenas, se posesiona María Antonieta de este apartado palacete del parque de Versalles. Tiene ahora la reina su juguete, y, a la verdad, uno de los más encantadores que ha inventado jamás el gusto francés; delicado en sus líneas, perfecto en sus proporciones, verdadero estuche para una reina joven y elegante. Edificado con una arquitectura simple, levemente arcaizante, de un blanco reluciente en medio del lindo verde de los jardines; plenamente aislado y, sin embargo, inmediato a Versalles, este palacio de una favorita, y ahora de una reina, no es mayor que una casa de una familia de hoy día, y apenas más cómodo o más lujoso; siete a ocho habitaciones en conjunto, vestíbulo, comedor, un pequeño salón y uno grande, dormitorio, baño, una biblioteca en miniatura ( caso inaudito , pues, según unánimes testimonios, María Antonieta jamás abrió un libro en toda su vida, aparte de algunas novelas rápidamente hojeadas).

En el interior de este palacete, la reina, en todos aquellos años, no cambia gran cosa en la decoración; con seguro gusto no introduce nada llamativo, nada pomposo, nada groseramente caro, en aquel recinto totalmente destinado a la intimidad; por el contrario, no lleva allí nada que no sea delicado, claro y discreto, en aquel nuevo estilo, al cual se llama Luis XVI, con tan escaso motivo como a América por el nombre de Américo Vespucio. Tendría que llevar el nombre de la reina, el nombre de esta delicada, inquieta y elegante mujer; tendría que llamarse estilo María Antonieta, pues nada, en sus formas frágiles y graciosas, recuerda al hombre gordo y macizo que era Luis XVI y a sus toscas aficiones, sino que todo hace pensar en la leve y linda figura de mujer cuya imagen adorna todavía hoy aquellos recintos; formando una unidad desde el lecho hasta la polvera, desde el clavicordio hasta el abanico de marfil, desde la chaise-longue hasta la miniatura, utilizando sólo los materiales más escogidos en las formas menos llamativas, aparentemente frágil y, sin embargo, duradero, uniendo la línea clásica a la gracia francesa, este estilo, aún comprensible hoy para nosotros, anuncia, como ningún otro, el señorío victorioso de la mujer, el dominio de Francia por damas cultas y llenas de buen gusto y trasmuda la pompa dramática de los Luis XIV y Luis XV en intimidad y musicalidad.


El saloncito en que se condensa y se divierte la sociedad de un modo tierno y ligero llega a ser el punto principal de la casa, en lugar de las orgullosas y resonadoras salas de recepción; revestimientos de madera, tallados y dorados, sustituyen al severo mármol; blancas y relucientes sedas, al incómodo terciopelo y al pesado brocado. Los matices tiernos y pálidos, el créme apagado, el rosa de melocotón, el azul primaveral, inician su suave reinado; este arte se apoya en la mujer y en la primavera; no se aspira provocativamente a nada magnífico, a nada teatral a imponente, sino a lo discreto y amortiguado; aquí no debe poner su acento el poder de la reina, sino que todas las cosas que la rodean deben reflejar tiernamente la gracia de la joven mujer. Sólo en el interior de este marco precioso y coquetón alcanzan su auténtica y verdadera medida las deliciosas estatuillas de Clodion, los cuadros de Watteau y de Pater, la música de plata de Boccherini y todas las otras selectas creaciones: este incomparable arte de jugar con las cosas, esta dichosa despreocupación, casi en la víspera de las grandes preocupaciones, ningún otro lugar produce en nosotros un efecto tan directo y auténtico.

Para siempre sigue siendo Trianón el vaso más fino, más delicado, y, sin embargo, irrompible, de aquella floración exquisitamente lograda; aquí, el culto del goce refinado se nos revela por completo como un arte en una morada y una figura de mujer. Y, cenit y nadir del rococó, al mismo tiempo su florecimiento y su agonía, su duración es medida aún hoy de modo más exacto por el relojito de la chimenea de mármol de la habitación de María Antonieta.


Este Trianón es un mundo en miniatura y de juguete: tiene un valor simbólico el que desde sus ventanas no se pueda lanzar ninguna mirada hacia el mundo viviente, hacia la ciudad, hacia París, o siquiera hacia el campo. En diez minutos están recorridas sus escasas brazas de terreno, y, sin embargo, este ridículo rincón era más importante y significativo en la vida de María Antonieta que toda Francia, con sus veinte millones de súbditos. Pues aquí no se sentía sometida a cosa alguna, ni a las ceremonias, ni a la etiqueta, ni apenas a las buenas costumbres. Para dar a conocer claramente que, en aquellos reducidos terrones, sólo ella y nadie más que ella manda, dispone la reina, con gran enojo de la corte, que acata severamente la Ley Sálica, que todas las disposiciones sean dadas no en nombre de su esposo, sino en el suyo propio, de par la reine; los sirvientes no llevan la librea real, roja, blanca y azul, sino la suya propia, rojo y plata.

Hasta el propio marido no aparece allí más que como huésped, un huésped lleno de tacto y cómodo por demás, que nunca se presenta sin ser invitado o a hora inoportuna, sino que respeta severamente los usos domésticos de su esposa. Pero aquel hombre sencillo viene muy gustoso, porque se pasa aquí el tiempo de modo mucho más agradable que en el gran palacio; por orden de la reina está abolida toda severidad y afectación; no se hace vida de corte, sino que, sin sombrero y con sueltos y ligeros vestidos, se sientan en el verde campo; desaparecen las categorías jerárquicas en la libertad de la alegre reunión, desaparece todo engallamiento, y, a veces también, la dignidad. Aquí se encuentra a gusto la reina, y pronto se ha acostumbrado de tal modo a esta laxa forma de vida, que, por la noche, se le hace más pesado regresar a Versalles. Cada vez se le hace más extraña la corte después que ha probado esta libertad campestre; cada vez la aburren más los deberes de su cargo, y, probablemente, también los conyugales: con creciente frecuencia se retira, durante el día entero, a su divertido palomar. Lo que más le gustaría sería permanecer siempre en su Trianón. Y como María Antonieta hace siempre lo que quiere, se traslada, en efecto, totalmente a su palacio de verano. Se dispone un dormitorio, cierto que con un lecho para un solo durmiente, en el cual el voluminoso rey apenas habría tenido cabida. Como todo lo demás, desde ahora también la intimidad conyugal no está sometida al deseo del rey, sino que, lo mismo que la reina de Saba a Salomón, María Antonieta sólo visita a su buen esposo cuando se le antoja (y la madre da voces muy violentamente contra manera de vivir por separado).

En el lecho de su mujer, ni una sola vez es huésped el rey de Francia, pues Trianón es para María Antonieta el imperio, dichosamente intacto, sólo consagrado a Citerea, sólo a los placeres, y jamás ha contado ella entre sus placeres sus obligaciones, por lo menos las conyugales. Aquí quiere vivir por sí misma, sin estorbos; no ser otra cosa sino la mujer joven, desmesuradamente adulada y adorada, que, en medio de mil superfluas ocupaciones, se olvida de todo, del reino, del esposo, de la corte, del tiempo, y a veces -y éstos son acaso sus minutos más dichosos- hasta de sí misma.  

domingo, 15 de mayo de 2016

LA FAMILIA POLIGNAC

En un baile de corte, el año 1775, descubre la reina una joven a quien no conoce todavía, conmovedora en su modesta gracia, angelicalmente pura la mirada azul, de una delicadeza virginal toda la figura; a sus preguntas le dan el nombre de la condesa de Jules Polignac. Esta vez no es, como en el caso de la princesa de Lamballe, una simpatía humana que asciende poco a poco hasta la amistad, sino un repentino interés apasionado, una especie de ardiente enamoramiento. María Antonieta se acerca a la desconocida y le pregunta por qué se le ve tan rara vez en la corte. No es lo bastante acomodada para costear los gastos de la vida de palacio, confiesa sinceramente la condesa de Polignac, y esta franqueza encanta a la reina, pues ¿Qué alma pura tiene que ocultarse en esta mujer encantadora para que confiese con tan conmovedora sinceridad, a las primeras palabras, que padece la más terrible vergüenza en aquellos tiempos, el no tener dinero? ¿No será ésta, para ella, la amiga ideal tanto tiempo buscada? Al punto María Antonieta trae a la corte a la condesa de Polignac y amontona sobre ella tal suerte de sorprendentes privilegios que excita la envidia general; va con ella públicamente cogida del brazo, la hace habitar en Versalles, la lleva consigo a todas partes y hasta llega una vez a trasladar toda la corte a Marly sólo para poder estar más cerca de su idolatrada amiga, que está a punto de dar a luz. Al cabo de pocos meses, aquella noble arruinada ha llegado a ser dueña de María Antonieta y de toda la corte.


Pero, desgraciadamente, este ángel tierno a inocente no desciende del cielo, sino de una familia pesadamente cargada de deudas, que quiere amonedar celosamente para sí aquel favor inesperado; bien pronto los ministros de Hacienda saben algo de tal cuestión. 

Primeramente son pagadas cuatrocientas mil libras de deudas; la hija recibe como dote ochocientas mil; el yerno, una plaza de capitán, a lo que se añade, un año más tarde, una posesión rústica que rinde setenta mil ducados de renta; el padre, una pensión, y el complaciente esposo, a quien en realidad hace mucho tiempo que ha sustituido un amante, el título de duque y una de las prebendas más lucrativas de Francia: los correos. 

La cuñada Diana de Polignac, a pesar de su mala fama, llega a ser dama de honor de la corte, y la misma condesa Julia, aya de los hijos de la reina; el padre, además de su pensión, aún llega a ser embajador, y toda la familia nada en la opulencia y los honores, y derrama además sobre sus amigos el cuerno de la abundancia repleto de favores; en una palabra, este capricho de la reina, esta familia de Polignac, le cuesta anualmente al Estado medio millón de libras. «No hay ningún ejemplo -escribe espantado a Viena el embajador Mercy- de que en tan poco tiempo una suma de tanta importancia haya sido adjudicada a una sola familia.» Ni siquiera la Maintenon o la Pompadour han costado más que esta favorita de ojos angelicalmente bajos, que esta tan modesta y bondadosa Polignac. 


Los que no son arrebatados por el torbellino contemplan, se asombran y no comprenden la ilimitada condescendencia de la reina, que deja que abuse de su nombre regio, de su posición y de su reputación aquella parentela indigna, aprovechada sin valor alguno. 

Todo el mundo sabe que la reina, en cuanto a inteligencia natural, fuerza de alma y lealtad, está colocada cien codos por encima de aquellas criaturas que forman su diaria compañía. Pero en las relaciones humanas nunca decide la fuerza, sino la habilidad; no la superioridad de inteligencia, sino la voluntad. María Antonieta es indolente y los Polignac ambiciosos; ella es inconstante y los otros tenaces: se mantiene sola, pero los otros han formado una cerrada camarilla que aparta intencionadamente a la reina de todo el resto de la corte; divirtiéndola, la conservan en su poder. ¿De qué sirve que el pobre viejo confesor Vermond amoneste a su antigua discípula diciéndole: «Sois demasiado indulgente respecto a las costumbres y a la fama de vuestros amigos y amigas», o que la reprenda, con notable atrevimiento, diciéndole: «La mala conducta, las peores costumbres, una reputación averiada o perdida, han llegado a ser justamente los medios para ser admitido en vuestra sociedad?». ¿De qué sirven tales palabras contra aquellas dulces y tiernas conversaciones, cogidas del brazo; de qué la prudencia contra esta diaria astucia, todo cálculo? La Polignac y su pandilla poseen las llaves mágicas de su corazón, ya que divierten a la reina, ya que combaten su aburrimiento, y al cabo de algunos años María Antonieta está por completo en poder de aquella banda de fríos calculadores. En el salón de la Polignac, los unos apoyan las aspiraciones de los otros a obtener puestos y colocaciones; mutuamente se procuran prebendas y pensiones: cada uno parece preocuparse sólo del bienestar de los demás, y de este modo corren por entre las manos de la reina, que no se da cuenta de nada, las últimas fuentes áureas de las agotadas cámaras del tesoro del Estado en favor de unos pocos. 

“Cuando estoy sola contigo ya no soy una reina, soy yo!”.
Los ministros no pueden impedir este impulso. « Faites parler la Reine .» Haga usted que hable la reina en su favor, responden, encogiéndose de hombros, a todos los solicitantes; porque categorías y títulos, destinos y pensiones, únicamente los confiere en Francia la mano de la reina, y esta mano la guía invisiblemente la mujer de ojos de violeta, la bella y dulce Polignac. 

Con estas permanentes diversiones, el círculo que rodea a María Antonieta va haciéndose inaccesiblemente limitado. Las otras gentes de la corte lo advierten pronto; saben que detrás de aquellas paredes está el paraíso terrenal. Allí florecen los altos empleos, allí manan las pensiones del Estado, allí, con una broma, con un alegre cumplido, se recoge un favor al cual muchos otros, con perseverante capacidad, vienen aspirando desde hace decenios. En aquel dichoso más allá reina eternamente la serenidad, la despreocupación y la alegría, y quien ha penetrado en estos campos elíseos del favor real tiene para sí todas las mercedes de la tierra. No es milagro que todos los expulsados fuera de aquellos muros, la antigua y meritoria nobleza, a la que no es permitido el acceso a Trianón, cuyas manos, igualmente ávidas, jamás se han humedecido con la lluvia de oro, estén cada vez agriadas de modo más violento. 

¿Somos, pues, menos que esos arruinados Polignac?, rezongan los Orleans, los Rohan, los Noafles, los Marsan. ¿De qué sirve tener un rey joven, modesto y honesto, que por fin no es juguete de sus maîtresses , para que después de la Pompadour y de la Du Barry tengamos otra vez que mendigar de una favorita lo que nos pertenece por razón y derecho? ¿Debe realmente soportarse este descarado modo de dejarse a uno a un lado, esta osada desconsideración de la joven austríaca, que se rodea de mozos extranjeros y mujeres dudosas, en lugar de hacerlo de la nobleza originaria del país o domiciliada en él desde siglos remotos? Cada vez más estrechamente se agrupan los excluidos unos con otros; cada día, cada año, crecen sus filas. Y pronto, por las ventanas del desierto Versalles, un odio con cien ojos fija sus miradas en el despreocupado y frívolo mundo de juguete de la reina. 

domingo, 3 de abril de 2016

5 DE OCTUBRE DE 1789: SEGÚN LOS RELATOS DE MADAME ROYAL


“… las puertas de hierro del castillo estaban llenas de vagabundos, dirigidos, según se dijo, por el duque de Orleans, de un momento a otro se precipitaron a los apartamentos de mi madre. La guardia suiza estacionados de pie en la escalera trataban de obstaculizar la entrada… pero la turba de villanos entraron en la sala de los guardias de corps, hiriendo y matando a aquellos que trataron de oponerse a su paso. Dos de estos guardias, llamados Miomandre de Sainte-Marie y Durepaire, aunque gravemente heridos, se arrastraron hasta la puerta de mi madre, gritando en voz alta detrás de ella. Su celo fue recompensado con crueldad, los desgraciados se arrojaron sobre ellos y los asesinaron.


Mientras tanto, los gritos de los insurgentes despertó al cuerpo de guardia que corrió hacia la puerta y echo cerrojo. Mi madre salto de su cama y, a medio vestir, corrió a los apartamentos de mi padre, pero la puerta de la misma estaba cerrada con llave desde adentro, y los que estaban allí, al oír el ruido, pensaron que se trataba de manifestantes que intentaban entrar. Afortunadamente un hombre de guardia llamado Turgy, después de haber reconocido la voz de mi madre, abrió la puerta de inmediato.

En ese mismo momento los desgraciados forzaron la puerta de la habitación de mi madre, de modo que en ese instante, unos minutos más la habrían encontrado sin vía de escape. Tan pronto como entro en las habitaciones de mi padre, ella lo busco pero no lo encontró allí, él después de haber oído que estaba en peligro había corrido a su apartamento, pero tomo otro camino. Afortunadamente, se encontró con mi hermano, que lo trajo la señora de Tourzel, que le insto a regresar a sus habitaciones, donde se encontraba mi madre esperando con ansiedad mortal…”

domingo, 20 de marzo de 2016

LA VICTORIA DE LA FRAGATA "LA BELLE POULE" (1778)

El 4 de julio de 1776 cuando el congreso continental de los estados unidos de américa declaro su independencia, las colonias inglesas se convierten en “estados libres e independientes”. En 1777, los insurgentes, que están en una situación delicada, dado el apoyo directo de Francia. El joven marques de Lafayette se unió a sus filas con una tropa de voluntarios equipados. Lafayette volvió a Francia para acompañar a Benjamín Franklin y negociar con el apoyo oficial del reino de Francia en la guerra de independencia.


Luis XVI reconoce la independencia el 17 de diciembre de 1777, a continuación firma dos tratados el 6 de febrero siguiente. El primero es un tratado de amistad y comercio, el segundo un sello de alianza de las dos naciones en el caso de guerra. Esta ayuda dio lugar a la declaración de guerra entre las coronas de Francia y reino unido en junio de 1778. La marina francesa tenía que vengar las afrentas de la guerra de los siete años.

El 15 de junio de 1778, Chadeau de la Clocheterie dejo Brest por orden del teniente general de Orvilliers, al mando de la marina del atlántico. Encargado de una misión de vigilancia marítima, que tenía una pequeña flota de Belle Poule, la fragata la Licorne, la Hirondelle y el carguero Racer. Durante dos días la pequeña división cruza sin incidentes el canal.

La lucha contra la Belle Poule y Aretusa ,
por Auguste-Louis de Rossel de Cercy.
En la mañana del miércoles, 17 de junio los altos mástiles aparecen por encima del horizonte. Pronto se consideró una puntuación. Fue la poderosa flota del canal inglés, que, Bajo el mando del almirante Keppel, había dejado sus bases, unos días antes. El Aretusa –una antigua fragata francesa capturada en 1759- tenía una reputación como un “buen caminante” y es el primero en llegar a los barcos franceses. Una furiosa batalla en contra de la Belle Poule estalla, causando la muerte del segundo a bordo, Mr Bean de San Marceau, y 30 miembros de la tripulación. El Aretusa se ve muy afectado por la pérdida de un mástil y debe retirarse, permitiendo a la Belle Poule y la Licorne escapare del enfoque británico, dos barcos franceses más pequeños son capturados.

Varios fueron los temores del señor de la Clocheterie sobre el destino de su fragata, a la recepción de su informe, el conde de Orvilliers lo envió a toda prisa a los mejores pilotos de su escuadrón y los marineros de un centenar de elite, que ayudo a los sobrevivientes de la Belle Poule para llevarlos a Brest ante los ojos de los barcos ingleses que estaban esperando. Tan pronto como aterrizo el duque de Chartres, primo del rey y el inspector general de la armada, subió a bordo para felicitar al personal y la tripulación del glorioso barco.

Luis XVI por su parte, no se mantuvo por el resto de la generosidad: una semana después, el Sr. La Clocheterie fue ascendido a capitán. La fragata recibió también las promociones del rey, pensiones y bonos para los heridos.

Coiffure "la Belle Poule "
El impacto en la opinión pública fue enorme. Por una temporada completa, todos hablaban de esta batalla infernal de cinco horas. Las damas de la corte adoptaron el peinado “la Belle Poule”: una fragata pequeña con velos creado por el estilista de la reina, Leonard. Según el abad de Veri: “¡guerra, guerra! Imprime los cuentos de esta batalla, se venden grabados alegóricos en la calle y elegante tocados con cintas gigantescas de ondas llamadas a la Belle Poule desfilan por los salones. En la opinión que solo hablan de venganza. El comandante, el señor, la Clocheterie, es recompensado por su valor con una promoción para el mando de un navío de 64 cañones, el Triton. Sin embargo, esta batalla se vista como una victoria en gran Bretaña y se celebra con una canción “the saucy Aretusa”.

extrato del documental "La Guerre des trônes, la véritable histoire de l'Europe"

domingo, 6 de marzo de 2016

UN ENCUENTRO TURBADOR CON UN JOVEN CABALLERO SUECO (1774)


Una noche del 30 de enero de 1774, se encontraba María Antonieta en el baile de la opera luciendo domino y antifaz, cuando apareció Axel de Fersen, sin mascara. Alto, delgado, muy apuesto con su traje de una perfecta elegancia (lo había mandado hacer esa misma mañana, exigiendo que se lo entregaran por la tarde), con el rostro de facciones regulares y serias, ojos melancólicos, escondidos tras las cejas muy pobladas, el sueco de 19 años no tenía nada de un pisaverde, y a primera vista se adivinaba en él al hombre acostumbrado a los ejercicios físicos. ¿Reconoció la delfina a Fersen, ya que habría sido presentado al rey el 1 de enero, y de que habría bailado en la corte el 10? ¿Su cuñado el conde Artois u otro cualquiera del grupito le diría que era el sueco por el que enloquecían las damas de la nobleza? ¿O sencillamente la delfina lo encontró simpático y apuesto? Se ignora. En todo caso, ella avanzo hacia él con su andar etéreo, le hablo diciéndole algunas frases alegres.

Fersen adivino que se trataba de una mujer de mundo, elegante y bonita. Lleno de curiosidad respondió a la traviesa, esforzándose por mostrarse espiritual. Ella se rio; hablaba con voz clara y timbrada, con la seducción de un ligero acento extranjero (¿Qué quizás lo simularía?). Fersen deseaba en vano adivinar quién era esta linda mascara; solo veía sus ojos celestes de pervinca, del color azul claro de los lagos suecos al amanecer. A sus preguntas el domino respondía riéndose; a sus cumplidos con bromas. Fersen, halagado por esta distinción, prosigue placentero en el tono más alegre, encuentra picante y divertida a su agresiva compañera y acaso se forja ya toda suerte de esperanzas para la noche.


Pero entonces le sorprende que poco a poco algunos otros caballeros y señoras cuchichean curiosamente, formando círculo alrededor de los dos, y que él mismo y aquella dama con máscara llegan a ser el centro de una atención más viva a cada instante.

Finalmente, la situación se va haciendo ya enojosa, cuando se quita la careta la galante intrigante: es María Antonieta -caso inaudito en los anales de la corte-, la heredera del trono de Francia, que, una vez más, se ha evadido del triste lecho conyugal de su dormilón esposo, ha venido a la mascarada de la ópera y ha buscado un caballero extranjero para charlar un rato con él. Las damas de la corte procuran evitar un escándalo demasiado grande. Al punto rodean a la extravagante fugitiva y vuelven a llevarla a su palco. Pero ¿Qué se mantendrá en secreto en este Versalles murmurador? Cada cual cuchichea y se asombra del favor hecho por la delfina, tan opuesto a la etiqueta; ya al día siguiente, probablemente, el embajador Mercy habrá dado quejas a María Teresa; de Schoenbrunn habrá sido enviado un correo urgente con una amarga carta para esta cabeza de viento de su hija, diciéndole que debe dejar por fin esas inconvenientes disipaciones y evitar que hablen más de ella a propósito en esas malditas mascaradas.

Pero María Antonieta tiene su voluntad propia; el joven le ha gustado, se lo ha dejado ver. A partir de aquella velada, aquel caballero, nada extraordinario ni por su categoría ni por su posición, es recibido con especial amabilidad en los bailes de Versalles. Ya entonces, después de un principio tan prometedor, ¿se desarrolló entre ambos cierto positivo afecto? Nada se sabe. En todo caso, este encuentro -sin duda inocente- es pronto interrumpido por un gran acontecimiento, la muerte de Luis XV, que de la noche a la mañana convierte a la princesa en reina de Francia. Dos días más tarde -¿le habrán hecho alguna indicación?-, Axel de Fersen regresa a Suecia.


El primer acto está terminado. Fue sólo una galante introducción, un preludio a la obra propiamente dicha. Dos muchachos de dieciochos años se han encontrado y han sido del agrado uno de otro. Traducido a la vida de hoy, equivale a una amistad de academia de baile, a un amorío entre colegas de instituto. Aún no ha ocurrido nada especial: aún no está afectado lo profundo de la sensibilidad.

domingo, 21 de febrero de 2016

EL RELOJ BREGUET PARA MARIE ANTOINETTE


María Antonieta tenía una verdadera pasión por los relojes. La reina francesa fue un cliente entusiasta del señor Breguet. Con esta pasión por la alta joyería y la moda. el abate de Maria Antonieta en 1782 fue nombrado viceprotector de los hijos del conde de Artois, hermano del rey, quien presenta al señor Breguet quien inventó por la reina María Antonieta el reloj de repetición perpetua n. 2 10/82 (la cifra significa que el reloj fue terminado en octubre de 1782). Probablemente Breguet se presentó al rey y la reina en este periodo: la confirmación parece venir de un retrato en colores pastel que muestra nuestro joven relojero de perfil, en traje de corte y la peluca empolvada. Luis XVI albergaba, como es bien sabido, una marcada preferencia por los trabajos artísticos en hierro forjado, para la industria del reloj y, en general, para la pequeña mecánica: en diciembre de 1784 se compra un reloj Breguet de 1.680 francos.

Abraham-Louis Breguet en su taller.
De la reina María Antonieta apreciadas, por su parte, Breguet, o al menos sus relojes, y se probaron mientras vivió. Se compró varios Breguet, incluyendo el reloj perpetuo n. 46, y quería Axel von Fersen que poseía una igualdad en la amistad. El reloj n. 46, uno de los primeros en tener un rostro cincelado, serán entregados a principios de 1787.Pronto sus familiares y miembros de la corte de Versalles adquirieron elegantes relojes de múltiples funciones de Breguet, el lanzamiento de su reputación como el mejor y más innovador fabricante de relojes de toda Europa. Poco tiempo el relojero puede contar entre sus clientes los nombres más ilustres de Francia: El Rochefocauld, Noailles, Montesquieu ... Todavía se puede citar el príncipe José de Mónaco, el hijo menor de la reina Príncipe Honoré III, el Príncipe de Salm, las familias de Coigny, de Castellane, de Briqueville y Anisson-Duperron. Breguet es importante el conocimiento y aprieta amistades duraderas con Armand-Louis de Gontaud-Biron, Duque de Lauzun, que compra un reloj perpetua en 1785, con Antoine-César, conde de Praslin y el abad de Talleyrand- Périgord, que conoce antes de 1787.En los años anteriores al estallido de la Revolución, la alta sociedad francesa voluntariamente abre sus puertas a los hombres de genio. Abraham-Louis Breguet es uno de ellos. Su ascenso social es espectacular, por supuesto, pero la realidad diaria y las dificultades de pago, en estos años de crisis económica y monetaria, la preocupación no menos que su reputación en la corte y en los salones de París.

En 1783 el señor Breguet recibió una orden increíble y misteriosa de un oficial de guardia de la reina, que es lograr para ella un reloj que incorpore todas las complicaciones y todas las mejoras conocidas hasta el momento. No hay límite en términos de tiempo o precio y siempre como sea posible, el oro debe sustituir al otro mental.

Los relojeros se pusieron a trabajar, aunque temprano en su carrera, Breguet posee algunas hermosas innovaciones en su haber. El reloj con proceso automático que es el maestro plenamente en el momento, como sabemos, fascina al siglo 18 y sus filósofos ven muestra de una representación en miniatura del universo. El fabuloso resultado llamado n° 160 “Marie Antoinette” que la reina nunca vera porque después de largas pausas, se completara en 1827, después de la muerte de la reina y el señor de Breguet.


Esta magnífica joya, con masa oscilante de carga automática en platino, tiene las siguientes funciones y complicaciones: repetición de minutos, calendario perpetuo completo (que indica la fecha, mes, día y el ciclo de cuatro años); ecuación del tiempo, reserva, termómetro de metal, grandes segundos independientes a voluntad (que hizo que fuera el primer cronógrafo), segundero pequeño de segunda mano, ancla de escape, espiral de oro, dual anti-caída. El reloj tiene una caja de oro con una esfera de esmalte blanco y otro de cristal de roca. El proyecto inicial fue completado en gran medida; siendo el reloj más complicado que jamás se ha hecho y lo seguirá siendo durante casi un siglo el reloj más complicado del mundo.

No es sorprendente, dada la magnitud de la comisión y el baño de sangre de la revolución francesa, María Antonieta no vivió para ver el regalo de su admirador. El 4 de septiembre, 1792 Breguet hace una venta muy especial, que sin duda lo mueve y lo lleva de nuevo a hace veinte años, con el recuerdo llegó una orden de María Antonieta. El esplendor de Versalles son ahora un recuerdo lejano, desde la celda de una prisión sórdida del templo, donde fue detenido el 13 de agosto, la reina pidió una repetición Breguet reloj infinitamente más modesta de las que tenían antes, y que fueron robados o confiscado el 10 de agosto, durante el saqueo del palacio real. El reloj está emitido el 4 de septiembre, está destinado a marcar las horas de la larga prueba de la familia real. Después de la muerte de la reina tomó el legado del conde de Artois, el futuro Carlos X, que, se dice, y traerá sobre sí mismos hasta el último de sus días. En el Quai dell'Horloge aristócratas, conservadores y liberales, que están hombro con hombro con los pequeños y grandes cabecillas de la revolución, y no la más mínima sospecha de que para muchos de ellos, el reloj en el bolsillo o en el bolsillo sonará dentro de unos meses el momento de la guillotina.



Al ser completado el reloj en 1827, la pieza volvería aparecer en 1887 cuando fue vendida al coleccionista británico, Sir Spencer Brunton. A continuación se convirtió en propiedad del señor Murray Marcos, antes de unirse a la colección de Sir David Lionel Salomons. En 1925, la muerte de este último, la pieza se convierte en propiedad de su hija, Vera Salomons y la aventura continua. Durante su estancia en Israel, Vera Salomons se une fuertemente aun profesor de la universidad hebrea de Jerusalén llamado Leo Mayer Arie que es un apasionado por el arte islámico. Ella decidió fundar un museo de arte islámico en homenaje a su mentor y amigo. Se pone en disposición de su proyecto todas las colecciones de arte islámico y también incluye todas las colecciones de relojes heredadas por su padre. Por lo tanto el reloj “Marie Antoinette” integra en 1974 las colecciones del museo en Jerusalén Mayer LA.

Nueve años más tarde: el sábado 16 de abril de 1983 el museo es asaltado, por lo que la pieza desaparece. Pasan los años, y a pesar de los esfuerzos de la interpol, no se encuentra el botín. La ausencia del “Marie Antoinette” es regularmente objeto de artículos y estudios que solo se puede encontrar la esperanza de ver esta obra maestra otra vez. Con el deseo de exponer la pieza mítica desaparecida, Nicolas G. Hayek decidió en 2004 volver a crearlo, a pesar de solo tener descripciones, planos en resumen y fotografías antiguas en la posesión de la marca. Este es el comienzo del segundo capítulo de la historia entre Marie Antonieta y Breguet.

Estuche donde alberga el reloj de Marie Antoinette creado a partir de un árbol de roble, el favorito de la reina que iba a ser masacrado en 2005. Nicolas Hayek quiso darle una segunda vida.
La segunda obra maestra se presentó en abril de 2008, llamado el “Marie Antoinette Hayek”, se expuso en la feria internacional de vigilancia en Basilea.

domingo, 24 de enero de 2016

LA SENCILLEZ DE LA CORTE VIENESA!

Al igual que muchas exiliadas de las escenas de su infancia, María Antonieta miraría hacia atrás en sus primeros años en Versalles. Es fácil ver como esto podría ser así. Los retratos familiares de los que María teresa era tan aficionada de hecho a representar un paraíso interno que cualquier persona podría anhelar en la vida.

La emperatriz Marie Theresa por Martin van Meytens.
Aquí estaba la emperatriz, muy confiada en sí misma y en su posición, todavía apuesta a pesar de sus cuarenta años. Es cierto que, al igual que su marido, había comenzado a aumentar de peso y los cortesanos ya no recordaban a la mujer joven de la década de 1740 que bailaba y jugaba a las cartas toda la noche, sin embargo, podía montar e ir en trineo con la misma energía que aquellos tiempos. En su caso, de parte de su madre la emperatriz Elizabeth Christina que murió de hidropesía, su aumento de peso pudo haberse debido a una herencia inevitable, en parte debido a la maternidad múltiple. Sin embargo un amplio aspecto de la emperatriz solo sirvió para enfatizar la dignidad impresionante combinado con la ternura maternal que era la imagen que ella irradiaba.

En cuanto a francisco esteban, en los retratos también se mostró una figura igualmente imponente. En la vida privada, sin embargo, preferiría las bromas y la alegría. La preferencia por la informalidad era el legado de francisco; era, sin duda, algo que le entrego a su hija más joven, junto a la sangre Lorena a la que se atribuye generalmente. Louis Dutens, un viajero que conocía a la mayoría de tribunales europeos, elogio al emperador “bonachón” por sus innovaciones “la familia Lorena –escribió- poco a poco ha contribuido a desterrar de la corte de Viena la etiqueta grave que prevalecía allí”. 

El emperador Francisco Esteban por Johan Joseph Zoffany.
 Joseph Weber, hermano de leche de María Antonieta, revelo que se animó a los archiduques y archiduquesas de hacer amistad con los niños “normales” en su vida cotidiana. De la misma manera, las personas de mérito fueron admitidos libremente a la corte y sin necesidad de nacimiento o título. Excepto, claro está, en los grandes días de celebración formal; entonces, como en los viejos tiempos, la pompa ceremonial continúo siendo exigente, incluyendo las restricciones de los derechos de entrada. La joven madame Antonieta, nació cuando esta relajación ya había tenido lugar, creció tomando esta distinción en la corte vienesa.


Un grupo familiar en el día de san Nicolás de 1762, pintado por la archiduquesa María Cristina, representa perfectamente la comodidad burguesa de la vida en el hogar de la pareja imperial, algo que era impensable en la corte de Versalles. Esta fue la fiesta en la que los niños pequeños tradicionalmente recibieron regalos. El emperador, en el desayuno, lleva un bata y zapatillas, con una gorra de estilo turbante en la cabeza en lugar de una peluca. El vestido de la emperatriz es extremadamente simple y María Cristina, quien se pintó a sí misma, se parece más a una dama que una archiduquesa. El archiduque Fernando esta aparentemente disgustado por su regalo, mientras el pequeño Max, en el suelo con sus juguetes, está encantado. Madame Antonieta sonriente sostiene una muñeca.

Maria Theresia - Staffel 3 - TV Serie alemana basada en la vida de la emperatriz, la escena nos muestra la vida en la familia imperial Austriaca.