domingo, 22 de mayo de 2022

Era la tarde del día 25 cuando aparecieron a la vista de parís. Tan grandes habían sido los sufrimientos mentales de María Antonieta que en esos pocos días su cabello se había vuelto blanco; y aun le estaban reservadas humillaciones frescas y estudiadas.

Al carruaje no se le permitió tomar el camino más corto; sino fueron conducidos algunos kilómetros de distancia, para que pudiera ser conducido en triunfo por el campo de Eliseo, donde una gran multitud esperaba para deleitarse con sus ojos en el espectáculo, cuya exhibición de malhumorada insatisfacción había sido anunciada por un aviso prohibiendo que alguien se quite el sombrero ante el rey, o profiera una aclamación. Se prohibió a la guardia nacional presentarle armas; y parecía como si interpretaran esta orden como una prohibición también de usarlas en su defensa, porque cuando el carruaje se acercaba al palacio, una pandilla de rufianes desesperados, algunos de los cuales eran reconocidos como uno de los más feroces de los asaltantes de Versalles, se abriera paso a través de sus filas, se apretaron contra el carruaje e incluso se montaron en la berlina.

Barnave y Latour Maubourg, temiendo que intentaran romper las puertas para abrir, se pusieron contra ellos; pero estos se contentaron mirando a través de la ventana, y lanzando amenazas sanguinarias. María Antonieta se alarmo, no por ella, sino por sus hijos. Habían cerrado las entradas del aire fresco que los que estaban dentro se estaban sofocando, y los más jóvenes, por supuesto, sufrían más. La reina llamo a los que se agolpaban alrededor: “por el amor de Dios –exclamo- retírense; ¡mis hijos se están ahogando!”. “pronto te estrangularemos” fue la única respuesta que escucharon sus oídos.

Lafayette apareció con una escolta armada y fueron expulsados; pero aún seguían el carruaje hasta la misma puerta del palacio con gritos de insulto. Y aún tenía un seguidor extraño: detrás del carruaje real había un descapotable abierto, en el que estaba sentado Drouet a la cabeza del cortejo, como si el objeto principal de la procesión se llevara a cabo para celebrar su triunfo sobre su rey.

La mafia incluso esperaba aumentar su capacidad de impresión con las matanza de algunas víctimas, no del rey y la reina, porque creían que estaban destinados a la ejecución publica; pero estaban ansiosos por masacrar a los fieles guardaespaldas, que habían sido devueltos, atados, en la caja del carruaje; e indudablemente habrían cumplido su propósito sangriento si la reina no hubiera fingido no conocerlos y, mientras desmontaban, suplicaron a Barvane y Lafayette que los protegieran.

Las Tullerias de nombre seguía siendo un palacio, pero los que ahora entraron sabían que ahora era su prisión. El sol se estaba poniendo, mientras subían las escaleras para encontrar el descanso que pudieran y meditar en la intimidad de esta única noche sobre su fatal decepción y su futuro aún más fatal. Sin embargo, aunque su regreso estuvo lleno de ignominia y desdicha, aunque su hogar se había convertido en una prisión, la única salida de la cual sería el andamio, aun así, el renombre póstumo puede compensar las miserias sufridas en  esta vida.

Si vale la pena comprar, incluso por las más terribles  y desinterés, de fortaleza, de todas las cualidades que más ennoblecen. Sufrimientos prolongados, un recuerdo eterno e imperecedero de las virtudes más admirable –de fidelidad, de verdad, de paciencia, de resignación y de santificación del corazón- se puede decir, ahora que sus agonías han terminado, y que ha estado mucho tiempo en reposo, que estaba bien para María Antonieta que no había podido llegar a Montmedy, y que había caído nuevamente, sin tener que reprocharse a sí misma, en manos de sus enemigos, como prisionera de la humanidad más baja, como víctima de los monstruos más feroces que han deshonrado a la humanidad, ella siempre ha ordenado, y nunca dejara de mandar, la simpatía y admiración de toda mente generosa.

Luis, por su parte, busco el refugio con el leal y valiente De Bouille. Su llegada a su campamento no podría haber fallado en ser una señal para la guerra civil, bajo tales circunstancias como las de Francia en ese momento, podría haber tenido una sola terminación: su derrota, destitución y expulsión del país. En tierras extranjeras podrían, de hecho, haber encontrado seguridad, pero habría disfrutado de muy poca felicidad. Donde quiera que este, la vida de un soberano depuesto y exiliado debe ser una mortificación incesante.

El más grande de los poetas italianos ha dicho bien que el recuerdo de la felicidad anterior es la grabación más amarga de la miseria actual, y no solo para el monarca fugitivo, sino para aquello que aún conservan su fidelidad hacia él y hacia los extranjeros con quienes está endeudado. En su asilo, el recuerdo de su grandeza estará siempre a la mano para agregar aún más amargura  a su actual humillación. El sentimiento amistoso que sus desgracias, pueden excitar es una pena despectiva, como las mentes nobles y orgullosas deben encontrare más difícil de soportar que la mayor virulencia del odio y la enemistad.

De tal destino, al menos, se salvó a María Antonieta. Durante el resto de su vida, su fracaso la condeno a una prolongación de prueba y agonía como ninguna otra mujer ha soportado; pero ella siempre valoro el honor muy por encima de la vida, y también le abrió una inmortalidad de gloria como ninguna otra mujer ha logrado.

The life of Marie Antoinette, queen of France- Charles Duke Yonge

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