Su primera visita fue para el castillo de María Antonieta,
el famoso Trianon que habían oído tanto en los periódicos, folletos y canciones
que circulaban tanto en el reino como en las provincias. Se detuvieron en la
puerta que cierra el pequeño patio y se
quedaron un poco propendidos por el aspecto de aquel odiado palacete: un edificio
cuadrado, cinco ventanas de la fachada, dos plantas cubiertas con una azotea…
en verdad –ellos pensaban- no era la idea que el pueblo tenia, parecía un poco
señorial.
Cuando entraron a ver el interior de la casa; esperaban encontrar maravillas y curiosidades, y muchos creyeron que la reina había pasado gran parte de sus años despilfarrando la fortuna del tesoro real en este diminuto espacio, pequeño como la palma de la mano.
Imágenes del film Marie Antoinette de 1975, donde nos muestra como la reina es sorprendida por algunos diputados en su jardín, Marie Antoinette voltea despreciativamente. |
Su guía no sabía que responder, la sala descrita por ellos en los periódicos, nunca ha existido en el conjunto y las joyas que adornaban los cabujones de vidrio eran simples. La verdadera historia era otra, aunque los visitantes salieron como lo hicieron, convencidos de que ocultaban las partes principales de la casa.
Tal era la imagen del público en Francia sobre le pequeño castillo de la reina, juzgado y calumniado por los nacidos en la corte, a quienes María Antonieta no hizo el honor de invitar, hinchados por la estupidez de las masas, comenzaron a hacer de Trianon, en la boca de la revolución: “el templo de la corrupción y el libertinaje de la austriaca”.
Una noche, en sus apartamentos, habló del incidente con su esposo el Rey. Pero, "¿dónde, señor?¿Captarían la noción de una habitación así? No hay una cámara tachonada de gemas en todo Versalles, y mucho menos en mi pequeño Trianon. ¿No saben que anhelo y me deleito en la sencillez en lugar de la ostentación?”
Su marido guardó silencio. "Creo que sé de dónde vino la idea -dijo pensativo-Recuerde, hace años, tal vez incluso en la época de Madame du Barry, que había un utilería del teatro en la ópera de Versalles con cristales de colores que brillaban y, desde la distancia, parecían joyas”.
Él la miró
con sus ojos tristes y dulces llenos de una ternura que estaba reservada solo
para ella. "No lo sé, querida. Todo lo que puedo decir es que los
panfletistas han estado muy ocupados”.
Enterró su rostro en su hombro; Sintió venir el extraño temblor del que había Sufrió cuando era una niña, pero últimamente comenzó a experimentar con mayor frecuencia. Sólo en los brazos de su marido podría recuperar su autocontrol. "¿Pero qué les he hecho para que me odien tanto?...Celos, envidia, calumnia – murmuró- Y supongo que es lo suficientemente cierto como para decir que en los días de mis predecesoras, las calamidades y desgracias de la tierra fueron atribuidas a las amantes del rey, en una Pompadour o Du Barry. La reina nunca fue considerada responsable cuando las cosas salieron mal”.
“Mi cabello ya no es rojo; es gris” dijo ella, su voz amortiguada por su chaleco de seda. Entonces ella lo miró. “Y cómo eres un hombre virtuoso, culpan de todo a tu esposa, que Se convierte en el chivo expiatorio de los males de la nación. Oh, señor, si supiera que mi muerte salvaría su Reino, con qué gusto lo ofrecería como sacrificio”.
"Tonterías", respondió con brusquedad. "Disparates. Si alguna vez pienso que tú o los niños van a estar en peligro, te enviaría fuera del país”.
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