jueves, 17 de septiembre de 2015

EL REPARTO DE POLONIA (1772)

El mapa de Europa en julio de 1772, obra satírica ingles.
Mientras la pequeña Antonieta se encontrada en medio de la lucha por el saludo a madame Du Barry, Un asunto oscuro y no muy limpio se está tramando en Viena. Hace ya meses que, de parte de Federico el Grande, a quien ella odia como al verdadero emisario de Lucifer sobre la tierra, y de Catalina de Rusia, de quien también desconfía fundamentalmente, se le ha hecho la triste proposición de un reparto en Polonia, y la entusiasta aprobación que esta idea encuentra en Kaunitz y en su corregente José II perturba desde entonces la conciencia de la emperatriz. «Todo reparto es, en el fondo, injusto y dañoso para nosotros. No puedo menos de lamentar esta proposición, y tengo que confesar que me da vergüenza el dejarme ver en público.» 

Al punto ha reconocido esta idea política como lo que realmente es: como un crimen moral, como un acto de bandidaje contra un pueblo inocente a indefenso. « ¿Con qué derecho podemos saquear a un inocente a quien siempre nos hemos alabado de proteger?» Con grave y pura indignación, declina la oferta, indiferente a que se puedan tomar por debilidad sus escrúpulos morales. «Mejor pasar por débiles que por desleales», dice noble y sabiamente. Pero María Teresa hace mucho que no es soberana única. José II, su hijo y correinante, sólo sueña con guerras, aumento del Imperio y reformas, mientras que ella, que conoce prudentemente la frágil forma artificial del Estado austríaco, sólo piensa en conservar y mantener; para oponerse a la influencia materna, José II sigue tímidamente el camino del hombre belicoso, del más encarnizado enemigo de su madre, de Federico el Grande, y con profunda consternación ve aquella mujer envejecida que su más fiel servidor, Kaunitz, a quien ella ha hecho grande, se inclina hacia la naciente estrella de su hijo. Quebrantada, fatigada y desengañada en todas sus esperanzas como madre y como soberana, lo que habría preferido sería la abdicación.

Pero la detiene la idea de su responsabilidad; presiente con profética certeza -la situación es igual a la de aquel Francisco José que, asimismo cansado, tampoco se desprendía del poder- que el espíritu voluble e inquieto de aquel precipitado reformador que es su hijo extenderá inmediatamente la turbación por todo aquel imperio tan difícilmente gobernable. De este modo, esta mujer piadosa y profundamente íntegra lucha hasta el último instante por lo que es el bien supremo para ella: por el honor. « Reconozco -así escribe- que en todo el tiempo de mi vida jamás me he sentido tan acongojada. Cuando tuve que reivindicar todas mis tierras, me sostenía la idea de mi derecho y el apoyo de Dios. Pero en el caso presente, en el cual no sólo el derecho no está de mi parte, sino que la obligación, la justicia y la equidad luchan contra mí, no me queda ninguna paz, sino más bien inquietud y reproches de un corazón que jamás estuvo acostumbrado a engañar a nadie, ni a sí mismo, o hacer pasar la doblez como sinceridad. La fidelidad y la buena fe están perdidas para siempre, aunque son la mayor joya y la verdadera fortaleza de un monarca frente a los otros.» Pero Federico el Grande tiene una conciencia robusta y se mofa desde Berlín: «La emperatriz Catalina y yo somos un par de viejos bergantes; pero ¿cómo se las compone con su confesor la vieja beata?».

Estanislao II, ultimo rey de Polonia. amante de la zarina catalina de Rusia por la cual obtuvo la corona, sus reformas y debilidad como monarca llevaron a la guerra civil que termino con la desmembración del reino polaco.
Insiste el rey de Prusia, y José II amenaza, jurando siempre que es inevitable la guerra si Austria no se une a los otros dos. Finalmente, en medio de lágrimas, lastimada su conciencia y dolorida el alma, María Teresa accede: «No soy lo bastante fuerte para regir sola los asuntos; por consiguiente, les dejo, no sin la mayor aflicción, que sigan el camino por ellos trazado», y firma con la reserva de que lo hace «porque me lo aconsejan todos los hombres prudentes y experimentados».

Pero en lo más íntimo de su corazón se reconoce como cómplice y tiembla ante el día en que el tratado secreto y sus consecuencias sean revelados al mundo. ¿Qué dirá Francia, tradicionalmente un amigo y aliado de Polonia? ¿Soportará con indiferencia este bandidesco ataque por sorpresa a Polonia, en consideración a su alianza con Austria, o combatirá unas pretensiones que la propia emperatriz no tiene por legítimas? ¿Soportara la alianza franco-austriaca la tensión? ¿Quién iba a suavizar esta crisis familiar? Con su propia mano ha tachado María Teresa en el decreto de ocupación la palabra «legítima». Todo depende únicamente de la actitud cordial o fría de Luis XV Entonces, en medio de estas preocupaciones, en este ardiente conflicto de conciencia, se presenta la alarmante carta de Mercy diciendo que el rey está enojado con María Antonieta, que le ha manifestado abiertamente al embajador su disgusto, y eso precisamente cuando en Viena están engañando al ingenuo embajador, al príncipe de Rohan, el cual, en medio de sus diversiones y cacerías, no ve nada de la cuestión polaca.

Porque María Antonieta no quiere hablar con la Du Barry puede originarse, del reparto de Polonia, un mal asunto de Estado, y por último quizás una guerra... María Teresa se espanta. Una escueta misiva es enviada a María Antonieta a fin de que logre ganarse el afecto del rey y lo envuelva en una cortina de humo sobre la cuestión polaca. Pero al día siguiente la delfina revelaría al conde Mercy: ¿Qué pasaría si hubiera una ruptura entre nuestras dos familias? ¿Sería austriaca o seria delfina de Francia?

Los oponentes de la delfina aprovecharon el asunto de Polonia para atacarla, especialmente el duque de Aiguillon, su funesto enemigo y aliado de la Du Barry: “ver lo que la fe puede añadir a Francia a la amistad con la casa de Austria, y de lo que debemos esperar de esta casa, un aliado del rey por medio de un matrimonio, que, cuando quiere aumentar sus posesiones a expensas de Prusia, Francia se levanta contra él; pero cuando quiere aumentar su área a expensas de Polonia, se aproxima a Prusia, el enemigo del rey!” pero el ministro acaba por lamentarse “la alianza austriaca está en el corazón mi amo”, Nada serviría para romperla. Como Luis XV declaro: “he hecho esa alianza y continuara siempre y cuando la emperatriz viva y el emperador también… no quiero una guerra”.

El pastel de lo reyes, obra alegórica francesa respecto al reparto de Polonia a espaldas de Francia.
Finalmente los consejos de su madre lograron que María Antonieta le dirigiera la palabra a madame Du Barry con esta frase –hoy hay mucha gente en Versalles-.Pero estas seis palabras llevan en sí un más profundo sentido. Con estas seis palabras se le ha puesto el sello a un gran crimen político; con ellas se ha comprado el tácito consentimiento de Francia al reparto de Polonia. Gracias a estas seis palabras no sólo la Du Barry, sino también Federico el Grande y Catalina de Rusia, han afirmado su voluntad. La humillada no es sólo María Antonieta: todo un país lo es también.

No hay comentarios:

Publicar un comentario