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| La habitación donde María Antonieta no cenó, el Salón del “Gran Couvert”, ha sido restaurado a su antiguo esplendor, como parte de una remodelación en curso de todo el palacio. |
La mesa estaba puesta frente a la chimenea. Dándole la espalda, uno al lado del otro, los soberanos estaban sentados en sillones de respaldo alto, la reina de pie a la izquierda del rey. Detrás o a los lados, los guardias y todos los que oficiaban, y al frente, a varios metros de distancia, una fila de sillas plegables dispuestas en círculo en las que se sentaban las damas tituladas que tenían el privilegio de poder sentarse en presencia de los soberanos. Detrás de ellos, de pie, los demás cortesanos, algunos de los cuales se colocaron de tal manera que pudieran captar la atención de los soberanos.
También estaba permitido caminar por la habitación, observar la decoración y los espejos. Era como caminar en un museo, aunque en verdad nunca se podía llegar a la mesa donde la Realeza se encontraba. Entre el público y la mesa Real había una fila de guardias Suizos. También había guardias en la entrada principal asegurándose que aquellos que asistieran al evento estén vestidos de manera apropiada. Así que si no te vestías bien, no tenías permitido ver a tus soberanos comer!.
A la multitud de cortesanos, que podría ser significativa, hay que añadir los visitantes, en particular los parisinos que venían a ver el castillo y la familia real los domingos. La visita es descrita no sin humor por Louis-Sébastien Mercier: “Al aire libre, el parisino comenta que el rey ha comido con buen apetito, que la reina sólo ha bebido un vaso de agua. Esto permitirá el mantenimiento durante quince días". El deambular de estos visitantes ocasionales no está claramente establecido y no se sabe si continuaron su camino por las demás habitaciones del apartamento hasta el Salón de los Espejos o si salieron dando la vuelta, lo que fue para acentuar la confusión que podría reinar.
El boato de la Corte se desplegaba en todo su esplendor durante estas comidas públicas servidas en vajillas de oro o vermeil. Hay que imaginar el ballet de los oficiales de boca del rey y los de la reina tomando los platos de manos de quienes los traían de las cocinas y presentándolos a sus respectivos soberanos bajo la atenta mirada del mayordomo, el movimiento de la multitud, el rey o la reina hablando a los que se encontraban cerca de ellos, la actitud de los cortesanos esperando ser advertidos e interrogados para poder distinguirse con una respuesta adecuada, lo que provocó un movimiento porque el cortesano permitido acercarse y luego regresar a su rango cuando el intercambio había terminado.
Madame Delors relata: "El salón de la gran couvert era parte de la gran casa de la reina. el rey y la reina se sentaron en el sillón, frente a la audiencia. duquesas tenia el privilegio de sentarse en una fila de taburetes dispuestos en un semicírculo a unos metros delante de la mesa. mas lejos se encontraba el resto de cortesanos y el publico. cualquier persona decentemente vestida podía ingresar al palacio".
El Rey comía con voraz apetito, pero la Reina ni se sacaba los guantes ni desdoblaba su servilleta, el ejercicio no tan evidente de comer en público y sentirse escrutada resultó insoportable para María Antonieta, que no tocó prácticamente ningún plato y, según varios testimonios, no hizo ningún esfuerzo por disimular su impaciencia por poder salir de la sala y unirse a la círculo de sus amigos cercanos con quienes compartió la comida que relamente tomó. Esta actitud fue interpretada como una marca de desprecio hacia esa reunión. La Reina, sin darse cuenta, reforzaba su imagen de mujer altanera y distante. El conde Mercy escribió: "Ella no habla lo suficiente a la gente importante y nunca dice una palabra a los extraños. finalmente, su alteza real rara vez habla en los momentos en que seria halagador que lo hiciera, por ejemplo en sus comidas, cuando siempre hay una gran multitud a su alrededor".



Luis XVI,luego de comer en público,se escabullía por un pasillo secreto que él tenía para su uso personal. Ese pasillo todavía se ve en el palacio de Versalles. Gracias
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