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domingo, 7 de julio de 2019

LA VISITA DE LA REINA VICTORIA AL TRIANON DE MARIE ANTOINETTE (1855)

QUEEN VICTORIA'S VISIT TO MARIE ANTOINETTE'S TRIANON (1855)
 Este pequeño cuadro de Karl Girardet es el primer boceto de una acuarela encargada por la reina Victoria en 1855 y que aún se encuentra en las colecciones reales británicas. Conmemora la visita de la reina y el príncipe Alberto, acompañados por la pareja imperial, a Trianon el martes 21 de agosto de 1855 durante la estancia del soberano británico en París.Los dos soberanos pueden identificarse claramente en un carruaje abierto que está parado frente a la casa de María Antonieta, mientras que el Emperador y el Príncipe Consorte están a caballo a ambos lados. La escolta está compuesta por Cent-Gardes y postiles de la Casa del Emperador en uniforme de gala. Debajo de la galería que une la Casa de la Reina con la Casa de Billar, se encuentra la banda de los Guías de la Guardia Imperial que tocaron durante el almuerzo que tomaron las dos parejas.
La reconciliación con Gran Bretaña fue la obsesión de Napoleón III. En su primer viaje a Francia, reservo a la reina Victoria la pompa y la ceremonia que Versalles no había conocido desde la monarquía. Del 17 al 28 de agosto de 1855, la reina victoria estaba en una visita de estado a Francia. Quería devolver la visita que Napoleón III le había hecho en Londres en abril. El emperador era un anglófilo. Había pasado muchos años en Inglaterra y deseaba una reconciliación profunda y duradera con Gran Bretaña a pesar de haber vencido a su tío Napoleón I.
 
QUEEN VICTORIA'S VISIT TO MARIE ANTOINETTE'S TRIANON (1855)
Reina Victoria y el Príncipe Alberto - Grabado Antiguo de 1855
El 18 de agosto, día de Santa Elena, observo el conde Viel Castel, la reina Victoria y el príncipe Alberto zarparon hacia Boulogne, con el príncipe de Gales y la princesa real, fueron recibidos por e el emperador que cabalgo con ellos a la estación donde abordaron un tren para parís, llegando cuando ya casi había oscurecido. El partido real fue conducido a lo largo de los bulevares y los campo Elíseos, cruzando el Bois Boulogne. Hasta el precioso castillo de Saint-Cloud. Las tropas se alinearon en toda la ruta. Una multitud de 800.000 hombres, algunos de pie en los tejados, los vitorearon al atardecer, agitando pancartas con saludos en inglés. “nada, ninguna descripción, puede darte una idea de cómo ha lucido parís durante la última semana –escribió después Viel Castel- las calles y los bulevares eran un bosque de estandartes con arcos triunfales en todas partes, todos con las armas o los monogramas de los soberanos británicos y franceses”. 

QUEEN VICTORIA'S VISIT TO MARIE ANTOINETTE'S TRIANON (1855)
La reina Victoria en París, 1855: Acuarelas de la Colección Real. La visita histórica de 10 días fue por invitación del emperador Napoleón III y su esposa Eugenia.
La reina se mostró muy entusiasmada por la belleza de la capital francesa, y quedó igualmente impresionada por el esplendor de la Corte Imperial.: “estoy encantada, divertida e interesada - escribió Victoria en su diario- el emperador ha hecho maravillas por parís”. Con Alberto, ella inspecciono y admiro una exposición internacional de exhibiciones de todos los países europeos y americanos, incluso de Rusia a pesar de la guerra. Había bailes brillantes en las Tullerias y el hotel de Ville, y una visita a la Conciergerie donde el emperador había estado encarcelado. Hubo una tarde en que, a la luz de las antorchas durante una tormenta, la familia real vio la tumba de Napoleón I en Les Invalides. Cuando ella y Alberto fueron a la ópera, la salir el público canto “Dios salve a la reina”.

El clímax fue un baile en la galería de los espejos en Versalles, que no había visto tal esplendor desde 1789, comprensiblemente, ya que Eugenia había elegido una impresión del siglo XVIII para su inspiración, “une fete sous Louis quinze”. A las diez en punto, los jardines se iluminaron repentinamente con cohetes y velas chinas, luego “un millón de fuegos artificiales” pintando el castillo Windsor en el cielo nocturno, después de los cual Napoleón y Victoria, Alberto y Eugenia, abrieron el baile. 

QUEEN VICTORIA'S VISIT TO MARIE ANTOINETTE'S TRIANON (1855)
Cena ofrecida por el emperador Napoleón III a la reina Victoria en la salle de l'Opéra
Pasaron los nueve días, cada vez más amablemente, el emperador y el príncipe Alberto incluso cantaron dúos en alemán. “su alemán es perfecto”, comento la reina Victoria con aprobación. La amistad entre Eugenia y la reina se hizo aún más fuerte. Ella confeso a Victoria que estaba embarazada y que, a pesar de dos abortos involuntarios anteriores, esperaba tener un hijo. La reina estaba llena de simpatía y consejos útiles.

El emperador llevo a la familia real a su yate en su barcaza cuando partieron de Boulogne el 27 de agosto. La visita de Victoria no había sido menos deslumbrante que la suya propia en Inglaterra. “durante toda su estancia, las celebraciones han sido magnificas” –admitió Viel Castel. 
 
QUEEN VICTORIA'S VISIT TO MARIE ANTOINETTE'S TRIANON (1855)
La reina Victoria visitó la tumba de Napoleón en la Iglesia de los Inválidos durante su visita de estado a París. El ataúd estaba en la pequeña capilla de San Juan en la iglesia. La reina anotó en su diario: 'Me paré en el brazo de Napoleón III, ante el ataúd de su tío, nuestro enemigo más amargo. ¡Yo, la nieta de ese rey, que más odiaba a Napoleón ... y este mismo sobrino, que ahora lleva su nombre  mi aliado más cercano y querido!
El emperador, dijo el general Fleury, quedo profundamente impresionado por el conocimiento de la reina de la política de toda Europa y por la parte obviamente muy activa que asumió en la política exterior del gobierno británico. La amistad entre Eugenia y Victoria fue duradera. Cuando la pareja imperial paso cuatro días en Osborne en agosto de 1857, Victoria le dijo a Lord Clarendon que le hubiera gustado que se quedaran mucho más tiempo, ya que sentía que “ninguno de los miembros de la realeza en la sociedad eran verdaderamente amigos como ellos”.

Irónicamente, solo unos pocos años antes, los consejeros de la reina le habían estado diciendo que la emperatriz era una “aventurera española”, pero durante las visitas de estado las dos mujeres habían encontrado una cantidad sorprendente de cosas en común. Se encontrarían de nuevo solo ocasionalmente y muy brevemente hasta 1870. Sin embargo, permanecieron amigas genuinamente devotas por el resto de sus vidas.

QUEEN VICTORIA'S VISIT TO MARIE ANTOINETTE'S TRIANON (1855)
No hay duda de que es un hombre extraordinario, con grandes cualidades, casi podría decir que es un hombre misterioso. Evidentemente, posee indomable coraje, firmeza inquebrantable de propósitos, confianza en sí mismo, perseverancia y gran secreto; a esto se debe agregar, una gran confianza en lo que él llama su Estrella, y una creencia en presagios e incidentes relacionados con su destino futuro, que es casi romántico, y al mismo tiempo está dotado de un maravilloso autocontrol excelente, La calma, incluso la gentileza, y con un poder de fascinación, cuyo efecto sobre todos aquellos que se han familiarizado más íntimamente con él se siente de la manera más sensata.

domingo, 17 de marzo de 2019

LA ESTATUA DEL REY FRANCÉS LOUIS XVI EN ESTADOS UNIDOS

LA STATUE DU ROI DES FRANÇAIS LOUIS XVI AUX ETATS-UNIS

La influencia de Francia en la ciudad de Louisville y su región en los estados unidos es muy importante. George Rogers Clark fundo Louisville en 1778. La ciudad fue nombrada en honor al rey Luis XVI de Francia. Fue en honor al rey debido a su apoyo a los colonos durante la revolución americana, enviando tropas francesas para luchar contra el ejército británico. Incluso antes de la aparición de Louisville, el lugar albergaba un puesto francés llamado La Belle.

Louisville fue el comienzo casi totalmente colonizado por inmigrantes franceses de la región de Renania. Los franceses llegaron por primera vez a estados unidos en tres fases. El primer grupo, que costo de 15.000 franceses, se mantuvo en las costas del océano talantico. Los primeros colonos llegaron a Louisville en la segunda o tercera generación nacidos Hugonotes en américa del norte. La primera ola llegó en 1685 a raíz de la revocación del edicto de Nantes. La segunda ola se llevó a cabo durante el periodo de la revolución americana, pero la mayoría de ellos volvió a Francia después de la guerra.

LA STATUE DU ROI DES FRANÇAIS LOUIS XVI AUX ETATS-UNIS

La tercera ola se llevó a cabo durante la revolución francesa en 1793. La ola fue compuesta especialmente por nobles y religiosos. La mayoría de estos grupos se establecieron en Louisville en las caídas del rio Ohio y la isla de Shippingport.

En 1829, Joseph Achille-Valois esculpió la estatua del rey Luis XVI, que fue encargado por Marie Theresa Charlotte (la única hija del rey sobreviviente después de la revolución francesa). La estatua de 12 metros de altura y nueve toneladas de peso se encontraba en Montpellier hasta la segunda revolución. La estatua fue almacenada en una base militar para protegerlo.
 
LA STATUE DU ROI DES FRANÇAIS LOUIS XVI AUX ETATS-UNIS

Luego de un tiempo la estatua fue enviada a la universidad de Montpellier, y entonces se quedó en el sótano de almacenamiento de los archivos municipales hasta 1966. El alcalde de Montpellier, Francois Delmas, presento la estatua a Louisville el 17 de julio de 1967 como regalo oficialmente al alcalde de Louisville, Kenneth Schmied, como presente de una ciudad hermana a otra. Estaba en malas condiciones y fue reparada de un brazo que tenía dañado. La estatua está situada al sureste de la esquina de la calle de Louisville en metro Hall.
 
THE STATUE OF THE FRENCH KING LOUIS XVI IN THE UNITED STATES

viernes, 18 de enero de 2019

DIBUJOS ATRIBUIDOS A MARIE ANTOINETTE

Ángel cabeza atribuye a María Antonieta -
Akademie de Artes Plásticas, Kupferstichkabinett, Viena.
En el inventario de la Kupferstichkabinett, la atribución de la cabeza de este ángel a maris Antonieta es seguido por un signo de interrogación. Si este fue hecho realmente por ella, podía ser fechado entre 1769 y 1770, siendo aun archiduquesa austriaca, aun de quince años, cuando fue enviada a Francia.

Paisaje con mesón, acuarela en el pergamino. Regalo de María Antonieta a su antiguo palacio de la señora Teresa condesa von Schönborn
Sabemos de varias fuentes que la reina no tenía cualidades pictóricas especiales. Madame campan escribe en sus memorias:

“Un día, a la reina se le habló de un dibujo hecho por ella y presentado por la emperatriz al señor Gerard, el primer comisionado de asuntos exteriores, cuando había llegado a Viena para elaborar los artículos de su contrato matrimonial. –“Me sonrojaría”, me contestó, si me presentaran esta prueba de las características de mi educación; No creo que una vez haya puesto el lápiz sobre este dibujo”.

Madame Campan no describe el diseño mencionado, pero la respuesta de la reina nos da una idea acerca de sus cualidades pictóricas que no debieron ser sobresalientes. El marqués de Paroy relata en sus memorias un paisaje diseñado por la reina, manteniendo un silencio elocuente sobre el valor dela obra que él había tocado.

retrato a lápiz del emperador Francisco I, realizado por la
hija de María Antonieta cuando era una niña, probablemente
tomando como modelo un retrato de su padre ya existente.
En Viena, María Antonieta había recibido con su hermana María Carolina, clases de dibujo de Gabrielle Bertrand, un joven pintor de Lorena, que fue llamado a Viena para impartir lecciones de dibujo a las archiduquesas, aunque los registros imperiales lo mencionan en el servicio dela corte ya en 1764. Antes de esta fecha era la condesa Judith Von Brandis quien eras la encargada de dedicarse a impartir clases artísticas a las dos princesas.

El artista ejecuto varios retratos de la familia imperial, pero su mal habito de no firmar a si mismo, muchas de sus obras fueron atribuidas a otros artistas. Incluso hoy en día, algunos retratos, en particular una serie de seis retratos de las archiduquesas, van al fondo de la palabra “maître des des portrait archiduchesses” (maestro, retrato de las archiduquesas). 

Acuarela donada por María Antonieta en su primera femme de chambre, señora Durieux
El vivió en la sombra del pintor oficial de María Teresa, Martin Van Maytens, Bertrand es ahora casi desconocido. Puede, por lo tanto, fácilmente suponer que la cabeza del ángel no es más que la mano de Bertrand y no la de María Antonieta.

Curiosamente, en julio de 1770, María Antonieta, entonces delfina de Francia fue elegida miembro en la academia de diseño de Florencia, al igual que su hermana mayor, la archiduquesa Ana. Obviamente era un título puramente honorifico por su valor, mientras en Florencia reinaba el gran duque de Toscana, Leopoldo, hermano de María Antonieta. Sin embargo, esto muestra que, para recibir esta carga, algunos de los diseños de María Antonieta tuvieron que ser enviados a Florencia.
Acuarela realizada por María Antonieta 15 de de marzo de, 1770 y dado a una de sus damas de Austria, la condesa de Wallis.

domingo, 2 de septiembre de 2018

LA PRINCESA Y LA BURGUÉS (MADAME JULIETTE RECAMIER)

Madame Royale.
En ocasiones, al público se le permitió circular alrededor de la mesa real. Los ojos de los espectadores que llagaron a admirar la magnificencia de Versalles y la propia atención de la familia real fueron, en ese día, atraídos por la belleza de una niña que estaba a la vanguardia de los curiosos. La reina comento que parecía tener la edad de Madame Royale, y envió a una de sus damas a pedirle a la madre de esta encantadora niña que la dejara ir a los apartamentos donde se retiraba la familia real.

Inmediatamente la pequeña Juliette Bernard, que un día pasaría a la historia como madame Recamier, fue llevada a los apartamentos privados. Allí, Juliette fue medida con madame Royale y encontraron que en altura era un poco más grande, tenía entonces once o doce años. Madame Royale ese día hizo pucheros al sentirse indignada por haber sido confrontada con una chica de clase media.

Retrato de la pequeña Juliette Récamier by
Jacques-Louis David
Madame Recamier más tarde se convirtió en la anfitriona del famoso salón donde se encontraba la sociedad elite. La extraordinaria belleza y el encanto de Juliette ganaron una gran multitud de admiradores. La dama refinada fue una de las primeras en adoptar el “sabor griego” en la ropa –vestidos de muselina traslucida simples- y desempeño un papel importante en la difusión del gusto por la antigüedad, entonces conocido como imperio. Amiga de madame Stael y luego de Chateaubriand, fue una figura calve en la oposición al régimen de Napoleón.

Para citar a Amelia Gere Mason en “las mujeres de los salones franceses”: “madame Recamier representa mejor que cualquier mujer de su tiempo los talentos peculiares que distinguen a los líderes de algunos de los salones más famosos. Tenía tacto, gracia, inteligencia, aprecio y el don de inspirar a los demás. Los hombres y mujeres más inteligentes de la época se encontrarían en su salón. Se encontró allí el genio, la belleza, el espíritu, la elegancia, la cortesía y la brillante conversación que es la herencia gala”

Retrato de Madame Récamier por Jacques-Louis David (1800, Louvre )
Madame Recamier alimentaria bien a sus invitados, luego presidiría la discusión mientras estaba recostada en un sofá, generalmente envuelta en un chal amarillo. En su juventud durante el reinado de Napoleón, se hizo famosa por el “baile de chal” que realizaría con el pelo suelto y tenía muchos admiradores. Muchos nobles y príncipes intentarían seducirla pero sin éxito; ella permaneció fiel a su esposo.

Cuando era muy joven, la habían dado en matrimonio a un hombre rico tres veces mayor que ella. El matrimonio fue más una adopción que un verdadero matrimonio y probablemente fue una unión solo de nombre. Una vez, cuando un príncipe prusiano pidió su mano en matrimonio, Juliette pensó en buscar una anulación, pero Monsieur Recamier le suplico que no lo abandonara. Ella se quedó con él hasta su muerte, incluso después de que perdió toda su fortuna y Juliette tuvo que cambiar su elegante casa por una habitación en un antiguo monasterio. Sin embargo, tal era la leyenda de su salón, que los famosos autores y artistas seguían reuniéndose en su vivienda. Uno de los más prestigiosos fue el gran Chateaubriand.

Todas las opiniones políticas y todos los orígenes coexisten allí. Es necesario que la anfitriona despliegue todos sus talentos frente a la cada vez mayor cantidad de salones que se dan cita en la buena sociedad parisina. Juliette sabe cómo desarrollar más que cualquier otro de sus rivales su arte de la seducción para unir a sus invitados. Lecturas, conciertos y recitales están organizados, todos los cuales son oportunidades para atraer a los recién llegados.
El vizconde Chateaubriand fue el padre del romanticismo francés, ya que en sus escritos están las fascinaciones con la muerte, el misticismo, el amor no correspondido y la inconformidad que llegaron a caracterizar el movimiento romántico. También tuvo una carrera como político y diplomático, además de amante. Había sido un poco libre pensador, experimento una conversión religiosa dramática debido a la muerte de la mayor parte de su familia a manos de la revolución.

François-René, vicomte de Chateaubriand (1768-1848)
En sus memorias describe su primera entrevista con madame Recamier: “de repente, madame Recamier entro con un vestido blanco. Ella se sentó en el centro de un sofá de seda azul; madame Stael permaneció de pie y continúo su conversación, de una manera muy animada y hablando con bastante elocuencia; apenas respondí, mis ojos se fijaron en madame Recamier. Me pregunte si estaba viendo una imagen de ingenuidad o voluptuosidad. Nunca había imaginado nada para igualarla y estaba más desaminado que nunca; mi admiración despierta se convirtió en enojo conmigo mismo. Creo que le suplique al cielo que envejeciera a este ángel, que redujera su divinidad un poco, que pusiera menos distancia entre nosotros. Me dote de todas las perfecciones para complacerla; cuando pensé en madame Recamier disminuí sus encantos para acercarla más a mí: estaba claro que amaba la realidad más que el sueño”.

Madame Juliette Recamier Rodeada de figuras literarias y políticas: Charles Rodier, Chateaubriand, Sophie Gay, Benjamin Constant, Madame Ancelot, Madame de Stael, Ampere.
Muchos años y muchas mujeres más tarde, se encontró con Juliette nuevamente. Como Chateaubriand luego recordó: “alce los ojos y vi a mi ángel guardián en mi mano derecha”. Fue el comienzo de una amistad de por vida. Algunos han dicho que Juliette era la amante de Chateaubriand, pero no hay evidencia de que el romance haya sido consumado alguna vez. Nunca vivieron juntos y conservaron establecimientos separados.

Retrato de Juliette Récamier sentada, por el barón Gérard (1802).
Para él, ella fue la musa que lo inspiro. Cuando ambos era muy viejos y sus dos conyugues habían fallecido, Chateaubriand en su enfermedad avanzada todavía visitaría a Juliette, que estaba ciega. Víctor Hugo fue testigo de una de sus reuniones finales:

“El señor Chateaubriand, a comienzos de 1847, era un paralítico; madame Recamier estaba ciega. Todos los días a las 3 en punto, Chateaubriand fue llevado a casa de madame Recamier. Fue conmovedor y triste. La mujer que ya no podía ver extendió sus manos a tientas hacia el hombre que ya no podía sentir; sus manos se encontraron. ¡Alabado sea dios! La vida estaba muriendo, pero el amor aún vivía”.

“Ella fue la fuente oculta de mis afectos. Mis recuerdos de varias edades, tanto los de mis sueños como los de mis realidades, se han moldeado, mezclado en un conjunto de alegrías y dulces sufrimientos de los que se ha convertido en la encarnación visible. Ella gobierna mis sentimientos, de la misma manera que el Cielo ha traído la felicidad, el orden y la paz a mis deberes” - Francois Chateabriand.
Madame Recamier murió en 1849, llevándose consigo los últimos recuerdos de una era de revolución y agitación social, pero dejando atrás una leyenda de belleza que adornaba la época tumultuosa.

domingo, 6 de mayo de 2018

LA EMPERATRIZ EUGENIA MONTIJO Y SU FASCINACIÓN POR MARIE ANTOINETTE

 
En Winterhalter pinto a la emperatriz en un jardín de Versalles, con un vestido del silgo XVIII de tafetán dorado pálido y pelo empolvado. Si muchos hubieran visto a Eugenia vestida así, bien podría haber pensado que estaba viendo un fantasma. La princesa Mathilde le dijo a los hermanos Goncourt que era ridículo que la emperatriz se comparara con la reina, aunque las dos mujeres tenían mucho en común. Ambas eran rechazadas por extranjeras, eran criticadas por sus ropas, joyas y fiestas, amabas estaban en tronos inseguros y tenían un niño vulnerable.

Cuando napoleón III le pidió a Eugenia que se casara con él, le advirtió acerca de los peligros y le recordó el destino de María Antonieta, lo que atemorizo incluso a doña María Manuela. Aunque hasta el momento ha sabido mantener el tipo, Eugenia sabe que lo peor está por llegar y que tendrá muchos enemigos. El día anterior a su boda, le escribe a Paca su carta más sincera en que le confiesa sus temores: «En vísperas de ascender a uno de los mayores tronos de Europa, no puedo remediar cierto pavor: la responsabilidad es inmensa, me atribuirán a menudo tanto el bien como el mal. Nunca he tenido ambición, sin embargo mi destino me ha llevado a lo alto de una cuesta de la que uno puede caer al menor soplo de aire, pero no he subido desde tan bajo como para sentir vértigo. Dos cosas me protegerán, así lo espero, la fe que tengo en Dios y el inmenso deseo que tengo de ayudar a las clases más desfavorecidas». Eugenia siente que ha sido elegida por el destino para cumplir un papel en la historia pero el precio que tiene que pagar es muy alto: «.. Pronto estaré sola aquí, sin amigos; todos los destinos tienen su cara triste: por ejemplo, yo, que enloquecía ante la mera idea de libertad, encadeno mi vida: nunca sola, nunca libre, toda una etiqueta de corte de la que seré la principal víctima, pero mi creencia en el fatalismo es cada vez más arraigada».
  

En realidad nadie la conoce pero ya la juzgan sin piedad al igual que hicieron con Josefina y la desdichada María Antonieta. La española es demasiado hermosa, ambiciosa, orgullosa… en verdad no está enamorada del emperador, sólo desea su fortuna y las joyas de la Corona… ha tenido una lista interminable de amantes en España y seguramente la boda se ha adelantado porque ya está embarazada… Algunas de estas perlas se escuchan en las reuniones sociales que tienen lugar en el palacio de la princesa Matilde. Lejos de acallarlas, la prima despechada no duda en calumniar al nuevo miembro de la familia y en destacar lo mucho que le gustan las joyas: «He notado en las Tullerías cómo miraba con avidez los tesoros de la Corona, acariciaba las perlas y se las pasaba por las mejillas». Como en tiempos pasados, la maquinaria de insultos y calumnias se ha puesto en marcha. Una dama de la alta sociedad que frecuenta los mejores salones reconoce con tristeza: «Es una pena ver a nuestro país caer tan bajo; los panfletos y las calumnias llueven en todos los salones. Han arrastrado tanto a esta pobre emperatriz que, aunque sea por caridad cristiana, uno se vería obligado a defenderla». La propia Eugenia, ya en su madurez, a la hora de hacer balance de aquella época de su vida, diría con enorme pesar: «Mi leyenda está hecha; al principio de mi reinado, era ya la mujer frívola, que sólo se preocupaba de ir a la moda. ¿Cómo corregir una leyenda?»


Durante la luna de miel, la emperatriz visito el Petit Trianon, donde la reina había jugado a ser lechera, y más tarde instalo una copia de la lechería en una pequeña casa de Campo cerca de Saint-Cloud. En los años futuros, ella alentaría la restauración del Trianon, visitándolo regularmente, como si esperara estar en comunión con el espíritu de su predecesor. A veces, el gran anticuario, el conde Nieuwerkerker, explicaba con conocimiento de la causa como se veía el pequeño palacio en los días de María Antonieta, y la emperatriz escuchaba con gran atención.

Ya el 9 de mayo de 1853, cuando Eugenia estaba embarazada por primera vez, escribió a Paca: “estoy pensando con terror en el pobre delfín Luis XVII, en Carlos I, en María Estuardo y en María Antonieta. ¿Cuál será el destino de mi pobre hijo? Preferiría mil veces que mi hijo tuviera una corona menos brillante pero más segura”. En sus lejanos y pocos frecuentes estados de depresión, Eugenia comenzó a temer cada vez más que su marido seria derrocado como Luis XVI, y que ella también moriría de una manera aterradora. Sobre todo, ella estaba preocupada por el príncipe imperial ¿terminaría tan horriblemente como el pequeño delfín en el temple, sesenta y tres años antes?. Eugenia sufre una verdadera tortura, el parto se complica y hay que recurrir al uso de fórceps para salvar su vida y la de su hijo. Finalmente en la madrugada del 16 de marzo, y prácticamente inconsciente, trae al mundo al príncipe imperial, un bebé rubio de cabellos dorados como los de ella. El recién nacido tiene una herida en la frente debido al uso del instrumental quirúrgico. Un mal presagio para su madre, que más tarde dirá: «Su sangre se derramó llegando al mundo».


Viel Castel había notado la obvia emoción de la emperatriz cuando poco después de su matrimonio fue a la conciergerie para ver la celda donde María Antonieta había sido encarcelada durante su juicio, y desde donde la llevaron a ser guillotinada. También visito los archivos nacionales para leer la carta escrita por la reina la noche antes de su ejecución. Una noche regreso inesperadamente a los archivos, pidiéndole al encargado que le mostrara la última carta de la reina otra vez, mientras que ella eligió el jueves santo de 1860 para volver a visitar la celda en la Conciergerie.

El barón Hubner pensó que su obsesión lindaba con lo mórbido. Permaneciendo en Saint-Cloud en abril de 1855 donde se le mostraron los apartamentos privados de la pareja imperial y observo: “el culto casi supersticioso de la emperatriz para la reina María Antonieta se puede ver en sus propias habitaciones (estas fueron las habitaciones que una vez fueron ocupadas por María Antonieta): en el dormitorio que compartió con el emperador, solo una imagen cuelga de las paredes. Es una vieja impresión que representa a la desafortunada consorte de Luis XVI. Claramente, “doña Eugenia” está convencida de que va a morir en el andamio. Ella me ha dicho más de una vez, y cuando sonreí se puso roja. Ella menciono como prueba absoluta de que un destino trágico la aguardaba, como al preparar su ajuar para su matrimonio le habían ofrecido un velo de encaje que la reina había usado. Fue realmente más tentador, pero la señorita Montijo simplemente no tenía suficiente dinero para comprarlo. Por lo tanto, estaba abrumada, tanto eufórica como deprimida, al abrir sus regalos de bodas que encontró sentados encima de ellos el mismo velo, el mismo que había pertenecido a María Antonieta”.
  

Comprensiblemente, el nacimiento del príncipe imperial hizo que la emperatriz pensara aún más en la reina María Antonieta y el delfín. En Londres, The Times reflexiono que desde Luis XIV ningún monarca francés había sido sucedido por su hijo, aunque casi ninguno de ellos había tenido hijos, y profetizo sombríamente: “Napoleón nacido el domingo pasada por la mañana puede ser coronado como el ultimo de su línea; o puede agregar uno Más a los pretendientes de Francia”. Durante las semanas que siguieron al plan de Orsini, Cowley informo que “la pobre emperatriz esa atormentada hasta la muerte por cartas anónimas que le dicen que el pequeño príncipe será llevado y que el niño nunca se perderá de vista de la casa”.

Eugenia compro todo lo que pudo haber pertenecido a la reina mártir, o podía haber pertenecido, como si fuera una reliquia sagrada. Horace de Viel Castel le regalo un anillo usado por Luis XVI, junto con un boceto de Gravelot para la invitación al baile para la boda de María Antonieta. Eventualmente, su colección incluyo muebles, joyas, pinturas, tapices, bronces, porcelanas y letras, y libros cuyas encuadernaciones llevaban el escudo de armas de María Antonieta, particularmente libros de oraciones. Entre los artículos más apreciados se encuentra la mandolina de marfil y ébano de la reina, su cofre de joyas decorado en Sevres y algunas sillas exquisitas de Demay con el monograma “MA”, además de varios bustos de la reina francesa.


Los rumores de su culto circularon ampliamente, revelando lo asustada que estaba de una revolución y deleitando a los oponentes, republicanos o realistas del régimen. En el baile de disfraces para el carnaval de 1866, el 8 de febrero, recibió a los invitados en un vestido de terciopelo carmesí y un toque de juego con plumas rojas y blancas, modelado según lo que la reina había usado en el retrato de madame Vigee-Lebrun. Un hombre enmascarado se movió furtivamente ente la multitud, para sisear al oído: “algún día vas a morir como ella, y tu hijo va a morir en el temple como el delfín”. Prosper Merimee, muy cercano de la emperatriz, escribe a la madre de Eugenia: “me viene a la mente que el traje de María Antonieta en un baile de máscaras no produjo un buen efecto. Al principio la memoria no es muy alegre para ser representada en una fiesta; en segundo lugar, no hay nada en común, gracias a dios, entre María Antonieta y su majestad. La emperatriz tiene ingenio, buen sentido y firmeza, tres cualidades que le faltaron a la pobre reina”.

La alteración en su imagen pública no era diferente a la experimentada por María Antonieta. Ya en 1862 Viel Castel se dio cuenta de que el parecido con la reina se estaba utilizando para dañar la reputación de la emperatriz durante el repentino reemplazo del señor Thouvenel como ministro de asuntos exteriores por el pro-austriaco Drouyn de Lhuys. Eugenia fue culpada por los amigos enfurecidos de Thouvenel: “desde hace algunos días, la emperatriz infeliz ha sido considerada capaz de casi cualquier crimen, incluso se dice que espera la muerte de su marido para poder convertirse en regente”.

La emperatriz Eugenia retratada como Marie Antoinette. by Franz Xaver Winterhalter

Así como la reina había sido acusada de conspirar contra la revolución, la emperatriz fue culpada de todas las políticas más impopulares del segundo imperio tanto en casa como en el extranjero. Filon escucho que se suponía que debía tener su propio partido político, pero nunca se vio rastro de uno durante sus tres años en la corte. Lo que esta fuera de discusión es que la hostilidad hacia Eugenia notada por Viel Castel se hacía Cada vez más fuerte. Hubo rumores de que ella era responsable de la falta de salud del emperador, incluso la pedida de Francia como potencia mundial después de la victoria de Prusia en Koniggratz.

“es realmente extraordinario lo mucho que nuestra emperatriz se parece a la pobre María Antonieta”, escribió Filon, aunque no acrítica, dos años más tarde, cuando la impopularidad de Eugenia se había elevado a niveles alarmantes. También noto las semejanzas en sus temperamentos: la misma mezcla de altivez y afecto, la misma vivacidad interrumpida por estados de ánimo de melancolía y amargura. Sin embargo, Filon fue lo suficientemente astuto como para reconocer al mismo tiempo las cualidades más brillantes que marcaron a las dos mujeres: la misma moralidad y decencia, junto con un deseo honesto e indiferente no solo de complacer, sino de servir a los franceses.

Empress Eugenie by Claude Marie Dubufe (Musee Municipal, Trouville) 
Afines de la década de 1860, el segundo imperio estaba perdiendo ímpetu y obviamente estaba llegando a una crisis. La comparación de Eugenia con María Antonieta, que había comenzado en 1853 como poco más que una afectación, en parte romántica y en parte supersticiosa, ahora parecía demasiado convincente. Parecía que tenía buenas razones para temer que ella pudiera compartir el destino de la reina.

La última emperatriz de los franceses había tenido más suerte, por el momento, que su admirada María Antonieta; al menos su marido está vivo y tiene con ella a su hijo. El doctor Evans, que se ha jugado la vida por salvar a Eugenia, conmovido ante la soledad y el drama de la soberana, dirá: «Es imposible, pensaba dentro de mí, que la mujer que ha recibido tantos honores en un país extranjero, en la que tantos millones de personas han posado miradas de admiración, sea la misma persona que hoy es fugitiva, sin protección contra las inclemencias del tiempo, olvidada de sus propios súbditos, hasta el punto de que pasan a su lado sin fijarse en ella, y perdida en esa misma Francia donde antes era tan reverenciada…». Para Eugenia aún no habían acabado las penalidades y tenía por delante un largo y doloroso exilio

miércoles, 27 de diciembre de 2017

FERSEN Y EL ANILLO DE LUIS XVI


En la noche del 21 de junio de 1791, la familia real, con la ayuda del conde Fersen huyo de las Tullerias. Fersen podría conducir hasta Montmedy con la real familia donde encontrarían las tropas del general de Bouillé, pero el rey ordeno al joven sueco desaparecer. Los historiadores se han preguntado porque esta orden, oficialmente el rey no quería que el conde corriera peligro al llevarlos él mismo hasta un lugar seguro, pero es casi seguro que en esta decisión haya jugado muy bien el sentido de la dignidad soberana. Luis XVI no ignoraba el vínculo que existía entre el conde y María Antonieta, y ser protegido por el supuesto amante de su esposa, era demasiado incluso para un tipo flemático como él.


Antes de separarse el rey le dio a Fersen un anillo; elaborado en oro y grabado con la efigie de la diosa Diana, una deuda de honor a la dedicación demostrada hacia la familia real.

Tres años más tarde Fersen confió el enlace precioso al duque de Brunswick, derrotado en Valmy, con la esperanza de que el anillo podría algún día volver a manos del rey legítimo, el pequeño Luis XVII. Por desgracia, las cosas fueron de otra manera como lo conocemos y el duque de Brunswick retuvo el anillo. El duque murió cuatro años después de la trágica muerte de Fersen, pero en su familia el deseo del conde por dar vuelta el anillo al rey legítimo, se mantuvo como una deuda de honor.

El conde Fersen
La familia Brunswick confiando en la buena fe de Naundorff, el relojero de Prusia que decía ser Luis XVII, le fue entregado el anillo.

A pesar de sus esfuerzos, Naundorff murió en 1845 sin ser reconocido. Su esposa y sus hijos presentaron una demanda para el reconocimiento oficial de sus derechos hereditarios en 1850 y confiaron al famoso abogado republicano Jules Favre el precioso anillo.

Grabado que muestra el anillo de Luis XVI.
El 28 de enero de 1871 en Versalles se firmó el armisticio que puso fin a la guerra franco-prusiana, Jules Fevre acepta los términos de la rendición avanzada por Bismarck, pero al no ser capaz de obtener los sellos de Francia utiliza precisamente el anillo dado por Naundorff como un sello. Casi medio siglo después, en la mañana del 28 de junio de 1917, el presidente del consejo francés, George Clemenceau utilizo el anillo como un sello para firmar el tratado de Versalles. La copia de este anillo se encuentra en el ministerio de asuntos exteriores, pero grabada con la imagen de la diosa de la guerra. El anillo original no ha sido encontrado, aunque algunos dicen que fue vendido en una subasta y comprado por una princesa.

domingo, 3 de diciembre de 2017

MARIE ANTOINETTE ET ELEONORE SULLIVAN


En febrero de 1790, Axel escribió a su padre “aquí no se respeta ninguna ley. El pueblo ha tomado conciencia de su fuerza y lo usa con ferocidad. Los nobles, sacerdotes y representantes del pueblo que se oponen a los abusos fueron las primeras víctimas. Fueron destruidos y vieron sus propiedades quemarse. La asamblea nacional es ridícula. El rey sigue prisionero en parís. La situación del rey y la reina es terrible”.

El pueblo quemando iglesias y castillos.
Axel iba alas tullerias lo más a menudo posible. La mayoría de los antiguos amigos de la reina huyeron. Algunos meses, se entregaron diez mil pasaportes, pero Axel se quedo a su lado.

Axel vivía a unos diez minutos en coche del palacio real. Llevaba una vida activa y arriesgada. Estaba relacionado con los monárquicos más numerosos que animaban los movimientos clandestinos de resistencia. Era miembro del club de Valois, una agrupación de carácter político que se encontraba en los cafés y restaurantes del palacio real y que contaba entre sus miembros a La Fayette y el Dr. Guillotin. Axel escuchaba, hablaba y observaba todo.

Axel de Fersen en 1791.
Las familias del antiguo régimen, ricas y educadas, que no emigraron habían adoptado dos actitudes diferentes: unos habían optado por simpatizar con las ideas revolucionarias, como Talleyrand, La Fayette o el duque de Orleans, que siempre pensó que podía suceder a sus primo Luis XVI, como una especie de monarca constitucional. Los demás se habían quedado porque creían que podían resistir, influir o cambiar el desarrollo de los acontecimientos. Axel aparecía a veces en el salón de madame Stael, aunque se odiaban. También iba a las recepciones de algunas embajadas que todavía estaban en parís. Hacia todo lo que había hecho y lo haría en el futuro en situaciones de fuertes tensiones y crisis personal: buscaba un recurso femenino.


Estaba en casa de María Antonieta con la mayor frecuencia que podía y hacia todo por la familia real, pero sus relaciones con la reina eran, evidentemente privilegiadas. Fuera del castillo, en los salones del parís revolucionario, donde todo parecía flotante y en descomposición, Axel tenía muchas y rápidas aventuras amorosas. Pero una sola le traía el gran amor, aparte del que llevaba a María Antonieta.

Tuvo una breve aventura con la esposa del ministro Saint-Priest, una italiana de familia noble que había vivido mucho tiempo en Constantinopla, estaba enamorada de él y le enviaba cartas inflamadas. Gracias a Simolin, embajador de Rusia en Francia, Axel, entro en contacto con un agente secreto británico, Quintin Crauffurd, fruto de la muy antigua y muy noble familia escocesa. Vivía oficialmente de su fortuna adquirida cuando era corresponsal en jefe de la compañía británica de las indias orientales. En parís era el informante del servicio secreto británico.

Quintin Crauford et Eléonore Sullivan
Quintin Crauffurd estaba casado con la bella joven Eleonore Sullivan, una hermosa italiana hija de un sastre en la república de Lucca. Ella era bailarina de ballet y a la edad de quince años se caso con un bailarín de una compañía de teatro, Martini, pero quedo viuda poco después. En el carnaval de Venecia, conoció a Charles Eugene, duque de Württemberg y se convirtió en su amante, con el que tuvo dos hijos.

Activa como cortesana, en un momento también fue amante de José II, pero fue exiliada de Viena por su madre, la emperatriz María Teresa. En parís se caso con un oficial irlandés llamado Sullivan y lo siguió a la india. Una vez allí, conoció a Quintin Crauffurd y se convirtió en su amante antes de regresar a Europa con él.

Su regreso a parís había sido espectacular, ella era ahora la compañera de un adinerado escocés y con una suntuosa mansión en la Rue de Clichy. Ambos eran realistas fervientes. Eleonore, una mujer bien cuidada, ciertamente no fue recibida en la corte. Estaba contenta de ver a la reina desde lejos en el teatro, la opera y en las ceremonias públicas. Quintin por su parte fue admitido en el círculo de la reina por Lord Strathavon por lo que fue invitado a trianon e incluso a Versalles.

Eleanor Sullivan, "señora crauford"
Fue el embajador Simolin quien presento a Axel a Eleonore, a la que conocía hacia mucho tiempo. Desde 1789 a 1799, Axel tuvo una relación puramente sexual con ella. Su hermana y confidente Sophie Piper le reprocho por no considerar los sentimientos de María Antonieta: “realmente espero que ella nunca se entere de esto, porque le causaría un gran dolor”. Sophie fue la confidente de su hermano Axel en su relación de amor con María Antonieta. En su correspondencia, generalmente se refería a María Antonieta simplemente como “ella” con una letra mayúscula.

En 1791, Sullivan y Crauffurd fueron invitados a participar en el vuelo a Varennes, lo cual hicieron. Crauffurd escondió el carruaje, que debía ser usado por la familia real, en su establo, mientras que Eleonore financiaba la fuga: evidentemente ella proporcionaba un tercio del dinero necesario. Sullivan y Crauffurd llegaron a Bruselas con seguridad, mientras el escape de la familia real fallo.El 8 de octubre de 1791, Craufurd y Fersen se reúnen en el Hotel Bellevue en Bruselas. Quintin alquila una casa que se convierte en su cuartel general. Aquí es donde Fersen escribirá sus cartas a María Antonieta y descifrará las que recibe de ella. También corresponderá con Simolin, Breteuil, Mercy Argenteau, siempre con el mismo objetivo: salvar a la monarquía francesa.

Fue gracias a simolin que axel entró en contacto con quintin crauford.
María Antonieta manifiesta su gratitud. El 19 de octubre de 1791, ella le escribió a Fersen: " No puedo decirte lo mucho que me conmueve lo bueno que el Sr. Craufurd hizo por nosotros, el rey también. Le escribiré en unos días lo que tendrá que decirse en nuestro nombre. Estaremos felices de poder hacer algo por él. ¡Hay tan pocas personas que nos muestren un verdadero apego! Sabemos aquí que estuvo involucrado en nuestros asuntos, y yo tenía mucho miedo por su casa".

A pesar del peligro, la pareja de Craufurd regresó a París a fines de diciembre de 1791. Al día siguiente de su llegada, Quintin fue recibido por la reina. Permanecerá quieto, ya sea en su casa o en el pabellón de Flore en la casa de la princesa de Lamballe. En 1792, Axel regreso secretamente a parís en un intento de organizar otro escape para la familia real, durante el cual fue ocultado por Eleonore usando el nombre de Eugene Franchi, su hijo ilegitimo con el duque de Wurttemberg. Sin embargo, no pudieron organizar mas intentos de escape.

Eleanor Sullivan murió el 14 de septiembre de 1833, mucho después de María Antonieta y axel von fersen, tenía 83 años.
El 14 de febrero, el conde sueco se encuentra con el rey de Francia. Pero este rechaza cualquier otro intento de escape. A las 9:30, Fersen se despide de los soberanos, anuncia que continúa su misión en España, pero en realidad va a la rue de Clichy, donde encuentra a Eleonore. Fersen regresa a Bruselas, mientras que los Craufurf extienden su estancia en París. Según el gobernador Morris, Quintín propuso a la reina, de común acuerdo con el rey de Inglaterra, que se fuera sola con el Delfín. En vano. El 20 de abril de 1792, la guerra se declara a Austria. Craufurd decide irse. En París, los jacobinos acusan a la reina de todo, de adulterio, de traición, y piden que la encierren en un convento.

De la nota escrita por Quintin Craufurd sobre María Antonieta:


"Unos días antes de mi partida, la reina, al notar una piedra grabada que tenía en mi dedo, me preguntó si estaba bien apegado. Yo respondí que no; que lo había comprado en Roma. "Te estoy preguntando", me dijo. "Puede que necesite escribirte; y si sucede que no creo que deba escribirte con mi mano, el sello te serviría como una indicación".

Esta piedra representa un águila que lleva en el pico una corona de olivo. En algunas palabras que este símbolo me sugirió, ella negó con la cabeza y dijo: "No me engaño a mí mismo; no hay más felicidad para mí. "Luego, después de un momento de silencio:" ¡La única esperanza que me queda es que mi hijo al menos puede ser feliz! "

El 14 de abril de 1792, fui por la noche para despedirme de la reina. Ella me recibió en su estudio de la entreplanta. Alrededor de las nueve en punto la dejé; ella me condujo a través de una habitación estrecha donde había libros y que conducía a un corredor débilmente iluminado. abrió la puerta ella misma y se detuvo nuevamente para hablar conmigo; pero, al oír a alguien caminando en el pasillo, regresó.

Era muy simple que en tales circunstancias me sorprendiera la idea de que la estaba viendo por última vez. Este oscuro pensamiento me hizo detenerme por un momento. Tomado de mi estupor por la aproximación de quien caminó, dejé el castillo y volví a casa. En la oscuridad de la noche, en medio de ideas confusas, su apariencia, sus últimas miradas se presentaron constantemente a mi imaginación, y todavía se presentan a ella".

domingo, 22 de octubre de 2017

UN VELO DE MARIE ANTOINETTE CUBRIENDO A UNA PRINCESA RUSA


El matrimonio de la gran duquesa Irina Romanov con Felix Yusupov parecía imposible para toda la gran Rusia. Demasiado escandaloso era la figura del novio, para permitir incluso el pensamiento de que podría estar relacionado con la familia real. Irina era la hija mayor y la única mujer de una familia de siete hijos. Su familia tenía, debido a los desacuerdos políticos de su padre von el zar, desde alrededor de 1906 por un largo tiempo de permanencia en el sur de Francia. Sus padres intentaron ocultar su infeliz matrimonio a sus siete hijos, e Irina, una chica tímida con los ojos azules y el pelo oscuro, tuvo una infancia feliz. Antes de su matrimonio, Irina fue considerada una de las mujeres más codiciadas del imperio zarista ruso.

Irina acompaña de su padre, el gran duque Alexander Mikhailovich.
- Un controvertido pretendiente

Felix Yusupov nació el 24 de marzo de 1887 en la casa de San Petersburgo de la familia Yusupov. Felix era el cuarto muchacho, el niño más joven de la familia, donde dos murieron en la infancia. La vida familiar era importante para la madre de Felix. Si bien otras familias aristócratas trataron de dar a sus hijos la infancia “normal”, limitando – en la medida de lo posible- su temprana exposición al lujo y la posible corrupción de una enorme riqueza, Zinaida no lo hizo. Sus hijos fueron criados en un entorno lujoso y bello, que se consideró muy chic y opulento, incluso según los estándares de la Rusia imperial. Zinaida fue admirada en la sociedad por su gusto y elegancia. Los interiores de su palacio fueron diseñados por los mejores decoradores siguiendo su dirección personal con respecto al estilo general.

Entre las familias nobles del Imperio ruso, los príncipes de los Yusupov ocupan un lugar especial como uno de los nombres más distinguidos, adinerados e ilustrados. Desde mediados del XVI, y especialmente desde el comienzo del siglo XVIII, y hasta que los acontecimientos revolucionarios de 1917, varios representantes de este tipo que se celebra gobierno prominente y puestos militares, activamente se han multiplicado la riqueza de la familia, como una de las principales empresarios industriales y agrícolas, un coleccionista de valores históricos y culturales, eran conocidos por su actividades caritativas y mecenazgo.
Esto no fue el mejor lugar para criar niños. A pesar de que sabía del peligro, Zinaida quería a sus hijos cerca de ella y le costó negarles lo que quisieran. Como resultado, se convirtieron en niños mal disciplinados con malas actitudes. Solo su padre tenía la inclinación de reinar en ellos, pero a menudo estaba ausente y, como resultado, prácticamente escaparon en el palacio. Nadie podía decirles que no, ya que sabían que su madre no los respaldaría en una disputa con los niños. Feliz y Nicolás rápidamente comprendieron el poder de su posición y lo que significaba un privilegio desde un punto de vista práctico: podían hacer prácticamente cualquier cosa que quisieran, cuando querían hacerlo. Esta primera lección de vida tuvo un efecto negativo en sus personalidades. Nicolás era extremadamente engreído y arrogante. Fue iniciado para perder la vida a una edad temprana, finalmente fue asesinado en un duelo por una mujer.


Felix por su parte, según sus contemporáneos tenía un rostro angelical: rasgos delgados, labios suaves y sexys, ojos oscuros. En general, un verdadero chico de oro. Pero este príncipe azul impresiono su reputación como un rebelde y un joven excéntrico. Felix disfrutaba vestirse con la ropa de su madre y salir a restaurantes y clubes en san Petersburgo. Cuando era un adolescente se veía deslumbrante con el atuendo de las mujeres y los oficiales de la guardia imperial le hicieron cumplidos, pero este tipo de aventuras era un asunto arriesgado y, al final, parecía tenerlo en problemas. El peligro emociono e intrigo a Felix, y su hermano y su amiga, Polia, lo incitaron en este comportamiento.

El rostro de Felix era bastante conocido, tenía un famoso retrato de él hecho por Serov, que fue ampliamente admirado y reproducido en revistas, y la ropa de su madre y las famosas joyas también eran ampliamente reconocidas en la sociedad. No solo ese rumor despiadado le atribuía relaciones de amor escandalosos con el mismo sexo, por lo que también fue visto cantando en un cabaret vestido de mujer, en un tull azul con lentejuelas de plata y en una magnifica boa de plumas de avestruz azul. En su magnífico palacio había habitaciones especiales en estilo oriental, donde se entregaba a los placeres con amantes prohibidos. En sus memorias Felix escribió: “siempre me indigno la injusticia del hombre a los que aman lo contrario. Puedes condenar el amor entre personas del mismo sexo, pero no los amantes mismos. ¿Son las relaciones contrarias a la naturaleza culpable que sean creados de la tal manera?”.


- Propuesta matrimonial

El padre de Felix cansado de todo tipo de rumores sobre su hijo quiso casarlo por todos los medios. La conexión perfecta era con la sobrina del zar Nicolás II, la princesa Irina Aleksandrovna Romanov, a quien Felix conocía desde su juventud. La familia real de los Romanv no estaba en contra de casarse con la familia más rica de Rusia. Felix no estaba seguro de si “encajar para casarse” con sus tendencias homosexuales. Sin embargo, fue atraído por la belleza de Irina cuando la conoció por primera vez. “un día, cuando me fui, vi a una chica muy hermosa acompañada por una anciana. Nuestros ojos se encontraron y ella me impresiono tanto que tuve que sortear mi caballo para controlarlo”, escribió en sus memorias. Un día, en 1910, hizo una visita a Grobfürst al duque Alexander Mijaclovich estaba feliz cuando descubrió a la chica con la que se había topado en el camino. “Esta vez, tuvo suficiente tiempo para admirar la maravillosa belleza de la chica, que eventualmente se convirtió en mi esposa y compañera de toda la vida. Tenía hermosos rasgos faciales, como un camafeo y se parecía a su padre”.


Renovó su relación con Irina en 1913 y se sintió atraído por ella aún más. “era muy tímida y reservada, con cierto secreto para su encanto... poco a poco, Irina se volvió menos ansiosa. Al principio, sus ojos eran más elocuentes que su conversación, pero cuando se abrió más, he aprendido a admirar la agudeza de su inteligencia y el sentido común. No escondí nada de mi vida anterior a ella, y ella estaba muy lejos de ser molestada por lo que dije, ella mostró una gran tolerancia y comprensión”.

Aunque Irina entendió el salvaje pasado de Yusupov, sus padres no lo hicieron. Cuando ellos y su abuela materna la emperatriz viuda María Feodorovna, escucharon rumores sobre Felix, incluso quisieron cancelar la boda. La mayoría de las historias que se escucharon estaban relacionadas con el gran duque Dmitry Pavlovich, pariente de Irina. Se hablaba de que ambos eran amantes. Felix logro convencer al futuro padre de la falacia y la precipitación de su decisión. Irina mostro firmeza y reiteró que se casaría solo con él.


-Matrimonio: ultimo esplendor de la realeza rusa

La boda tuvo lugar el 22 de febrero de 1914. Una espléndida ceremonia fue organizada, a la que la familia imperial y todo el mundo de San Petersburgo llego a felicitar a los jóvenes. E el medio día, la novia con sus padres y su hermano el príncipe Vasily Aleksandrovich condujo hasta el palacio de Anichkov en el carruaje delantero. Desde su propia entrada, la princesa Irina y sus padres se dirigieron al salón rojo, donde el emperador Nicolás II y la emperatriz María Feodorovna bendijeron a la novia por la corona.


En la boda, Irina utilizo un sencillo vestido en lugar del traje de corte tradicional. En la ceremonia, Irina uso una tiara de diamantes y cristal de roca, que obtuvo de la firma Cartier, y un velo de encaje, propiedad de Marie Antoinette. Fue este velo de la reina francesa que provoco todo tipo de comentarios, incluso de que traería mala suerte a la preciosa novia. El novio utilizo el uniforme de la nobleza, una levita negra de cuello y solapas bordadas en oro y nos pantalones de paño blanco.

“Fue, recuerdo, una boda muy magnifica, a la que asistieron el emperador y toda la familia imperial. La novia, con la clásica pureza de sus rasgos, era muy hermosa, el novio con su abrigo trenzado en oro era muy guapo; había un brillo de joyas y adornos, de uniformes brillantes y vestidos de colores alegres para las mujeres. Y, sin embargo, de alguna manera había un extraño sentimiento de fatalidad y tragedia inminente, como si la amenaza de los años venideros ya estuviera proyectando una sombra sobre toda la gente reunida en aquel salón iluminado, mientras que fuera de las ventanas, las calles cubiertas, el rio helado, millones de campesinos y trabajadores, esperan sin aliento que desapareciera todo el esplendor” - Meriel Buchanan, damas de la corte rusa.
Ellos estaban claramente dedicados el uno al otro, a pesar de que, a veces, la conducta de Felix debió haber tratado de manera muy seria la paciencia de Irina. Nunca abandono se gustó por los hombres guapos y la aceptación de Irina sobre la sexualidad de su esposo sorprendió a muchos de sus amigos. Pero sabía que, a su manera, Felix la amaba y que podría proporcionarle el entendimiento, la lealtad y la amistad que nunca encontraría en otro lado. Lograron mantener su optimismo, humor y respeto mutuo por las necesidades de cada uno.

Felix e Irina pasaron su luna de miel en Europa y Medio Oriente. En Egipto cruzaron el Nilo, subieron a las pirámides y exploraron las frescas sombras de las antiguas ruinas del templo en el Valle de los Reyes. En Jerusalén, donde asistieron a los servicios de Pascua, una multitud de más de cinco mil turistas rusos se reunieron para animar a Irina como sobrina del zar. Pero el calor incesante resultó demasiado para el par, y rápidamente regresaron a los placeres menos exigentes del Continente.


Después de una estancia en Londres, Felix e Irina viajaron a Kissingen, el balneario alemán, para quedarse con sus padres, que estaban de vacaciones. El 28 de junio de 1914, llegó la noticia del asesinato del Archiduque Francisco Fernando y esposa Sophie Chotkova. En Kissingen, los Yusupov quedaron prácticamente aislados de las últimas noticias. Nadie creía en la posibilidad de una guerra europea. Pero los eventos en curso no pudieron ser detenidos. Llegó un telegrama de la Gran Duquesa Anastasia, esposa del Gran Duque Nicholas Nicholaievich, en el que aconsejaba a los Yusupov que regresaran a Rusia antes de que estallaran las hostilidades. Embalando sus cosas rápidamente, la familia y sus sirvientes abordaron el próximo tren para Berlín.

A su llegada a la capital alemana ellos reservaron en el Hotel Continental. A las pocas horas de su llegada, un escuadrón de policías llegó a su suite del hotel y amenazó con arrestar a toda la familia y a todos sus sirvientes. Los Yusupov se encerraron a sí mismos y a sus sirvientes en uno de los dormitorios y se negaron a salir; finalmente, la policía abrió la puerta y llevó a todos a la cárcel. En la estación, el inspector los interrogó a todos por última vez, sometiéndolos a insultos y advirtiendo que los que no habían salido de Berlin al anochecer serían encarcelados. Irina telefoneó a su prima, la princesa Cecilie, y le pidió que intercediera en su nombre con su suegro, el Kaiser. Unas horas más tarde, la princesa le informó a Irina que había hecho todo lo posible por influir en su suegro. El Kaiser había prometido que los Yusupov y sus sirvientes serían tratados bien, pero también que todos debían considerarse prisioneros de guerra. Les ofreció una opción de tres fincas en las que residir durante la guerra. Solo después de que el padre de Félix apeló al embajador español, la familia finalmente recibió permiso para abandonar Berlín y partir hacia Rusia.

-El asesinato de Rasputin

Tanto Felix como Irina conocían los rumores sobre la conexión de Rasputín con el empeoramiento de la situación política, lo que trajo consigo cada vez más disturbios, protestas políticas y violencia. Yusupov y sus compañeros conspiradores, incluido Dmitry Pavlovitch, decidieron que antes de que Rasputín destruyera el país debía morir. Felix comenzó a visitar a Rasputín, tratando de ganarse la confianza del campesino. Yusupov se acercó con la excusa de que lo curara de su enfermedad, necesitaba ayuda para superar sus impulsos homosexuales y disfrutar de una unión satisfactoria con Irina. Rasputín que intentaba seducir tanto a hombres como mujeres, tenía múltiples contactos con este círculo de aristócratas homosexuales, trato de seducirlo. Felix ofendido por ello e influido por el diputado de la duma Vladimir Purishkevich, decidieron planear el asesinato en su palacio.


En sus memorias Felix nos da su impresión cuando conocido por primera vez a Rasputín:

"Estábamos de regreso en San Petersburgo, donde pasaba la Navidad con mis padres antes de regresar a Inglaterra. Durante mucho tiempo había estado en términos amistosos con la familia G., y más particularmente con la hija más joven, que era una ferviente admiradora de las estrellas. Era una niña demasiado inocente para comprender su naturaleza ignominiosa, y demasiado ingenua como para formar una opinión imparcial sobre sus motivos. Era, según ella, un hombre de excepcional poder espiritual que había sido enviado al mundo para purificar y sanar nuestras Almas y para guiar nuestros pensamientos y acciones. Esta descripción extravagante me dejó escéptico, y aunque en ese momento no sabía nada definitivo sobre Rasputín, algo dentro de mí me hizo sospechar de él. Sin embargo, el entusiasmo de Mlle G. despertó mi curiosidad y le pregunté detalladamente sobre el hombre que tanto admiraba. Ella lo miró como un apóstol que viene directamente del cielo; no tenía debilidades humanas, ni vicios; cuya vida entera estaba dedicada a la oración. Escuché tanto sobre él que sentí que debía juzgarlo por mí mismo, y acepté una invitación para conocer los starets unos días más tarde en la casa de los G.

Los G.s vivían en el Canal de Invierno. Cuando entré en el salón, la madre y la hija estaban sentadas a la mesa de té, con la solemne expresión de personas esperando la llegada de un ícono milagroso que iba a traer una bendición divina a la casa. Al poco rato, la puerta se abrió y Rasputin entró con breves pasos rápidos. Se acercó a mí y dijo: "Buenas noches, mi querido muchacho", y trató de besarme. Me retiré instintivamente. Sonrió maliciosamente y, acercándose a Mlle G. y luego a su madre, los abrazó con calma y les dio a cada uno un beso rotundo. Desde el principio, su autoestima me irritó, y había algo en él que me disgustaba. Era de estatura media, musculoso y delgado. Sus brazos eran desproporcionadamente largos, y justo donde crecía su desaliñada mata de pelo había una gran cicatriz, que descubrí más tarde fue la marca de una herida recibida durante uno de sus robos en Siberia. Parecía tener unos cuarenta años y, con su caftán, pantalones holgados y grandes botas altas, se veía exactamente lo que era: un campesino. Tenía un rostro bajo y vulgar, enmarcado por una barba peluda, rasgos toscos y nariz larga, con pequeños y oscuros ojos grises hundidos bajo pesadas cejas. La extrañeza de su actitud era desconcertante, y aunque afectaba una actitud libre y fácil, uno sentía que estaba enfermo y sospechoso. Parecía estar constantemente mirando a la persona con la que estaba hablando.

Rasputín permaneció sentado por unos momentos, luego comenzó a caminar de un lado a otro de la habitación con sus cortos pasos rápidos, murmurando entre dientes. Su voz sonaba hueca, su pronunciación indistinta. Bebimos té en silencio mientras lo mirábamos, Mlle G. con entusiasta atención, con gran curiosidad. Pronto se sentó y me dirigió una mirada penetrante. Comenzo a hablar en el tono de un predicador inspirado desde arriba, citando al Antiguo y Nuevo Testamentos al azar, a menudo distorsionando su significado real, lo que era un tanto confuso.

Mientras hablaba estudié sus rasgos de cerca. Había algo realmente extraordinario en su rostro campesino. Él no era en absoluto como un hombre santo; Por el contrario, parecía un sátiro lascivo y malicioso. Me impresionó particularmente la expresión repugnante en sus ojos, que eran muy pequeños, muy juntos, y tan hundidos en sus cuencas que a la distancia eran invisibles. Pero incluso a corta distancia a veces era difícil saber si estaban abiertos o cerrados, y la impresión que uno tenía era el de ser perforado con agujas en lugar de ser simplemente mirado. Su mirada era penetrante y taciturna; Su dulce e insípida sonrisa era casi tan repugnante como la expresión de sus ojos. Había algo de base en su rostro untuoso; algo perverso, astuto y sensual. Mlle G. y su madre nunca le quitaron los ojos, y parecía beber en cada palabra que hablaba.

Al cabo de un rato, Rasputín se levantó y me dirigió una mirada suave e hipócrita, apuntando a Mlle G. y dijo: "¡Qué amiga fiel tienes en ella! Debes escucharla, ella será tu esposo espiritual. Sí, ella ha hablado muy bien de ti, y ahora también veo que los dos están bien y bien adaptados el uno al otro. En cuanto a ti, mi querido muchacho, llegarás lejos, muy lejos”. Con estas palabras, salió de la habitación. Cuando me fui, mi mente estaba llena de la extraña impresión que me había causado”.


El 16 de diciembre de 1916, la noche del asesinato, Felix invito a Rasputín a su residencia en el palacio de Moika y le dijo que Irina estaba allí y que tendría la oportunidad de conocerla. Rasputín a menudo había expresado interés en una reunión con la hermosa princesa de 21 años. Irina no estaba en ese momento pero estaba al tanto de que Felix había hablado del asesinato de Rasputín y que originalmente se había pensado para participar en el asesinato. “también debes participar en él”, le escribió Felix antes del asesinato, “Dmitry lo sabe todo y ayuda. Se llevara a cabo a mediados de diciembre cuando él regrese”.

A finales de noviembre de 1916 Irina le escribió a Felix: “gracias por su insana carta. No entendí la mitad de eso. Veo que vas a hacer algo salvaje. Ten cuidado de no involucrarte en ningún negocio oscuro. Lo más sucio es que has decidido hacerlo sin mí. No sé cómo puedo participar en el ahora, después de que todo está arreglado... en una palabra, ten cuidado. Veo por tu carta que estas en un estado de entusiasmo salvaje y estás listo para escalar una pared...”. Felix respondió el 27 de noviembre de 1916 “su presencia a mediados de diciembre es importante, el plan fue elaborado en detalle y está hecho en tres cuartas partes, y solo falta el final, y para ello estamos esperando tu llegada. El asesinato es la única manera de obtener una situación que es casi desesperada... tu servirás de cebo... por supuesto, no lo diré a nadie”. Una asustada Irina regreso repentinamente a la planificación el 3 de diciembre y para el 9 de diciembre cumplió con su trato de enviar una nota a Rasputín expresando su deseo de conocerlo.


Las suplicas de Irina fueron en vano. Su esposo y sus compañeros conspiradores se quedaron sin ella de acuerdo con el plan. Después del asesinato de Rasputín, el zar desterró tanto a Yusupov como a Dmitry Pavlovich. Felix fue enviado a Raktnoje y Dmitry fue exiliado en el ejército al frente persa. El zar Nicolás II abdico a principios de marzo, él y su familia quedaron bajo arresto domiciliario y finalmente en poder de los Bolcheviques en Ekaterinburgo el 17 de julio de 1918. Su decisión de exiliar a Felix y Dmitry significo que pertenecían a los pocos miembros de la familia Romanov que escaparon a la ejecución durante la revolución.