Mientras María Antonieta seguía sintiendo angustia por la absolución del cardenal de Rohan, y Luis XVI lucho con problemas financieros tan graves que amenazaban la bancarrota nacional, hubo una segunda visita de la familia de los Habsburgos. El 26 de julio de 1786, la archiduquesa maría Cristina y el archiduque Alberto llegaron de los países bajos, donde se habían hecho gobernadores conjuntos en la sucesión al príncipe Carlos de Lorena. Se quedaron durante un mes, de incógnito, como “el conde y condesa de Belz”. Mimi había buscado visitar Francia durante años, pero su hermana menor siempre encontraba una u otra excusa para posponer una reunión.
El momento no era
bueno. La bebe Sofia tenía solo tres semanas de edad. La reina tardo en
recuperar su salud. Además, nunca había amado a esta hermana mayor inteligente
y voluntaria. Preferida por su madre, quien afirmaba ejercer una autoridad de
regaños sobre sus hermanos mas pequeños. Temía una intrusión de su parte le
presto, según Mercy, “el plan para apoderarse y dominar a los espíritus”. Digamos
más sin rodeos que después del escandalo del collar, ella esperaba una dura lección
moral, al mas puro estilo de José II, quien además había sugerido este enfoque.
Si solo el afecto hubiera dictado una visita, debería haber tenido lugar mucho
antes, dada la proximidad de los países bajos. La fecha elegida no se debió al
azar. María Cristina recibió el mandato de aprender sobre lo que estaba mal en Francia
y volver a poner a su hermana en el camino correcto.
Mimi estaba al tanto de los folletos difamatorios y conocía las historias del comportamiento salvaje de la reina, no había venido a regañar sino a ser útil y abrazar una vez más a la hermana que no había visto en dieciséis años. La última vez que estuvieron juntas, María Antonieta era una niña flacucha de catorce años, mientras que Mimi era una gran dama elegante de casi treinta. Ahora, Maria Christina era una mujer de mediana edad sin hijos de cuarenta y cuatro y Maria Antonieta era una glamorosa treinta y uno y madre de cuatro hijos. Fue todo un revés.
Archiduquesa María Cristina de Austria (1742-1798) con cintas azules en el pelo (después de Alexandre Roslin, alrededor de 1778) |
María Cristina insistió en “estar a menudo y durante
mucho tiempo en Versalles”. María Antonieta solicito distanciarla al proponerle
un programa pesado de excursiones parisinas, y finalmente dejo claro que su
presencia la perturbaría en sus días hábiles, cuando quería estar sola.
“si es posible, en estos días, me reservo para mi compañía y quiero estar sola, así que no me pida venir porque me molesta” -le expreso la reina a Mercy exasperada por la presencia de María Cristina y las advertencias del embajador de su deber darle la bienvenida a su hermana. esta última, que no carece de sutileza, sintió perfectamente la reticencia de la reina. Con su marido, visito parís, exactamente como lo hizo José II unos años antes. Para ellos, no había ninguna recepción oficial, tampoco recibieron el honor de ser invitados a Trianon. Las presentaciones habituales de la corte y las visitas a todos los ministros fueron su suerte. “La archiduquesa tiene mucho más éxito aquí de lo que la gente imaginaba -admitió un miembro del cuerpo diplomático francés- Se esfuerza por complacer y no se puede negar que tiene mucho ingenio”.
Alberto de Sajonia-Teschen y su esposa María Cristina de Austria - Hofburg |
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