El conde de Maurepas en su escritorio por Jean Fenouil |
Se extinguió en una hora en la que ya no se podía evitar ni
ahuyentar los peligros del futuro. Maurepas había heredado de los ministros de Luis
XV a una Francia exhausta, descontenta, agitada por estos temblores internos
que preceden y presagian revoluciones. Después de siete años y medio de un
poder que el rey le había dejado absolutamente para siempre, él despareció de
la escena, dejando una situación tan problemática como incierta, la autoridad
menospreciada que nunca. La frivolidad incurable del viejo ministro había dejado
todas las fuentes para relajarse, los recursos se disipan en perdida pura, él
se estaba rindiendo sin timón, expuesto a todas las tormentas, este buque
estatal en el cual, siguiendo la palabra de un contemporáneo, había sido un
pasajero en lugar de un piloto.
13 de noviembre de 1781, Extracto de una carta de Versalles: “El señor conde de Maurepas tuvo varias evacuaciones durante el día que le hicieron mucho bien; la cabeza está absolutamente despejada, tiene muy poca fiebre; tuvo momentos de alegría e incluso comió una especie de crema de arroz. El rey vino a verlo a las seis y quería que la señora la Condesa de Maurepas permaneciera sentada junto a ellos. Se fue después de un cuarto de hora por temor a cansar demasiado al paciente. El conde de Maurepas expiró al día siguiente. El duque de Choiseul estaba aquí, intrigando con todas sus fuerzas. "
Luis XVI, no obstante, lamento la pérdida del ministro, al
que estaba considerado como un mentor y con respeto al cual los lazos del habitó
se habían convertido en los de la amistad. El día después de su funeral dijo
con un aire profundamente penetrante: “ah!, no volveré a escuchar a mi amigo
sobre mi cabeza por la mañana”.
El verdadero ganador de la muerte de Maurepas no era María Antonieta sino Vergennes, que era capaz de deslizarse ostentosamente en la posición de confianza en la que su patrón Maurepas antiguamente había ocupado. Naturalmente, Mercy estaba de vuelta con su habitual letanía de quejas sobre el comportamiento poco fiable de la reina; de cómo había permitido creer al rey que estaba aburrida con los asuntos de estado y ni siquiera quería saber acerca de ellos. Su “gran crédito” con su marido solo se utilizó para dispensar favores a sus protegidos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario