En el centro de todas autenticas y verdadera comedia se encuentra siempre una mujer. La del asunto del collar, seria jeanne valois, hija de un noble arruinado y de una corrompida criada de servir, se crio como una sucia y abandonada mendiga que va descalza a robar patatas por los campos y que por un pedazo de pan guarda las vacas de los aldeanos.
Se habría envilecido gracias a la casualidad, de que a los siete años, le pidiera limosna en un camino a la marquesa de boulainvilliers con este asombro lamento: << piedad para una pobre huérfana de la sangre de los valois!>>.
Esta Jeanne es realmente hija legitima de Jacques de saint-remy, por su profesión de cazador furtivo, borracho y terror de los aldeanos, pero, a pesar de ello, un directo y autentico descendiente de los valois.
La marquesa de boulainvilliers, conmovida, lleva a la muchacha junto con su hermana más joven, y las hace educar, a su costa, en un pensionado. A los catorce años entra Jeanne como aprendiza en casa de una modista; después se hace lavandera, planchadora, aguadora, costurera de blanco y por último, es internada en un convento para doncellas nobles.
A los veintidós años escala resueltamente, con su hermana, las tapias del convento. Sin dinero en los bolsillos y el espíritu lleno de afán de aventura, emergen ambas en bar-sur-Aube. Allí Jeanne, se encuentra un oficial de la gendarmería, de una nobleza de segunda orden, Nicolás de la motte, el cual después de poco tiempo de quedar embarazada de mellizos se casa con él.
Jeanne solo tenía un pensamiento y una meta clara: subir. Primeramente se acerco a su bienhechora, la marquesa de bouinvilliers, y tiene la suerte de ser recibida por ella precisamente en el castillo del cardenal de Rohan, en saveme. Linda y hábil, aprovecha al punto la amable debilidad del galante y bondadoso cardenal. Por su mediación obtiene enseguida para su marido un despacho de capitán en el regimiento de dragones y el pago de las deudas contraídas hasta el día. El de la motte, ahora se concede a si mismo, por su propia plenitud de poderes, un título de conde y hasta libre de gastos. Jeanne se jacta con un nombre tan sonoro como el de “la condesa de valois de la motte”.
Ambos compinches alquilan en parís toda una casa en la rue neuve-sainte-gilles, les hablan a los usureros de unas inmensas propiedades, toman préstamo y llevan una gran vida de sociedad.La astuta embaucadora pisa Versalles, se coloca, con los otros pretendientes en la antecámara de madame elisabeth, y de repente cae desmayada. Todos se precipitan, su marido pronuncia su nombre retumbante, y refiere, con lágrimas en los ojos, que el hambre sufrida son las casa del desvanecimiento. Llenos de compasión, le son enviadas a su casa doscientas libras y la pensión de ochocientas a mil quinientas. Más adelante dan un nuevo golpe; un segundo desvanecimiento en la antecámara de la condesa de artois, un tercero en la galería de los espejos, por la que tiene que atravesar la reina. Por desgracia, María Antonieta, no sabe nada de esta ocurrencia y un cuarto desmayo en Versalles seria sospechoso. Así, ambos esposos regresan a parís con un botín reducido. Están muy lejos de haber alcanzado lo que querían. Se llenan orgullosamente la boca diciendo lo bondadosa y cordialmente que los ha recibido la reina, como a queridos parientes.
Ambos mendigos cargados de deudas, crean toda una corte en torno a sí, dirigidas por el llamado primer sacerdote, un tal retaux de billete, el cual, en realidad, no solo comparte sin titubear las bribonerías de la noble condesa, sino también su lecho; un segundo secretaria, Loth, hasta pertenece al estado eclesiástico. Pronto será tiempo de asestar un gran golpe.
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