-los mártires de Borbón
o las víctimas de agosto (1821)
“hijo mío -le
dijo el rey al delfín (Luis José)- realmente creo que siempre tendrás suficientes
personas para servirte y llevarte a donde quieras ir; pero al final no sabemos
lo que pueda pasar. Muchas veces me he perdido, por no saber orientarme, lo
mismo te puede pasar a ti, ya sea en caza o en otras ocasiones, y es vergonzoso
que un dueño se pierda en medio de sus dominios. Conoces los puntos cardinales;
vamos a ver como te va. Aquí esta mi brújula; toma el camino que creas
conveniente; voy a ir por otro camino y te encontrare en el viejo Rambouillet”
El delfín partió
alegre, creyéndose perfectamente solo en medio del campo, pues no sabia que
unos lacayos, disfrazados de campesinos, se encargaban de seguirlo de lejos y
vigilar que no le sucediera ningún accidente molesto.
Sin embargo, la
hora de la cena ya había pasado y el príncipe no llego a la cita. El rey
comenzaba a preocuparse seriamente cuando vio a su hijo de lejos, cruzando los
viñedos, setos y acequias. El niño estaba cubierto de sudor y polvo; pero parecía
orgulloso de haber llegado sin pedir indicaciones a nadie.
“la fe, hijo mío
-le dijo el rey riéndose- pensé que estabas perdido”
“para nada – respondió
el joven príncipe- ¿no gira mi corazón hacia ti aun mas seguro que mi brújula
hacia el norte?”
Una respuesta amable
y llena de encanto para un padre. Que experimentaría un doble goce en esta
feliz mezcla de ingenio y sentimiento”
-vida de Louis
XVI -H. Prévault
Una rara miniatura de Jean Pierre Chasselat que representa a los 4 hijos de Luis XVI y María Antonieta. |
"Un día, mientras estudiaba su lección, se puso a
silbar, lo reprendieron por eso, y cuando llegó la Reina, ella también lo
regañó. “Mamá -respondió él- yo estaba diciendo mi lección tan mal, que yo mismo
siseé”. Otro día, en el jardín de Bagatelle, llevado por su vivacidad,
estaba a punto de lanzarse a través de un arbusto de rosales, me apresuré hacia
él:
“una de esas espinas podría herir tu rostro, o incluso
destruirte la vista”. Se volvió y me dijo, con un aire igualmente noble y
decidido: "Los caminos espinosos conducen a la gloria”.
Informada por M. Hue de esta respuesta, la Reina mandó
llamar inmediatamente al Delfín y le dijo: “Hijo mío, has citado una máxima
perfectamente verdadera en sí misma, pero que no has aplicado
correctamente. No hay gloria en poner en peligro tus ojos, simplemente por
el placer de correr y jugar. Destruir un animal pernicioso, rescatar a una
persona del peligro, exponer la propia vida para salvar la de otra persona, eso
puede llamarse gloria; pero lo que ibas a hacer es simplemente descuido e
imprudencia. Antes de hablar de la gloria, querido, espera hasta que
tengas la edad suficiente para leer la historia de tus antepasados y de los
héroes franceses, como Du Guesclin, Bayard, Turenne, D'Assas y muchos otros,
que defendieron Francia y nuestra corona al precio de su sangre”.
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