Portrait of Louis XVI (1754-93) King of France - French School |
-vida privada, libertina y escandalosa de Marie Antoinette,
Le cadran de la volupté o las aventueras secretas de chérubin, las tardes
amorosas de la bella Antoniette, del pequeño spaniel del austriaco…
En ese momento, Thierry vacilo. Con una mirada, Luis XVI le pidió
que continuara.
-señor, este es una abominación: lo lamentos superfluos del
cerdo coronado…
Thierry guardo silencio, incapaz de seguir adelante. Esta vez
el rey, tan aturdido como su criado, no le ordenó reanudar la lectura. El título
de este último libelo fue increíblemente violento. Que abominaciones tuvo
entonces que enumerar los versos que siguieron… levanto los ojos, considero por
un momento los estantes cargados de libros y
archivos que se alienaban en una pared de su misma habitación trasera. Fue
allí, en esta pequeña habitación que da al patio del sótano del rey, donde Luis
XVI le gustaba estar cuando quería estar tranquilo y hablar con un íntimo sobre
un asunto secreto o delicado.
-¿supongo que soy el cerdo de la historia? ¿Dónde se encontró
este texto?
-en el suelo, en la acera, frente a la puerta del primer patio,
justo frente a la caseta de vigilancia. Fueron los soldados de guardia quienes
se lo entregaron a sus oficiales. El criminal
anónimo que lo dejo, al parecer, aprovecho la animación creada por la
llegada de los entrenadores del príncipe
de Conde y su sequito para mezclarse con la multitud.
El rey se enojó:
-¿la gente cree que puede engañarme y hacer caer mis
sospechas sobre los lacayos o cocheros de mi primo? Ilustre descendiente de una
gusta familia, el príncipe de Conde. ¡No tengo súbditos más fieles que él y su
hijo, el duque de Borbón!
Thierry continuo: nadie puede dudarlo, señor. Había un montón
de estas hojas. Más bien creo que el criminal que depósito allí estos escritos
esperaba que los cascos de los caballos de Conde los esparciera por todo el
patio. Para que el mayor número posible de visitantes, sirvientes y cortesanos
que se dirigían al castillo en ese momento pudieran tener cada uno su propia
copia… creo que también se esperaba el pasaje de la reina.
El rey guardo silencio. Pero Thierry adivino sus pensamientos. Luis XVI estaba seguro de ello: sus enemigos querían que María Antonieta viera las hojas del libelo revoloteando alrededor de su carruaje y entonces habría leído este panfleto que no solo ridiculizaba al rey, sino que lo degradaba…
-debemos poner fin a todo esto muy rápido. Más allá de mí,
se abusa del trono y de la reina.
Thierry vacilo. Luego saco un último panfleto titulado Le
nul potentat… este texto evoca de manera muy precisa el pasillo secreto que su majestad
decidió disponer para conectar su habitación con la de la reina, pasando por
los entrepisos bajo el salón.
-es imposible! Son pocas las personas que conocen este
proyecto, que aún no se ha emprendido. La reina, el capitán de mis guardias, el
arquitecto y un puñado de familiares, así como el embajador de Austria.
El primer ayuda de cámara no respondió. El rey se levantó
y se acercó a la ventana que ofrecía
poca luz a la habitación. Tuvo dificultad para ver el cielo, incluso cuando se acercó
muy cerca de la ventana y miro hacia arriba. Luis XVI sabía que a menudo se habían
burlado de Luis XIV y Luis XV. Pero nunca
los habían comparado así con un cerdo, símbolo de pereza, inmundicia, glotonería
y necedad.
Distorsionaron, sin duda, con una trivialidad repugnante,
pero se basaron en la verdad. El rey sabia en su foro interior, que solo él tenía
la culpa, ya que todo se debía a su incapacidad para reinar. Sin embargo, su
mente se negó a enfrentar esta evidencia con claridad y le impidió mostrar toda
la determinación que se hubiera requerido para restaurar su autoridad y honor
de una vez por todas.
Un día de caza le entregaron al rey un paquete de cartas difamatorias sobre la reina. Como relata un testigo se la escena: “se escondió en un matorral para leerlos, y pronto lo vieron sentado en el suelo, con la cara entre las manos y de rodillas. Sus escuderos y otras personas, habiéndole oído sollozar, fueron a buscar al señor Lambesc. Él se acercó. El rey le dijo bruscamente que se retirara. El insistió. Entonces el rey, mostrando el rostro lleno de lágrimas, le repitió con un tono de bondad: “déjame”. Poco después, su majestad, volvió a montar en su caballo y tuvo que ser llevado de allí. En cierto modo, él estaba muy mal…” (Video: extracto de la película Jefferson in parís).
habra llorado porque seguro se trataban sobre las infidelidades de la reina
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