María Antonieta se dirigió al Trianon, el rey fue desterrado de la habitación de la reina, debido a la infección. La condesa de Artois y la princesa de Lamballe estarían en su cuidado pero no eran del entretenimiento de la reina y María Antonieta, incluso en materia de salud, se preocupaba más por el temor ante el aburrimiento. La ingeniosa idea de un confinamiento en su habitación de un animado grupo de observadores, bajo el nombre de Gardes de Malade, solo costumbre francesa, en materia de mujeres enfermeras que reciben los hombres en su habitación. Luis voluntariamente entrego el permiso requerido siendo al parecer, halagado por la solicitud expuesta por la salud de la reina.
Las personas favorecidas fueron el duque de Coigny, el duque de Guines, el conde Valentin Esterhazy y el barón de Besenval. Los caballeros llegaron a las siete de la mañana y se quedaron hasta las once de la noche, dejando sus mensajes solo para las comidas. Los observadores se sentaron en la cámara de la reina, compartiendo con la condesa de Provenza, la princesa de Lamballe y el conde Artois, con la tarea de entretener, mantener el orden y la tranquilidad en la habitación de la enferma.
Según el conde de Esterhazy: “a partir de que la reina comenzó la infección, se le aconsejo establecerse en el Trianon… los elegidos para su observación nos dieron alojamiento en el gran Trianon. La condesa de Polignac había caído enferma en parís también por esta infección. La condesa Diana se quedó con madame Elizabeth… pasamos tres semanas en el Trianon y fueron muy agradables, ocupados solo de la salud y la diversión de la reina. Con pequeños juegos, paseos en carro o sobre el agua, no intrigante, no hay negocio, no hay grandes apuestas, no era la magnificencia la que reinaba, lo que podría creer que no estábamos en la corte”.
El conde Mercy fue escandalizado por este fenómeno, además de bromas que surgieron en la corte con la maliciosa pregunta de cuáles serían las cuatro damas de honor que elegiría el rey en igual situación. El embajador se dignó a consolar a su emperatriz, con la circunstancia de que la mayor parte de los guardias hombres era de mediana edad. Pero cuando amablemente se ofrecieron a ampliar su asistencia a la noche, así como para el día, él rápidamente impidió este absurdo proyecto.
Estos caballeros galantes mostraron sus buenas sensaciones y discreción, haciendo todo lo posible para ponerlo en la cabeza de María Antonieta, que era menospreciado por el cumplimiento del rey con su petición, que era una necesidad evidente, de no entrar en su habitación. Mercy tuvo algunas dificultades para conseguir que ella escribiera una pequeña nota a su marido. Sin embargo, la buena pareja joven afable se reconciliaron con facilidad. La correspondencia se mantuvo casi a diario entre ambos.
A pesar de todo durante el momento del sarampión de la reina, corrieron rumores de que la condesa de Chalons, había atraído la atención por parte de Luís XVI. Sin embargo el embajador Mercy aseguro que esos rumores no tenían fundamentos, ya que el duque de Coigny tenía una marca abierta de apego a esta señora. ¿Los calumniadores exageraron la galantería de Luís XVI?.
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