Desde sus tiempos como delfina no le iba tan bien con el abate Vermond, su antiguo maestro, confesor y lector. Pues debía leerle todos los días durante una hora y obligarla a que lea ella misma, debido a que Marie Theresa le pregunta por sus lecturas en casi todas las cartas, no cree exacta la noticia de que toilette lea o escriba todas las tardes: “trata de amueblarte la cabeza con buenas lecturas –amonestará la madre- es para ti más necesario que para cualquier otro. Desde hace dos meses estoy esperando la lista del abate, y temo que no te has ocupado de ello y que los burros y caballos te han quitado el tiempo destinado para los libros. Ahora, en invierno, no abandones esta ocupación, ya que no posees a fondo ninguna otra”.
Por desgracia, Marie Theresa tiene motivos para desconfiar, porque su toilette, de un modo al mismo tiempo ingenuo y hábil, sabe seducir por completo al abate Vermond -¡claro que no se puede obligar a una delfina y futura reina a que haga alguna cosa o imponerle un castigo!- que la hora de lectura se convierte siempre en una hora de charla; aprende poco o nada, y su madre, con todas sus apremiantes admoniciones no consigue dirigirla hacia ninguna trabajo serio.
No obstante la reina parece inclinarse un poco por las novelas históricas, del tipo que podría relacionarse con su propia experiencia, a juzgar por la cantidad de ellos en su colección. De las novelas extranjeras, tanto Amelia por Fielding y Evelina por Fanny Burney estaban en su biblioteca privada. Los libros de la reina eran generalmente en marruecos rojos, con una desviación ocasional a gamuza verde y la cubierta estaba estampada en oro con los emblemas de Francia y Austria. Los libros en el Petit Trianon, sin embargo, continuaron con la tradición de simplicidad, estaban obligados o la mitad con destino, en piel de becerro y marcado “ct” por Chateau de Trianon en la esquina.
Aunque la formación de sus diversas bibliotecas en sus distintos palacios para el final hubo casi unos 5000 volúmenes –debido más a las energías de su bibliotecario, Pierre Campan- que a la suya. La colección de libros de música estaban en uso frecuente. Era ciertamente muy amplia, que van desde sonatas para clavecín su favorito, canciones italianas y las operas que disfrutaba.
A pesar de todo tenía una biblioteca amplia pero debemos decir desafortunadamente según unánimes testimonios, María Antonieta jamás en su vida abrió un libro, aparte de ojear rápidamente algunas novelas.
La reina adolescente...
ResponderEliminarMaría Antonieta no leía. En cambio,su marido sí. Aprendió,con el solo hábito de la lectura,idiomas. Sabía 7.
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