Esta anécdota, tomado de las memorias de Leonard, nos dice un poco de una aventura en el que se incurre en María Antonieta y el hermano de su marido, el conde Artois, en un baile de mascaras:
“Yo estaba en el cuarto de la delfina, cuando llego, exuberante de vitalidad el conde de Artois.
“mi bella hermana -dijo sin preámbulo- debo contarles acerca de un viaje que hice, y tienes que prometer no hablar con el delfín, diría que soy muy imprudente”
“cuenta, cuenta -dijo la princesa entre risas- no le reportaremos nada al delfín”
Después de esta seguridad, el conde Artois se apresuro a decir a su cuñada sobre los numerosos detalles del baile de mascaras en los que había participado y él era tan elocuente, que en algún momento la delfina se dirigió a su primera doncella para anunciar libremente que tenia la intención de ir a un baile de mascaras antes de que fuera los últimos días del carnaval. Añadió que yo y la señora Bertin seriamos los encargados para preparar su traje y el disfraz que llevaría a cabo en las tullerias... empecé por preparar el traje del duque de Chartres como campesino suizo; el conde Artois no nos dijo como se vestiría, la marquesa de Langeac finalmente eligió en traje de gitana.
Al llegar, el sábado, el delfín fue a visitar a su esposa, después de la cena y se sentó junto al fuego. La delfina por un momento, temió que el proyecto iba a convertirse en humo. Pero después de media hora, el delfín dio 4 o 6 bostezos y se retiro a sus apartamentos. A las doce menos cuarto, dejamos el castillo con capas anchas... al llegar al palacio la delfina y el príncipe eran irreconocibles por debajo de sus trajes, pero la marquesa de Langeac que era bien conocida en parís, dos o tres personas fueron capaces de reconocerla. Alguno vestido de mago, de inmediato comenzó a seguirla, al parecer, con el objetivo de averiguar cuáles eran los otros personajes.
Al llegar, el sábado, el delfín fue a visitar a su esposa, después de la cena y se sentó junto al fuego. La delfina por un momento, temió que el proyecto iba a convertirse en humo. Pero después de media hora, el delfín dio 4 o 6 bostezos y se retiro a sus apartamentos. A las doce menos cuarto, dejamos el castillo con capas anchas... al llegar al palacio la delfina y el príncipe eran irreconocibles por debajo de sus trajes, pero la marquesa de Langeac que era bien conocida en parís, dos o tres personas fueron capaces de reconocerla. Alguno vestido de mago, de inmediato comenzó a seguirla, al parecer, con el objetivo de averiguar cuáles eran los otros personajes.
“pero la delfina!” - exclamo el conde Artois, levantándose precipitadamente. Y volvió a buscar en el baile y preguntando a las mascaras si habían visto al campesino suizo (el duque de Chartres). “se ha ido!” era la respuesta.
El mago era un hombre muy capaz, y comenzó a eludir a la princesa disfrazada con galantería atrevida. Llego incluso a recitar los versos lascivos que dejo claro a la delfina que su perseguidor sabía lo que estaba hablando, la princesa se vio arrastrada a la parte más oscura de la vivienda y el desconocido comenzó una violenta declaración de amor.
Al llegar todos a la habitación, él fue capaz de saltar de una ventana a la planta baja... la aventura fue ignorada por completo”.
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