martes, 26 de marzo de 2013

JOHN ADAMS EN PARIS!


Fue el 11 de noviembre de 1777, cuando John Adams, acompañado de su primo Samuel Adams, partieron de Filadelfia en su viaje de regreso. Él era por fin un privado ciudadano, se alegro de poder volver a asistir a sus propios asuntos. Sin embargo, casi no se le permitió ni siquiera llegar a reanudar su vocación. Él estaba discutiendo la misión a causa en Portsmouth cuando una carta llego a él, de 3 de diciembre de 1777, de Richard Henry Lee y James Lowell, anunciándole su nombramiento como comisionado en la corte de Francia. El día después de haber recibido esta carta acepto la confianza, aunque el deber impuesto estaba muy lejos de ser atractivo.

Los estados fueron representados por Benjamín Franklin, Arthur Lee y Silas Deane, Adams sustituiría a Deane, quien había sido embarcado al congreso por compromisos imprudentes con oficiales militares franceses y que en muchas otras formas se había mostrado no apto para las funciones diplomáticas. El objetivo de la comisión era recaudar dinero para el esfuerzo de guerra de Estados Unidos, para negociar las armas y otros equipos militares y para promover la concertación de una alianza.

El 13 de febrero de 1778, se embarco en la fragata Boston, acompañado de su joven hijo John Quincy Adams. El día 20, un buque de guerra ingles los persiguió, Adams insto a los oficiales y a la tripulación a luchar desesperadamente, considerando “más idóneo” para sí mismo “ser asesinado a bordo del barco o hundido hasta el fondo en el” que ser un prisionero. Pero con una brisa a favor pudieron perderlo de vista y el 31 de marzo se encontró cabalgando con seguridad en el ancla en el rio en Burdeos.


En la corte francesa fue gratamente recibido. “la gente –dice Adams-al principio, me llamaron, se supone que era el famoso Adams”. Era lamentable sin embargo que no supiera nada de la lengua, fue ayudado por medio de un intérprete. Esta deficiencia, disminuyo el placer de su utilidad; de pronto se dio cuenta que sus labores principales cambiaron por la de estar con sus compatriotas y colegas.

En su reunión con Luis XVI, como lo sospechaba, el rey no se ríe de  Adams a pesar de que murmuro “pas un mot!” “ni una palabra!” por la sorpresa que el señor Adams aun no habla francés, el idioma de la diplomacia. Adams y Luis XVI llegaron a tener respeto el uno al otro. Adams describe al joven rey que tenia “la bondad y la inocencia en su rostro”. En cuanto a la opinión de Luis XVI, David McCullough en su libro escribe: "Vergennes, hablando en nombre del rey, ofrece a Adams una alabanza por su sabia conducta llevada a cabo durante todo el mandato de la comisión, así con el celo con el que ha promovido la causa de su nación, se fortalecerá la alianza”.

Extracto de la serie John Adams (HBO) 2008

John Adams describe a María Antonieta de esta manera: “ella era un objeto demasiado sublime y bello que mi pluma torpe no puede describir… su vestido era todo un arte y riqueza, una de sus damas de honor me dijo que tenía diamantes personales por valor de dieciocho millones de libros, y yo pensaba que su majestad estaba en deudas con su vestido… tenía una complexión muy buena lo que indicaba un estado de salud perfecto, era una hermosa mujer tanto en la cara como su figura… la reina tomo una cucharada de sopa y se muestra su excelente persona y sus maneras elegantes… cuando esto se logra, su majestad es expuesta a la admiración de los asistentes con el magnífico espectáculo de una gran reina cenando su comida real en una sola cucharada, todo a la vez. Esto se realizo todo como un reloj perfecto, ni un rasgo de su rostro, ni sus movimientos, sobre todo su brazo y su mano podrían ser criticados por estar fuera de orden”. Palabras de cortesía de un hombre que se enorgullecía de la simplicidad de la soberana de Francia.

Con todo, John Adams amo a la Francia de Luis y Marie Antoinette. Con el mismo ardor que el anhelaba regresar a su hogar, no quería abandonar parís, odiaba salir de Francia: “el clima es más favorable para mi constitución que la nuestra”, reconoció a Abigail. Le encantaba la comida y la civilidad de la vida cotidiana. “los franceses fueron las personas más felices del mundo… y tiene la mejor disposición para hacer de los demás así. No es una opción de entretenimiento elegante de manera teatral, de la buena compañía y excelentes libros que nada falte para mí en este país, pero mi familia y la paz a mi país es lo que me hará uno de los hombres más felices”.

Extracto de la serie John Adams (HBO) 2008

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