Maximiliano Franz, como Gran Maestro de la Orden Teutónica, el castillo de Versalles |
Pero, con entusiasmo mientras ella había estado esperando su
visita, su satisfacción fue empañada por la mal educación de los príncipes de
la sangre, y más aun por la aprobación de su conducta mostrada por los ciudadanos de parís, parecía brotar
de repente el sentimiento nacional de la enemistad a la casa de Austria. El archiduque,
de 14 años de edad, no hizo valer su rango real en sus viajes, sino que guardo incógnita
su identidad, como los príncipes en tales ocasiones suelen asumir, llevando el título
de conde de Burgau; además fue acompañado por los conde de Rosenberg y de
Lamberg, instruidos por la emperatriz Marie teresa para supervisar la conducta
del príncipe durante su estancia en parís a partir de la información que le darían
sobre la reina.
Los hermanos del rey, incluso el mismo Luis XVI, no
prestaron atención a la situación de incognito; visitaron en el primer instante
de su llegada al archiduque. Pero los príncipes de la sangre se pararon en su
dignidad, se negaron a reconocer un rango que no era públicamente declarado,
era un extranjero no importaba que fuera hermano de su reina. Se insistió en
que la atención de la primera visita debería ser de parte de él.
Entrar en discusión sobre el grado del problema entre el
archiduque de Austria y los principesde la sangre de Francia, basta con decir
que no había duda que la etiqueta francesa estaba establecida, por lo que el
archiduque, aunque viajando bajo un titulo de incognito, debía haber hecho su
primera visita a los príncipes de la casa de Orleans, a la casa Conti, a la casa Conde y la casa de Penthievre. Sin embargo,
esto es lo que no hizo en primera visita a Versalles. La indignación fue mayor
cuando tuvieron que presenciar como Luis XVI, rey de Francia y sus hermanos
tuvieron que ir a visitar al archiduque.
Los príncipes estaban en su derecho, y del lado de la reina,
no había ninguna intención de hacerles daño. Era joven, inexperta, ignorante de
las reglas de la etiqueta de la corte francesa y tampoco tenía la intención de
comprender. La reina esperaba que los príncipes dieran una fiesta en honor a su
hermano, pero ocho o diez días habían pasado desde la llegada de este último, y
no había ninguna manifestación. María Antonieta resulto especialmente dolida
por, la conducta grosera del señor duque de Orleans, que siempre había tratado
bien antes de eso, no le hizo ninguna cortesía a su hermano y antes de ese
momento, el duque recorría casi todos los días Versalles, y no había aparecido
una vez desde que el archiduque estaba allí.
Cuadro que Representa a Luis XVI y Marie Antoinette junto al archiduque Maximiliano durante la estancia en Versalles en 1775. |
“Los príncipes de las casas de Orleans, Conde y Conti
afirmaron que el archiduque Maximiliano les debía la primera visita. La reina
no permitió que su hermano cediera a esta demanda, resulto muy insatisfecho y
el duque de Orleans exigió una explicación muy clara. A medida que continuo la situación
de incognito, la reina rápidamente respondió: “el duque sabia que el rey y sus
hermanos habían tratado a Maximiliano como a un hermano. Incluso lo invito a
cenar en privado con él y conmigo, un honor que me supongo que usted nunca ha
reclamado. Además, mi hermano no puede ver a los príncipes; estará un corto
tiempo en parís, tiene muchas cosas que hacer y no lo hará” (el conde Mercy, 18
de marzo de 1775)
Su amonestación fue en vano, los príncipes se adhirieron a
su resolución y la reina en la suya. Ellos no fueron admitidos en cualquiera de
las fiestas del palacio durante la estancia del archiduque, y fueron excluidos
de todos los actos privados que se dieron en su honor, ya que la reina dio a
conocer que ella y el rey se negaban asistir a cualquier reunión si eran
invitados. Pero la conducta de los príncipes era sin duda un acto descortés con
un extranjero y una falta de respeto a su soberano.
El archiduque pasó los primeros días después de su llegada a
Versalles casi completamente a solas con la reina. Ella por su parte dio una
fiesta en su honor, reuniendo a las familias francesas como los Noailles,
Durfort, Tavennes, Segur, Brionne; los ministros y sus esposas; los condes de
Provenza y Artois. Se le dio además recorridos por los establos del rey, la
escuela de equitación y la remodelación del Petit Trianon.
Este festival aumento el descontento de los príncipes de la
sangre, y desde ese día la reina, quien no podía ocultar lo que no le gustaba,
por lo general parecía fría ante el duque de Orleans. Este por su parte se le
vio constantemente desde entonces, con entusiasmo de aprovechar todas las
oportunidades para culpar a las acciones de la reina y de ridiculizar a los
miembros de la camarilla Polignac, que se habían convertido en la sociedad
intima de María Antonieta.
Finalmente el archiduque Maximiliano abandono parís, María Antonieta
se vio muy afectada, incluso abandono su intención de ir a la opera a pesar del
estreno de “Orfeo” de su compatriota Gluck.
“Mi querida madre, la salida de mi hermano me hace muy
infeliz… dejo una buena reputación aquí por su amabilidad, la honestidad y la atención
para todos” (Marie Antoinette, 17 de marzo de 1775)
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