domingo, 11 de enero de 2015

MARIE ANTOINETTE: EL MITO DE LA "CAJA DE PANDORA"


En la mitología griega, pandora fue una mujer enviada a los hombres para castigar su orgullo, ya sea por error o por el deseo consciente de hacer el mal. Todo empieza cuando Zeus crea a la última especie de raza humana, los "hombres de hierro". Se especifica que Zeus solo crea hombres. Tras un engaño por parte del titán Prometeo, Zeus decide castigar a la humanidad quitándoles el fuego. Pero Prometeo, ayudando a los humanos, roba el fuego que Zeus había quitado. Entonces Zeus, enfurecido, decide castigar al hombre nuevamente, esta vez enviándole una mujer. Cabe destacar que en la mitología griega, la mujer era vista como un "mal hermoso". La belleza de las mujeres era vista como algo que podía ser admirable y seductor, pero esa misma sensualidad femenina podía también debilitar al hombre. 

Zeus le entrega al hombre la primera mujer sobre la tierra, Pandora. Con ella había sido enviada una caja, pero se le había dicho que no debía de abrirla bajo ninguna circunstancia. Ignorando esto, Pandora abre la caja, la cual contenía en su interior todos los males que hoy conocemos. Dolor, ira, enfermedad, sufrimiento, tristeza, plagas, muerte son esparcidas por todo el mundo. 


La caricatura, aunque difícil hasta la fecha, se refiere a la boda de Luis XVI.Una figura vestida de rojo (probablemente el ministro austriaco Kaunitz o el embajador Mercy) presentan al delfín Luis, rodeado de cuatro mujeres (las hijas de luis XV), una caja de la que una joven identificada por las palabras “Antoinette” sobresale del estuche. La tapa de la caja está decorada con el águila austriaca y lleva las palabras “de todos los males, es el peor”.

De la boca de las mujeres salen diálogos como: “esta es la única joya de Alemania que se puede ganar dinero”, “es mejor derretirla”, “esparce un olor no precisamente a rosas”, “cuidado con este personaje, es un regalo que nos hace la corte de Viena” 

domingo, 4 de enero de 2015

LOS ÚLTIMOS MOMENTOS DE LUIS XVI CON SU FAMILIA


Extracto de Marie Theresa: el destino de la hija de Marie Antoniette de Charles Benazech.

"El domingo, 20 de enero, un voceador caminaba por la prisión del temple, anunciando a la familia real que al rey Luís XVI se le había dado la sentencia de muerte. Así es como la reina y sus hijos se enteraron que el rey iba a morir. El abad Clery fue con la familia real cuando el rey vino a ellos, y desde las siete hasta las diez de la noche, vio la despedida angustiosa. María Antonieta y Luís Carlos se aferraron al rey, pero Marie Theresa se puso histérica. En sus memorias, el abad recordó generalmente que Marie Theresa gimió incontrolablemente por lo que ella cayó al suelo en un estado de inconsciencia".

Pasemos al relato de Marie Theresa: "A las siete de la tarde, un decreto de la Convención llegó, lo que nos permite ir a mi padre; nos apresuramos allí y nos pareció que él había cambiado mucho. Lloró por dolor por nosotros, y no del miedo a la muerte; relató su juicio a mi madre, excusando a  los miserables que le causaron la muerte; él le dijo que se propuso hacer un llamamiento a las asambleas primarias, pero se opuso a ella, porque esa medida podría traer problemas en el Estado. Luego le dio la instrucción religiosa a mi hermano, le dijo que por encima de todo debía perdonar a los que le estaban poniendo a la muerte, y le dio su bendición; también a mí. Mi madre deseaba ardientemente que debamos pasar la noche con él; él se negó, haciéndola sentir que no tenía necesidad de tranquilidad. Ella le rogó al menos dejar que nos acercamos a la mañana siguiente; concedió que a ella; pero tan pronto como nos habían desaparecido, dijo a la guardia para no dejar que nos encontramos de nuevo, porque nuestra presencia le dolía demasiado".

Más tarde, la retratista de la reina, madame Vigee Le-Brun, pidió a Clery contarle lo sucedido para pintar la familia por última vez, pero cuando ella escucho los detalles estaba demasiado alterada para pintar la escena. Otro artista, Jean-Baptiste Mallet, sin embargo, trato de capturar la escena en una acuarela basada en los recuerdos de un guardia de servicio. Otros artistas lo siguieron con sus propias interpretaciones.

Antes de darles las buenas noches, el rey les dijo que iba a verlos en la mañana. La reina, que ni siquiera tenía fuerza para desvestirse, yacía en su cama, llorando y temblando de dolor toda la noche. Marie Theresa yacía en el suelo junto a ella… el rey se le permitió tener un sacerdote con él durante sus últimas horas y pidió al abate Edgeworth, quien también lo acompaño al patíbulo. El rey no podía soportar el sufrimiento de su familia, él no cumplió su palabra a su esposa e hijos. El 21 de enero, Luís XVI fue guillotinado sin un adiós final.

“Les Adieux de Louis XVI à sa famille”
(la veille de son exécution; adieux de Louis XVI à sa famille au Temple, le 20 janvier 1793).
Dessin d’époque, de Jean-Baptiste Mallet.

domingo, 21 de diciembre de 2014

LA EPIDEMIA DE SARAMPIÓN (1776)

Charles Philippe, Comte de Artois.
En la primavera de 1776, el sarampión se esparció por todo Versalles. La corte renuncio al viaje a Compiegne. La epidemia afecto pronto al el conde Artois y al conde de Provenza, lo que contribuyo en gran medida a la relativa calma de la corte en Marly por temor al contagio. El conde de Artois tuvo, al tercer día de esta enfermedad, una recurrencia muy aguda que, sin embargo, le privó en varias ocasiones horas de sueño durante la noche. El sarpullido en la espalda que al principio no era muy visible,
en pocos días se manifiesto. La fiebre fue moderada; así como tos.

María Antonieta recogió al pequeño duque de Angulema y lo instalo en su casa en Trianon. “este acto de bondad –escribió la emperatriz- el cuidado que mi hija ha demostrado para su sobrino, el duque de Angulema, en el Petit Trianon…. Estoy segura de que en ocasiones esta naturaleza, nunca dejara los impulsos de su buen corazón”.

"Esta repentina migración de la corte a: Marly, a las diez y media de la tarde, debe dejar claro que la peste ha estallado de repente, y que hay al menos algunos enfermos en agonía. Sin embargo, no hay nada al respecto. El sarampión del señor conde de Artois, bien declarado y bien difundido por todo el cuerpo, ya estaba fuera de ninguna sospecha de peligro o contagio. Pero la oportunidad de moverse era demasiado buena para no aprovecharla" - relato en una carta El abad Maudoux, confesor de Luis XV.

La reina paso días tranquilos en los jardines de Marly rodeada de unos pocos amigos íntimos. Madame de Polignac, el barón de Besenval, el duque de Coigny y el duque de Guines estuvieron entre los elegidos. María Antonieta esperaba la presencia de su intima amiga la princesa de Lamballe pero también sufrió de sarampión mientras se encontraba en Plombiéres. La reina se vio afectada por la noticia y profundamente preocupada por la salud de la princesa.

“Mi queridísima madre –escribe el 14 de julio 1776- el conde Artois fue el más aterrador caso de sarampión en primer lugar, tenía una tos tan violenta y continuo escupiendo sangre, pero se recupero por completo. El sarampión del conde de Provenza estaba más débil y no tiene ningún preocupante síntoma, a pesar de todo, no estaba tan bien restaurado como el conde Artois… de momento nos mantenemos en Marly, no solo durante el sarampión de mis hermanos y su recuperación, pero también hasta estar totalmente libre Versalles, donde había habido muchos contagiados por esta epidemia. La medicina y el régimen del rey, se ha conservado y su salud es muy buena”.

María Antonieta está preocupada por la salud de su amiga como la de su hermano. En honor a ellos, sin embargo, ella organizo una fiesta encantadora en la finca del Trianon para celebrar su recuperación. La familia real tuvo una esplendida cena en el pequeño castillo. El jardín estaba iluminado y la noche termino con un pequeño espectáculo en el que los versos se cantaban en la recuperación exitosa de la princesa de Lamballe.

lunes, 17 de noviembre de 2014

LA ARCHIDUQUESA LOUISE VON ÖSTERREICH-TOSCANE COMO MARIE ANTOINETTE

“Me parece que, en ciertas crisis en nuestras vidas, estamos incautos por las fuerzas anormales, dormida en nosotros los poderes que causan trastornos neuróticos transitorios, bajo cuya influencia somos acciones espontaneas, tienen consecuencias para toda la vida”


Luisa nació el 2 de septiembre de 1870 en Salzburgo, hija del último gran duque de Toscana, Fernando IV y la princesa Alix de Borbón-Parma. Su nombre completo con titulo fue Luisa Antonieta María Theresa Josepha Leopoldine Caroline Ferdinande Alice Ernestine, Princesa imperial y archiduquesa de Austria, princesa real de Hungría y de bohemia, princesa de toscana.

“El día que se despidieron nuestras enfermeras, también se despidieron las cosas de niños, fuimos entregados a los tutores e institutrices para ser moldeados en los patrones de conducta mas aprobados. Se suponía que no podíamos cuestionar nada, sino se limita a convertirnos en autómatas inteligentes…
Siempre era la misma; nosotros no fuimos educados para nosotros mismos, sino que se limita a vivir a los ojos del mundo, nuestras jóvenes vidas se sacrificaron a la posición y no debía poseer cualquier individualidad o mostrar ninguna emoción”.


Ya para los 17 años de edad, la princesa se mantuvo en el mirador para concertar un matrimonio con Pedro de Saxe-Coburgo (hijo del emperador del Brasil), ya que el príncipe Fernando del Bulgaria no hallo gracia ante los ojos de la princesa mimada. En el verano de 1887 se reunió en Schloss Pillnitz con el príncipe Federico Augusto Von Sachsen, hijo del príncipe George, rey de Sajonia en 1902. El 21 de noviembre de 1891 la pareja se caso en Viena, pero Luisa no podía soportar con la estricta etiqueta de la corte y la mala relación con la familia de su marido.

Además siempre estuvo opuesta al ministro del interior del rey, Jorge Von Metzsch-Reichenbach, por lo que su vida se vio envuelta por intrigas palaciegas en la corte. Rumores circularon que ella tuvo un romance con un dentista llamado O´brian y el profesor de idiomas de sus hijos, André Girón. Cuando en un momento de desesperación ella envió un último telegrama, este fue interceptado por la policía secreta y resulto que ella realmente había comenzado un romance con el belga Girón. Este amante se describió como delgado de pelo negro con un pequeño bigote oscuro. Era un hombre lleno de vida, con buenos modales y un buen gusto para la ropa.

Cuando ella estaba embarazada de su séptimo hijo, se fue con sus dos criadas Sidone y María Beeger, ambas hijas del arquitecto de la corte real Eduard Beeger, el 9 de diciembre de 1902 de Dresden hacia el lago de Ginebra. En la corte de Sajonia cree que este viaje sirva para su recuperación, pero en realidad se reunió con su hermano Ferdinand Leopold Salvator. Este había sido separado de la casa imperial por tener una relación seria con una prostituta por lo que le fueron quitados todos sus títulos y dignidades. El motivo era preparar el escape de Luisa, tres días mas tarde, los hermanos fueron a Ginebra, mientras tanto, André Girón estaba en Bruselas. Pero un par de días después los hermanos fueron identificados.


La conservadora baronesa Spitzemberg escribió en su diario: “Todos estaban, como nosotros, llenos de los terribles escándalos de la corte sajona, que realmente no tienen paralelo en su disgusto. Dejar atrás a cinco hijos, un marido y un trono para escapar a la edad de 32 años con la esperanza del tutor de esos mismos niños: ¡es nada menos que horrible! Entonces, cuando las mujeres reales se olvidan de sí mismas y desprecian todo lo que de otro modo se consideraría decente, noble y cristiano, incluso en la adversidad, entonces se privan del derecho a existir"

Este fue el primer escándalo de la nobleza alemana en el siglo XX sobre todo porque la corte real de Sajonia era severamente católica. Luisa fue despojada de todos los títulos imperiales, además de que todos sus hijos fueron alejados de su lado para ser educados exclusivamente en la corte de Sajonia.

“Tiene, por tanto, de ahora en adelante, no utilizar el titulo de una princesa imperial y archiduquesa de Austria, siendo una princesa real de Hungría y de bohemia. Ya no poseerá el escudo de armas ancestral con emblemas de una archiduquesa, ya no merece el título de alteza imperial y real… todos los derechos futuros para honrar los mando a la basura” (el emperador Francisco José, en una carta el 20 de enero de 1903 en la suspensión de Luisa).

El 4 de mayo de 1903 nació Anna Monika Pía en Lindau, el director de la corte de Sajonia envió a un médico para inspeccionar a la princesa, el color brillante de los ojos y el pelo y su apariencia se estableció que el padre si era el príncipe heredero Federico Augusto. El rey George murió el 15 de octubre de 1904. Federico Augusto III ahora rey prometió a su padre no dejar volver a Luisa a la corte y divorciarse de ella. Pocas veces pudo ver a sus hijos, ya que los ministros de su marido se los prohibía, se le permitió verlos en una reunión privada en una embajada sajona.


Nota en pie de foto: “mi mismo vestido de lujo como Marie Antoinette”. De los Habsburgo tenía el legado de la independencia absoluta de pensamiento y acción, que siempre ha sido tan extraño en miembros de una casa imperial escondida por la etiqueta y la tradición. La mayoría de nosotros los Habsburgo tienen gustos artísticos, la mayoría de nosotros poseemos el deseo de vivir la vida sobre líneas grandes y nobles, pero también la torcedura mental que ha llevado a algunos al suicidio, el destierro y modestia. Creo que poseo la fuerza de voluntad de María Theresa y el coraje en problemas de Marie Antoniette. Al igual que ella, he experimentado la calumnia, despedidas amargas y soledad absoluta. Pero da como resultado formar un carácter verdadero".

La archiduquesa Luise von Österreich-Toskana como la reina marie antoinette. memorias "mi propia historia"

lunes, 3 de noviembre de 2014

LA TORRE DE MARLBOROUGH DE MARIE ANTOINETTE


En 1783 el nacimiento del Delfín Luis José origino una gran festividad en toda Francia. Madame de Poitrine encargada de dar pecho al nuevo Delfín, hizo popular una de sus canciones de cuna, la famosa “mambrú se fue a la guerra”. La reina tarareo la melodía que pronto se hizo popular. María Antonieta conmemoro esta muestra de gratitud ordenando construir una torre llamada Marlborough. Pero ¿de dónde salió esta canción? ¿Quién era Marlborough? ¿Por qué se hizo tan popular?

La melodía surgió como una manera de los franceses burlarse de su enemigo, John Churchill, primer duque de Marlborough. A pesar de que la canción sugiere que el duque murió, en realidad este fue herido en la batalla de Malplaquet el 11 de septiembre de 1709.


La canción conocida desde 1781 por Beaumarchais quien la había incluido en su obra "las bodas de fígaro”. Tras la prohibición del rey, para alentar a la opinión pública, el autor la hizo circular por los salones de la aristocracia francesa. La enfermera del Delfín quien la había aprendido en su pueblo natal, un día la canto frente a la reina, está llena de curiosidad por aprenderla la acompaño junto al clavicordio, además de encantarle al pequeño niño.

“En una circunstancia extraña – dicen las memorias secretas- un don nadie del tribunal la hizo popular. La señora de pecho, la enfermera del Delfín, la había aprendido en su pueblo, y un día la tarareo, el rey y la reina vinieron sobre ella para oírla, se divirtieron, quería aprenderla, y los cortesanos no dejaron de imitar a sus amos, todos la repitieron en la Muette…”.

La moda era enorme y muchos objetos fueron decorados con ilustraciones de este tema. Había bandas, tocados, chalecos y sombreros al estilo Marlborough. Pronto se extendió a parís donde se cantaba la canción por todas partes como una expresión de alegría por tener un Delfín. Para conmemorar la exaltación nacional, María Antonieta ordeno la construcción de una pequeña torre en los jardines del Trianon para que más adelante el pequeño Delfín jugara en ella.


La torre de Marlborough, construido con un aspecto de un faro vagamente medieval, inicialmente llamada la “torre de pesca”. De los tres pisos de la torre, solo la base hexagonal es piedra Vergelé para garantizar su durabilidad. Cerca de su base se establece el falso granero, a través del cual se colocó originalmente un pasó rápidamente demolido, lo que lleva al lago. La torre se utiliza para el almacenamiento en sus bases, las herramientas y los barcos de pesca. Un estrecho pasillo se puede tomar de la lechería a la sala circular. La escalera es de roble macizo adornada con Alhelíes y Geranios en sus pasamanos. Durante su construcción en 1784, también se hizo una pesquería rectangular. Pero después de menos de un año de trabajo, fue demolido para dar paso a la industria láctea.


Para nosotros es muy conocida la canción aunque un poco reformada a través de los tiempos. Existen también versiones en otros idiomas. La inglesa, ha dado lugar a la canción del mismo nombre, conocida en España como Es un muchacho excelente y en Argentina, Chile, México, Paraguay, Colombia, Perú y Uruguay (entre otros países de Latinoamérica) como Porque es un buen compañero. Les doy un pequeño pedazo para que se acuerden:

Mambrú se fue a la guerra,
qué dolor, qué dolor, qué pena,
Mambrú se fue a la guerra,
no sé cuándo vendrá.
ah ah ah ah ah ah ah,
no sé cuándo vendrá
.

domingo, 5 de octubre de 2014

"LES AMOURS DE CHARLOT ET TOINETTE"

Les Libelles sur Marie Antoinette

Una reina joven y fragante,
Augusto, cuyo marido era un hijo de puta muy pobre,
Fue, en ocasiones, una mujer muy conservadora,
La desviación de su dolor,
Mediante el aprovechamiento de la pequeña industria
En un espíritu cansado de esperar y un mal atornillado en contra.

En un dulce sueño
Su cuerpo compacto muy pequeño, desnudo,
A veces en la llanura suave de una pastora,
Con un dedo, el portero del amor
Busca la relajación de las restricciones de los días de noche;
Y quemaron incienso al dios de Citera:
A veces, morir de aburrimiento en medio de un hermoso día,
Se removió en la cama sola:
Sus pezones palpitantes, sus hermosos ojos y la boca,
Suavemente jadeando, medio abierta,
Parecía una hija de puta orgullosa de invitar al desafío.

En sus actitudes lascivas,
Antoinette le hubiera gustado
No permanecer en los preludios,
Y Luis tuvo la mejor maldita;
Pero, ¿qué puede uno decir?
Sabemos que el señor de los pobre,
Tres o cuatro veces condenado a la opción segura,
Para una completa impotencia
Que no satisface a antoinette.

Convencidos de esta desgracia,
Considerando la horma de su zapato
¿No es más grande que una paja?
Eso sigue siendo suave y torcido,
Ha vivido en el bolsillo,
En el lugar de mierda que ha hecho.

D’artois sensación de una día de gracia triunfante,
De esperma y deseo de renacimiento
Llego a los pies de la esperanza de la reina y tiembla;
A menudo pierde su voz que quiere hablar con él,
Presiona sus hermosas manos con una mano que acaricia,
A veces las hojas brillan con su linterna hacia adelante,
Muestra un poco de problemas, le da su vez,
Por último, por favor, antoinette fue el trabajo de una día:
Los príncipes y reyes pronto son de amor.

En una alcoba de oro artísticamente bello
La cual no era oscura y no muy iluminada,
Ternero en un sofá de terciopelo rayado,
La belleza de augusto de los encantos que recibe.

El príncipe tiende su polla a la diosa:
Delicioso momento de esperma y de ternura!
El corazón se ganó, el amor y la modestia
Pintar la belleza de un rojo precioso;
Pero la decencia se va, y solo el amor sigue siendo:
La reina se defiende débilmente, ella llora.

Los ojos soberbios… deslumbrados, encantados
Impulsados por un buen fuego, deambulan por estas bellezas:
¡A! Que no afectaron a un idolatra.

Bajo un cuello bien torneado, que no avergüenza a la de alabastro
Son dos bonitos pezones, se separaron
Latidos suavemente redondeados por el amor:
Cada uno de ellos representa una pequeña rosa.

Pezón con encanto que nunca descansa,
Parece que te invita a apretar la mano,
La mirada se fija en ti, darte un beso en la boca.

Antoinette es divina y todo los que es encantador en él:
El dulce placer que ella le coge la mano,
Sin embargo parece dar una nueva gracia:
Cubierta de placer, el amor es un gran agujero.

D’artois sabe que por el corazón y la folla por todas partes,
Su composición es perfecta, su corazón un horno;
Besa sus hermosos brazos, su coño muy bonito
Y a veces las nalgas y, a veces un alfiler:
Suavemente abofetea su regordete glúteo,
El muslo, el abdomen, el ombligo, el centro
De todo lo bueno;
El príncipe se folla en toda su dulce locura;
Y sin darse cuenta se ve como un canalla,
Mientras se transporta en su ardor extremo,
Él quiere ir derecho al punto de la amistad.

Antoinette pretende evitar lo que a ella le gusta,
El miedo de la sorpresa, se presta solo la mitad:
D’artois aprovecha el momento, y derrota a antoinette
Por ultimo considera que es dulce que se la follen así.

Si bien muy caro encanta el entrelazado
Carlos apretando, le ruego por la misericordia,
Palpita antoinette, y ya en los ojos
Se pintan los placeres de los dioses:
Llegan a la felicidad, pero el hechizo es un traidor,
Suena el timbre… una página de alerta
Demasiado dispuesto a obedecer, perturbado
Por entrar en…
Abrir y ver… ver todo y se van, fue la obra de un momento.

Asombrado por su desgracia,
D’artois… había dejado el lugar
Ella suspiro,
Miro hacia abajo, ruborizada,
Sin pronunciar una palabra:
Por otro beso consola al príncipe
“olvídalo, querida reina, olvídate de esta desgracia,
Esta advertencia me molesto demasiado,
Un retraso de nuestra felicidad,
Da vigor más placer
Además reparare está perdida”.

El amor es llorar su ruptura,
La reina está enojada, ella pronuncia sollozos,
Lugo cae como un peso pesado
Las capturas en una ficha,
Mudos testigos de su desgracia.

El evento cesa, y rompe su bonito cuerpo
El obstáculo de sus fuegos… se trata de la cinta maldita
La campana, el glande,
Fuentes malditas, envenenado,
Los accidentes del día
Entre dos cojines se tomó…

Nuestros amantes celebran el amor
Dos o tres buenos tiempos, antes del final del día:
Y los dos se hundieron en el seno de la felicidad
Parecen disfrutar de sus instalaciones precisos.

domingo, 7 de septiembre de 2014

LA FARSA DEL BOSQUECILLO DE VENUS


En abril de 1784 comienza la De la Motte a dejar caer de cuando en cuando una pequeña observación acerca de lo tiernamente que confía en ella su «querida amiga» la reina; cada vez más llena de fantasía, inventa episodios que suscitan en el sencillo cardenal la idea de que aquella linda mujercita podría ser una ideal intercesora para él cerca de la reina. Cierto que le afecta mucho, acaba por confesar francamente, el que desde hace años Su Majestad no le honre ni con una mirada, cuando para él no habría mayor dicha que la de que le fuera dado servirla respetuosamente. ¡Ay! ¡Si hubiese alguien que hiciera conocer a la reina sus verdaderos sentimientos! Compasiva y emocionada, promete la «íntima amiga» hablarle en su favor a María Antonieta; y de qué peso, con asombro de Rohan, tiene que ser la intervención de la De la Motte, ya que en mayo le anuncia que la reina ha cambiado de opinión y próximamente dará al cardenal una discreta muestra de su transformado pensamiento; claro que nada público todavía; durante la próxima recepción de la corte le hará de un modo determinado cierto saludo secreto. Cuando se desea crear alguna cosa es grato creerla; cuando se desea su vista, también se llega a verla fácilmente. En efecto, el buen cardenal, en la siguiente recepción, cree observar cierta nuance en la inclinación de cabeza de la reina y le paga muy buenos ducados a la tierna mediadora. 

Mas para la De la Motte falta aún mucho para que el filón de oro rinda con la debida abundancia. Para meterse aún con mayor seguridad al cardenal en el bolsillo hay que mostrarle cualquier prueba escrita del regio favor. ¿No estarían bien unas cartas? ¿Para qué tendría, si no, la De la Motte un secretario sin escrúpulos en su casa y en su lecho? En efecto, Rétaux escribe sin vacilar unas cartas de la propia mano de María Antonieta a su amiga la Valois. Y ya que el bobalicón las admira como auténticas, ¿por qué no seguir avanzando por este lucrativo camino? ¿Por qué no simular al momento una correspondencia secreta entre Rohan y la reina, a fin de poder llegar más hasta el fondo de la caja del primero? Por consejo de madame De la Motte redacta el deslumbrado cardenal una detallada justificación de su anterior conducta, la corrige durante días enteros y entrega por fin el escrito, puesto en limpio, a aquella mujer impagable en el más auténtico sentido del vocablo. Y he aquí... Realmente, ¿no es una hechicera esta madame De la Motte y la más íntima amiga de la reina? De aquí que, pocos días más tarde, le trae ya una cartita, en un blanco plieguecillo afiligranado, con dorados bordes y la flor de lis francesa en un ángulo.

La hasta entonces inaccesible y esquiva, la orgullosa reina de la Casa de los Habsburgo le escribe al otro tiempo menospreciado cardenal: «Me alegro mucho de no tener que considerarte a usted ya como culpable; todavía no puedo conceder a usted la audiencia que desea. Tan pronto como las circunstancias lo permitan se lo comunicaré. Sea usted discreto». El embaucado apenas es capaz de dominar su alegría; por consejo de la De la Motte da las gracias a la reina; recibe de nuevo cartas y de nuevo las escribe, y cuanto más se le llena el corazón de orgullo y anhelo ante la idea de estar en tan alto favor con María Antonieta, tanto más le aligera los bolsillos la De la Motte. El temerario juego se halla en pleno curso.

Sólo es lástima que no haya medio de que un importante personaje se muestre dispuesto a desempeñar su papel en la comedia: precisamente la protagonista, la reina. Mas no es posible continuar largo tiempo esta peligrosa partida sin introducirla en la acción, pues no se puede embaucar ni aun a la persona más fácilmente crédula haciéndole figurar eternamente que la reina le ha saludado, si ella, en realidad, aparta con toda tiesura la mirada de aquel hombre execrado y jamás le dirige la palabra. Cada vez se hace mayor el peligro de que el pobre bobalicón descubra por fin el pastel.

Por cuanto hay que inventar una jugada de ajedrez muy usada. Como naturalmente está descontado que jamás la reina le dirigirá la palabra al cardenal, ¿no bastará hacer creer a aquel majadero que ha hablado con la reina? ¿Qué ocurriría si, aprovechando el momento favorable para todas las trapacerías, la oscuridad de la noche, y un lugar propicio en cualquier sombrío paseo del parque de Versalles, se llevara a Rohan, en lugar de la reina, una figuranta a quien se hubiera enseñado a decir algunas palabras? De noche todos los gatos son pardos, y, en su excitación y atontamiento, el buen cardenal se dejaría burlar con la misma facilidad que con las paparruchas de Cagliostro y las camas de cantos dorados escritas por mano de su ignaro secretario.


Pero ¿dónde encontrar a toda prisa una figuranta, un «doble», como se dice hoy en el lenguaje del cine? Sólo allí donde unas muy amables damas y damiselas, de todas clases y tamaños, esbeltas y metidas en carnes, flacas y gordas, rubias y morenas, se pasean a todas horas con un fin comercial: en el jardín del Palais Royal, el paraíso de la prostitución de París. El «conde» de la Motte toma a su cargo la espinosa comisión: no necesita mucho tiempo y ya ha hecho el descubrimiento de una sustituta de la reina, una joven dama llamada Nicole -que más tarde llevará el nombre de baronesa de Oliva-, modista en apariencia, pero en realidad más ocupada del servicio de los caballeros que de una clientela de señoras. No cuesta mucho trabajo convencerla para que represente su fácil papel, pues -según explica la señora De la Motte delante de sus jueces- «era muy tonta».

El 11 de agosto llevan a Versalles a la condescendiente esclava del amor a una vivienda precisamente alquilada para ello: por su propia mano, la condesa de Valois la viste con un traje de muselina con lunares blancos, copiado exactamente de aquel que lleva la reina en el retrato de madame Vigée-Lebrun. Le plantan además un sombrero de alas anchas, que dé sombra al semblante, sobre los cabellos cuidadosamente empolvados; y entonces, adelante, viva y descaradamente, por el nocturno parque sombrío, con la pequeña que se asusta con facilidad y que deber representar, durante diez minutos, a la reina de Francia delante del gran limosnero del rey. La más temeraria bellaquería de todos los siglos está en marcha.

 
Muy calladamente se desliza la pareja, con su seudo reina disfrazada, por la terraza de Versalles. El cielo los protege, como siempre a los trapaceros, y derrama una oscuridad sin luna sobre los jardines. Bajan hacia el bosquecillo de Venus, espesamente cubierto de abetos, cedros y pinos, donde de cada figura apenas es posible distinguir otra cosa que la silueta; es un lugar maravillosamente apropiado, por tanto, para los juegos de amor, y más aún para esta fantástica comedia de engaños. La pobre golfilla comienza a temblar.


¿En qué aventura se ha dejado meter por una gente desconocida? Lo mejor para ella sería escaparse. Llena de miedo, tiene en sus manos la rosa y la esquela que, según lo prescrito, debe entregar a un distinguido señor que se acercará a hablarle. Crujen ya las arenas del paseo. Surge de las sombras la silueta de un hombre; es Rétaux, el secretario, que, fingiéndose servidor real, conduce a Rohan. De repente, la Nicole se siente enérgicamente impulsada hacia delante; como tragados por la oscuridad desaparecen de su lado los dos rufianes. Se queda sola, o más bien ya no lo está, porque, alto y esbelto, con el sombrero muy calado sobre la frente, un desconocido viene ahora a su encuentro: es el cardenal. 

Pero ¡de qué modo tan raro se conduce este hombre extraño! Se inclina respetuosamente hasta el suelo y le besa a la moza la orla del vestido. Ahora debería la Nicole tenderle la rosa y la carta que tiene preparadas. Pero, en su aturdimiento, deja caer la rosa y se olvida de la carta. Sólo balbucea, con voz ahogada, las escasas palabras que trabajosamente le han metido en la cabeza: «puede usted confiar en que todo lo anterior está olvidado». Y estas palabras parecen encantar desmedidamente al desconocido caballero; una y otra vez se inclina ante ella y tartamudea, con manifiesto embeleso, las más sumisas y respetuosas gracias, sin que la pobre modistilla sepa por qué. Sólo tiene miedo, un miedo mortal, de tener que decir algo y con ello traicionarse. Pero, gracias a Dios, rechina otra vez la arena bajo unos pasos precipitados, y alguien dice en voz baja y agitada: «¡Pronto, pronto, venid! Madame y el conde Artois están muy próximas».


La llamada hace su efecto; se espanta el cardenal y se aleja precipitadamente, acompañado por la De la Motte, mientras que el noble esposo conduce a la pequeña Nicole: con corazón palpitante, se desliza la seudo reina de esta comedia a lo largo del palacio, en el cual, detrás de las ventanas sumidas en las tinieblas, la verdadera reina duerme sin sospechas. 

La farsa aristofánica ha triunfado gloriosamente. El pobre imbécil del cardenal ha recibido un golpe en el cráneo que le arrebata por completo todos los sentidos. Hasta entonces había habido que volver a cada momento a cloroformizar su desconfianza; el pretendido saludo era sólo una semi prueba, lo mismo que las cartas; pero ahora que el burlado cree haber hablado en propia persona con la reina y haber oído de su boca que lo perdona, cada palabra de la condesa de la Motte va a ser para él más verdadera que el Evangelio. Ahora, llevados sus andares por la condesa, marcha por donde ella quiere. Esta noche no hay un hombre más feliz que él en toda Francia. Rohan se ve ya primer ministro gracias a las mercedes de la reina.

Algunos días más tarde, la De la Motte le anuncia ya al cardenal otro testimonio del favor de la reina. Su Majestad -bien conoce Rohan su generoso corazón- tiene el deseo de hacer entregar cincuenta mil libras a una familia noble caída en la miseria, pero por el momento se ve impedida a pagarlas. ¿No querría el cardenal tomar a su cargo este caritativo servicio? Rohan, dichosísimo, no se asombra ni por un instante de que la reina, a pesar de sus gigantescos ingresos, se encuentre mal de fondos. Todo París sabe, por lo demás, que siempre está metida en deudas. Al instante el cardenal hace llamar a un judío y dos días después las monedas de oro tintinean sobre la mesa de los De la Motte. Por fin tienen éstos ahora en sus manos los hilos para hacer bailar a su gusto al fantoche. Tres meses más tarde tiran de ellos aún con mayor fuerza: otra vez desea dinero la reina, y Rohan empeña, diligente, muebles y objetos de plata, sólo para agradar más pronto y ricamente a su protectora.

Ahora vienen unos tiempos celestiales para el conde y la condesa de la Motte. El cardenal está lejos, en Alsacia, pero sus dineros suenan alegremente en los bolsillos de la pareja. Ahora no necesitan tener ya ninguna preocupación; han encontrado un tonto que paga. Le escribirán de cuando en cuando una carta en nombre de la reina y el cardenal destilará nuevos ducados. Entre tanto, ¡a vivir magníficamente al día y con toda clase de goces y no pensar en mañana! No sólo los soberanos, los príncipes, los cardenales, son irreflexivos en estos tiempos livianos, sino que lo son también los bellacos. Se apresuran a comprar una casa de campo en Bar-sur-Aube, con magnífico jardín y dilatada labranza; comen en vajilla de plata, beben en copas de cristal centelleante; se juega y se oye música en este noble palacio; la mejor sociedad se disputa el honor de poder tratarse con la condesa de Valois de la Motte. ¡Qué hermoso es el mundo donde se dan tales pazguatos! Quien al jugar ha sacado por tres veces la carta más alta, no vacilará en atreverse a realizar, también por cuarta vez, la más audaz jugada.