miércoles, 3 de febrero de 2010

¿COMO ERA REALMENTE MARIA ANTONIETA? SU APARIENCIA FISICA


Una pregunta surge espontáneamente: ¿cómo era María Antonieta? Como era su aspecto físico?

Disponemos de varios testimonios contemporáneos que son todos más o menos unánimes al afirmar que la reina, más que dotada de una belleza perfecta, poseía algo más impalpable pero no menos evidente, lo que hoy definiríamos como "encanto". Maria Antonieta siempre fue retratada radiante, hermosa, rozando la perfección. Se remarca su piel blanca, su cabello rubio, su frente grande, su mirada noble y soñadora.Pero a pesar de todo ello, se dice que María Antonieta no era considerada "especialmente bella". Como escribe Zweig en su famosa biografía, María Antonieta era "delicada, esbelta, grácil, brillante, coqueta... la diosa del rococó, el tipo ejemplar de moda y gusto dominantes... un encanto demasiado fugaz y refinado para ser, puedes adivinarlo totalmente a través de los retratos."

Gervaso escribe de manera más sucinta: "La hija de la emperatriz era una muchacha agradable pero no hermosa".


María Antonieta tenía varios defectos, no se puede negar, pero eso no la hacía menos interesante. Una fuerte miopía y un estrabismo de Venus hacían que su mirada fuera dulce y soñadora, el color de sus ojos era un tono azul heredado de su madre, un azul claro rebautizado como "azul imperial" en honor a la emperatriz. Tenía las cejas arqueadas y un hoyuelo en la barbilla, heredado de su padre. Un hombro estaba ligeramente más alto que el otro, es decir, tenía escoliosis, un defecto común a muchos adolescentes y que en su momento se solucionó con el uso de aparatos ortopédicos desde temprana edad. Sabemos que María Antonieta en Francia se negó a usar uno durante un cierto período, probablemente porque quería sentirse más libre y despreocupada como cualquier adolescente. Su madre tuvo que intervenir desde Viena para convencerla de que cambiara de opinión.

Castelot, su gran biógrafo, escribe: "Observando sus retratos podemos darnos cuenta de los defectos de ese rostro, sin embargo muy atractivo: una frente demasiado grande, una nariz algo grande, ojos miopes, una barbilla pesada. Con el paso de los años, el famoso labio austriaco se ha acentuado: sería más exacto decir un labio borgoñón, ya que el primero en lucirlo fue Carlos el Temerario. Pero lo que desfiguraría otro rostro que ni siquiera se nota aquí. Todo lo que se ve es esa tez rubia deslumbrante, ese incomparablemente aterciopelado, ese cuello griego, esa cintura larga, ese pecho un poco pesado tal vez, pero hermoso, ese cuerpo que uno imagina que fue hecho para el amor".

María Antonieta como Hebe.
Detalle del retrato de Drouais. Chantilly -
Museo Condé
Podemos citar otra descripción, del anciano cardenal de Rohan, enviado a Viena para dar una opinión de primera mano sobre el desarrollo físico de María Antonieta: "La archiduquesa/Delphine tiene medidas proporcionadas a su edad, esbelta sin ser demacrada o desgarbada, es una joven que aún no ha florecido. Tiene una complexión perfecta y todos sus movimientos son graciosos. Su cabello rubio puro no tiene el más mínimo reflejo, ni tiende al rojo. Está bien plantado. pero se teme que la frente se ensanche, debido a la costumbre de la institutriz, a la que le encantaba ver la frente libre de pelos, y que, apretando la frente de la princesa con una cinta de lana, adelgazaba el pelo hasta la raíz del cabello. por eso su frente es un poco alta, pero muy hermosa, la forma de su rostro es un óvalo perfecto, sus cejas son tan espesas como pueden ser en una persona rubia, y un poco más oscuras que su cabello, sus pestañas son de una longitud encantadora. Sus ojos son azules sin estar apagados y te miran con vivacidad enérgica. La nariz es aguileña, quizás demasiado aguda, pero el resultado da una impresión de delicadeza y distinción, creo. Tiene la boca pequeña, escarlata como una cereza, los labios carnosos, especialmente el inferior, que es, como se sabe, el rasgo distintivo de la Casa de Borgoña. ¿No es increíble que esto (el labio) se haya transmitido hasta nuestros días durante generaciones, desde la duquesa María la Grande, es decir, durante trescientos años? Y esta es sólo la más pequeña parte de su legado. ¡Ah! Luis XI, ¿qué has hecho? La suavidad de su piel es prodigiosa y su blancura deslumbrante; Tiene colores naturales y bien distribuidos que te liberarán del uso de lápiz labial. Su porte es el de quien se sabe hija de los Césares. Su rostro adquiere diferentes expresiones pero siempre está orgulloso. La dignidad natural se ve atenuada por su dulzura natural y la sencillez de su educación. No creo que los franceses puedan negarse, al verla, a experimentar un sentimiento de afecto mezclado con un profundo respeto".


El preceptor, el abate Vermond, aunque taciturno por naturaleza, dice de ella con entusiasmo: "Se pueden encontrar rostros más bellos, en términos de regularidad; pero no creo que puedas encontrar nada más atractivo." Otro lleva al cielo la seda de su cabello rubio, se extasia ante los "ojos azules sin ser insípidos", admira sobre todo el "cuello griego" y el "puro óvalo de la cara". Un extranjero, que en realidad es inglés, encuentra ese óvalo "demasiado oblongo", que esos ojos "demasiado brillantes". Pero hay un detalle sobre el cual todos en Viena están totalmente de acuerdo, un detalle que algún día emocionará a Versalles: la blancura nacarada de la tez de Madame Antonia; una tez "deslumbrante", dirá alguien. Un discípulo de La Tour, Ducreux, que había estado el año anterior en Viena para retratarla, había plasmado en su joven modelo que ya tiene una forma orgullosa de llevar la cabeza, "fijada de tal manera que cada movimiento tiene nobleza". La pintura ya sugiere la gracia en el comportamiento, que un día se convertirá en el famoso porte regio de María Antonieta.

En definitiva, la reina poseía un aura de gracia debido a la gracia y bondad inimitable de sus actitudes más que a la belleza en el sentido estricto del término.

"Sólo tenemos ojos para la Reina  -escribió Horace Walpole- Las Hebes y las Floras, las Helenas y las Graces no son más que mujeres de la calle comparadas con ella. Ya sea que esté sentada o de pie, ella es la estatua de la belleza. Cuando ella en sus movimientos es la personificación de la gracia. Llevaba un vestido plateado adornado con rosas, algunos diamantes y plumas en la cabeza. No noté a ninguna otra dama, pero tal vez porque la Reina con su belleza las eclipsó a todas". 


Y de nuevo Madame Vigée Le Brun, su pintora, que tuvo la oportunidad de observarla durante mucho tiempo: "Estaba entonces en todo el esplendor de la juventud y de la belleza. María Antonieta era alta, maravillosamente bien formada, bastante robusta sin ser excesiva. Sus brazos eran soberbios, manos pequeñas, de forma perfecta y pies encantadores. Era la mujer de Francia que mejor caminaba, manteniendo la cabeza muy alta, con una majestuosidad que hacía reconocer a la soberana en medio de toda su corte . Sus rasgos no eran nada regulares; había heredado de su familia ese óvalo largo y estrecho característico de la nación austriaca. Pero lo más notable de su rostro era el esplendor de la tez. Nunca había visto uno tan espléndido, y espléndida es la verdadera palabra; la piel era, en efecto, tan transparente que no adquiría sombras. Por lo tanto, no pude producir el efecto a mi gusto: pintar esa frescura, esos tonos tan finos que sólo pertenecen a ese rostro encantador y algo que nunca he encontrado en ninguna otra mujer, extrañaba los colores."

El paje du Tilly, que encontraba desagradable a la reina, se expresó así describiéndola: "Tenía algo que es mejor en un trono que la belleza perfecta: el porte de un soberano [...] Tenía ojos que no eran bellos pero capaces de cualquier expresión, benevolencia o aversión, estaban representadas en esa mirada de manera más singular que nunca he visto en otras. No estoy seguro de que esa nariz se adaptara a su rostro. La boca era decididamente fea, ese labio, saliente y a veces caído, Si se cita como algo que daba a su fisonomía un aire noble y distinguido, sólo pudo haber servido para expresar enfado e indignación que no son expresiones habituales de la belleza. Su piel era admirable, sus hombros y cuello igualmente, su pecho también. la figura podría haber sido más elegante, nunca he vuelto a ver unas manos y unos brazos tan bonitos. Tenía dos maneras de caminar: una firme, un poco apresurada y siempre noble; la otra más suave y equilibrada, diría más suave y más caricias pero por eso no nos olvidamos de mostrarle respeto. Nadie ha hecho jamás una reverencia con tanta gracia, saludando a diez personas inclinándose una sola vez y dando a cada uno lo que le corresponde con la cabeza y la mirada: en una palabra, si no me equivoco, cómo se ofrece una silla a las otras mujeres, era natural a ella ofrecerle el trono."


Su andar era siempre ligero y acariciante, aunque con la madurez había adquirido formas generosas. Sabemos por su modista, Madame Eloffe, que la reina tenía una cintura de 58/59 cm y un pecho de 109 cm. Unas medidas, para los estándares actuales, un poco ridículas pero que se adaptaban perfectamente a la moda de la época.

La estructura física real de la reina siempre ha despertado mucha curiosidad, sobre todo si nos referimos a las singulares medidas que nos dejó su modista. Su altura rondaba las 6 pulgadas, es decir, 1.70 cm. Llevaba zapatos talla 36. Medidas muy respetables para una chica que reflejaba a la perfección los estándares estéticos de su época.

¿Y el pelo? ¿De qué color era el cabello de la reina? Bajo capas de polvo, a través de retratos, es imposible entenderlo. Hay acuerdo sobre el cabello rubio pero hay desacuerdo sobre el tono; algunos hablan de rubio ceniza, otros de castaño claro en su madurez, algunos incluso de "rubio fresa". Madame Du Barry la llamó la "petite rousse", en alusión a los reflejos cobrizos de la entonces Dauphine. Zweig habla de "cabellos opulentos que van del rubio ceniza a mechas y reflejos rojizos". Estas declaraciones contrastan con el testimonio del anciano cardenal de Rohan que definió el cabello de María Antonieta como rubio puro sin el menor reflejo.


Podemos encontrar en cartas entre María Antonieta y su madre, en el período entre 1770 y 1780, referencias de que en realidad ella no se veía parecida en los retratos que le hacían. Aquí hay dos extractos de cartas a su madre:

María Antonieta a María Teresa, 13 de agosto de 1773: "Estoy siendo retratada en este momento; es cierto que ningun pintor ha captado la manera en que realmente me veo. Daría todo lo que tengo a cualquiera que pueda expresar en un retrato toda la alegría que sentiría al ver a mi querida Mamá; que difícil es solo poder besarla a través de una carta".

María Antonieta a María Teresa, 16 de noviembre de 1774: "Los pintores me matan y me hacen desesperar. Retardé a mi mensajero para permitir terminar mi retrato; me lo acaban de entregar; me parezco tan poco que no lo puedo mandar. Espero tener uno mejor el próximo mes".

Detalle del retrato de Wertmüller
Según Madame Campan, el retrato mas parecido de María Antonieta es el realizado por Adolf Ulrik Wertmüller, un pintor sueco que formaba parte de la Real Academia de París. Aquí no se la ve con ojos soñadores, ni piel perfecta. Al contrario, sus ojos expresan determinación, su nariz mas recta y su mentón Habsburgo. Madame Campan muy probablemente tenía razón al decir que este retrato es el más acorde a la imágen de la Reina.

jueves, 5 de noviembre de 2009

"QUE COMAN PASTELES"

Entre tanto María Antonieta intentó convencer a su esposo para huir con la familia a Metz donde había tropas reales. Sin embargo, el rey se negó a huir. Cuando en las próximas semanas el rey una y otra vez rehusó abolir oficialmente los derechos feudales, la gente sospechó que tras la terquedad del rey estaba su mujer, y la austriaca se convirtió en el blanco principal del odio del pueblo. Entonces cundió con la rapidez de un rayo una anécdota que ejemplificaba su altivez cínica y desalmada. María Antonieta, se decía, habría preguntado, durante un paseo que dio con su cochero, por qué toda la gente parecía tan desgraciada. «Majestad, no tienen pan para llevarse a la boca», le respondió. En efecto, la mala cosecha del año 1789 había hecho explotar los precios del pan; el hambre amenazaba. Y María Antonieta habría contestado a esa explicación: «Si no tienen pan, que coman pasteles.» (S’ils n’ont pas de pain, qu’ils mangent de la brioche.)Seguramente María Antonieta jamás dijo estas palabras. No obstante, en la Francia de 1789 todo el mundo creía que este comentario cínico sólo podía haber salido de labios de María Antonieta. A lo largo y ancho del país, la reina fue insultada en panfletos y obras de teatro.

“Cada vez que recorto el presupuesto en los hogares, las hojas de escándalo, simplemente informan de que malgasto mas dinero que nunca. Apenas la semana pasada, después de dar de mi propio dinero para traer comida a la parte mas pobre de la ciudad, las revistas no solo olvidaron mencionar mi donación, pero ingeniosamente han inventado nuevas palabras de mis labios. Al parecer, todo el mundo en parís cree que tengo una nueva solución para aquellos que no tienen pan: “que coman pastel!”. Mis acciones reales se han convertido en irrelevantes”.( María Antonieta: El color de la carne -Joel Gross, 2007)

Cuenta Jean Jacques Rousseau en 1769 que una cortesana, al escuchar al pueblo clamar bajo la ventana, preguntó a su doncella:”¿Qué sucede? ¿Por qué se lamentan?”. "Porque tienen hambre y carecen de pan” , le explicó la sirvienta. A lo que la dama concluyó: “ Si no tienen pan, que coman pastel!". Tradicionalmente se atribuye esta anécdota a María Antonieta, aunque cuando Rousseau la escribió en 1769, la futura reina de Francia aún era una niña, archiduquesa austriaca alejada de brillante mundo de Versalles.

viernes, 23 de octubre de 2009

MARIE ANTOINETTE ES LLAMADA "MADAME DEFICIT"


La significación histórica del proceso del collar consiste en que arroja la agria y dura luz de la publicidad sobre la persona de la reina y las interioridades de Versalles; en tiempos revueltos, siempre es peligroso el hacerse visible. Pues para tomar las armas, para llegar a ser activo, todo estado de descontento, todavía en situación pasiva, necesita siempre una figura humana, ya sea como abanderado de su idea, ya como blanco para el acumulado odio; un bíblico chivo expiatorio. A ese ser misterioso que es el «pueblo» sólo le es dado pensar antropomórficamente, sólo partiendo de seres humanos; las ideas no son nunca plenamente claras para su capacidad de concepción, sino sólo los personajes: por ello, dondequiera que hay una culpa quiere ver al culpable. El pueblo francés sospecha ya oscuramente, desde hace mucho tiempo, que hay una injusticia que le es infligida no sabe desde dónde. Durante largos años se ha inclinado obediente, esperando, crédulo, tiempos mejores: al advenimiento de cada nuevo Luis siempre ha tremolado con embeleso las banderas, siempre ha cumplido piadosamente con sus señores feudales y la Iglesia en el pago de censos y prestaciones personales; pero cuanto más se somete, tanto más dura llega a ser la presión de los impuestos que, ávidamente, le chupan la sangre. En la rica Francia están vacíos los graneros, empobrecidos los arrendatarios; en la más fértil tierra de Europa, bajo los más bellos cielos, escasea grandemente el pan. Alguien tiene que ser el culpable; si los unos carecen totalmente de pan, tiene que ser porque otros devoren demasiado; si los unos se ahogan bajo la carga de sus deberes, tiene que haber otros que se arroguen demasiados derechos. Aquella sorda inquietud que siempre precede a toda idea y a todo pensamiento creador se extiende, poco a poco, por todo el país. La burguesía, a quien un Voltaire y un Jean-Jacques Rousseau han abierto los ojos, comienza a juzgar por sí misma, a censurar, a leer, a escribir, a instruirse: a veces un relámpago abrasa los cielos anunciando la gran tormenta; son saqueadas las granjas y amenazados los señores feudales. Un gran descontento pesa desde hace tiempo, como una niebla, sobre todo el país.


Entonces, uno detrás de otro, dos deslumbradores relámpagos cruzan el espacio a iluminan toda la situación a ojos del pueblo: el proceso del collar es uno de ellos; el otro las manifestaciones de Calonne sobre el déficit. Estorbado en la realización de sus reformas, acaso también por secreta animosidad contra la corte, el ministro de Hacienda, al hablar de la situación financiera, ha citado por primera vez cifras exactas. Se sabe ahora lo que se silenció durante tanto tiempo: en doce años de reinado, Luis XVI ha tomado a préstamo mil doscientos cincuenta millones. Todo el pueblo se queda lívido ante el resplandor de este relámpago. Un millar doscientos cincuenta millones, cifra astronómica, ¿en qué y por quién han sido consumidos? El proceso del collar da la respuesta; saben por él los pobres diablos que por algunos zancajean trabajosamente jornadas enteras que, en ciertos círculos sociales, son presentados como corrientes regalos amorosos, diamantes por valor de millón y medio, que se adquieren palacios por diez o veinte millones, mientras que el pueblo se muere de hambre. Y como todo el mundo sabe que el rey, ese humilde zote, esa alma de pequeño burgués, no es capaz de participar en esta fantástica dilapidación, toda la mala voluntad, a modo de catarata, se precipita sobre la reina fascinadora, pródiga y aturdida. Se ha encontrado a la culpable de las deudas del Estado. Ahora se sabe ya por qué los billetes tienen menos valor de día en día, el pan está cada vez más caro y los impuestos cada vez más altos; es porque esa zorra dilapidadora hace revestir, en su Trianón, toda una habitación con brillantes y porque le envía secretamente a su hermano José, a Austria, centenares de millones de oro para pagar su guerra: porque colma de pensiones, empleos y prebendas a sus amantes y amiguitas. La desgracia tiene de pronto una causa, la bancarrota un autor, la reina un nuevo nombre. Desde un extremo de Francia hasta el otro se la llama «Madame Déficit»: la palabra quema sus espaldas como un hierro candente. 

la reina comparada con las peores reinas de francia, Fredegunda y Catalina de Medicis.
Ha estallado ahora, por fin, la nube lóbrega: una granizada de folletos, panfletos, libelos; un diluvio de escritos, proposiciones, peticiones, se derrama mugidora; jamás en Francia se ha hablado y escrito tanto; el pueblo comienza a despertar. Los voluntarios y soldados de la guerra norteamericana hablan, hasta en las aldeas más ignorantes, de que hay un país democrático, sin corte, rey ni nobleza, sino sólo puros ciudadanos con perfecta igualdad y libertad. Y ¿no está ya claramente expresado en el Contrato social de Jean-Jacques Rousseau, y más fina y discretamente en los escritos de Voltaire y Diderot, que el régimen monárquico no es el único querido por Dios ni el mejor de todos los existentes? El viejo respeto, mudo y reverente, alza por primera vez, furioso, la cabeza, y con ello una nueva confianza es infundida en la nobleza, la burguesía y el pueblo; el leve rumor de las logias masónicas y de las reuniones públicas asciende poco a poco de tono hasta convertirse en un mugir y un atronar tempestuoso: «Lo que aumenta el mal en monstruosas proporciones -comunica a Viena el embajador Mercy- es la creciente excitación de los espíritus. Puede decirse que, poco a poco, la agitación ha alcanzado a todas las clases sociales, y esta febril inquietud da fuerza al Parlamento para perseverar en su oposición. No se creería si se dijera la audacia con que se expresan las gentes en los lugares públicos sobre el rey, los príncipes y los ministros: se critican sus gastos; se pinta con los más negros colores la prodigalidad de la corte, y se insiste en la necesidad de una convocación de los Estados Generales, como si el país estuviera sin gobierno. Es ya imposible reprimir con medidas penales esta libertad de lenguaje, pues la fiebre ha llegado a ser tan general que aun cuando se encerraran por millares las gentes en la cárcel, no podría ser contenido el daño, sino que tal hecho provocaría en tan alto grado la cólera del pueblo, que la insurrección sería inevitable». 

la reina retratada como una bruja!
Ahora el descontento general no necesita ya de ninguna máscara ni de ninguna precaución; se presenta abiertamente y dice lo que quiere decir; ya no son guardadas ni las formas externas de respeto. Cuando la reina, poco tiempo después de la cuestión del collar, vuelve a pisar por primera vez su palco, es recibida con tan violentos silbidos que en adelante evitar ir al teatro. Cuando madame Vigée-Lebrun quiere exponer públicamente en el «Salón» su retrato de María Antonieta, es ya tan grande la probabilidad de un ultraje a la pintada «Madame Déficit», que se prefiere retirar a toda prisa el retrato de la reina. Por todas partes, recibe María Antonieta una fría hostilidad, no ya sólo a sus espaldas, sino cara a cara y abiertamente.

Cuantas más perversidades sabe referir de la reina, tantas más quieren conocer. Los libelos suceden ahora a los libelos; cada uno excede al anterior en lascivia y ordinariez; pronto aparece una pública «Lista de todas las personas con las cuales ha tenido la reina relaciones licenciosas»; contiene nada menos que treinta y cuatro nombres de uno y otro sexo, duques, comediantes, lacayos, el hermano del rey, así como su ayuda de cámara, la Polignac, la De Lamballe y, por último, para abreviar, routes les tribades de Paris , incluyendo a las mozas perdidas de las calles, castigadas a latigazos. Pero estos treinta y cuatro nombres no agotan, ni con mucho, todos los compañeros de vicio que atribuye a María Antonieta la opinión de los salones y la de la calle, artificialmente excitadas; toda una nación se ha apoderado de una mujer, y se le adjudica, hoy como en esos tiempos, en forma de alud, todos los excesos y perversiones imaginables. Otro libelo, La vie scandaleuse de Marie-Antoinette , tiene noticias de un vigoroso bárbaro que ya en la corte imperial austríaca tenía que apaciguar los inextinguibles Fureurs utérines (éste es el delicado título de un tercer libero) de la muchacha de trece años; con mucho detalle se describe en el Bordel royal (otro título de libelo) el comercio de la reina con sus mignons et mignones , y se ponen al alcance del embelesado lector con numerosos grabados pornográficos que representan a la soberana, con sus diferentes colegas, en aretinescas posturas amorosas. Cada vez más alto salpica la basura; las mentiras son cada vez más odiosas y es creída cada una de ellas porque se desea creer todo lo que se diga sobre aquella «criminal». A los dos o tres años es imposible ya salvar a María Antonieta, infamada en toda Francia como la mujer más lasciva y depravada, más astuta y tiránica que cabe imaginar.


Por último tiene que sufrir la última afrenta: el teniente de Policía anuncia de una manera embozada que sería aconsejable que la reina se abstuviera de visitar París por el momento, no fuera a darse el caso de que se produjesen incidentes enojosos, de los cuales no hubiera modo de defenderla. Ahora desde el pulpito, en voz alta y clara, se exige un proceso contra la pecaminosa, el estado eclesiástico después de la ofensa contra el cardenal de Rohan exige que se juzgue a la reina. De domingo en domingo, los sacerdotes adoptan tonos cada vez más ásperos. Igual de imperdonable, gritan desde los pulpitos a la entusiasmada multitud, es el adulterio, el derroche, la frivolidad y el crimen cometido por una reina que por la mujer más insignificante del país. Pronto el odio desciende de la iglesia a la calle y con especial celo braman las mujeres contra la reina. Cada vez más furioso ruge el grito “¡matar a la puta!” “muerte a la ramera de Versalles!”. La agitación hasta entonces contenida en la totalidad del país se desencadena salvajemente ahora contra una sola persona y, arrancada repentinamente de su despreocupación, despertada al ser golpeada y azotada por ese látigo de odio, solloza desesperada la reina, dirigiéndose a sus últimos fieles: « ¿Qué quieren de mí? ¿Qué les he hecho?».


Inmediatamente después de esto es otra, con la energía quebrada, el valor destrozado. Como un fuego arde la conciencia en su cuerpo, con mirada petrificada, loca, se espanta a sí misma. Una única y loca ambición envenena su cerebro atormentado: la ambición del dejar de saber, del no tener que pensar en ello, la mina. Algo en sus rasgos, en su ser, ha cambiado de forma permanente, la habitual ligereza y seguridad ha desaparecido. Camina, vive y actúa como una persona sometido a una fuerte presión. Se encierra en su habitación y a través de las puertas las camareras la oyen gemir y sollozar. Normalmente confiada, esta vez no confía en nadie. Sus labios están sellados, y nadie sospecha el terrible secreto que lleva a través de sus días y sus noches y que poco a poco le asfixia el alma. Espantoso despertar, en que los sentidos se concentran y deslumbra el reconocimiento de las locuras cometidas.

Este cambio, e incluso sus rasgos muestran tan extrañeza en comparación con su ser anterior: la que era indiferente a lo que el mundo pensara de ella, si es inteligente o sensato lo que emprendiera. Tan solo adelante, adelante, no detenerse y no reflexionar. ¡Tan solo dejar de pensar, dejar de saber, dejar de ver, dejar de oír, tan solo avanzar y avanzar hacia la locura!. Ya no recuerda en nada a la mujer alegre, prudente, locuaz, segura de sí misma, que era hace algunos años. Se encierra en sí misma, se oculta, se esconde. Quizá sigue esperando que el mundo callara y la ola negra pasara clemente sobre su cabeza.


Pero cuando las voces empiezan a preguntar, a apremiar, cuando por los salones de Versalles, por las calles de parís, cuando el mundo entero exige de ella explicaciones, respuestas y sentencia, se sume poco a poco en la confusión. Sabe que tendría que hacer algo para ocultar el hecho, para disculparlo. Pero le falta fuerza para dar una respuesta convincente, para decir una palabra inteligente y engañosa. Indefensa, impotente y desesperada María Antonieta quiere huir de las voces, las que advierten y amenazan.

Tenía que caer un crepitante rayo para hacer salir con espanto a María Antonieta de su orgulloso a indiferencia. En este momento está despierta; ahora comienza a comprender lo que ha omitido de sus obligaciones aquella mujer mal aconsejada y sorda a todo favorable aviso en su debido momento, y, con la nerviosa impetuosidad que le es propia, se apresura a enmendar de una manera bien visible lo más irritante de sus faltas.

De una sola plumada limita inmediatamente el costoso tren de su vida. A mademoiselle Bertin se le firma la licencia: en el vestuario, en el régimen doméstico, en las caballerizas, se adoptan limitaciones que economizan más de un millón al año; los juegos de azar, con sus banqueros, desaparecen de sus salones; se interrumpen las nuevas construcciones del palacio Saint-Cloud; se venden con toda rapidez posible otros palacios; son destituidos los ocupantes de una porción de cargos inútiles, en primer lugar los de sus favoritos de Trianón. María Antonieta permanece firme. Desde que mira con despiertos ojos, conoce mejor muchas cosas. Se retira visiblemente de la fatal sociedad de los Polignac y vuelve a acercarse a sus antiguos consejeros, a Mercy y al hace mucho tiempo despedido Vermond. Por primera vez, María Antonieta vive con el oído alerta; por primera vez no obedece a la antigua potencia, la moda de su mundo, sino a la nueva, la opinión pública. Es como si su tardío buen sentido quisiera justificar póstumamente a María Teresa por sus inútiles advertencias. 


Pero «demasiado tarde»: esta funesta frase será desde ahora la respuesta a cada uno de sus esfuerzos. Todas estas pequeñas renuncias pasan sin ser notadas en el general tumulto; estas economías precipitadas no son más que gotas que rezuman del enorme tonel de las danaides del déficit. Reconoce ahora, con espanto, que con medidas parciales y accidentales no puede ya salvarse nada; es necesario un Hércules que aparte, por fin, a un lado los gigantescos peñascos del déficit.

«Tiemblo sólo con la idea» -escribirá al conde Mercy- «perdóneme usted esta debilidad» , «mi destino es atraer la desgracia», «necesito mucho que un amigo tan bueno y fiel como usted me sostenga en este momento», tales palabras no se han oído ni leído jamás como brotadas de la anterior María Antonieta. Hay un nuevo tono; es la voz de un ser humano conmovido y removido hasta lo más profundo de su intimidad; ya no el acento leve y cargado de aleteos de risa, de la adulada joven dama; María Antonieta ha mordido la amarga manzana del conocimiento y pierde su seguridad de sonámbulo, pues sólo quien desconoce el peligro está siempre sin miedo. Comienza ahora a darse cuenta del tremendo precio con que está gravada toda gran posición: la responsabilidad. Por primera vez siente el peso de la corona, que hasta ahora había llevado fácilmente, como un sombrero a la moda. ¡Qué temeroso se hace ahora su paso desde que percibe sordos ruidos volcánicos bajo el frágil suelo! ¡No avanzar ahora, mejor retroceder! Preferiría permanecer alejada de todas las resoluciones; para siempre fuera de la política y de sus turbios negocios; no mezclarse más en determinaciones, que tan fáciles estimó antes, y de las cuales reconoce ahora todo el peligro.

Una transformación total se produce en la conducta de María Antonieta. La que hasta ahora había sido feliz en medio del ruido y de la agitación, busca actualmente el silencio y el apartamiento. Evita el teatro, las redoutes y mascaradas, no quiere ni siquiera asistir al Consejo del rey; sólo respira todavía en el círculo de sus hijos. En esta cámara, llena de risas, no penetra la pestilencia de odios y envidias. Como madre se siente más segura que como reina. Todo podría ser aún reparado; sólo desea vivir tranquila y en un ambiente íntimo y natural; no provocar más al destino, ese misterioso adversario cuya fuerza y malignidad comprende ahora por primera vez.

Pero precisamente en el momento en que todo en su corazón ansía la calma, el barómetro de la época marca tempestad. Justamente en la hora en que María Antonieta conoce sus faltas y quiere retroceder para que no se note su presencia, una despiadada voluntad la empuja hacia delante, al centro de los más emocionantes acontecimientos de la Historia.

lunes, 5 de octubre de 2009

LA REINA DA A LUZ AL DELFÍN LUIS JOSE


El 22 de octubre de 1781 el tan esperado heredero al trono nació. Trajo la popularidad sin precedentes a María Antonieta, había llegado a ser reina por segunda vez. Los primeros años de la corta vida del delfín era de gozo absoluto de sus padres.

El 22 al despertar, la reina sintió un poco de dolor, sin embargo se dio un baño, el rey, que iba a disparar a Sacle, derogo la partida de caza. Entre las doce y media, su dolor fue mayor, a la una y cuarto el delfín nació. Con el fin de evitar una repetición del accidente que había ocurrido en el nacimiento de madame royal, se había decidido que la multitud no se le seria permitido el ingreso al apartamento real, y que no se sabría el sexo del bebe hasta que la madre estuviera fuera de peligro.


Al enterarse de la noticia a la mitad de las onces, la señora Polignac se había quedado con la reina, las damas y caballeros de la corte que quería presenciar el nacimiento del delfín encontraron las puertas cerradas. Solo pudieron ingresar el conde Artois, madame Lamballe, de Chimay, de Mailly, de Ossun, de Tavennes y de Guemenne. Cuando el niño nació, fue llevado al gran vestidor, donde el rey lo vio lavado y vestido y se le fue dado a la institutriz real, la princesa de Guemenee.

La reina estaba en la cama, ansiosa y sin saber nada, todos los que  la rodeaban controlaron su rostro tan bien que la pobre mujer, al ver su aire limitado, pensó que ella había dado a luz a una niña por segunda vez. “ya ves como soy razonable”, dijo suavemente: “yo no te pregunto”. Pero el rey ya no podía contenerse, se acerco a la cama de su esposa y con lagrimas en los ojos le dijo: ”el señor delfín le pide permiso para entrar”. El niño le fue llevado, la reina lo abrazo con un entusiasmo que no se puede describir.


La escena era indescriptible: todas las restricciones se dejaron a un lado, la alegría broto libremente, la antecámara de la reina era encantadora. Todas las cabezas se envolvieron en risa y llanto, las personas que no se conocían entre sí, hombres y mujeres, se abrazaron. Lo mismo sucedió, cuando media hora después del nacimiento, las puertas de la cámara de la reina se abrieron y el señor delfín se anuncio.

Madame Guemenee, radiante de alegría, lo tomo en sus brazos, hubo aclamaciones de júbilo y aplausos, que penetraron a la habitación de la reina y seguramente a su corazón. Uno de los valientes suizos y amigo intimo de la reina reina, el conde de Stedingk, no podía contener su alegría: “un delfín señora, que felicidad!”. Madame Elisabeth estaba tan encantada que no lo podía creer, ella rio, lloro y caso enferma de emoción.


En cuanto al rey, que estaba intoxicado con su felicidad, no dejo de ver a su hijo, le sonreía y lagrimas corrían de sus ojos. El extendió, sin distinción, la mano a cada uno que lo felicitaba, su alegría se sobrepuso a su habitual reserva. Buscaba cualquier ocasión para pronunciar las palabras: “mi hijo el delfín”, y tomo al niño en sus brazos, lo levanto en la ventana, con una expresión de contenido que toco a cada uno de los presentes.

A las tres de la tarde el niño recién nacido fue bautizado como Louis Joseph francois Xavier en la capilla de Versalles por el cardenal de Rohan. Después de la ceremonia, el conde de Vergennes y el  conde de Segur le entregaron las insignias del cordon bleu y la cruz de san Luis. Por la noche hubo fuegos artificiales en la place d`armes.


El era un niño de excepcional belleza y de una fuerza sorprendente. Las damas de la corte, admitieron al mirar al niño real, “tan bello como un ángel”. Los cortesanos disputaban sobre la elección del futuro gobernador del delfín, y se dieron cuenta, no sin malicia, el semblante decepcionado del duque de Guines, que pensaba ilusionado  que ese lugar debería ser para él y cuya reciente desgracia le había robado la esperanza. Cuando el presidente del tribunal de cuentas se acerco con elogios al delfín declaro: “el nacimiento es nuestro gozo, su educación será nuestra esperanza, la virtud será nuestra felicidad”.

En parís, no era menos vivo, cuando el señor Croismare, teniente de los guardias anuncio la gran noticia en el hotel de Ville. La gente se echo a reír y se abrazaron unos a otros en las calles.


En su diario, escrito día a día, Luis XVI, trazaba brevemente, aunque con sequedad, los mas pequeños actos de su vida privada. Esta vez, para nuestra gran sorpresa, entra en detalle, gracias a su alegría de haber tenido un heredero a la corona:

“la reina paso una noche muy cómoda el 21 de octubre. Se sentía algo de dolor leve al despertar por la mañana, pero esto no le impidió el baño, el dolor continuaba, pero esta vez en gran medida. Hasta el mediodía interrumpí la partida de caza que se realizaría en Sacle.
Entre las doce y media, el dolor se hizo mas grande; la reina se fue a la cama y solo una hora y cuarto mas tarde, según mi reloj dio a luz aun niño. Solo estaba presentes la señora de Lamballe, el conde Artois, mis tias, la señora de Chimay, la señora de Mailly, madame d`Ossun, la señora de Tavannes y madame de Guemenee.


De todos los príncipes a los que la señora de Lamballe había enviado al mediodía para anunciar la noticia: debido a que el señor de Orleans llego antes del momento critico (estaba cazando en Fause), permaneció en la cámara o en el salón de la Paix. El señor de conde, el señor de Penthievre, el duque de Chartres, madame de Chartres, la señora princesa de Conty y la señora de conde llegaron también… Mi hijo fue llevado al gran vestidor, donde fui a verlo vestido y me lo puso en las manos la señora de Guemenee, la institutriz. Después me acerque a la reina y yo le dije que era un niño, y le fue llevado a su cama…”

Otro relato, no tan conocido y poco mencionado es el escrito enviando al rey de Suecia por el señor de Stedingk, amigos intima tanto de la reina como de Luis XVI:

“La reina dio a luz a un delfín. Madame de Polignac fue convocada a las once y media. El rey estaba de salida para la caza en el momento con el conde de Artois. El rey fue a la habitación de la reina y la encontró en el sufrimiento, aunque ella no lo admitía. Su majestad revoco la caza, lo que fue la señal para que todo el mundo se precipitara al apartamento de la reina… el rey, sin embargo, continuaba con su traje de caza. Las puertas de la antesala se cerraron, al contrario a la costumbre, lo que fue una gran mejora. La reina acudió primero a la casa de la duquesa de Polignac, donde estuvo acompañada por la duquesa de guiche, la señora de Polastron, la señora condesa de Gramont, la señora de Deux-Ponts  y la señora de Chalons. Después de un cruel cuarto de hora, una de las mujeres de la reina, llego toda salvaje y despeinada y grito: “un delfín! Pero no debe ser contado”. Nuestra alegría era demasiado grande para contenerla”.


martes, 1 de septiembre de 2009

MARIE ANTOINETTE Y SU PASION: EL TEATRO!


La pasión de la Reina por el teatro se remonta a su infancia. Una vez Delfina de Francia ella no iba a dejar de ensayar, ahora con sus cuñados, distintas obras en francés. Esta actividad la mantenía bastante en secreto, porque no correspondía por protocolo.

María Antonieta no podía resistirse a la tentación de actuar, y menos cuando por fin logro que el rey le permitiera construir un teatro para ella misma, el cual podía considerar su propio escenario. Para ello, recluto a sus cuñados y amigos mas íntimos formando así La Compañía De Los Lores.

Solicitaron a la condesa de Provenza que formara parte de este grupo, lo que rechazo con altivez.
-pero desde el momento que yo, la reina de Francia, acepte desempeñar algunos, papeles en la comedia, no debía tener escrúpulos de negarse, le dijo María Antonieta.
-si no soy reina, en cambio estoy hecha con la madera que empelan para hacerlas, respondió la condesa.

Pero la real aturdida no comprendió la lección. La reina y sus amigos trabajaban sin descanso. Pasaban todo el tiempo leyendo y aprendiendo nuevas obras en un clima de distención. La magia del escenario le permitía a María Antonieta alejarse de su papel  de reina, que a veces parecía pesar demasiado sobre ella.

“Luego de un mes –escribió el conde Mercy en septiembre de 1780-, todas las ocupaciones de la reina y todas sus atracciones se concentran en el solo objeto de dos pequeños espectáculos representados en el escenario de Trianon. El tiempo necesario se emplea para aprender papeles, ensayos, se une a otros detalles de menor importancia… el rey, asistió con asiduidad a todos estos preparativos, dio pruebas de gusto en este tipo de disipación… el rey en una marca de satisfacción manifestada por los aplausos constantes, sobre todo cuando la reina realiza los ensayos de su papel”.

iniciales de la reina en el techo del teatro en trianon.
El 1 de agosto de 1780 representaron Le Roi et Fermier y la Gageure Imprevue, del señor Sedaine. En la primera obra, María Antonieta represento una pastora enamorada; en la segunda hacia el papel de Gotte, la coqueta doncella que es cómplice de una ociosa marquesa que ha recibido a un encantador caballero en su habitación y lo esconde en el armario cuando su marido regresa inesperadamente.

El conde mercy reconoció a si mismo que este gusto era inofensivo para la reina y no provocaba reproches por parte de la emperatriz: “se han presentado dos operas cómicas, Rose y Colas; Le Devin Du Village (la aldea del adivino). El conde de Artois, el duque de guiche, el conde d`adhemar, la duquesa de Polignac y la duquesa de guiche jugaron en la primera presentación. La reina ejecuto el silencioso papel de Colette en el segundo acto, el conde de Vaudreuil canto el papel del adivino y el conde d`adhemar era Colin. La reina tiene una voz muy bonita y muy precisa y su estilo de juego es noble y lleno de gracia, en total, es un espectáculo de la sociedad. He observado que el rey se hizo cargo con la atención y el placer que manifestó en su rostro. Había otros espectadores como el señor Pierre  Adolf Hall, la condesa de Artois y la señora Elisabeth. Las túnicas y los balcones estaban llenos de gente de servicio bajo el mando sin que hubiera una sola persona de la corte”.

ilustración que muestra los ensayos en el teatro de trianon, probablemente el conde de Vaudreuil, quien era uno de los mejores actores de la sociedad de la reina.
El barón de Grimm escribió sus impresiones en su diario del 20 de octubre de 1780: las actuaciones en estos días en la hermosa sala de Trianon tiene mucho honor… nunca hemos visto, probablemente ver “el rey y el agricultor” o “the unexpected”, con una audiencia mas grande y mejor. La reina jugo por primera vez en el papel de Jenny, en la segunda la de la criada. Todos los demás papeles fueron ocupados por amigos íntimos de sus majestades y la familia real. El conde de Artois desempeño el papel de siervo en la primera parte y la de un guarda de caza en el segundo. El conde de Vaudreuil, el mejor actor de la sociedad parisiense, fue el papel de Richard, la duquesa de guiche (tan bella como su madre la condesa de Polignac) seria la pequeña Betz, la condesa diana de Polignac de la madre y el conde d`adhemar del rey”.

“comenzó, sino me equivoco, por “the unexpected” y  “le devin du villaje”. La reina desempeña en la primera parte el papel de “Gotti” y “Colette” en la segunda. La condesa diana de Polignac “Lady Clainville”, madame Elisabeth “Angelique”, el conde de artois “Etieulettes”, el baron de Besenval “Lafleur”, el conde d`adhemar “Colin” y él realizo  este papel a la perfección, con una voz muy fresca y gran aplomo! (con una pequeña discrepancia del testimonio de madame campan, que relata como la voz del conde d`adhemar estaba temblando)… el rey silbo sin ceremonia, y gritaba “¡abajo con la cábala en la puerta  maliciosa!”, lo que resulto en un ataque de alegría y risas sin fin. Fui una de las primeras mujeres admitidas como espectadora en calidad de esposa de un actor, y yo vi jugar a “el barbero de Sevilla”, “el metromanie”, “rose et colas”, “el rey y el agricultor”… la compañía triunfo en “plaideurs”, la voz de la reina era falsa pero se le notaba muy natural. El conde de Artois, con el estudio, se había convertido en un actor muy bueno, pero por desgracia no sabia su papel. Pero puso un esfuerzo con todo lo que hizo y disfrutamos de los aplausos”. (Memorias de la condesa d`adhemar).


Pero María Antonieta no iba a permitir que cualquiera viera su espectáculo: damas de palacio, ministros, funcionarios, guardias ni príncipes de rango en la corte tuvieron este privilegio. Ya el pequeño duque de Fronsac, primer caballero de supervivencia, se sintió ofendido por haber sido excluido de este placer de la reina. Los aislados comenzaron a quejarse y se extendieron los peores rumores sobre las actividades de la pequeña sala.

EL EMPERADOR JOSE II EN VERSALLES (1777)

El emperador Jose II - por Joseph Hickel, musée de Versailles
Durante el carnaval de 1777, el delirio de placeres de María Antonieta alcanza el punto culminante. además se añade otro peligro: la virginidad de la reina. el conde Mercy comprende en toda su magnitud la catástrofe que constituiría el que la reina de Francia, antes de haberle parido a su esposo un autentico heredero, cayera como presa de cualquier extranjero amante. la reina se rodea de hombres coquetos y apuestos: lauzun, dillon, fersen, esterhazy, todos dispuestos hacer la tarea que no a hecho Luis en varios años. por lo tanto, Mercy envía a Viena carta tras carta, para que el emperador Jose venga, por fin, a versalles a ver lo que allí pasa.

El viaje de Jose II a parís tiene un triple objeto: debe hablar con el rey, su cuñado, de hombre a hombre, sobre la espinosa cuestión de los deberes conyugales, aun no consumados. con su autoridad de hermano mayor, debe reprender a la reina, ansiosa de placeres, y poner ante sus ojos los peligros políticos y humanos de su furia de diversiones. en tercer lugar, debe fortalecer la alianza política entre las dos casas reinantes de Francia y Austria.

El emperador no quiere llamar la atención, llega adornado con el titulo de conde falkenstein y concede inmensa importancia a que nadie descubra este incógnito. se hospeda en el hotel de treville. para el pueblo de parís, que solo conoce a sus reyes envueltos en lujo, produce gran sensación la sencillez de aquel soberano.

el emperador Jose II en imagenes del film (Amadeus 1984)
En palabras de la señora campan:“por fin, la llegada de José II, bajo el título de conde de falkenstein. El emperador fue en un principio admirado por sabios, los agentes informados y artistas de renombre. Hizo menos impresión en la corte, y muy poco en el ámbito privado del rey y la reina.

Sus maneras excéntricas, su franqueza, a menudo degenera en grosería y su simplicidad evidente le llevo a ser considerado un príncipe singular.La reina hablo con él sobre el apartamento que había preparado para él en el castillo, el emperador le contesto que no lo aceptaría.Comió con el rey y la reina, y ceno con toda la familia. El parecía tener un interés en la joven princesa Elisabeth, un matrimonio proyectado entre él y la joven hermana del rey se informo en su momento, pero creo que tiene ningún fundamento en la verdad”.

“La reina, trajo su correspondencia secreta, nadie hablaba alemán, y después de una hora tomo al emperador por el brazo, lo llevo ante el rey y de allí a sus princesas. La presentación a la corte fue muy breve: “yo no apunto a presentar mi hermano, dijo la reina, pero este es mi hermano”. (Memorias del marqués de lescure).
 
El rey Luis XVI recibe al emperador José II en Versalles (1777).
Luis XVI, noble y jovial, acoge a su cuñado con plena confianza. de nada sirvió que Federico el grande le haya encargado a su embajador, el barón de Goltz, que hiciera circular por todo parís que Jose le había dicho al rey de Prusia:" tengo tres cuñados y los tres son una desdicha: el de Versalles es un imbécil, el de Nápoles es un loco, y el de Parma un tonto". sin embargo, ambos cuñados hablan entre si libre y francamente, Jose II ha conquistado al rey por completo, esta de acuerdo en todas las cuestiones políticas y a que se someta a aquella discreta operación.

“el rey – añade el conde Mercy- celebro la llegada del emperador y marco un verdadero deseo de parecerle amable y honesto”.

"el primer momento en que el emperador se reunió con la reina fue muy conmovedor, se abrazaron y se mantuvieron en silencio y lleno de emoción por mucho tiempo. luego se fueron al apartamento privado, donde pasaron casi dos horas a solas, allí, sus corazones se abrieron... la reina era capaz de abrir su mente al emperador y le hablo directamente acerca de los aspectos mas esenciales de su posición". (el conde Mercy, 15 junio 1777)

Mas difícil, como mas cargada de responsabilidad es la posición de Jose ante Maria Antonieta: " como un hermano debo sermoneados por vuestra constante afición al juego y tus amistades como la condesa Polignac, en realidad creéis que es la dama de honor indicada para una reina, las fiestas constantes, casi no dejas tiempo para estar a solas con vuestro marido. haces depones ministros, a los otros los mandas desterrados a sus tierras, creas en la corte nuevos destinos dispendiosos.

¿te has preguntado alguna vez con que derecho te metes en los asuntos de la corte y de la monarquía francesa? ¿que conocimiento has adquirido para atreverte a participar en ellos, para imaginarte que tu opinión pueda ser importante, cuando exige especial y profundo saber? ¿tu , una admirable personilla, que en todo el día no piensa mas que en frivolidades, en sus toilettes y diversiones, que no lee nada, que
no reflexiona, no piensa en las consecuencias de los que dice o hace? sabes que tienes en tus manos el destino de toda una nación, el pueblo francés espera mucho de su reina, no puedes tomar la corona como si fuera un juguete". a este tono agrio de maestro de escuela no esta acostumbrada aquella mimada y adulada reina.


Pero no todo son regaños, le dice lindas cosas sobre su encantador aspecto: le asegura que si tiene que casarse otra vez, su mujer ha de parecerse a ella: mas bien hace un papel de galán.

"En muchos aspectos, el emperador Jose no deroga la dureza natural de su tono. bromas como: "¡no tenéis el pelo hoy muy recogido, podéis guardar un perrito ahí adentro!". se burla del uso de la reina con colorete, tenia la intención de mostrar su total desprecio por la forma de vida de versalles: "¡un poco mas", exclamo con sarcasmo. "vamos se pone debajo de los ojos y la nariz, te puedes ver como una cómica si lo intentas".(Marie Antoinette- the journey, Antonia Fraser 2002).

No necesita esforzarse mucho para conocer a la mala sociedad que rodea a su hermana, ante todo los polignac. la reina comprende cuanta razón tiene en todo sus reproches. José era muy escéptico respecto a la relación de Madame de Polignac y la reina. Vio solo en un punto, la terrible furia de las escenas  contra el soberano y el clan Polignac. El 25 de abril María Antonieta y su hermano fueron a la opera en parís para ver la representación de Ifigenia en Aulide, una de las obras de su compatriota Gluck.

"gracias a la influencia del emperador Jose, en el ultimo mes, la reina a asistido a tres obras de teatro, ha acompañado al rey a la caza... la reina pasa una hora y mas casi todos los días sola en su habitación, donde ella lee. la reina es mas digna y amable que antes, especialmente a las personas de mayor rango y ocupan cargos en la corte". (el conde Mercy, 01 julio 177).

"...el torbellino de disipación que rodea a la reina le impide pensar en otra cosa que ir de placer en placer. todas las personas que la rodean la animan en este frenesí, ¿ como podría yo, solo impedírselo? sin embargo, he hecho algunos progresos, sobre todo acerca de su juego que era terrible". (Jose II a su hermano Leopoldo, 02 mayo 1777)

José II, emperador romano santo, detalle de una pintura de Pompeo Batoni de 1769.
En dos meses, Jose II ha visto toda Francia, sabe mas de este país que el propio rey, y es mas conocedor de los peligros que corre su hermana que ella misma. redacta con suma calma una "instrucción", que resume todas sus observaciones y reflexiones. este es quizás el documento mas ilustrativo que poseemos sobre le carácter de Maria Antonieta durante sus primeros años de reinado.

Antes de su partida Jose escribe a su hermano: "vales mas que yo, pero soy mas charlatán, y en este país es preciso serlo. yo soy sencillo con premeditación y por modestia; pero lo exagero intencionadamente; he provocado aquí un entusiasmo que en realidad me es ya molesto. abandono muy satisfecho este reino y sin resentimiento, pues estoy ya harto de representar mi papel".

Cuando José se disponía a regresar a Viena, dejo para su hermana una carta llena de sanos consejos, exhortándola a ser más prudente (29 de mayo de 1777)“como reina, tiene un empleo luminoso…, hay que cumplir con ese cargo…, ya es tiempo de sobra para que usted reflexione…, la edad avanza y usted ya no tienen la excusa de la infancia…, arránquese la venda que le impide ver dónde está su deber y su verdadera dicha”.

Además Jose deja en manos de María Antonieta "la instrucción" para que la reina lo examine después de su partida. desarrolla solo pregunta tras pregunta, una especie de catecismo, para que inducir a la perezosa de pensamiento a que reflexione, se conozca a si misma y responda en conciencia:

·¿Que ocurrirá, que será de ti si vacilas por mas tiempo? una mujer desgraciada y una reina mas desgraciada todavía. ¿buscaras tu, en realidad, todas las ocasiones de serle grata al rey?. ¿correspondes a los sentimientos que él te manifiesta?. ¿no te muestras fría y distraída cuando él habla contigo?. ¿no parece a veces como si te aburriese o repugnara?. ¿Cómo quieres que en tales circunstancias, que un hombre naturalmente frio se aproxime a ti y te ame realmente?. ¿sabes hacerte necesaria al rey?. ¿le convences que nadie le ama mas sinceramente que tu y cuida mas su gloria y su dicha?. ¿te ocupas de las cosas que él descuida en forma que no parezca que quieres méritos a su costa?. ¿ haces algún sacrificio por él?. ¿guardas impenetrable silencio sobre sus faltas y debilidades?.

Pagina tras pagina examina después el emperador Jose el registro de los desenfrenados placeres de la reina: ¿alguna vez haz reflexionado sobre el mal efecto de tus relaciones sociales y tus amistades?. ¿ haz examinado alguna vez las espantosas consecuencias que los juegos de azar puede traer consigo, por la mala sociedad que reúnen y el tono que reina en ellos?. acuérdate que el rey no juega y de que produce un efecto escandaloso el que seas tu el único miembro de la familia que cultiva este mal uso. piensa también, en todas las cosas enojosas que se relacionan con los bailes de la opera, en todas las aventuras de mal genero que tu misma me has referido como ocurridas en ellos. La manera como concurres a cada baile, pues el que te acompañe tu cuñado no significa nada. ¿Qué sentido tiene el que seas allí desconocida y quieras representar el papel de una mascara ignorada?. ¿Qué buscas tu allí?. ¿ para que mezclarte con ese montón de desenfrenados mozos, de perdidas y extranjeros, oyendo conversaciones dudosas?. eso no es decente. El rey solo toda la noche en Versalles y tu en compañía de toda la canalla de parís!.

Y de repente, en medio de la larga predica, brota una frase profética, que no puede ser leída sin un estremecimiento: "tiemblo ahora por ti, pues no se puede seguir de este modo, la revolución será cruel". la siniestra palabra queda aquí consignada por primera vez. aunque pensada en otro sentido, ha sido pronunciada profeticamente, pero solo al cabo de doce años comprenderá Maria Antonieta el sentido de esta frase.


El emperador se despidió de su hermana el 30 de mayo. Ambos se vieron profundamente afectados. La reina, incluso tuvo un ataque de nervios y paso los días siguientes en trianon, con una pequeña suite, que consistía solamente de madame de lamballe y madame de polignac.

josé II a su hermano Leopoldo, 9 de junio de 1777, después de su visita a Versalles:“Ella es una mujer buena y amable, bastante joven e irreflexiva, pero con una base de bondad y virtud, que es estimable en su position. Sumado a esto, ella tiene una inteligencia y rectitud de la percepción que a menudo me ha sorprendido. Su primer impulso es siempre la correcta, si ella lo siguió, que se refleja un poco más y menos a la gente que su mensaje de que hay ejércitos de todo tipo-ideal sería”.

“Salí de Versalles con dolor, como fue realmente también para mi hermana, me encontré en ella una especie de dulzura en la vida que yo había renunciado … ella es agradable y encantadora, me pasaba horas y horas con ella sin darme cuenta de que pasa el tiempo. Su emoción en la despedida fue genial, con una expresión valiente, que necesitaba toda mi fuerza para alejarme”. (José II a su madre, 29 junio 1777).

"fue de esta manera, gracias a los pedidos del emperador Jose, que luis XVI hizo la ultima parada, la consumación de su matrimonio, después de siete años y tres meses... hasta el momento se puso de manifiesta por el hecho de que tanto el rey y la reina posteriormente escribieron al emperador dándole las gracias y "atribuyeron" la consumación con sus consejos".(Marie Antoinette- the journey, Antonia Fraser 2002).

MARIE ANTOINETTE: Y FINALMENTE QUEDO EMBARAZADA

 
Al fin, fue en 1778 que el evento más esperado por la reina, y por todos aquellos a su alrededor suyo, se hizo realidad: maría Antonieta había quedado embarazada.

La noticia –deseada en Viena- se deja esperar largos meses. El 5 de mayo, el conde Mercy comunica la certeza del hecho; el 4 de agosto, el embarazo es anunciado oficialmente a la corte, después de que la reina, el 31 de julio a las diez y media de la noche, ha sentido los primeros movimientos del niño. “desde entonces –escribe María Antonieta  a su madre- se mueve con frecuencia, lo que me proporciona gran alegría”.

“el servicio de mensajería me trajo el consuelo que yo necesitaba con urgencia… que dios sea alabado y que mi querida Antonieta se consolide en su posición brillante de dar a Francia un heredero! Ninguna precaución es excesiva, me alegro de que ya no recorras parís en la noche… si tan solo pudieras ver la alegría que aquí en Austria se siente acerca de la noticia”. (Marie teresa -02 mayo de 1778).


La posibilidad de un heredero al fin apuntalo la posición de la reina. El método elegido para dar la noticia al público era característico de María Antonieta. A mediados de mayo, la reina le pregunto al rey para enviar 12.000 francos para los deudores en la cárcel de parís, pero no se trataba de ser deudores al zar; debían ser aquellos que languidecen en la cárcel por no pagar a las nodrizas de sus hijos, así como a los pobres de Versalles. “Así que le dio a la caridad y al mismo tiempo notifico a la gente mi estado”, escribió María Antonieta.

Lamentablemente esta exhibición ordenada de compasión no hizo ningún bien a los folletistas satíricos. Se hablaba de la impotencia del rey, se sugirieron varios padres apara él bebe que viene, el más prominente como el duque de Coigny, o más desagradable, como el conde de Artois. Es muy probable que el conde de Provenza y otros cortesanos hayan hecho difundir clandestinamente estas efusiones, o en todo caso los leen y los difunden. En contraste con esto, el propio embarazo prosiguió de forma saludable, y la reina fue capaz, en el rubor de su felicidad, para mantener su indiferencia a estas manifestaciones.

El 16 de mayo de 1778, el Dr. Lassone hizo un examen a la reina y se pronunció satisfecho. Al mismo tiempo, la reina se entrevistó con el futuro comadrón, el hermano del Abad de Vermond. Ella rechazo, tal vez comprensible, ya que él había sido comadrón de la condesa de Artois. Sin embargo, la elección de Vermond fue criticado en el momento ya que se consideró más interesado en sus honorarios que su paciente. Por todos estos preparativos prácticos incluidos la elección de la nodriza, pañales y un apartamento para el nuevo bebe en la planta baja de Versalles para beneficiarse del aire. María Antonieta misma admitió conmovedoramente que hubo “momentos en los que pienso que todo es un sueño”.
 

A finales de mayo, María Antonieta declaro que estaba “increíblemente gorda” y al mes siguiente se jacto en decir que había aumentado más de cuatro centímetros, sobre todo en las caderas. A mediados de agosto fue declarada mucho más grande de lo que era habitual en cinco meses. Ese verano fue intensamente caliente y madame Campan describió como la reina encontró alivio en el aire fresco de la noche, porque ella mantuvo sus paseos diarios como había prometido a su madre que lo haría. Rose Bertin y otros países respondieron a la nueva situación con prendas de seda conocidas como levitas en los colores fríos que la reina amaba: azul claro, turquesa y amarillo suave.

El peluquero Leonard tuvo que hacer frente a la situación cambiante también. El pelo grueso maravilloso que María Antonieta, una vez había disfrutado se estaba convirtiendo en un problema en el pelo. Según informes, en el otoño de 1776 –una época de la depresión sobre su relación con el rey- su cabello se había caído, pero la pulverización y ahora el embarazo, no ayudo. Sin embargo, en general, la salud de la reina permaneció buena durante todo el tiempo de otoño.


El periodo de espera fue interrumpido de forma natural por las comunicaciones de María Teresa, que ya había sido nombrada madrina con mucha antelación, con el rey Carlos III de España como el padrino. Esto significaba que la emperatriz tendría el privilegio de nombrar al niño, también con mucha antelación, ya que los bautizos reales se llevaron a cabo inmediatamente después del nacimiento. Un príncipe Borbón bebe tendría obviamente alguna variación sobre el tema de Louis. Una niña no deseada sin duda se llamaría la versión francesa del nombre de su famosa abuela, ya que la emperatriz exigió a todos sus primogénitos nietos ser nombradas en su honor.

El parlamento envía sus felicitaciones, el arzobispo de parís ordena publicas plegarias por el dichoso curso de la preñez, con inauditos cuidados, se busca ama para el futuro príncipe y se tienen dispuestas cien mil libras para los pobres. El rey estaba muy contento, este hecho hizo que se vieran como la pareja más unida y feliz de la corte.