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domingo, 16 de abril de 2023

VOCACIÓN ASESINA DE LOS LIBELOS Y PANFLETOS CONTRA LA REINA MARIE ANTOINETTE

María Antonieta, a su manera y por otros motivos, no se opone a la libre expresión de los libelos. Principalmente porque eligió ignorarlos, permanecer sorda a su clamor. A la intensidad de sus gritos, a la furia barroca que, en su propia torpeza, a veces innova, opone en lo posible una completa indiferencia. Se lo cuenta a su madre con diversión (carta del 30 noviembre de 1775): “estamos en una epidemia de canciones satíricas. Se hizo con toda la gente de la corte, hombres y mujeres, y la frivolidad francesa se extendió incluso sobre el rey. En cuanto a mí, no me he salvado. Aunque la maldad es bastante popular en este país, es tan plana y de tan mal genio que no tiene éxito ni con el público ni con la buena compañía”.

Les Libelles sur Marie Antoinette

La incredulidad de María Antonieta en el peligro de los panfletos se basa en una profunda confianza en el mundo en el que nació, un mundo sin cuentos, en el que el tiempo solo vale como repetición de una ceremonia. La revolución inventa el tiempo del acontecimiento (del que la prensa hace eco o impulsa al mismo tiempo), contra el tiempo inmutable del antiguo régimen. Con respeto a este atemporal, María Antonieta es reina de Francia por decreto de derecho divino. Pertenece, por su nacimiento, a una historia de la eternidad, que ha decidido ignorar todas las historias de infamia. La revolución fortalece a María Antonieta e incluso la exalta en su única consideración de la eternidad.

Pero la emperatriz María Teresa, fuerte de su práctica y de su inteligencia política, consciente de la fragilidad del gobierno francés y del viejo odio que opone Francia a Austria, no comparte la serenidad de su hija. Sabe que la infamia existe, que es un arma eficaz y prefiere mirarla a la cara. Las canciones satíricas y los libelos no la hacen sonreír. “nunca ha aparecido nada más atroz” escribió en agosto de 1774, después de haber tenido en sus manos, a través del buen cuidado de Beaumarchais (¡que detuvo de inmediato!), una difamación contra María Antonieta: aviso importante de la rama española sobre sus derechos a la corona de Francia, en ausencia de herederos, y que puede ser útil para toda la familia Borbónica, especialmente para el rey Luis XVI.

Les pamphlets libertins contre Marie-Antoinette

María Antonieta, sin embargo, se enfrenta concretamente a la existencia de folletos. Además del rey y la familia real, los encuentra en numerosas ocasiones en Versalles, o en parís, cuando va a la opera. Su serenidad esta exactamente en proporción con la fiereza de sus adversarios. Esta violencia que surge del mundo exterior no la alcanza, incluso cuando según los Goncourts, “unos días antes del parto, un volumen de canciones escritas a mano sobre María Antonieta fue arrojado en la galería de los espejos”. Los panfletos, incluso lanzados con los brazos abiertos a las personas a las que apuntan, no perturban el estado de ánimo de la reina.

Los libelos tienen la ventaja de ser cortos, pero su brevedad se ve contrarrestada por su impresionante cantidad. ¿Qué condena la caza de los libelistas? Durante todos los años y los siglos de su proscripción bajo el antiguo régimen, con varios fracasos. Esto no es por falta de terquedad o medidas represivas. “la policía -escribió Robert Darnton- tomo los libelos en serios, porque tenía graves efectos en la opinión pública y porque era una fuerza poderosa en los años de decadencia del antiguo régimen”. La vida política se desarrolla en la corte, donde la gente contaba más que los políticos.

Les Libelles sur Marie Antoinette
La reina María Antonieta teniendo sexo con el conde Dillon.
El descuido de María Antonieta en relación a lo que se publica sobre ella está ligado a su desdeñosa ignorancia del mundo vago y sin riostro que sobrepasa las puertas de los tres o cuatro palacios donde reside. El mundo para la reina no es nada. Solo existe en la forma reducida y miniaturizada del Trianon, donde sueña con recrear todo el universo.

María Antonieta no tiene nada que aprender del exterior. Las palabras acaloradas y vehementes de los panfletos le resultan incomprensibles, no la tocan. La reina no cree en la opinión pública. El público, a sus ojos, no tiene porqué opinar. Tiene, en el menor de los casos, un papel extra que exige que, como buen sirviente, desaparezca de la escena cuando su presencia ya no sea necesaria. Los cuatro mil sirvientes de Versalles, además de mal pagados, eran invisibles para María Antonieta.

La revolución convierte el odio de efigie en odio efectivo. El público, una entidad distante, generalmente lamentable y digna de simpatía, supuestamente de buena voluntad silenciosa, se ha trasmutado: tienen voces, rostros, cuerpo de otra raza, frente a estas multitudes hambrientas, galvanizadas por la desesperación, listas para matar, María Antonieta vacilo. Las mujeres la llaman puta, los hombres juran su muerte. Lo sostienen. Debe depender de su horror. María Antonieta y el pueblo están unidos por una relación de terror reciproco, forman una pareja según un oscuro compuesto de fantasmas y obsesiones en el que cada uno alucina en el otro al asesino que le espere. Los lectores de los folletos tiemblan ante las representaciones de la reina sedienta de sangre.

Les Libelles sur Marie Antoinette

Los panfletos trazan, entre los ataques que formulan y la victima designada el margen de un indulto. Su objetivo es matar a sus personajes. Héroes completamente negativos, viciosos por vocación y aplicación, no paran ni un segundo de querer hacer el mal. A fuerza de ser concienzudos, estos vilanos pierden todo sentido de la jerarquía de los crímenes.

En “conferencia entere Madame Polignac y Madame La Motte en St.James Park”, la Polignac “el camaleón hembra, la favorita prohibida”, dispuesta a negar a su ex amante, tratando de conseguir la amistad de Madame La Motte. Este último inflexible, se opone a un perfecto desprecio por “el ídolo de Versalles”. Ella rechaza sus avances, con esta respuesta de tragedia: “adiós, señora, vivo ignorada, si puede disfrutar de esta felicidad”. Un deseo que respira perfidia ya que todo el mundo sabe que no hay crimen que “Jules” no haya intentado, y que, cuando ella no tiene hombres a mano, se divierte con los animales.

Si la Messaline Polignac es capaz de tales excesos, uno se imagina que la Messaline Antonieta no se deja adelantar por su favorita. Así, la que vive solo de asesinos e infamias y puede difundir los efectos de su crueldad sobre toda la población (como Juliette, cuando Saint-Fond le propone aniquilar a todos los franceses envenenando el agua de los manantiales) “como a la gente de Francia le gusta el incienso seria interesante un poco de veneno allí” añade una característica inédita de la lista de fechorías de la perversa reina: “el escupitajo real”.

Les Libelles sur Marie Antoinette
La reina María Antonieta siendo estimulada sexualmente por Madame Polignac
Los panfletos relatan hechos indignos que se  relaciona con el carácter exclusivamente fatal de los personajes escenificados. El libelo tiende a alcanzar su objetivo, a estallar con él en la misma rabia de destrucción. La identificación entre el carácter del texto y el personaje real es más o menos directa y concreta. El terrible trio formado por la duquesa de Polignac, el conde Artois y la reina, siempre lo dan todo:

“¡te rindo homenaje, encantadora reina de los amor! -dice el conde- reciba también mi cumplido, agradable duquesa. Tengo un amor eterno por las dos. Acepta el compartir mi corazón y mis caricias. Te dedico mis facultades para siempre. Saliendo de una, reavivare mi fuera en los brazos de la otra; y, para complacerte, hare más que el propio Hércules”

Sin embargo la reina excitada le responde – “pero es encantador, duquesa. Vamos, pequeño bribón, bésanos a las dos. Hemos resuelto reunir todos los favores del amor; puede que te cueste algo, ¡pero eres tan liberal!...”

La reina es pisoteada a diario, degradada, arrastrada por el fango. Bajo un grabado obsceno, por ejemplo, que representa a María Antonieta en brazos de un granadero de la guarida nacional, se puede leer: “¡bravo, bravo! La reina penetrada en la patria” nos deleitamos con anécdotas escandalosas como: “la reina le dijo una ves a la condesa Diana ¿es cierto que corre el rumor de que tengo amantes? –se dice muchas cosas sobre su majestad, respondió la condesa. ¿Cuáles son ellos? –dicen que el guapo Fersen es el padre del delfín, el duque de Coigny de Madame Royale, el conde Artois del pequeño duque de Normandía… ¿y el aborto espontáneo? Respondió la reina rápidamente”

Les Libelles sur Marie Antoinette

Con la libertad de prensa en 1789, nada puede detener el exceso en la fantasía del crimen, el refinamiento en el detalle lujurioso, el entusiasmo en la exhibición del cuerpo prostituido de la reina. La imaginación pornográfica encuentra en la saga de la negrura  de la reina, que continua de panfleto en panfleto; su lugar privilegiado de expresión. Todo está permitido; el juego de encontrar la flecha mas afilada, el rasgo rudo, está en marcha. La imaginación del público se precipita allí. También se practica ampliamente en la arena política. La reina y su séquito son, por supuesto, los blancos favoritos de la prensa revolucionaria.

María Antonieta como reina caída quieren verla vistiendo los atributos de su caída con tanto lujo y suntuosidad como había mostrado los de su impunidad. Condenada y de rodillas suplicando a las personas disgustadas que le concedan perdón. Gradualmente a medida que aumenta el odio contra la reina, se excluye cualquier  posibilidad de un vínculo con ella: “la que no teme prostituir los lirios de Francia”. Ya no se espera de ella ningún retorno a la virtud: “soberbia reina, aprovecha tus desgracias para arrepentirte de tus crímenes, considera en ti las arrugas del libertinaje ya están reemplazando los rasgos de la belleza…”, leemos en Semonce a la reine (1789).

Rápidamente, el tono se endurece, ya no se piensa en refinamientos punitivos que trataría a la reina como a una penitente. La reina, una criminal decidida y cuya alma traicionera no tendría dificultad en fingir arrepentimiento, merece la muerte. “¡veo este instrumento fatal!... me está esperando”, se queja en La Grande Illness de Marie Antoinette.

Les Libelles sur Marie Antoinette
panfleto difamatorio original contra María Antonieta está decorada con un frontispicio que muestra a Luis XVI dormido con su esposa María Antonieta en un trío "menage a trois" con la duquesa de Polignac (sentada sobre el durmiente Luis frente a la reina , cuya mano se estira hacia su sexo) y el Conde de Artois, a punto de penetrar a su cuñada la Reina desde su real grupa.
La muerte igualitaria y mecánica de la guillotina no perite mensajes del más allá. El cuerpo de la condenada no irradia ningún halo de misterio y maldición. Este final sin agonía ni presagios es lo contrario de la muerte de brujas, envenenadores, magos que, en las convulsiones arrancadas de ellos por las llamas de la hoguera, siguen hechizando a los espectadores. Como en el caso de María Antonieta se trata de acabar con los efectos perversos de una criatura infernal.

Cuando María Antonieta sale de su serenidad, se ha convertido en presa y encarnación de un lenguaje fantástico, cuyo significado político no ha podido valorar. Las palabras de los folletos han ido tomando forma y este cuerpo es ella misma: “cuando uno es tan culpable como yo, la venganza publica puede acelerar mis días” – se lee en el testamento de Marie Antoinette. La reina se ha convertido en “el azote que asola a Francia”, la tigresa de Trianon.

Les Libelles sur Marie Antoinette
La pantera austríaca / dedicada al desprecio y execración de la Nación Francesa en su posteridad más remota.
Poco después de su muerte, se publicó otro panfleto con estas palabras: “franceses, pueblo republicano… purgaste la tierra de un monstruo que era su horror. El nuevo mundo regenerado no podría nacer sin que ella muriera”. María Antonieta fue víctima de una inflación ideológica alimentada sistemáticamente por panfletos y la prensa.

En enero de 1791, Maulouet pide a la asamblea nacional que persiga todos los libelos: “yo digo que, con medidas parciales, nunca evitaran las desgracias que resultan de la desenfrenada licencia de la prensa… que se haga una ley contra los autores, impresores y vendedores ambulantes de todos los libelos, quien quiera que sea, cuyo objetivo podría ser llevar al pueblo a la insurrección contra la ley”.

sábado, 4 de diciembre de 2021

MARIE ANTOINETTE LA SANGUINARIA

Les Libelles sur Marie Antoinette
"Monstruo en todos los aspectos, no se te puede ver sin estremecerse, contemplarte sin pensar en Jezabel... nosotros también te despreciamos mucho... pero hay perros para darse un festín con tu cuerpo impuro... te están esperando" (1789)
Los panfletos con María Antonieta que vinculan las fantasías sexuales y el odio político no inventan tema. ya existen, idéntico, en las oleadas de discursos, canciones, caricaturas contra las mujeres en el poder. ya sea Ana de Austria o Catalina de Medicis. La diferencia con María Antonieta es que la resolución permitió un paso al acto de la violencia real. María Antonieta ama la sangre. ella es una reina obscena y una reina criminal. aburrida de los placeres simples, reaviva su energía erótica ideando proyectos criminales dirigidos contra el pueblo francés.

Les Libelles sur Marie Antoinette
“Adulterio, libertinaje, prostitución, estos son los rasgos que no tememos sacar a la luz; los rasgos que caracterizan a la austriaca, a quien el cielo en cólera nos envió desde la corte de Viena, para prepararnos para las plagas destructivas de las que ahora somos víctimas”.
En esta mujer perversa, el gusto por el placer es uno con el espíritu de venganza. en brazos de la Polignac, la rubia y la pelirroja se relaja del cansancio, del amor soñando con la destrucción de sus súbditos. se ve a sí misma nadando en sangre. el baño de sangre es parte de la representación de los placeres reales. la masacre de los franceses que "la austriaca", en los panfletos, llama "ranas del Sena", será la cumbre de esta orgia con la que se identifica su existencia. "mi único deseo -proclama la soberana- es ver a esta capital bañarse en su propia sangre... cada cabeza francesa que me ofrezcan, se pagara con el peso del oro". según sus principios "enfurecidos por nuestros placeres, agotados por la fatiga, solo dejamos de insultar publica y beber largos tragos de la copa del crimen. la bebida que se llenó en sus propios cráneos de sangre francesa, como Calígula, es el refinamiento bárbaro del que la antigüedad nos ha dado más de un ejemplo".

Les Libelles sur Marie Antoinette
folleto que muestra  a Marie Antoinette embriagando al rey
Estos ríos, estos torrentes, estos océanos de sangre en los que María Antonieta sueña sumergirse son la manifestación ostensible de su lubricidad asesina. pero su arte de matar tiene más de un recurso. también practica el veneno, por tradición, el arma misma de la astucia femenina. uno de los temas recurrentes de esta literatura denuncia a la reina venenosa. se le acusa así de haber envenenado a Maurepas, Vergennes (“tenía la receta de María de Medicis"), a Mirabeau ("yo diría que el veneno que mató a Mirabeau fue destilado en su propio mortero"), su propio hijo, el delfín, murió el 4 de junio de 1789 ("ella puso la mano y destilo este jugo traído de Colchos por la famosa Medea. la débil constitución del delfín apoyo maravillosamente los proyectos de María Antonieta").

No hace falta decir que trato de envenenar a Luis XVI: la decadencia de la sangre real y el envenenamiento de Luis XVI, rey de Francia (1791) denuncia que María Antonieta sirvió a su marido "una dosis fatal de diamante en polvo que fue tan sutil como finamente infundido en la cafetera real". el mismo panfleto está dirigido al monarca débil e infeliz: "tu muerte lenta y dolorosa servirá de ejemplo a todos los monarcas, confiados en las caricias de sus esposas, tu Antonieta ha cavado tu entierro"

Les Libelles sur Marie Antoinette
Panfleto 'Vie de Marie Antoinette': ella está preparando un veneno para administrar a su hijo, Louis Joseph. En el momento de su muerte en 1789, se produjeron imágenes igualmente desagradables, incluida una en la que ella tuvo una aventura en la misma habitación con el cuerpo del niño ya fallecido.
Frívola, derrochadora, libertina, orgiasta, lesbiana, incestuosa, sanguinarias, venenosa, infanticida, María Antonieta encarna todas las ramificaciones del árbol del crimen. a través de sus villanías, produjo la revolución. ha arruinado el país, llevo al pueblo a la desesperación, los llevo a la rebelión: "todo debe ser revelado, fue por tu lujuria que nuestras arcas vacías pagaron por tus placeres". (la causa de la revolución francesa, o la conducta secreta de María Antonieta de Austria, reina de Francia (1790). después de provocar la caída del antiguo régimen, impulsa su supervivencia. ella es la corrupción y la decadencia infinita.

Les Libelles sur Marie Antoinette
Panfleto satírico que muestra a la reina organizando la contrarrevolucion.
Los buenos caballeros prefieren la muerte a la sumisión a este demonio femenino. apoyan sin estremecerse la visión de su cabeza de Gorgona. con el coraje de Edipo frente a la Esfinge o San Jorge al Dragón, deciden matar al monstruo. María Antonieta, la infernal tirana, azote del universo, no tiene nada de humano: "sus ojos duros, traidores e inflamados solo respiran fuego y carnicería para compensar su injusta venganza; su nariz y sus mejillas están llenas de brotes y purpura con una sangre corrompida que destila entre su carne y su cuerpo ya plomizo, y su boca fétida e infectada oculta una lengua cruel que dice estar sedienta de sangre francesa".

Las cabezas guillotinadas bajo la revolución son tantas multiplicaciones de la hidra Antonieta. ella debe morir para que triunfe el reinado de la pureza ¿es esto posible ya que una nueva cabeza renace de cada cabeza removida? es por el bien de la autodefensa que la revolución derrama sangre. es por vicio que María Antonieta se entrega a él o lleva a sus seguidores a seguir el ejemplo de su crueldad. la perversidad de la reina exige derramamiento de sangre, hace sangrienta la revolución: "la sangre derramada desde 1789 hasta septiembre de 1792 fue derramada por ella, por sus intrigas y por su extrema pasión por destruir a los franceses".

Les Libelles sur Marie Antoinette

Ella respira el espíritu de la discordia. en ella se encarna tanto la lenta agonía de una sociedad como su negativa a morir. provoco el fin del viejo mundo; ahora se opone al nacimiento de lo nuevo. es el origen de todas las desgracias, causa absoluta, es de hecho, el origen mismo. ella es indistinguible de su sexo, este abismo devorador, esta reserva de veneno, lo suficientemente para abastecer al universo o, al menos, a todos los ejércitos de la contrarrevolución: "desde la revolución, el club monárquico del que Antonieta es el alma, nunca ha dejado de alentarlo; cada uno de los miembros que lo componen han extraído de la vagina de la austriaca el veneno. que destila esta guarida pestífera es el receptáculo de todos los vicios, y allí cada uno viene a abastecerse abundantemente de la dosis que le corresponde".

domingo, 9 de abril de 2017

Les Libelles sur Marie Antoinette

Libelle contra Marie Antoinette, mostrando el Comte d "Artois teniendo relaciones sexuales en la cama con su cuñada la reina de Francia. Desde el folleto "Essaies Historique de la vie de Marie-Antoinette". El título en esta imagen (estampe), una cita de la reina fue: "Artois, oui mon coeur te prefere encore golpe fais cocu ton beau frère" / "Artois, sí mis favores de corazón aún para hacer un cornudo a tu hermano"

domingo, 8 de noviembre de 2015

Les Libelles sur Marie Antoinette
En los panfletos escritos contra la reina, la paternidad de sus hijos siempre estuvo atribuida al conde de Artois. “ahora estoy atrapada durante nueve meses, gracias a su garfio”, dice ella a él en un folleto, con su habitual desparpajo!. Otro texto tiene a la reina informar al lector acerca de la reacción de Artois a la paternidad: “me di cuenta del personaje artificial que era, cuando me dijeron que el príncipe adorable,” ¡ah! Estimado Artois, su pequeño delfín… me está pateando en el estómago”

“y yo en el culo, mi amor” respondió. “pero a la mierda! Ten paciencia, nos las arreglaremos para deshacerse de él como todos los demás que hemos tenido”.

-"La malvada reina: orígenes del mito sobre Maria Antonieta" de Chantal Thomas (1999)

domingo, 19 de abril de 2015

LA REINA MARIE ANTOINETTE SE HACE IMPOPULAR


Les Libelles sur Marie Antoinette

La hora del nacimiento del delfín había significado el apogeo del poder de María Antonieta. Al dar un heredero a la Corona había llegado a ser reina por segunda vez. Una vez más, el júbilo mugiente de la multitud le había mostrado inagotable capital de amor y confianza, a pesar de todos los desengaños, había en el pueblo francés para su Casa reinante y con qué poco esfuerzo podría un soberano unir toda la nación a su persona. Ahora sólo necesitaba la reina dar el paso decisivo de Trianón a Versalles y París, dejar el mundo del rococó por el mundo real, su volandera sociedad por la nobleza y el pueblo, y todo estaría asegurado. Pero, una vez más, después de las horas difíciles, María Antonieta se vuelve hacia lo fácil y placentero; tras las fiestas populares comienzan otra vez las costosas y funestas de Trianón. Pero esta vez ha llegado a su fin la gran paciencia del pueblo; María Antonieta ha alcanzado la divisoria de su dicha. Desde ahora en adelante, las aguas corren hacia lo profundo en sentido opuesto.

Al principio no ocurre nada visible, nada sorprendente. Sólo que Versalles está más y más silencioso; que cada vez hay menos damas y caballeros en las grandes recepciones, y los pocos que acuden muestran cierta positiva frialdad en su saludo. Todavía guardan las formas; pero a causa de la forma y no de la reina. Aún inclinan la rodilla en tierra, aún besan cortésmente la mano regia; pero ya no se disputan el favor de una conversación, las miradas siguen siendo sombrías a indiferentes. Cuando María Antonieta va al teatro, ya no se levanta precipitadamente, como antes, el público del patio y de los palcos; en la calle no resuena ahora el tanto tiempo grito familiar de «Vive la Reine!» . Aún no se manifiesta, en todo caso, ninguna pública hostilidad: sólo que se ha perdido aquel calor que antes presentaba un alma favorable al obligado respeto: todavía se obedece a la soberana, pero ya no se aclama a la mujer. Sirven respetuosamente a la esposa del rey, pero ya no se afanan celosamente en torno a ella. No se contradice abiertamente a sus deseos, sino que se guarda silencio: el duro, maligno y astuto silencio de una conspiración.

El cuartel general de esta secreta conjura está repartido entre los cuatro o cinco palacios de la familia real: el de Luxemburgo, el Palais Royal, el de Bellevue y hasta el mismo Versalles, todos se han coligado en contra de Trianón, la residencia de la reina. El coro de la malevolencia está dirigido por las tres viejas tías. No han olvidado todavía que la joven delfina ha huido de su escuela de malignidad y que la reina está muy por encima de ellas; enojadas porque no representan ya ningún papel, se han retirado al palacio de Bellevue. Allí, muy abandonadas y aburridas, permanecen en sus habitaciones durante los primeros años de triunfo de María Antonieta; nadie se preocupa de ellas, porque todas las atenciones se agitan y revolotean en torno a la joven y hechicera soberana, que tiene todo el poder entre sus ligeras y blancas manos.

Pero cuanto más se va haciendo impopular María Antonieta con tanta mayor frecuencia se abren las puertas del palacio de Bellevue. Todas las damas que no han sido invitadas a Trianón, la despedida «Madame Etiqueta», los ministros dimitidos, las mujeres feas y que, por consiguiente, han seguido siendo virtuosas, los gentileshombres retirados, los piratas de colocaciones que no han logrado presa, todos los que aborrecen el «nuevo orden de las cosas», que se duelen melancólicamente de la pérdida de la antigua tradición francesa, de la devoción y de las «buenas» costumbres, se dan cita en este salón de los menospreciados. La vivienda de las tías en Bellevue llega a ser una secreta botica de venenos, en la cual todos los rencorosos chismes de la corte, las más nuevas locuras de la «austríaca», sus aventuras galantes, son destilados gota a gota y conservados en frascos; aquí es donde se establece el gran arsenal de todas las maliciosas comadrerías, la tan temida calumnia; aquí es donde se compone, se leen en voz alta y se ponen en circulación los mordaces escritos que resuenan después alegremente por Versalles; aquí es donde se reúnen, con intenciones aviesas y disimuladas, todos los que querrían que la rueda del tiempo girara otra vez hacia atrás, todos los vivientes cadáveres desengañados, destronados, sin cargo alguno, las larvas y momias de un mundo pasado, toda la acabada generación vieja, para vengarse de ser vieja y acabada. Pero el veneno de este almacenado odio no se dirige contra el «pobre y buen rey», a quien, hipócritamente, compadecen, sino sólo contra María Antonieta, la joven, deslumbrante y dichosa reina. Más peligrosa que esta desdentada gente de ayer y anteayer, que ya no puede morder, sino sólo salpicar la baba, es la nueva generación, que nunca ha logrado todavía el poder y no quiere permanecer más tiempo en la oscuridad.

Les Libelles sur Marie Antoinette

Versalles, con su conducta exclusivista a indolente, se ha apartado tanto, irreflexivamente, de la verdadera Francia, que ya no advierte siquiera las nuevas corrientes que agitan al país. Una burguesía inteligente acaba de abrir los ojos, se ha instruido acerca de sus derechos en las obras de Jean-Jacques Rousseau, mira en la vecina Inglaterra una democrática forma de gobierno; los que regresan de la guerra de la independencia norteamericana traen el mensaje de que existe un país extranjero en el cual la diferencia de casta y clases sociales ha sido suprimida por la idea de la igualdad y la libertad. Mas en Francia sólo ven estancamiento y decadencia, nacidos de la total incapacidad de la corte.

Unánimemente, a la muerte de Luis XV, había esperado el pueblo que por fin estaría terminada entonces la vergüenza del gobierno de las favoritas, el escándalo de las indignas protecciones; en lugar de ellas, reinan otra vez ahora las mujeres: María Antonieta y, detrás de ella, la Polignac. La burguesía ilustrada ve con creciente amargura cómo se descompone el poder político de Francia, cómo crecen las deudas, cómo decaen el ejército y la armada; se pierden las colonias, mientras que, todo alrededor, los otros Estados se desarrollan activamente; y en dilatados círculos de opinión crece el deseo de poner fin a esta desorganización indolente.

Este mal humor, siempre creciente, de los auténticos patriotas y de los que conciben el sentimiento de lo nacional, se dirige principalmente -y no sin razón- contra María Antonieta. Incapaz y sin deseos de adoptar una verdadera resolución, el Rey -eso lo sabe todo el país- no significa nada como soberano; únicamente es todopoderoso el influjo de la reina. Ahora bien, María Antonieta habría tenido ante sí dos posibilidades: o tomar seria, activa y enérgicamente, lo mismo que su madre, los asuntos del gobierno, o separarse totalmente de ellos. El grupo austríaco intenta sin cesar impulsarla hacia la política, pero es en vano, porque para reinar o correinar habría que leer a diario, de un modo constante, papeles y documentos durante algunas horas; pero a la reina no le gusta leer. Habría que escuchar los informes de los ministros y reflexionar sobre ellos, y a María Antonieta no le gusta pensar. Ya sólo el escuchar significa para su espíritu volandero un severo esfuerzo. «Apenas oye cuando se le dice algo -se queja a Viena el embajador Mercy-, y casi nunca existe la posibilidad de tratar con ella de ningún asunto serio a importante o de atraer su atención hacia una cuestión trascendental. La sed de placeres ejerce sobre ella un poder misterioso.» En las circunstancias más favorables, cuando el embajador la estrecha muy vivamente con un encargo de su madre o de su hermano, responde la reina algunas veces: «Dígame usted lo que debo hacer y lo haré», y, en efecto, va a exponérselo al rey. Pero al día siguiente su inconstancia ha hecho que se olvide de todo, su intervención no va más allá de «ciertos impacientes impulsos» y, finalmente, Kaunitz, en la corte de Viena, acaba por resignarse. «No contemos jamás con ella para nada. Contentémonos con obtener, como de un mal pagador, lo que buenamente pueda obtenerse.» Hay que conformarse, le escribe a Mercy, ya que tampoco en otras cortes las mujeres intervienen en la política.

Pero ¡si, por lo menos, renunciara realmente a tomar en sus manos el timón del Estado! Entonces, siquiera, se habría conservado sin culpa ni responsabilidad. Pero, impulsada por la pandilla de los Polignac, se mezcla constantemente en la política tan pronto como hay que proveer un puesto de ministro, una plaza de gobernación del Estado: hace lo más peligroso que se puede hacer: habla de todo sin conocer, ni del modo más remoto, la materia; actúa como diletante y decide en un punto las cuestiones más capitales; malgasta exclusivamente en provecho de sus favoritos el poder enorme que ejerce sobre el rey.

«Cuando se trata de cosas serias -se lamenta Mercy-, al instante se siente acobardada a incierta en sus gestiones; pero cuando va impulsada por su sociedad pérfida a intrigante, hace todo lo preciso para cumplir los deseos de aquella gente.» «Nada ha contribuido más a suscitar el odio contra la reina -observa el ministro Saint-Priest- que estas intervenciones intermitentes y estos nombramientos injustos de protegidos suyos.» Pues como a los ojos de la burguesía es ella la que dirige los asuntos del Estado; como todos estos generales, embajadores y ministros colocados por ella no se acreditan capaces, el sistema de esta autocracia arbitraria sufre completo naufragio, y como Francia, con una velocidad cada vez mayor de torrente desbordado, camina hacia la bancarrota financiera, toda la culpa cae sobre la reina, del todo inconsciente de su responsabilidad. (¡Ay, si ella no ha hecho sino ayudar a algunas gentes simpáticas!) Todo lo que en Francia desea el progreso, un orden nuevo, justicia y actividad creadora, lanza censuras, se enoja y pronuncia amenazas contra esta despreocupada dilapidadora, contra la eternamente alegre castellana de Trianón, la cual sacrifica loca y neciamente el amor y bienestar de veinte millones de seres a una orgullosa pandilla de veinte damas y caballeros.

Les Libelles sur Marie Antoinette

Al cabo de diez años de poder malgastados y disipados, María Antonieta se halla ya cercada por todas partes: en 1785, el odio está ya a punto de producir sus frutos. Todos los grupos hostiles a la reina -abarcan casi toda la nobleza y la mitad de la burguesía- han ocupado ya sus posiciones y sólo esperan la señal de ataque. Pero aún es demasiado fuerte la autoridad del poder hereditario; aún no se ha acordado ningún plan preciso. Sólo conversaciones en voz baja, cuchicheos, zumbidos y silbidos de flechas finamente emplumadas se perciben en Versalles; cada una de ellas lleva en su punta una gota de aretinesco veneno, y todas ellas, volando por encima del rey, apuntan a la reina. Hojillas impresas o manuscritas circulan de mano en mano, pasándoselas por debajo de la mesa, y son rápidamente escondidas en la casaca tan pronto como se oye un paso desconocido.

En las librerías del Palais Royal, muy distinguidos señores de la nobleza, que ostentan la cruz de San Luis y hebillas de diamantes en los zapatos, se hacen llevar por el vendedor a la trastienda, el cual, allí, después de haber atrancado cuidadosamente la puerta, saca de cualquier polvoriento escondrijo, entre libracos viejos, el último libelo contra la reina, aparentemente traído de contrabando de Londres o Amsterdam, pero el cual, en realidad, por su impresión asombrosamente reciente, está casi húmedo y hace sospechar que acaso haya sido impreso en la misma casa, en el Palais Royal, que pertenece al duque de Orleans, o en el de Luxemburgo. Sin vacilar, la clientela distinguida paga a menudo más monedas de oro por estos folletos que hojas se contienen en ellos; a veces, éstas no son más que diez o veinte, pero, en cambio, están abundantemente ornadas de lascivos grabados en cobre y salpimentadas de maliciosas bromas. Uno de tales licenciosos libelos infamatorios es el presente favorito que se puede ofrecer a una noble amante, a una de aquellas damas a quienes María Antonieta no hace el honor de invitar a Trianón; un regalo tan pérfido las alegra más que un anillo precioso o un abanico. Compuestos por un desconocido versificador, impresos por manos secretas, esparcidos por manos que no se dejan sorprender, estos difamatorios escritos contra la reina revolotean como murciélagos a través de las verjas del parque de Versalles y penetran en los salones de las damas y en los palacios de provincia; pero si el teniente de Policía quiere perseguirlos se siente de repente paralizado por fuerzas invisibles. Por todas partes se deslizan estos impresos: la reina los encuentra en la mesa de comer, bajo su servilleta; el rey, en su escritorio, en medio de los documentos; en el palco de la reina, delante de su asiento, está clavada en el terciopelo, con un alfiler, una maligna poesía, y por la noche, si se asoma a su ventana, oye las escarnecidas coplas que desde hace mucho tiempo ruedan por todas las bocas.

Les Libelles sur Marie Antoinette

Desde la hora en que la reina se encuentra encinta y este inesperado acontecimiento enoja del modo más profundo en la corte a los diversos pretendientes, se agudiza sensiblemente su tono. Precisamente ahora, cuando ya no es verdad, comienzan todos, intencionadamente y en voz alta, a escarnecer al rey como impotente y a la reina como adúltera, para desde el principio -ya se sospecha en favor de qué intereses -, colocar en posición de bastardía la eventual descendencia.

Especialmente desde el nacimiento del delfín, el indiscutible y legítimo heredero del trono, se dispara con bala rasa sobre María Antonieta desde aquellos ocultos y escondidos escondrijos. Sus amigas, la Lamballe y Polignac, son puestas en la picota como ejercitadas maestras en amorosos servicios lesbios: María Antonieta, como una erotómana insaciable y perversa; el rey, como un pobre cornudo; el delfín, como bastardo.
                                        Les Libelles sur Marie Antoinette

En 1785, el concierto de calumnias se halla ya en su apogeo; está marcado el compás, suministrada la letra. La Revolución sólo necesita después gritar en voz alta por las calles lo que había sido imaginado y versificado en los salones para llevar a María Antonieta ante el Tribunal. Los auténticos motivos de la acusación los ha dictado la corte, y la cuchilla que cae sobre la nuca de la reina ha sido puesta en los rudos puños del verdugo por unas manos aristócratas, delgadas, finas y llenas de anillos.

Los libelos contra María Antonieta son, en aquel momento, el negocio más lucrativo y, al mismo tiempo, no muy peligroso; así, la funesta moda sigue extendiéndose alegremente. El silencio y la charlatanería, el negocio y la ordinariez, el odio y la codicia, colaboran bien y fielmente en el encargo y la difusión de estos escritos. Y bien pronto sus esfuerzos reunidos han alcanzado el apetecido fin: hacer realmente odiada en toda Francia a María Antonieta como mujer y como reina.

Les Libelles sur Marie Antoinette
 
María Antonieta percibe claramente a sus espaldas este maligno poder; conoce los escritos vejatorios y adivina también quiénes son sus inspiradores. Pero su desenvoltura, su innato e ineducable orgullo habsburgués tienen por más animoso despreciar el peligro que salir a su encuentro cauta y prudentemente. Despreciativa, se sacude de su vestido estas salpicaduras. «Nos encontramos en una época satíricas -escribe a su madre con despreocupada mano-; las componen sobre todas las personas de la corte, hombres y mujeres, y la ligereza francesa ni ante el rey se ha detenido. En lo que a mí toca, tampoco he sido perdonada.» Eso es todo; aparentemente, no hay más enojo ni más rencor. ¿En qué puede dañarla que un par de moscones vengan a posarse en su traje? Bajo la coraza de su dignidad real se cree invulnerable para las flechas de papel. Pero olvida que una sola gota de este diabólico veneno de la calumnia, una vez penetrado en el torrente sanguíneo de la opinión pública, puede producir una fiebre ante la cual, más tarde, hasta los médicos más sabios permanecerán impotentes. Sonriente y ligera, María Antonieta pasa al lado del peligro. Las palabras no son para ella más que briznas en el viento. Para despertarla tiene que venir una tempestad.

domingo, 8 de febrero de 2015

LA MALVADA REINA: CHANTAL THOMAS

Les Libelles sur Marie Antoinette
Marie Antoinette retratada como bruja
El odio hacia ella fue creciendo, al mismo tiempo que su vanidad, la reina baratija de plumas de cerebro, engalanada como sus jardines, se convirtió en la perversa María Antonieta, la reina disoluta de la matriz madre. Sus excesos se reducen a lo infrahumano (era peor que un animal) y la catapulto mucha más allá de la humanidad (que era una bruja, un azote, un vampiro, la reina malvada de los cuentos de hadas). Sus vicios no solo amenazaba la salud de los ciudadanos de Francia y el estado financiero de la nación, sino también en equilibrio del mundo: - a lomos de un monarca humano/ veo a la madre de vice/ sumergida en los placeres de miedo dos veces/ una reina puta, una corte principesca/ un patán como príncipe, una reina prostituta – (la mujer de Austria en el alboroto, 1789).

Frívola, extravagante, libertina, orgiasta, lesbiana, incestuosa, sedienta de sangre, un envenenador, infanticida, María Antonieta puso la mano en todos estos crímenes, a través de su maldad causo la revolución. ella arruino el país, llevo al pueblo a la desesperación, lo llevo a la rebelión: “todo se debe revelar, era de su lujuria que nuestras arcas se vaciaron para sus placeres, ella era la corrupción personificada, infinitamente decadente” (el secreto de la conducta de María Antonieta de Austria, reina de Francia, 1790).

Como si no hubiera sido suficiente esparcir en el pueblo la imagen de una reina extravagante, corrompida la transformación de la corte de Francia en un burdel y al rey en un cornudo todopoderoso… un golpe más de la depravación tenía que añadir: a María Antonieta le gustaban las mujeres. Se agoto de los hombres sin amarlos. En realidad, ella estaba interesada en su propio sexo. La imagen se pone peor: lo que fue un estremecimiento de incorrección se convirtió en un asco, nauseas, una imagen repulsiva de una reina de Francia. María Antonieta antes bienvenida, ahora era vilipendiada lo largo y ancho del país.

Les Libelles sur Marie Antoinette

Lo pero era la cuestión de su relación “sáfica” con los dioses –vosotros que se deleitan experimentando una noche encantadora- las acusaciones sonaron tan felizmente con la noción popular de la reina como viciosamente pervertida e inmoral. El “asunto” con Artois era una cosa, los episodios sexuales con la Lamballe y la Polignac resonaron alegremente con tanto detalle que era poco natural darlo por falso. Además de atacar también su familia austriaca, especialmente su hermano José: “fue el más ambicioso de los soberanos, el hombre más inmoral, hermano de Leopoldo, en definitiva, quien gozo de las primicias de la reina de Francia. Acumulo en él, por decirlo así, la pasión del incesto, los gozos más sucios, el odio a Francia, la aversión a los deberes de esposa y madre, en una palabra, todo lo que rebaja a la humanidad al nivel de las bestias feroces” (la vida privada, libertina y escandalosa de María Antonieta de Austria, 1793).

Otro aspecto de estas denigraciones fue la comparación de la reina: “el monstruo escapo de Alemania”, para otras notoriamente era igual a malas mujeres y lascivas de la historia: era pero que cleopatra, mas orgullosa que Agripina, mas lubrica que mesalina, mas cruel que Catalina de Medicís… este fue el canto misógino vicioso que continuaría con la  muerte de María Antonieta y mas allá de ella.

Nos vamos a Louise Robert, una mujer que tuvo la tarea de acusar a la reina: “pero puede ser que Antonieta, superando todo su gusto, infecto a la corte de Francia con un tipo de libertinaje que nunca antes regia allí, mi pluma…. Me falla, Antonieta! ¿Quién de ahora en adelante en el mundo entero podría ser tan impuro como para oír su nombre sin estremecerse de horror?

-Extractos del libro "la malvada reina: orígenes del mito sobre Maria Antonieta" de Chantal Thomas.

domingo, 5 de octubre de 2014

"LES AMOURS DE CHARLOT ET TOINETTE"

Les Libelles sur Marie Antoinette

Una reina joven y fragante,
Augusto, cuyo marido era un hijo de puta muy pobre,
Fue, en ocasiones, una mujer muy conservadora,
La desviación de su dolor,
Mediante el aprovechamiento de la pequeña industria
En un espíritu cansado de esperar y un mal atornillado en contra.

En un dulce sueño
Su cuerpo compacto muy pequeño, desnudo,
A veces en la llanura suave de una pastora,
Con un dedo, el portero del amor
Busca la relajación de las restricciones de los días de noche;
Y quemaron incienso al dios de Citera:
A veces, morir de aburrimiento en medio de un hermoso día,
Se removió en la cama sola:
Sus pezones palpitantes, sus hermosos ojos y la boca,
Suavemente jadeando, medio abierta,
Parecía una hija de puta orgullosa de invitar al desafío.

En sus actitudes lascivas,
Antoinette le hubiera gustado
No permanecer en los preludios,
Y Luis tuvo la mejor maldita;
Pero, ¿qué puede uno decir?
Sabemos que el señor de los pobre,
Tres o cuatro veces condenado a la opción segura,
Para una completa impotencia
Que no satisface a antoinette.

Convencidos de esta desgracia,
Considerando la horma de su zapato
¿No es más grande que una paja?
Eso sigue siendo suave y torcido,
Ha vivido en el bolsillo,
En el lugar de mierda que ha hecho.

D’artois sensación de una día de gracia triunfante,
De esperma y deseo de renacimiento
Llego a los pies de la esperanza de la reina y tiembla;
A menudo pierde su voz que quiere hablar con él,
Presiona sus hermosas manos con una mano que acaricia,
A veces las hojas brillan con su linterna hacia adelante,
Muestra un poco de problemas, le da su vez,
Por último, por favor, antoinette fue el trabajo de una día:
Los príncipes y reyes pronto son de amor.

En una alcoba de oro artísticamente bello
La cual no era oscura y no muy iluminada,
Ternero en un sofá de terciopelo rayado,
La belleza de augusto de los encantos que recibe.

El príncipe tiende su polla a la diosa:
Delicioso momento de esperma y de ternura!
El corazón se ganó, el amor y la modestia
Pintar la belleza de un rojo precioso;
Pero la decencia se va, y solo el amor sigue siendo:
La reina se defiende débilmente, ella llora.

Los ojos soberbios… deslumbrados, encantados
Impulsados por un buen fuego, deambulan por estas bellezas:
¡A! Que no afectaron a un idolatra.

Bajo un cuello bien torneado, que no avergüenza a la de alabastro
Son dos bonitos pezones, se separaron
Latidos suavemente redondeados por el amor:
Cada uno de ellos representa una pequeña rosa.

Pezón con encanto que nunca descansa,
Parece que te invita a apretar la mano,
La mirada se fija en ti, darte un beso en la boca.

Antoinette es divina y todo los que es encantador en él:
El dulce placer que ella le coge la mano,
Sin embargo parece dar una nueva gracia:
Cubierta de placer, el amor es un gran agujero.

D’artois sabe que por el corazón y la folla por todas partes,
Su composición es perfecta, su corazón un horno;
Besa sus hermosos brazos, su coño muy bonito
Y a veces las nalgas y, a veces un alfiler:
Suavemente abofetea su regordete glúteo,
El muslo, el abdomen, el ombligo, el centro
De todo lo bueno;
El príncipe se folla en toda su dulce locura;
Y sin darse cuenta se ve como un canalla,
Mientras se transporta en su ardor extremo,
Él quiere ir derecho al punto de la amistad.

Antoinette pretende evitar lo que a ella le gusta,
El miedo de la sorpresa, se presta solo la mitad:
D’artois aprovecha el momento, y derrota a antoinette
Por ultimo considera que es dulce que se la follen así.

Si bien muy caro encanta el entrelazado
Carlos apretando, le ruego por la misericordia,
Palpita antoinette, y ya en los ojos
Se pintan los placeres de los dioses:
Llegan a la felicidad, pero el hechizo es un traidor,
Suena el timbre… una página de alerta
Demasiado dispuesto a obedecer, perturbado
Por entrar en…
Abrir y ver… ver todo y se van, fue la obra de un momento.

Asombrado por su desgracia,
D’artois… había dejado el lugar
Ella suspiro,
Miro hacia abajo, ruborizada,
Sin pronunciar una palabra:
Por otro beso consola al príncipe
“olvídalo, querida reina, olvídate de esta desgracia,
Esta advertencia me molesto demasiado,
Un retraso de nuestra felicidad,
Da vigor más placer
Además reparare está perdida”.

El amor es llorar su ruptura,
La reina está enojada, ella pronuncia sollozos,
Lugo cae como un peso pesado
Las capturas en una ficha,
Mudos testigos de su desgracia.

El evento cesa, y rompe su bonito cuerpo
El obstáculo de sus fuegos… se trata de la cinta maldita
La campana, el glande,
Fuentes malditas, envenenado,
Los accidentes del día
Entre dos cojines se tomó…

Nuestros amantes celebran el amor
Dos o tres buenos tiempos, antes del final del día:
Y los dos se hundieron en el seno de la felicidad
Parecen disfrutar de sus instalaciones precisos.