sábado, 23 de mayo de 2020

 
“Sin duda, por vergüenza, tener que soportar las miradas de los cortesanos especuladores mientras se abrió camino y, peor aún, de nuevo, Luis Augusto dejo de visitar la cama de su mujer. Los apartamentos propios de la delfina, a la que había adjuntado algunas esperanzas, produjo un enfrentamiento considerable de voluntades entre el arquitecto real Gabriel y la delfina, apoyado en este caso por el delfín. La joven pareja quería unas peinadora, más simple que el estilo magnifico dorado que había prevalecido antes. 

Por encima de todo, querían algo que pudiera ser terminado rápidamente. Lasa suplicas constantes de María Antonieta eran para que el proyecto fuera lo más rápido posible: “una tarima blanca, cualquier tarima”. Pero Gabriel pensó que una plataforma cuadrada blanca produciría “una disonancia monstruosa”, y en todo caso 50.000 libras habían sido permitidas para el proyecto digno para una delfina, por lo que se debían escatimar en gastos. En las rosas finales con la flor de Lis alternado, junto con esfinges que sostienen las armas de Francia. Sobre la cama en si se vislumbra el gran águila bicéfala de Austria. 

Al evitar la mirada depredadora del águila y el aguilucho expectante acostado debajo de él, Luis Augusto fue apoyado por la costumbre de la corte francesa por la cual las parejas no comparten necesariamente camas. Esto se convirtió en un hueso perdurable de la discordia entre la emperatriz y su hija”.

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