domingo, 15 de abril de 2018

EL DUQUE DE CHOISEUL ES ENVIADO AL EXILIO (1770)

Detalle de una pintura que muestra al duque de Choiseul.
Choiseul tenía sus planes. Su política exterior estaba lejos de ser un éxito. La Guerra de los Siete Años y la Paz de Hubertsburg eran un amargo recuerdo en su memoria, y temía que sus enemigos estuvieran prestos a recordarse a sí mismos y a los demás el papel preeminente que él había jugado en ellos. Al mirar hacia atrás se preguntaba si no hubiera sido más sabio dejar que Francia se mantuviera al margen de esa lucha entre Federico de Prusia y María Teresa, la emperatriz de Austria, por la posesión de Silesia; una guerra en la que Inglaterra y otras naciones europeas habían tomado parte. Había creído que el lado de Francia estaba junto a Austria, y ahora estaba planeando una unión entre los dos países para que su amistad fuera reforzada de la más segura de las maneras, cuando el duque de Berry, heredero al trono de Francia, se casase con la pequeña María Antonieta, la hija de María Teresa. Junto con Suecia, Polonia y Rusia, Francia había luchado contra Prusia e Inglaterra; y cuando un año antes del cese de hostilidades Rusia cambió de bando, Francia había empezado a preguntarse qué iba a sacar en claro de esa guerra. Estaba claro que iba a perderla. Los Sueños de un imperio colonial francés se habían evaporado, y los ingleses habían confirmado su supremacía 
en Norteamérica y en la India.

Sin embargo Choiseul había decidido no descorazonarse. Planeaba nuevas conquistas para Francia, y ese mismo año había conquistado Córcega. Tenía grandes planes: quería convertir a Francia en el más poderoso país de Europa. Pretendía reformar el ejército de tierra y la Armada. Y no estaba dispuesto a permitir que sus planes se arruinaran sólo por una estúpida mujer que había entretenido al rey durante una o dos semanas. Desechó sus temores. La mujer lo había amenazado. Era ridículo. Él, Étienne, duque de Choiseul, se consideraba a sí mismo el hombre más poderoso de Francia. El rey confiaba en él, aprobaba su política. Era un noble de ilustre cuna, descendiente de la gran casa de Lorena, y eso lo ponía en una posición especialmente privilegiada ante María Teresa, quien se había casado con un príncipe de Lorena. Sus contactos eran contactos con la realeza, y él era un brillante hombre de estado. Era encantador y popular tanto entre los colegas políticos como entre el pueblo.

El duque de Choiseul junto al rey Luis XV. en la pelicula madame du Barry de 1934. 
Había tenido la perspicacia de cubrir los más importantes puestos de la Corte y el gobierno con quienes le servirían lealmente. Recientemente había estado de acuerdo con la expulsión de los jesuitas de Francia, una decisión que había aumentado su popularidad en España y Portugal. Sería bien tonto si se dejaba intimidar por las insinuaciones de una estúpida mujer.  A Jeanne le resultó imposible mantenerse al margen de la política. Un  nuevo partido había comenzado a formarse, y militaban en él todos  aquellos que estaban determinados a apoyarla y a propiciar la caída de Choiseul. Este partido llegó incluso a conocerse como el de los «Barriens», y estaba presidido por Richelieu, Aiguillon, Maupeou, el duque de la Vauguyon y el abad de Terray, todos ellos hombres de reconocida influencia.  La indiferencia de Jeanne hacia los insultos que Choiseul continuaba dirigiéndole era una fuente de preocupación para los «Barriens», cuyo objetivo principal consistía en usar su influencia sobre el rey para arrojar a  Choiseul y a sus seguidores de las posiciones que habían detentado durante tanto tiempo, y poder ocuparlas ellos mismos.

grabado que muestra al duque de choiseul.
Cada palabra que decía Choiseul en contra de Jeanne se le comunicaba a ésta  enseguida, y al final Jeanne tuvo que afrontar el hecho de que ese hombre  estaba intentando destruirla. En ocasiones, cuando la Corte estaba reunida esperando la llegada del rey, se solían formar dos grupos: uno alrededor de Choiseul y el otro alrededor de madame du Barry; y resultaba evidente que gradualmente el grupo que apoyaba al ministro disminuía y el que apoyaba a la favorita aumentaba. Luis sentía pena por él y llegó al punto de recriminarle: "No deberíais disgustar tanto a madame du Barry, amigo mío " - le dijo amablemente- "No es muy sabio por vuestra parte. Dejadme deciros esto: madame du Barry es muy consciente de vuestras capacidades. Ella no pide sino que no os preocupéis por ella. Es muy  hermosa. Yo le tengo un gran afecto. Eso debería bastar para convertiros en su amigo". Pero Choiseul, a pesar del aviso del rey, fue incapaz de ofrecer esa sonrisa o esa palabra amable, y la brecha entre ambos se ensanchó. Era una situación, se decía en la Corte, que no podía durar; y Choiseul continuaba creyendo que su astuta capacidad de hombre de estado le llevaría a triunfar sobre la favorita.

Las negociaciones para la boda entre el delfín y María Antonieta estaban casi acabadas, y estaba convencido de que los lazos entre Austria y Francia se estrecharían; todos se darían cuenta de quién los había forjado y quién era el hombre idóneo para mantenerlos intactos. ¿Cómo podría el afecto de un viejo libertino por una mujer de quien muchos creían que era poco mejor que una prostituta  ser comparado con la necesidad que tenía el país del hombre que había guiado la política exterior de Francia durante tanto tiempo? En poco tiempo esperaba poder traer a Francia a la archiduquesa austriaca. Así estaban las cosas cuando la archiduquesa María Antonieta llegó a Francia para casarse con el delfín.
  
Grabado que muestra al rey Luis XV con su amante madame Du Barry.
Desde el momento en que María Antonieta vio a madame du Barry se determinó a odiarla. No en vano, María Antonieta sabía perfectamente que ella debía la gran posición en que se encontraba al duque de Choiseul, ese gran aliado de Austria y amigo personal de su madre; y ella había sido bien aleccionada por su madre sobre la línea de conducta que había de seguir. Por lo tanto, los enemigos de Choiseul eran sus enemigos. La pequeña delfina, consentida hasta cierto punto, a pesar dela dureza de su madre, esperaba ganarse inmediatamente el afecto del rey y del delfín. El delfín parecía un chico hosco, casi indiferente a sus encantos. En cuanto al rey, era, en efecto, encantador; pero María Antonieta descubrió pronto que toda su atención se dirigía a una joven que parecía estar constantemente a su lado y a quien casi todos, con la excepción del duque de Choiseul mostraban gran respeto.

Con el matrimonio del delfín habían crecido las esperanzas de Choiseul. Sus enemigos, él lo sabía muy bien, estaban esperando una oportunidad para hacerlo caer en desgracia, pero él consideraba que su posición se había visto considerablemente reforzada por la alianza con Austria, y el pequeño delfín era un firme aliado suyo. Había contemplado el asunto de los asientos con gran regocijo. Era en naderías así donde se solía hallar una indicación fiable de hacia qué dirección soplaba el viento del favor real. Luis se estaba haciendo viejo. Tenía sesenta años. Y un hombre que había llevado una vida tan disipada era improbable que viviese muchos años más. El delfín estaría absolutamente en manos de su encantadora esposa, y la delfina era una de las más ardientes defensoras de Choiseul. Por lo tanto, no necesitaba perder su tiempo en ella, y dirigió sus pensamientos hacia Aiguillon, pues Aiguillon encabezaría el nuevo partido que se haría con el poder si él, Choiseul, cayera en desgracia; y sería Aiguillon quien le robaría el sillón. Aiguillon también era un loco, o así le parecía a Choiseul; y además era un hombre de quien no podía decirse que, en el pasado, hubiera tenido mucha suerte en sus asuntos. El nuevo partido que se había formado teniendo a Jeanne como cabeza visible —los «Barriens»— se colocó inmediatamente al lado de Aiguillon, quien era uno de sus líderes más influyentes. Choiseul, con el «Parlement», estaba al otro lado, enfrente.

Carle Van Loo (1705-1765), Portrait de Louis XV en habit militaire
La emoción era intensa. Para mucha gente parecía que el ministro y la favorita se hallaban frente a frente, dispuestos para la batalla. Por aquella época había una pugna creciente entre España e Inglaterra por la posesión de las islas Malvinas. El Tratado de Utrecht las había puesto bajo soberanía española, pero los ingleses habían construido allí un fuerte y defendían su posición. Los españoles habían enviado tres fragatas para asegurarse de que España seguía reteniendo aquellas islas, pero cuando los ingleses oyeron lo que estaba ocurriendo enviaron una escuadra hacia aquellas latitudes. Se trataba de un pequeño incidente, no un asunto para una guerra de envergadura, pero Choiseul creía que si Francia se ofrecía como aliada, ya fuera  de Inglaterra, ya fuera de España, el país que recibiera su apoyo declararía la guerra. Estos planes se los expuso al rey, y Luis vio cómo su ministro de Asuntos Exteriores empezaba un doble juego, coqueteando primero con el embajador inglés y luego con el español.Luis estaba ansioso por evitar la guerra contra Inglaterra, y temió que ésa fuera la dirección hacia la que Choiseul le estaba llevando. Luis todavía estaba  dolido por la pérdida de la India y de Canadá, y no le costó recordar que esas pérdidas se habían producido bajo el ministerio de Choiseul.

Ahora, Choiseul, temiendo que su influencia fuera a menos, buscaba desesperadamente algún
modo de reavivarla, y esto, a ojos de un rey determinado a mantener la paz, parecía una acción criminal. los enemigos de Choiseul fueron acorralándole. Richelieu y Aiguillon explicaron a Jeanne la necesidad del cese de Choiseul, y Jeanne, conocedora del deseo criminal de Choiseul de embarcar al país en una guerra para salvaguardar su puesto, se sumó a las voces de los otros y discutió con el rey el daño que la política de Choiseul podía depararles al trono y al país.  Luis asintió sombríamente. Ya había tomado una decisión. Escribió dos cartas; una se la dirigió a su primo, el rey de España, y en ella se leía: "Majestad no desconoce el espíritu de independencia y fanatismo que se ha extendido por todo mi reino. He soportado esto con paciencia, pero he  llegado al extremo de sentirme acosado y mis «Parlements» tienen el propósito de arrebatarme el poder soberano que yo poseo por mandato divino. Usaré todos los medios a mi alcance para exigir obediencia. La guerra, tal y como están las cosas, sería desastrosa para nosotros…" Después seguía haciendo hincapié en los lazos que unían a los dos países cuyos reyes eran parientes tan próximos, y añadió que, aun en el caso de que considerara necesario cambiar a sus ministros, sus objetivos seguirían siendo los mismos. 

Retrato de madame Du Barry.
Tras haber escrito la carta al rey de España, Luis escribió otra al duque de Choiseul, en la que le decía: "Primo, la insatisfacción que me han provocado tus servicios me fuerza a desterrarte a Chanteloup, por lo cual debes dejar palacio en el plazo de veinticuatro horas. Debería haberte enviado bastante más lejos, pero no lo hago por compasión de madame de Choiseul, en cuyo bienestar tengo un gran interés. Ten cuidado de que tu conducta no me obligue a cambiar de idea. Deseo que Dios, primo, te tenga en su santa y valiosa custodia". Esta carta le fue entregada a Choiseul por el duque de Vrillière en la nochebuena del año 1770. Aunque ponía fin a la fama, la fortuna y todo lo que él hubiera querido seguir reteniendo,  Choiseul recibió la carta sin mostrar decepción alguna; y al día siguiente dejó Versalles por Chanteloup. La gente de París y Versalles, que había cantado las canciones que él había ordenado escribir y que les habían enseñado a odiar al rey y a su favorita, se aglomeraron alrededor del carruaje tirado por seis caballos, pues viajaba con su esposa y con su hermana, la duquesa de Gramont, al estilo real. Desde Chanteloup la campaña contra Jeanne du Barry continuaba. Se hicieron circular escándalos, se inventaron historias y los cantantes de las calles de París aún cantaban las canciones que habían sido escritas a instigación del duque de Choiseul.

Allegory of the Exile of the duc de Choiseul

2 comentarios:

  1. En el grabado que muestra a Luis XVI con madame Dubarry esta equivocado es Luis XV, aparte Luis XVI nunca tuvo amantes

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    1. Gracias por tu comentario,fue un error de edición, estás en lo cierto era Luis xv. Ya corregiremos este error.

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