domingo, 20 de marzo de 2016

LA VICTORIA DE LA FRAGATA "LA BELLE POULE" (1778)

El 4 de julio de 1776 cuando el congreso continental de los estados unidos de américa declaro su independencia, las colonias inglesas se convierten en “estados libres e independientes”. En 1777, los insurgentes, que están en una situación delicada, dado el apoyo directo de Francia. El joven marques de Lafayette se unió a sus filas con una tropa de voluntarios equipados. Lafayette volvió a Francia para acompañar a Benjamín Franklin y negociar con el apoyo oficial del reino de Francia en la guerra de independencia.


Luis XVI reconoce la independencia el 17 de diciembre de 1777, a continuación firma dos tratados el 6 de febrero siguiente. El primero es un tratado de amistad y comercio, el segundo un sello de alianza de las dos naciones en el caso de guerra. Esta ayuda dio lugar a la declaración de guerra entre las coronas de Francia y reino unido en junio de 1778. La marina francesa tenía que vengar las afrentas de la guerra de los siete años.

El 15 de junio de 1778, Chadeau de la Clocheterie dejo Brest por orden del teniente general de Orvilliers, al mando de la marina del atlántico. Encargado de una misión de vigilancia marítima, que tenía una pequeña flota de Belle Poule, la fragata la Licorne, la Hirondelle y el carguero Racer. Durante dos días la pequeña división cruza sin incidentes el canal.

La lucha contra la Belle Poule y Aretusa ,
por Auguste-Louis de Rossel de Cercy.
En la mañana del miércoles, 17 de junio los altos mástiles aparecen por encima del horizonte. Pronto se consideró una puntuación. Fue la poderosa flota del canal inglés, que, Bajo el mando del almirante Keppel, había dejado sus bases, unos días antes. El Aretusa –una antigua fragata francesa capturada en 1759- tenía una reputación como un “buen caminante” y es el primero en llegar a los barcos franceses. Una furiosa batalla en contra de la Belle Poule estalla, causando la muerte del segundo a bordo, Mr Bean de San Marceau, y 30 miembros de la tripulación. El Aretusa se ve muy afectado por la pérdida de un mástil y debe retirarse, permitiendo a la Belle Poule y la Licorne escapare del enfoque británico, dos barcos franceses más pequeños son capturados.

Varios fueron los temores del señor de la Clocheterie sobre el destino de su fragata, a la recepción de su informe, el conde de Orvilliers lo envió a toda prisa a los mejores pilotos de su escuadrón y los marineros de un centenar de elite, que ayudo a los sobrevivientes de la Belle Poule para llevarlos a Brest ante los ojos de los barcos ingleses que estaban esperando. Tan pronto como aterrizo el duque de Chartres, primo del rey y el inspector general de la armada, subió a bordo para felicitar al personal y la tripulación del glorioso barco.

Luis XVI por su parte, no se mantuvo por el resto de la generosidad: una semana después, el Sr. La Clocheterie fue ascendido a capitán. La fragata recibió también las promociones del rey, pensiones y bonos para los heridos.

Coiffure "la Belle Poule "
El impacto en la opinión pública fue enorme. Por una temporada completa, todos hablaban de esta batalla infernal de cinco horas. Las damas de la corte adoptaron el peinado “la Belle Poule”: una fragata pequeña con velos creado por el estilista de la reina, Leonard. Según el abad de Veri: “¡guerra, guerra! Imprime los cuentos de esta batalla, se venden grabados alegóricos en la calle y elegante tocados con cintas gigantescas de ondas llamadas a la Belle Poule desfilan por los salones. En la opinión que solo hablan de venganza. El comandante, el señor, la Clocheterie, es recompensado por su valor con una promoción para el mando de un navío de 64 cañones, el Triton. Sin embargo, esta batalla se vista como una victoria en gran Bretaña y se celebra con una canción “the saucy Aretusa”.

extrato del documental "La Guerre des trônes, la véritable histoire de l'Europe"

domingo, 6 de marzo de 2016

UN ENCUENTRO TURBADOR CON UN JOVEN CABALLERO SUECO (1774)


Una noche del 30 de enero de 1774, se encontraba María Antonieta en el baile de la opera luciendo domino y antifaz, cuando apareció Axel de Fersen, sin mascara. Alto, delgado, muy apuesto con su traje de una perfecta elegancia (lo había mandado hacer esa misma mañana, exigiendo que se lo entregaran por la tarde), con el rostro de facciones regulares y serias, ojos melancólicos, escondidos tras las cejas muy pobladas, el sueco de 19 años no tenía nada de un pisaverde, y a primera vista se adivinaba en él al hombre acostumbrado a los ejercicios físicos. ¿Reconoció la delfina a Fersen, ya que habría sido presentado al rey el 1 de enero, y de que habría bailado en la corte el 10? ¿Su cuñado el conde Artois u otro cualquiera del grupito le diría que era el sueco por el que enloquecían las damas de la nobleza? ¿O sencillamente la delfina lo encontró simpático y apuesto? Se ignora. En todo caso, ella avanzo hacia él con su andar etéreo, le hablo diciéndole algunas frases alegres.

Fersen adivino que se trataba de una mujer de mundo, elegante y bonita. Lleno de curiosidad respondió a la traviesa, esforzándose por mostrarse espiritual. Ella se rio; hablaba con voz clara y timbrada, con la seducción de un ligero acento extranjero (¿Qué quizás lo simularía?). Fersen deseaba en vano adivinar quién era esta linda mascara; solo veía sus ojos celestes de pervinca, del color azul claro de los lagos suecos al amanecer. A sus preguntas el domino respondía riéndose; a sus cumplidos con bromas. Fersen, halagado por esta distinción, prosigue placentero en el tono más alegre, encuentra picante y divertida a su agresiva compañera y acaso se forja ya toda suerte de esperanzas para la noche.


Pero entonces le sorprende que poco a poco algunos otros caballeros y señoras cuchichean curiosamente, formando círculo alrededor de los dos, y que él mismo y aquella dama con máscara llegan a ser el centro de una atención más viva a cada instante.

Finalmente, la situación se va haciendo ya enojosa, cuando se quita la careta la galante intrigante: es María Antonieta -caso inaudito en los anales de la corte-, la heredera del trono de Francia, que, una vez más, se ha evadido del triste lecho conyugal de su dormilón esposo, ha venido a la mascarada de la ópera y ha buscado un caballero extranjero para charlar un rato con él. Las damas de la corte procuran evitar un escándalo demasiado grande. Al punto rodean a la extravagante fugitiva y vuelven a llevarla a su palco. Pero ¿Qué se mantendrá en secreto en este Versalles murmurador? Cada cual cuchichea y se asombra del favor hecho por la delfina, tan opuesto a la etiqueta; ya al día siguiente, probablemente, el embajador Mercy habrá dado quejas a María Teresa; de Schoenbrunn habrá sido enviado un correo urgente con una amarga carta para esta cabeza de viento de su hija, diciéndole que debe dejar por fin esas inconvenientes disipaciones y evitar que hablen más de ella a propósito en esas malditas mascaradas.

Pero María Antonieta tiene su voluntad propia; el joven le ha gustado, se lo ha dejado ver. A partir de aquella velada, aquel caballero, nada extraordinario ni por su categoría ni por su posición, es recibido con especial amabilidad en los bailes de Versalles. Ya entonces, después de un principio tan prometedor, ¿se desarrolló entre ambos cierto positivo afecto? Nada se sabe. En todo caso, este encuentro -sin duda inocente- es pronto interrumpido por un gran acontecimiento, la muerte de Luis XV, que de la noche a la mañana convierte a la princesa en reina de Francia. Dos días más tarde -¿le habrán hecho alguna indicación?-, Axel de Fersen regresa a Suecia.


El primer acto está terminado. Fue sólo una galante introducción, un preludio a la obra propiamente dicha. Dos muchachos de dieciochos años se han encontrado y han sido del agrado uno de otro. Traducido a la vida de hoy, equivale a una amistad de academia de baile, a un amorío entre colegas de instituto. Aún no ha ocurrido nada especial: aún no está afectado lo profundo de la sensibilidad.