domingo, 4 de septiembre de 2016

EL DUQUE DE ORLEANS: EL ADVERSARIO DE MARIE ANTOINETTE

El gran descontento de todos aquellos que ansían un nuevo sistema en Francia, un orden mejor, una distribución más razonable de las responsabilidades, ha carecido largo tiempo de un punto d enlace. Por último lo encuentra en una casa y en un hombre. El duque de Chartres, se convirtió en duque de Orleans tras la muerte de su padre, objeto de historias contradictorias y exageradas que harán su vida irreconocible a los ojos de la posteridad.


En 1752, cuando el futuro duque tenía cinco años de edad, fue sacado de sus enfermeras ara comenzar su educación. Vestido como un cortesano en miniatura, el polvo del pelo, el niño fue incluido en un protocolo destinado a exprimir de él cualquier vestigio de calor o de la humanidad. El ocio era la entrada al vicio; no debería haber ningún tiempo de inactividad y sin soñar despierto. El día y la noche, tres asistentes lo observan. Cada palabra ocasional se informo a sus tutores. Todos los signos de emoción, en su presencia, debían ser borrados, además de no expresar sentimientos. Por encima de todo, el niño que crecería hasta ser dueño de una décima parte de Francia debía ser protegido de sus compatriotas. Su mundo era ser tan remoto como si otro planeta habitado, con aire enrarecido.

A sus 15 años era considerado “uno de los jóvenes cortesanos más atractivos en parís”. Roselie Duthe, un bailarina de la opera pensaba que el comportamiento de su amante en el dormitorio era “más apropiado para un cochero común que un príncipe de sangre”. Cada emisión seminal se convirtió en el objeto de un informe de la policía. Luis XV vigilo atentamente a su nobleza para evitar desafíos a su autoridad; solo mientras copulaban no estaban conspirando.


Arrastro a su hermano a la misma vida de excesos y libertinaje, que estaba llamado a ser un día el heredero del nombre y la inmensa fortuna del duque de Penthiévre. A causa de una enfermedad venérea, el príncipe de Lamballe falleció a la edad de 20 años y sin hijos, como esta muerte prematura aseguro al duque de Orleans una herencia considerable, era difícil persuadir al público de que no había, al menos, alguna responsabilidad en este suceso, su avaricia seria un crimen para su edad.

Philippe se caso con María Adelaida de Borbón, recién salida del convento y la mayor heredera en Europa. Sus apartamentos de estilo rococó en parís eran más extravagantes que cualquier otra que le esperaba a la nueva delfina del que se esperaba en Versalles. Philippe y la duquesa eran mucho más populares en parís que Luis y María Antonieta. Su amigo el príncipe de Gales, lo describió como “bastante inteligente, pero una gran bestia”. Philippe mostro todos los signos de no comprender su propia historia.


De un natural más bien destinado al goce que a la ambición. Mujeriego, jugador, disipado y elegante, sin nada de inteligencia y, en realidad, tampoco depravado, este aristócrata, de un carácter en absoluto vulgar y corriente, posee todos las debilidades propias de una naturaleza sin poder creador: vanidad, puesta solo en exterioridades. Y María Antonieta ha ofendido personalmente esta vanidad al bromear libremente sobre las empresas militares de su primo y al impedir que le fuera adjudicado el cargo de gran almirante de Francia a favor de uno de sus favoritos. Además de frustras su mas ambicioso proyecto, casar a su hijo, el duque de Chartres con la hija de Luis XVI. Excluido de la sociedad intima y las reuniones de Trianon, el duque de Orleans se quejo que la presencia de María Antonieta restringió la confianza que el rey le mostro en la privacidad de sus conversaciones.

El duque de Orleans, gravemente molesto, recoge el guante; como descendiente de una rama de la familia real igualmente antigua que la reinante, como hombre enormemente rico a independiente, no le intimida, en el Parlamento, hacer una obstinada oposición al rey y tratar abiertamente como a un enemigo a la reina. En su persona han encontrado, por fin, los descontentos, el anhelado jefe. Quien quiere alzarse contra los Habsburgos y al rama soberana de los Borbones, quien considera anticuada y opresora la ilimitada autocracia real, quien exige para Francia un nuevo orden de cosas razonables y democráticas, se mueve desde ahora en adelante bajo la protección del duque de Orleans. En el Palais Royal, en realidad, el primer club de la Revolución, aunque protegido aún por un príncipe, se reúnen todas las gentes de nuevas ideas: liberales, constitucionalistas, volterianos, filántropos, francmasones: a éstos se juntan los elementos descontentos, los cargados de deudas, los aristócratas dejados a un lado por la reina, los burgueses cultos que no obtienen ningún cargo, los abogados sin trabajo, los demagogos y los periodistas, todas aquellas fuerzas, fermentantes y desbordantes de vida, que más tarde compondrán, todas juntas, las tropas de asalto de la Revolución. Bajo la dirección de un jefe débil y vanidoso, se prepara y organiza el más poderoso ejército espiritual con el cual ha conquistado Francia su libertad. Aún no se ha dado la señal de ataque. Pero todos conocen el objetivo y saben el santo y seña. ¡Contra el rey! Y más aún: ¡Contra la reina!.

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