domingo, 24 de enero de 2016

LA SENCILLEZ DE LA CORTE VIENESA!

Al igual que muchas exiliadas de las escenas de su infancia, María Antonieta miraría hacia atrás en sus primeros años en Versalles. Es fácil ver como esto podría ser así. Los retratos familiares de los que María teresa era tan aficionada de hecho a representar un paraíso interno que cualquier persona podría anhelar en la vida.

La emperatriz Marie Theresa por Martin van Meytens.
Aquí estaba la emperatriz, muy confiada en sí misma y en su posición, todavía apuesta a pesar de sus cuarenta años. Es cierto que, al igual que su marido, había comenzado a aumentar de peso y los cortesanos ya no recordaban a la mujer joven de la década de 1740 que bailaba y jugaba a las cartas toda la noche, sin embargo, podía montar e ir en trineo con la misma energía que aquellos tiempos. En su caso, de parte de su madre la emperatriz Elizabeth Christina que murió de hidropesía, su aumento de peso pudo haberse debido a una herencia inevitable, en parte debido a la maternidad múltiple. Sin embargo un amplio aspecto de la emperatriz solo sirvió para enfatizar la dignidad impresionante combinado con la ternura maternal que era la imagen que ella irradiaba.

En cuanto a francisco esteban, en los retratos también se mostró una figura igualmente imponente. En la vida privada, sin embargo, preferiría las bromas y la alegría. La preferencia por la informalidad era el legado de francisco; era, sin duda, algo que le entrego a su hija más joven, junto a la sangre Lorena a la que se atribuye generalmente. Louis Dutens, un viajero que conocía a la mayoría de tribunales europeos, elogio al emperador “bonachón” por sus innovaciones “la familia Lorena –escribió- poco a poco ha contribuido a desterrar de la corte de Viena la etiqueta grave que prevalecía allí”. 

El emperador Francisco Esteban por Johan Joseph Zoffany.
 Joseph Weber, hermano de leche de María Antonieta, revelo que se animó a los archiduques y archiduquesas de hacer amistad con los niños “normales” en su vida cotidiana. De la misma manera, las personas de mérito fueron admitidos libremente a la corte y sin necesidad de nacimiento o título. Excepto, claro está, en los grandes días de celebración formal; entonces, como en los viejos tiempos, la pompa ceremonial continúo siendo exigente, incluyendo las restricciones de los derechos de entrada. La joven madame Antonieta, nació cuando esta relajación ya había tenido lugar, creció tomando esta distinción en la corte vienesa.


Un grupo familiar en el día de san Nicolás de 1762, pintado por la archiduquesa María Cristina, representa perfectamente la comodidad burguesa de la vida en el hogar de la pareja imperial, algo que era impensable en la corte de Versalles. Esta fue la fiesta en la que los niños pequeños tradicionalmente recibieron regalos. El emperador, en el desayuno, lleva un bata y zapatillas, con una gorra de estilo turbante en la cabeza en lugar de una peluca. El vestido de la emperatriz es extremadamente simple y María Cristina, quien se pintó a sí misma, se parece más a una dama que una archiduquesa. El archiduque Fernando esta aparentemente disgustado por su regalo, mientras el pequeño Max, en el suelo con sus juguetes, está encantado. Madame Antonieta sonriente sostiene una muñeca.

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