domingo, 30 de septiembre de 2012

LOS CARNAVALES DE PARIS!


Los carnavales en parís era una temporada de fiestas y jolgorios antes de la cuaresma realizados a través de bailes de operas y mascaradas, fue uno de los aspectos más destacados de la vida nocturna de parís. La escena de la noche parisina, la magia de la multitud real, se distinguió por la generosidad de su marco brillante, colores vivos y la excentricidad de los participantes.

La imaginación popular recrea la atmosfera de gran parte de esta fiesta de la noche de lujo. Las calles abigarradas de multitud vestida con trajes de diferentes colores, la mayoría de los participantes usaban el código de vestimenta: sombrero de copa y abrigo negro para los hombres; domino y vestidos brillantes para las mujeres, pero también pudo ser visto trajes extravagantes tales como los exhibidos por las figuras de la comedia francesa. El baile en la opera fue una oportunidad para los espectadores admirar los trajes elegantes de las mujeres de la alta sociedad.


Un gran número de artistas, compositores y escritores han examinado el baile de la opera como el reflejo de la popularidad del siglo 18. El punto culminante del carnaval de parís se distingue por su noche todavía mas lujosa y encantadora. Mientras que las clases más bajas se congregaron a las afueras de Belleville, Courtille, a la fiesta y el baile; la aristocracia prefería los bailes sofisticados de ambiente enmascarado, con el intercambio de pequeñas charlas.

En el Mardi Gras o martes gordo, el ultimo día antes de la cuaresma fue la ocasión para relaciones subidas de tono, obscenos bailes de mascaras. Desfiles ruidosos se presentaban por las calles de parís con el “buey gordo” una estatua de un toro coronado con espada y cetro, acompañado con el sonido de violines, pífanos y tambores. Las barreras sociales, el buen gusto y todas las reglas de conductas aceptables quedaban en el camino. La iglesia protesto y critico en vano estas festividades.


María Antonieta como joven, se perdió en este torbellino de diversiones, trasladada de Versalles a parís en un coche privado, se mezclaba libremente con la muchedumbre y bailaba toda la noche. La reina, incógnita de parís alimento la industria de amplios folletos y libelos, rumores sobre su supuesta depravación. El amor por el torbellino social de la agitadora vida en la alta sociedad francesa le permitió a María Antonieta experimentar de la alegría de los carnavales. Sin embargo, su madre, desaprobó la agitada vida social de su hija y de hecho Marie teresa prefería que asistiera a la capilla, como soberana católica la emperatriz querría de su hija una conducta aceptable.

“usted tiene razón para temer los malos efectos de la disipación de mi hija y su gusto por los laceres ruidosos, tan contrario al carácter del rey” (Marie teresa al conde Mercy, abril de 1775).


“la clase verdadera es hacer que los demás se sientan cómodos” y esto era un don que María Antonieta tenia en abundancia. Paso gran parte de su tiempo en el Mardi Gras, bailes, fiestas, banquetes, fuegos artificiales y festejos lanzados en parís y Versalles.

“espero el final de este carnaval con impaciencia, junto con la disipación excesiva en que la reina se ha permitido… durante las últimas tres semanas, el abate de Vermond solo ha tenido unos breves momentos en los que hablar de cosas serias, ella misma dice que es demasiado profunda en sus diversiones para pensar en otra cosa” (el conde Mercy, 20 febrero de 1775).

“Gracias a dios, este carnaval eterno ha terminado!, esa exclamación me hará ver vieja, pero debo admitir que todas esas horas en la noche deben cansarte mucho y temo por tu salud; el orden de sus hábitos usuales, lo cual es un punto esencial. Toda lectura, todas las otras ocupaciones se han interrumpido durante dos meses… cuando uno es joven, uno no piensa en ello, a medida que envejecemos uno se da cuenta…” (Marie teresa a María Antonieta, 5 marzo de 1775).

El carnaval de 1777 fue mucho más brillante que los anteriores, el delirio de placeres de la reina alcanza el punto culminante. “apenas oye cuando se le dice algo –se lamenta Mercy- y casi nunca existe la posibilidad de tratar con ella de ningún asunto serio a importante o de atraer su atención hacia una cuestión trascendental. La sed de placeres ejerce sobre ella un poder misterioso”. Es como si un demonio se hubiese posesionado de la joven señora, jamás su agitación y su inquietud fueron más irrazonables que en este decisivo año. Según las impresiones de este carnaval tenemos el intinerario de la reina: “su majestad asistió el 30 de enero al baile de la opera que duro hasta las cuatro de la mañana, luego asistió a la casa de campo del duque de Orleans donde asistió a la fiesta de graduación de la opera. El 6 de febrero un nuevo baile fue dado por el duque de Chartres y coincidió de con el de la opera. La reina se mostro en los dos eventos y no regreso a Versalles hasta las seis de la mañana. El domingo 9 de febrero asistió de nuevo al baile de mascaras, el lunes de carnaval dio un baile en Versalles y en el Mardi Gras se dio otra que duro hasta las nueve de la noche, luego que la cena había terminado, se fue a parís al baile de la opera donde permaneció hasta las seis de la mañana”. Así termino el carnaval de 1777.

Al final de estos carnavales muchos observadores indiferentes murmuraron que se veía enferma y había adelgazado, estas ruidosas diversiones habían sido demasiado para sus fuerzas. Según el conde Mercy: “ya era hora de entrar a la cuaresma, porque la salud a largo plazo de la reina podría tener un efecto dañino por su tipo de vida tan agitada. Su majestad está más delgada, se fatiga y siente escalofríos. Su doctor está un poco inquieto, y de hecho, este pequeño inconveniente no le impidió a la reina negarse a asistir el viernes pasado a la opera”.


Después del carnaval, llego el comienzo de la cuaresma y fue una temporada de la renuncia tomada muy en serio en Versalles, en especial por Luis XVI, que era muy devoto; habiendo sido criado en un ambiente católico romano desde niño, María Antonieta también era escrupulosa en las observaciones de las leyes religiosas y el mandato devocional para la cuaresma por sus sacerdotes y confesores. Por su puesto una vez terminado el carnaval, Marie teresa estaba más que dispuesta a regresar a sus advertencias más habituales con respecto al comportamiento de su hija.

Según el conde de Mercy: “la diversión de la temporada de carnavales ha causado vigilias tan frecuentes y tan incompatibles con el proceso de la vida cotidiana del rey… tras pasar el carnaval, la reina ofreció al rey sacrificar los bailes y espectáculos para pasar las tardes con él”.

domingo, 9 de septiembre de 2012

LAS CARRERAS DE CABALLOS!


María Antonieta le encantaban las costumbres inglesas, una de ellas eran las carreras de caballos. Se acompaña pocas veces del propio esposo, ¡es tan mortalmente aburrido!, sino que prefiere elegir al alegre cuñado d`artois y a otros cortesanos. Desde que aparece una nueva moda, María Antonieta es la primera en prestarle acatamiento;  apenas el conde de Artois trae de Inglaterra las carreras de caballos –su única iniciativa a favor de Francia- cuando ya se ve a la reina en las tribunas, rodeada por docenas de fatuos jóvenes anglómanos, apostando, jugando y apasionadamente excitada por esta nueva manera de poner en tensión los nervios.

El conde Mercy vio con desagrado el deporte: “las carreras en cuestión, -escribió en abril de 1773-, son una parodia bastante infantil de las que hay en Inglaterra, ciertamente no digno de ser honrado con la presencia de la reina. Fue construido para su majestad un tipo de plataforma o pabellón para los espectadores, donde siempre hay un pequeño grupo de personas elegidas, mucha gente joven pobremente vestida, lo que, unido a una gran confusión y el ruido, no está de acuerdo con la dignidad que debe rodear a una gran princesa. Estas carreras suelen tener lugar los martes, por lo que a continuación la reina no recibirá en estos días ni a embajadores de relaciones exteriores ni ministros del rey”.

Este fue un agravio como diplomático para el conde Mercy. Causo malestar y se encontró como opuesto a la etiqueta que una reina se rodee de mozos y mujeres dudosas; también para la política que era más grave.


El príncipe de Ligne, como el conde Mercy censuro las costumbres de la nobleza inglesa,  “sus cenas de noche, sus carreras de caballos, sus apuestas y sus orgias”. Madame de Genlis también critico mucho las carreras. Sus reflexiones sobre este tema se han desarrollado en el estilo pastoral que entonces estaba de moda: “desprecio todos los juegos donde se puede ver la ruina, así que odio las carreras de caballos, creo que es terrible para impulsar sus campos pastorales y sus rebaños inocentes, a su vez un césped verde y hermoso en una alfombra de juego. Es la naturaleza profana”.

El buen rey Luis XVI era consciente del peligro, culpo a esta moda altamente ante el tribunal como una locura. Sin embargo según el conde de Segur: “a pesar de que estábamos en el medio ambiente de carreras, apuestas, el rey presiona a apostar, la lección de su opinión era ya inútil, más alta que su autoridad y que el ejemplo”. María Antonieta aplaudió esta moda inglesa, aun no tenía idea de nada de lo que vendría a Francia, al otro lado del estrecho “la anglomanía”.

El conde de Artois realizo estas carreras en las pistas del Bois de Boulogne en su Bagatelle y el príncipe de Conde organizo también en su Chantilly. Las emociones  y los nervios puestos en cada caballo sin saber cuál de ellos llegaría a la meta, fue muy apreciado por los cortesanos franceses.

·pistas de carreras de caballos en el hipódromo de Chatilly, propiedad el príncipe de Conde.

lunes, 3 de septiembre de 2012


“Madame la delfina baila con tanta gracia que uno podía decir que borra a todos los jóvenes que aparecen en sus bailes. El señor delfín no se ha beneficiado mucho de las clases de baile… sin embargo el se mantiene mejor y ya no es tan torpe en sus movimientos, ni en su porte”.
(el conde Mercy  a Marie Teresa, 16 de diciembre de 1772)

domingo, 2 de septiembre de 2012

MARIE ANTOINETTE RECIBE CON HONOR AL ALMIRANTE SUFFREN


Los asuntos políticos han asistido a este tiempo, lo que María Antonieta tenía una gran ansiedad. Uno de sus deseo expresados con mayor frecuencia había sido la batalla campal de la flota francesa contra Inglaterra, cuando la atención estaba puesta en el señor de Sartines que se esperaba que su misión diera frutos. Pero cuando  la batalla se llevo a cabo, el resultado confundió en lugar de justificar sus patrióticas expectativas. En abril de 1784, el almirante ingles Rodney aplasto la flota francesa al mando del conde de Grasse frente a las costas de Jamaica; y en septiembre, las fuerzas combinadas de Francia y España fueron derrotadas con la perdida aun más pesada en la fortaleza de Gibraltar.

Sin embargo, el mar de las indias seguía protegida gracias al almirante Suffren. Con una unidad de fuerzas atacaron y derrotaron al almirante ingles Edward Hughes el 17 de febrero de 1783. Para el 20 de junio los franceses atacaron el campamento ingles en Cuddalore proporcionando una derrota aún más decisiva.



·Pierre Andre de suffren de Saint Tropez (llamado el Bailli de Sufren) nació en el castillo de Saint-Cannat, en Provenza el 17 de julio de 1729. En 1743 ingreso a la guardia de marina hasta 1747, después de haber entrado en la orden de malta, la paz de Aix-la-Chapelle en 1748, se desempeño en esa orden hasta 1756. Para el marino y estratega de ingeniería, tenía solo el mar y el éxito real. Jefe de guerra prodigiosa participo en la guerra de estados unidos contra Inglaterra. Temido por los ingleses ya que infligió numerosas derrotas se había ganado el apodo de “el almirante Satanás”.


El 2 de abril de 1784 llego a Versalles. En la parte superior de todas las  cualidades de la mente, Luis XVI colocaba por encima del amor la nacionalidad, se revela en todas las acciones: la última guerra había presentado dos hombres, dos marineros, una cubierta de gloria y éxito en su campaña de la india, el almirante Suffren y el infortunado o incapacitado conde de Grasse.

El señor de Castries salió de su estudio acompañado por el almirante quien fue presentado a Luis XVI con estas palabras: “señores este es el señor Suffren!”. Los guardias de corps se levantaron y dejando sus fusiles formaron una procesión a la cámara del rey. En su estudio Luis XVI hablo más de una hora sobre su campaña en la india, con un conocimiento perfecto, ubicado en los acontecimientos sobre las maniobras del almirante. Sufren se hizo Cordón Bleu recibiendo una pensión considerable. La reina a su entrada lo abrazo con sentimentalismo. Maria Antonieta le dijo cosas graciosas, lagrimas asomaron a los ojos del marinero.

“El almirante sufren tuvo el honor de ser presentado al rey, la reina y la familia real por el mariscal de Castries… la gente estaba en Versalles en el momento de la llegada del señor sufren, ceno con la reina, su majestad Luis XVI ha tenido la amabilidad de darle la bienvenida al ganador y lo presento a la reina, diciendo: “este es el mejor de mis siervos” y Madame de Polignac que se encontraba  presente con el pequeño Delfín y madame royal, la reine se acerco y les dijo: “mis niños, este es el señor sufren. Todos estamos bajo las mayores obligaciones para con él. Míralo bien y siempre recuerda su nombre, es uno de los primeros que los niños deben aprender a pronunciar y uno de los que nunca se debe olvidar”.

María Antonieta estaba actuando con el ejemplo de su madre, a quien había reconocido mejor como dar honor debido a la valentía y lealtad. La reina merecía tener amigos fieles y sufren era un hombre con sentimientos de caballerosidad y devoción a los reyes.

El pueblo de Versalles se había congregado en multitudes al palacio y mostro su agradecimiento con aplausos y reverencias. Ellos admiraban el reconocimiento de héroe francés por parte del rey. El conde de Artois organizo una maravillosa recepción para él, el príncipe le dijo presionándolo contera pecho: “siento por ti un gran admiración y un profundo respeto”. Por su parte el conde de Provenza le otorgo una medalla, además de los títulos de caballero de la orden del rey, gran cruz de san Juan de Jerusalén y vicealmirante de Francia.

Este gran hombre recibió de la corte y de la nación la recompensa que se merecía por los gloriosos servicios prestados al país. Pero murió antes de que su país y su reina tuvieran mas necesidad de su servicios, o la oportunidad de demostrar la gratitud a su soberanos. El almirante moriría en parís el 5 de diciembre de 1788.