domingo, 26 de agosto de 2012

EL ZAR PABLO I EN FRANCIA (1782)


En la primavera de 1782 la atención de los parisinos fue ocupada por la llegada del futuro zar de Rusia pablo. El gran duque, que había sido legitimo emperador desde el asesinato de su padre veinte años antes, pero que se había visto obligado a posponer sus reclamos a los de su ambiciosa y madre sin escrúpulos, catalina II.

La emperatriz le comunico a Luis XVI que su hijo deseaba hacerle una visita, que buscaba en primer lugar “tomar clases en la cortesía y la nobleza de la corte más elegante del mundo”. Catalina por su parte, no era agradable a la corte de Versalles, su libertinaje, sus escándalos amorosos y su dureza como gobernante hizo que toda Europa le tuviera miedo, catalina se burlo alguna vez diciendo: ”los franceses están enamorados de mi como una pluma en el pelo”. Sin embargo la zarina fue un apoyo militar para Francia en la lucha contra Inglaterra y estaban por ese lado agradecidos con ella.

Aplausos saludaron la llegada a Francia del gran duque pablo, catalina no parecía muy sensible. “la emperatriz no ama ni a Francia ni a su hijo” escribió el marques de Verac. Indulgente con Luis XVI, catalina detestaba a María Antonieta: “si la reina de Francia se parece a la cara del emperador (José II), se encontrara la misma similitud en su conversación…”; se burla también de la frivolidad: “Dios bendiga a la reina muy cristiana, sus pompones, sus bailes y sus programas bien o mal organizados! Yo no siento que le moleste solo digo la verdad”.

El 18 de mayo bajo el titulo de conde y condesa du Nord llegarían a parís acompañados por la baronesa d`Oberkirch. Los extranjeros ilustres fueron recibidos solemnemente en Versalles el 20 de mayo, su carroza fue recibida por un desfile de caballeros del espíritu santo. Acto seguido fue presentado a Luis XVI mediante el príncipe de Bariatinski, embajador ruso, mientras que la condesa de Vergennes llevo a la gran duquesa junto a la reina. La futura zarina llevaba un vestido precioso, un brocado grande confinado con perlas y diamantes. La reina cuya primera impresión fue por lo general amistosa, se sintió avergonzada delante de los ilustres visitantes.

En palabras de la señora Campan: “la reina los recibió con gracia y dignidad. El día de su llegada a Versalles, cenaron en privado con el rey y la reina. La apariencia simple sin pretensiones de pablo complace a Luis XVI. El le hablo con mas confianza y alegría de lo que había hablado con José II. La condesa de Nord no tuvo en el primer momento mucho éxito con la reina… cuando fueron presentados a la reina estaba muy nerviosa, ella se retiro a su apartamento antes de la cena con los ilustres viajeros y pidió un vaso de agua confesando “que acababa de experimentar lo difícil que es hacer el papel de reina en presencia de otros soberanos o príncipes destinados para serlo, que estar ante cortesanos”. Pronto se recupero de su confusión, y volvió a aparecer con facilidad y confianza. La cena fue bastante alegre y una conversación muy animada”.

Pablo realmente quedo admirado por la pompa de Versalles, los uniformes y trajes, el mundo animado, libre, dispuesto expresamente a la vista como un escenario de opera, los hombres obra maestra de la sofisticada elegancia, las mujeres de una exquisita postura casi virginal; estaba encantado. 

Pablo aun no había dado ninguna indicación de la brutal y feroz disposición que lo distinguió en sus años como zar, convirtiéndose en una locura salvaje que ni sus nobles ni siquiera sus hijos podían soportar. Parecía mas bien un hombre joven (entonces tenia 28 años de edad), de franco y abierto temperamento, algo descuidado en su lenguaje, especialmente en lo relativo a sus propios asuntos y la posición, fue muy prudente, cortes y astuto en contestar todas las curiosidades acerca de la dominación de su madre. La gran duquesa, María Feodorovna, fue sin embargo considerada como muy superior a su marido en todos los aspectos. Era casi repulsiva en su fealdad. Guapa en la función, aunque desfigurada por la robustez extraordinaria en alguien tan joven. Ella también tenía una gran reputación por sus logros y la capacidad general, sin embargo, al igual que su marido, estaba disfrazada por una frivolidad de manera que dio a los extranjeros una desagradable impresión de ella. 

La gran duquesa, María Feodorovna
Los visitantes dirigidos por sus majestades fueron llevados a los apartamentos preparados para ellos en la planta baja del salón de Poix sobre la base de la Orangerie. María Antonieta garantizaba los más pequeño detalles de su instalación y seguir estrictamente las instrucciones de su hermano José.

“el gran duque -escribió la reina- con su simplicidad encanto al rey. Parece muy educado. El sabe los nombres de todos los escritores y hablaron con el conocimiento, cuando se presentaron”. 

Por la noche se realizo un concierto, el castillo fue iluminado con mil lámparas de arañas, dando la idea del esplendor y la riqueza de la corte de Versalles. Madame d`Oberkirch apenas podía encontrar palabras para describir la impresión de la belleza de María Antonieta: "El baile fue estupendo; la Reina bailó con el Gran Duque; Tiene un busto y un porte maravillosos. Me encontré por un momento detrás de ella y detrás del Gran Duque. La reina estaba maravillosamente hermosa, unos ojos fascinantes. Era absolutamente imposible para cualquiera mostrar una mayor gracia y nobleza en su actitud como ella”.

La señora d`Oberkirch, como ella, era alemana de nacimiento y María Antonieta le rogo hablar alemán para recordar su lengua materna, pero se encontró con que casi lo había olvidado. “ah”, dijo, “el alemán es un idioma bueno, pero el francés, en las bocas de mis hijos, me parece el mejor idioma del mundo”.

La señora d`Oberkirch
Los días siguientes tuvieron cenas íntimas y galas, conciertos, esplendidas excursiones en el Trianon, en sevres y Marly. Las reuniones tenían un encanto intimo, maría Antonieta y sus invitados ofrecieron fiestas sin etiquetas y minúsculas dadas a conocer, solo lo natural, facilidad y agrado. El conde y condesa du Nord se entregaron a las confidencias. Pablo hablo amargamente de las molestias que experimentaba en san Petersburgo. Se quejo de la vigilancia hostil de la que era objeto, la audacia de los favoritos de su madre, el escándalo de las indignas protecciones, lo atormentaban mucho.

“En un momento en que los viajeros distinguidos habían pasado el día en el Trianon a solas con la reina, la intimidad estaba tan bien establecida que las confidencias del duque a la reina causaron algunos puntos que su majestad sintió un poco de vergüenza. El príncipe le hablo con un poco de amargo la costumbre, la incomodidad y la molestia en su experiencia en san Petersburgo… el príncipe, creyéndose con derecho de convocar a la confianza, le rogo a la reina que le Explicara cómo, durante la vida de Luis XV, se había comportado con la condesa du Barry. Su majestad prestada para explicar, diciéndole que la base de su conducta en ese momento era evitar cualquier cosa que hubiera conmocionado al monarca fallecido y omitir toda la marca de aprobación de la favorita” (el conde Mercy a José II).

Estas confidencias entre María Antonieta y los príncipes crearon una verdadera amistad. La duquesa tenía para el delfín, que aun estaba en pañales, miradas y sonrisas que iban directo al corazón de la reina. 

Los hermanos del rey y los príncipes de la sangre también celebraron la llegada de pablo. El conde de Artois les dio un concierto en su Bagatelle, el príncipe de Conde una cacería de luz de antorchas en su tierra en Chantilly. Mas específicamente el 10 de junio, Madame d`Oberkirch lo describió como “el lugar más bello del mundo, lleno de narcisos, mil escudos, encantador, hermoso. Las aguas, bosques, jardines deliciosos. las ninfas de las fuentes tienen un aire de corte, los caminos de arena del bosque son mil veces más encantadores de un pozo”. Además de añadir una descripción del príncipe de Conde: "coronado por sus victorias militares, Luis José de Borbón, príncipe de Conde, el octavo hombre con nombre de contacto y el ingenio, la afabilidad rara valentía sin igual con una predilección por la profesión de armas al servicio de la gloria de Francia”.


 Pablo y su esposa fueron deslumbrados por la belleza de Chantilly. Según la señora d`Oberkirch: “éramos ciento cincuenta y tres personas. Después de la cena, el príncipe Conde llevo a los invitados a través de mil damas bajo los arcos verdes, decorados con guirnaldas, cintas y nombres de sus altezas imperiales. En la tarde, recorrimos los establos, perreras, paseos a las cascadas y jardines. Por la noche, comedias, cena, iluminaciones, fuegos artificiales, seguidos de un baile hasta altas horas de la noche”.

De regreso a Versalles pablo se reunió con el odioso duque de Orleans. El zarevich había oído que este hombre patrocinaba abiertamente las canciones trasmitidas por las cábalas contra María Antonieta: “ el rey de Francia es paciente- dice- Si mi madre tuviera un primo así, el no se quedaría mucho tiempo en Rusia”.

Finalmente el futuro zar de Rusia abandono Francia muy contento y agradecido por la hospitalidad, el conocimiento y lugares visto. Además de prometer que su país seria su aliado en todo lo que desearan.

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