martes, 1 de septiembre de 2009

LOS DIAMANTES DE LA REINA MARIE ANTOINETTE


Una reina necesita mayores diamantes, perlas mucho más gruesas que las de todas las otras damas. Necesita más anillos, sortijas, pulseras y diademas, cordones de piedras finas para los cabellos, más hebillas para el calzado o guarniciones de diamantes para los abanicos pintados por Fragonard, que las que ostentan las mujeres de los hermanos más jóvenes del rey y las otras señoras de la corte. Verdad que tiene ya los ricos diamantes recibidos de Viena, como dote, y toda una arquilla con joyas de familia que Luis XV le regaló cuando la boda. Mas ¿para qué sería reina sino para comprar piedras preciosas siempre nuevas, más bellas y caras? María Antonieta, lo sabe todo el mundo en Versalles -y ha de mostrarse pronto que no es bueno que todo el mundo hable y cuchichee acerca de ello-, está loca por las alhajas. Jamás puede resistir cuando esos joyeros astutos y suaves, esos judíos venidos de Alemania, esos Boehmer y Bassenge, le muestran, en estuches de terciopelo, sus últimas obras de arte: hechiceros pendientes, anillos y broches. Fuera de eso, estas buenas gentes nunca le presentan dificultades para sus compras. Saben honrar a la reina de Francia, cierto que cobrándole doble precio, pero abriéndole crédito, y, en todo caso, admitiéndole como pago antiguos diamantes, aunque a mitad de su valor; sin notar lo que hay de degradante en tales negocios de usurero, María Antonieta contrae deudas por todas partes; claro que en caso de necesidad sabe que contribuirá al pago el ahorrativo esposo.

"... el deseo de la reina por la joyería todavía no esta satisfecho, su majestad acaba de comprar unos brazaletes de diamantes... esta compra se decidió debido a la tentación de sus asociados" (el conde Mercy, 1776).

Mas ahora las advertencias de Viena se hacen ya más duras: «Todas las noticias de París coinciden en que de nuevo has comprado brazaletes por un valor de doscientas cincuenta mil libras. con lo cual has llevado el desorden a tus ingresos y contraído deudas, y hasta se dice que, para contribuir al pago, has vendido por un precio ínfimo tus diamantes... Tales noticias me destrozan el corazón, especialmente si pienso en el porvenir. ¿Cuándo vas a llegar a ser tú misma? -exclama la madre con desesperación-. Una soberana se rebaja adornándose de ese modo, y se rebaja aún más si, precisamente en estos tiempos, se deja arrastrar a gastos tan considerables. Conozco demasiado ese espíritu de prodigalidad que lo posee y no puedo guardar silencio sobre él, porque te quiero por ti misma y no para adularte. Cuida de no perder con tales frivolidades el ascendiente que has ganado al principio de tu reinado. Se sabe por todas partes que el rey es muy modesto; por tanto, todas las culpas caen exclusivamente sobre ti. De tal transformación, de tal ruina, querría no llegar a ser testigo».

Maria Antonieta con su inocencia y frivolidad le contesta a su madre: "... no tengo nada que decir acerca de las pulseras, yo no comprendo porque tratan de preocupar a mi madre con esas pequeñeces"(14 septiembre 1776)

"su majestad esta perdiendo dinero suficiente como para ser limitado en el resto de sus gastos. las deudas contraídas en la compra de diamantes caros no están siendo pagados con regularidad, no hay mas dinero para los regalos de caridad y lo peor de todo es el mal ejemplo".(el conde
Mercy, 15 agosto 1777).

Los diamantes cuestan dinero, las toilettes cuestan dinero, y aunque el bondadoso esposo, en el momento de ascender al trono, ha duplicado el apanage de su mujer, este cofrecillo, ricamente henchido, debe tener un agujero por alguna parte, pues siempre reina en él un espantoso vacío.

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